sábado, 27 de febrero de 2010

Variantes de una traducción


Cuerpos desnudos Spencer

«Native Moments», breve poema de Whitman, bullente de desafiante homoerotismo e inconveniencias sociales, por momentos casi procaz, pero en verdad hermoso, motivó a varios escritores de nuestra lengua —tanto famosos como desconocidos y cada uno obrando por su cuenta— a traducirlo al español. Y este «ejercicio», si así puede llamársele, sirve para ilustrar las variaciones textuales que puede consentir una traducción, con mayor grado de felicidad y acierto, y también para reafirmarnos el criterio de que cualquier traducción, especialmente en el caso de la poesía, es aproximativa y siempre ha de dejarnos la duda —mayor aún cuando se hace a partir de lenguas que no dominamos— sobre cuan fiel ha sido al original. Esa duda está en la raíz de las reiteradas traducciones que se han hecho, a lo largo del tiempo, de algunos textos —religiosos, filosóficos, literarios, científicos— cuya importancia justifica el esfuerzo precario que se ilustra, encapsuladamente, en las versiones al español de este poema:

Vicente Echerri
NY/27 de febrero del 2010.
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Walt Whitman
NATIVE MOMENTS

Native moments —when you come upon me— ah you are here now,
Give me now libidinous joys only,
Give me the drench of my passions, give me life coarse and rank,
To-day I go consort with Nature’s darlings, to-night too,
I am for those who believe in loose delights,
I share the midnight orgies of young men,
I dance with the dancers and drink with the drinkers,
The echoes ring with our indecent calls, I pick out some low
person for my dearest friend,
He shall be lawless, rude, illiterate, he shall be one condemn’d
by others for deeds done,
I will play a part no longer, why should I exile myself from
my companions?
O you shunn’d persons, I at least do not shun you,
I come forthwith in your midst, I will be your poet,
I will be more to you than to any of the rest.

Concha Zardoya
SENCILLOS INSTANTES


Sencillos instantes, ¿cuándo venís a mí? ¡Ah!
¡heos aquí, al presente!
¡No me otorgáis ahora más que alegría lujuriosa!
¡Dad fin a mis pasiones! ¡Dadme la vida bestia!
Hoy iré en compañía de los queridos hijos de la
Naturaleza, y esta noche también;
Me dirijo a los que creen en las voluptuosidades
Disolutas.
Exijo mi parte en vuestras orgías de medianoche,
jóvenes.
Bailo con los bailarines y brindo con los que brindan;
resuene el eco de nuestros gritos indecentes; escojo
por mi más querido amigo a un cualquiera;
yo lo quiero insumiso, rudo, inculto; lo quiero
condenado por los otros a causa de sus faltas.
No representaré una farsa por más tiempo. ¿Por qué
habría de apartarme de mis verdaderos
camaradas?
¡Oh vosotros, a los cuales se aparta! Yo, al menos,
no me alejo de vuestro lado;
me mezclo con vosotros libremente, quiero ser
vuestro poeta;
quiero ser para vosotros más que todos los demás.

Jorge Luis Borges
MOMENTOS ELEMENTALES


Momentos elementales —cuando me sorprendéis—
¡oh, ahora estáis aquí!
Sólo os pido los goces de la lascivia,
El chorro de mi pasión, la vida exuberante y grosera,
Hoy iré en busca de los hijos predilectos de la
Naturaleza y esta noche también,
Yo soy de los que creen en goces carnales, comparto
las orgías de los muchachos a medianoche,
Bailo con los que bailan y bebo con los que beben,
Resuena el eco de nuestros gritos indecentes, elijo para
amigo preferido la persona más baja,
Será rebelde, rudo, iletrado, será uno que los otros
condenan por sus delitos,
No seguiré representando, ¿por qué habré de renunciar
a mis compañeros?
¡Ah, gente a la que todos rehuyen, yo al menos no
huyo de vosotros,
Me mezclo con vosotros, seré vuestro poeta,
Seré más para vosotros que para nadie!

