jueves, 5 de noviembre de 2009

Otro color, otras figuras geométricas.


N
u
e
v
o
s
l
i
b
r
o
s
Ediciones Unicornio, San Antonio de los Baños, 2009.
Nota de contracubierta a:
Otro color, otras figuras geométricas, de Alberto Edel Morales Fuentes.

La dureza de la civilidad, el desapego que el poeta contempla y ondula sobre lo que debiera ser profundo y definitorio, el dolor por los escombros dudosos de la supuesta modernidad, dan movimiento a las figuras que conforman este cuaderno. Con la elegancia propia de quien conoce la utilidad de la palabra, Alberto Edel Morales Fuentes transparenta una melancolía en la que no pretende protegerse: semillas del tiempo pasado y por venir, glaciares de sal en una Isla literaria y no― vestida con triángulo y franjas de colores. Afianzado en su estilo, totalmente diferenciable y necesario en el amplio diapasón de voces de la Literatura Cubana contemporánea, el que antes vio los autos pasar hacia Occidente, sigue imaginando un espacio mejor, donde nada faltará en el relato de los sueños, / cuando haya terminado tu viaje, / cuando ya no estés.

Teresa Fornaris



Alberto Edel Morales Fuentes (Cabaiguán, 1961) Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios Viendo los autos pasar hacia Occidente, Escrituras visibles, Lejos de la corriente, Otro color, otras figuras geométricas, El juego de la memoria y Con cierta elegancia, así como el catálogo de jóvenes poetas cubanos Cuerpo sobre cuerpo sobre cuerpo (coautor Aymara Aymerich) y La Estrella de Cuba. Inventario de una Expedición. Como narrador ha dado a conocer el relato testimonial Los pies en la tierra y está en imprenta su novela Que te vuelva a encontrar. Textos suyos aparecen en antologías, publicaciones periódicas y sitios digitales de la isla y otros países. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es director fundador de la revista de literatura y libros La Letra del Escriba y del Centro Cultural Dulce María Loynaz. Reside en La Habana.



P-r-o-f-éticas
(Palimpsesto en la Poética de Heberto Padilla)


Di tu verdad.
Di, siempre, la verdad.
Y después
intenta que esa verdad ocurra:
que lo real duplique sabiamente a la página querida,
que las imágenes trastoquen el sentido y el límite,
que los otros
acudan a indagar en el ritmo interior de tus textos
como si velaran
algún secreto inquietante o una vida.

Los grandes hombres han comenzado a morir


Eliseo Diego ha muerto,
y Charles Bukowski,
lo supe ayer.

En las tiendas arrasadas
y en los portales sucios de la Manzana
las mujeres siguieron haciendo compras todo el año,
pero se veían un poco más tristes ahora.
Y en el Parque Central los borrachos de las seis
las mirábamos con hambre vieja
y los niños pateaban molestos las aceras,
antes de trepar en grupo
hacia el pecho
de un José Martí
estatuario y cabizbajo.

Durante meses se respiró peor que nunca en La Habana.

Y aunque nadie allí atravesó un espejo
ni escribió en ninguna parte
(1920-1994), estos son los días de tu vida,
sí advertimos que la Poesía
se tambaleaba indecisa
entre la oscuridad y la luz,
entre el Paraíso y el Infierno.

Como en las películas manchadas de aquel verano tórrido
― Cinemateca de Cuba, salita del Nacional, Teatro Payret:
viajes de mi nostalgia por las antiguas imágenes―
los grandes hombres dan un traspié
y terminan arañando el piso.

Eliseo Diego ha muerto,
y Charles Bukowski,
lo supe ayer
mientras mi boca mordía impaciente
los restos
de un helado de agua
y esperaba el ómnibus bajo los árboles del Parque Central.

Los grandes hombres han comenzado a morir.




Estación letea


Con cierta frecuencia la vida
puede hacerte pensar
que el viaje ha terminado:

Es todo, dices, eso fue todo.

Una sonrisa breve, un gesto humilde
acompañan sin dramatismos la secuencia
final, que las palabras prefiguran:

Es todo, dices, eso fue todo,
mientras el tiempo blanco se instala en las aguas:
te obliga a creer.

Pero aún en esa frialdad del alba imaginada
que ocupa tu memoria
y los espacios vacíos de la casa,
resulta agradable ser el que ilumina.

Es todo, dices, eso fue todo,
y no hay que lamentarse en exceso.

Y acaricias levemente ese mundo que dejas,
y aún encuentras fuerzas para sonreír,
y hasta prometes que las cosas saldrán bien,
que nada faltará en el relato de los sueños,
cuando haya terminado tu viaje,
cuando ya no estés.

Más relacionado con Edel Morales:
La Zorra y El Cuervo
Cuba Literaria

1 comentario:

George Riveron dijo...

Hermoso libro el de nuestro querido amigo Edel.
Juan Carlos, gracias por el link a los textos de Edel publicados en mi revista La zorra y el cuervo. Sería bueno que me enviaras algo tuyo para el nuevo número.
Un abrazo,

George Riverón