Enrique López Castellón
MOMENTOS SENCILLOS

Momentos sencillos, ¿cuándo venís a mí? ¡Oh!
¡Habéis venido!
Sólo os pido el placer lujurioso,
Descargar mi pasión, vivir exuberante la vida de
las bestias.
Iré a buscar a los hijos queridos de la naturaleza,
Incluso por la noche,
Yo soy de los que creen en los goces carnales,
reclamo mi lugar en la orgía juvenil y nocturna,
Bailo con los que bailan y alzo mi copa con los
que la alzan,
Resuenan los ecos de gritos indecentes, elijo como amigo
al primero que veo, elijo al más bribón;
Yo lo quiero insumiso, rudo, inculto, condenado
por todos a causa de sus faltas,
No seguiré representando farsas por más tiempo,
¿por qué no he de vivir entre mis camaradas?
Vosotros, de los que todos huyen, yo no pienso
alejarme jamás de vuestro lado,
Me uniré a vuestro grupo, seré vuestro poeta,
Os prefiero a vosotros por encima de todos.

Francisco Alexander
INSTANTES PRIMITIVOS


Instantes primitivos —cuando me sorprendéis— ¡oh, aquí
estáis!
No me deis ahora más alegrías lascivas,
Dadme el diluvio de mis pasiones, dadme la vida grosera y
obscena.
Hoy día me voy en compañía de los hijos predilectos de la
Naturaleza, y esta noche también,
Me atengo a aquellos que creen en los placeres licenciosos,
participo en las orgías de medianoche de los jóvenes,
Resuena el eco de nuestros gritos indecentes, elijo para amigo
predilecto a una persona de baja condición:
Habrá de ser licenciosa, ruda, inculta, tendrá que haber sido
sentenciada por sus transgresiones,
Yo no quiero fingir, ¿por qué he de desterrarme de mis
compañeros?
¡Oh, vosotros de quienes las gentes huyen, yo al menos no
huyo de vosotros!
Me asocio a vosotros, quiero ser vuestro poeta,
Quiero merecer de vosotros antes que de los demás.

Alberto Guigou
IMPULSOS PRIMITIVOS


Impulsos primitivos, cuando llegáis como ahora a mí
dadme tan sólo placeres lascivos.
Dadme la furia de las pasiones, dadme la vida exuberante y cruda.
Hoy estoy en connubio con los favorecidos de la Naturaleza
y esta noche también,
estoy con los que creen en disolutos deleites
disfruto con hombres jóvenes sus orgías nocturnas
danzo con los que danzan y bebo con los que beben
los ecos retumban con nuestros gritos soeces,
mi amigo predilecto es uno de la ralea,
será fugitivo, rudo, analfabeto, estará condenado por las cosas que ha hecho.
Yo no simulo más, ¿por qué excluirme de mis iguales?
A vosotros proscritos, yo, al menos, no los proscribo,
vengo íntegramente a ser vuestro poeta
y seré más para vosotros que para ninguno de los demás.
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Walt Whhitman (1819-1892) Poeta estadounidense que rompe con los esquemas tradicionales, valiéndose de un lenguaje innovador y desbordado que da rienda suelta a las sensaciones, a partir de un fuerte sentimiento de individualidad integrado a la naturaleza y una versificación libre en estrecha correspondencia con el significado o emoción de su poesía. Hojas de hierba constituye la obra de toda la vida de Whitman, quien aumentó y modificó este texto a través de los años, como lo evidencian sus múltiples ediciones.Título original en inglés: Leaves of Grass.
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http://amediavoz.com/whitman.htm



Vicente Echerri (Trinidad, Cuba, 1948), ha publicado poesía (Luz en la piedra: Madrid, 1986; Casi de memorias, 2008); ensayos (La señal de los tiempos, 1993) y relatos (Historias de la otra revolución, 1998; Doble nueve, 2009). Ha ejercido el periodismo de opinión por más de veinte años y columnas suyas aparecen regularmente en varias publicaciones de Estados Unidos y América Latina. Ha traducido numerosos libros del inglés al español.
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miércoles, 24 de febrero de 2010

LA MUJER DEL PRÓJIMO.


Teresa Herández (signos número 44, 1999)
Para Maura, que sabe...


Dijo que no había visto nunca
un camino más tupido
que esa abundancia de hierba
en el entrecejos de aquel desconocido
y que a ella le pareció perderse
como si a lo lejos
unos perros ladraran sin temor
con esa paz con la que asumen ellos
cuando las noches son claras
y sus dueños duermen bajo las cobijas.

Dijo que le ardía hasta la zozobra
y que caminaba en puntas
como una bailarina sobre el pecho;
que también le pareció un laberinto
aquello de perderse extraviada
detrás de unas cercas y un sembrado
donde a veces hasta en las noches oscuras
ella podía ver en sus manos el reflejo
donde él se comportaba como la luz
y donde le daba por alumbrar sus gritos
como si la golpeara
sin dolor y sin remordimiento;
y que supuso que de beber alcohol
más bien inhalaba como un humo
una bruma…
Que la hizo feliz
y que le dio unos deseos
como nunca de morirse
pensando que de volver a la realidad
sus senos dejarían la erección
poniéndose como bolas de tizne
echadas en algún rincón del abandono.

Matta, (Signos número 58, 2009)
Y dijo que él nunca dijo su nombre
pero la elevaba,
que por primera vez tuvo conciencia
que era verdad lo del cielo infinito
y que los astros no bajan,
se caen desde allá lejos;
aunque ella no supo tiritar cuando se caía
y no supo detenerse cuando la lanzaban
que creyó ser fuego cruzando un aro
y su cuerpo como una estela inmisericorde
donde todos los sonidos se dilataban
y que no por ello recuerda la música
o mejor no quiso
porque era como hembra en celo
una sombra ante el espejo
que nadie devolvía;
y porque él jadeaba como un animal
a quien le pesaba su rudeza y la faena
y que sintió todas las veces
que le abría como un surco
como si la tierra que tragara
fuera sangre de su sangre.
Madelín Pérez (Signos, número 43, 1996)
Dijo también
que se olvidó de los perros
de la vecindad ausente
en ese letargo de sueño
donde concurre lo cotidiano
y la supuesta armonía.

Ella, también imploró:
fue a sentarse sobre un manantial
donde el agua la refrescaba
quizás en esa parte de la memoria
que solo la conciencia activa;
y que era un agua tibia
que la confundía con su pelo
y le llenaba la boca
a veces de zánganos
otras de polen de mariposas
y de unos olores como si él
hubiese lamido todas sus entrañas.

Lídice Gonzalez Jiménez (signos número 57, 2009)

No hubo otro silencio
que el sudor debajo de las cobijas
no hubo otro cruce en su camino
ni ha podido nunca más ser la reina
ni asomarse a esos bordes que en el cielo
forman los triíllos entre una estrella y otra.

Nunca más ha visto aquellos ojos
que ladraban sin ser perros
que la mordían con dulzura
y donde alguna vez ella sentó
todas sus formas de estar viva.


Cleva Solís (Signos número 8, 1972)

lunes, 22 de febrero de 2010

HASTA LA LUNA, CON SINDO….



Fue en el Hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja, donde junto a Jorge Luís Arzola, (creo recién estrenado de su inmerecida mano de palos), que no acabó con su belleza en bondad y fabulación; fue en esos mundos casi al lado de la habitación donde Hemingway, según reza una placa, se hospedó, y cuando ese Hotel era una mole con peligro de derrumbe, donde escuché por vez primera a Gumersindo Pacheco, (en aquel entonces era un guajirito bien plantao, y todavía le queda pinta) donde lo escuché conversar sobre sus proyectos de vida y personajes de su obra narrativa, que sin necesidad de parafrasear el título original de una de sus novelas, no me pareció desde entonces que ni él ni su personaje adolescente de María Virginia estuvieran en la luna de valencia, más bien con los pies puestos donde sustancia, perfil de sus personajes, bien delineados, daban tela por donde darle respiro -que no caricatura-, capaces de sostener ese mundo tan fantasioso pero tan rico que suele ser el universo de la mayoría de los adolescentes en una etapa difícil y que sin necedad siempre tiende a ser bella, aún cuando su autor concibió el abarcador proyecto de parirlo por aquellos días cercados (o cercanos) de período especial y en un país del tercer mundo.

Pero si bien no puedo caer en la mariconería, ni por recuerdo, de decir que me enamoré de la pinta del Gume, si estoy claro que me quedé en Babia como en la luna de valencia y todo incluído por su originalidad, o más bien incorporado a la belleza con la que necesita el lector, al mirarse ante la fluidez de su narración; que cuando Gumersindo lee, él adopta cada uno de los personajes, uno le puede mirar a la frente, a los ojos y verle sus rasgos, (los de los personajes) y eso que en la lectura se pierde un poco, lo que en otra, de cara a sus libros, te abarca y no pierdes nada, al contrario, sumas y ganas cada detalle significante que te incorpora a ese cuerpo de trama con la que él, Gumersindo, a dispuesto para que no pares hasta la página final.

Resulta que de está novela de título Maria Virginia y yo en la Luna de Valencia que luego fue editada en Colombia bajo el título de Maria Virginia mi amor por el Sello Editorial Norma, y hace poco en la editorial cubana, Gente Nueva, resulta que ese mundo alegórico de cierta edad principesca, (si juzgamos la edad donde más se sueña y se juega a ser héroe y conquistador de cuanta idea o batalla se nos ocurra), pero resulta o resultante es que al leer lo que este hombre noble y siempre afable nos da de soporte, de alimento para esa edad, se convierte como esas respuestas inauditas de los adolescentes, en una lectura que se hace y está para nuestra edad, la de vosotros, la de ellos, ellas, acullá y acá también, les aseguro sin líneas que delimiten una frontera cultural, porque, y también le aseguro, que ud no necesita ser adolescente para ser conquistado por los personajes del Gume, quien construye con finura de buen carpintero, y siempre desde que uno comienza en la primera oración queda auscultado de esa magia que como una medicina para el alma, uno no bebe a sorbos, sino que va como sus personajes, dispuestos al conflicto, aunque el mundo con cielos, galaxias, astros y el copón divino se te venga encima, porque una vez que conoces lo que Gumersindo Pacheco escribe, te haces adicto, con la soberana diferencia que es una adición de altura.


Juan Carlos Recio/NY/22 de febrero del 2010

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Dibujo de Zaida del Río (Signos número 37, 1989)


MARÍA VIRGINIA MI AMOR

CUATRO


Al fin Cobarde decidió esperarme en el patio, y ya en el aula me dispuse a buscar a la muchacha nueva, mientras la gorda pasaba la lista y yo iba escuchando a ver cómo se llamaba. Sin embargo primero tomé asiento, y me aseguré de no tener nada encima que pudiera caérseme. Cuando di con ella, se me cayeron los párpados y un empaste medio flojo (los empastes medio flojos siempre están locos por caerse). Luego me sobrepuse y comencé a voltearme lentamente, bien concentrado, con la vista fija y una cara de tipo más fenomenal que Billy el niño. Pero no tuve tiempo ni de pensar. Ella disparó primero, y de una sola mirada me tumbó los párpados y el revólver, al mismo tiempo que la profe decía María Virginia, y antes de que ella dijera presente supe que era su nombre porque se fueron al diablo los libros de Tom y Huck. Y cuando me incliné a recogerlos, se me cayó el pupitre junto a los libros. Y cuando fui a levantar el pupitre un poco turbado, me caí yo junto al pupitre y los libros, y me puse más rojo que el triángulo de la bandera.

—A ver, Ricardo, déme acá esos libros —dijo la profe de lo más insinuante, incolora e insípida—. Tal parece que estás muy nervioso.

Imagínate. Decir eso después de haber dicho María Virginia. Ella lo hizo para que me diera más nerviosismo estar nervioso; pero rápidamente me puse a pensar en Helena de Troya y me calmé los nervios. (Cuando yo quiero olvidar algo, o calmarme los nervios o excitármelos, me pongo a pensar en Helena de Troya). Luego me sujeté el párpado derecho, y me volví hacia María Virginia, bien decidido, pensando en su voz tan especial, tan como si nada que parecía ser la mismísima Helena. Cuando me vio, me aguanté más fuerte aún el párpado derecho, pero se me cerró el izquierdo. Por lo que en lugar de ser el príncipe Paris, debí parecer un maldito pirata del Caribe, rayos y truenos, y no le agradó en nada esa expresión. El pirata vio que hizo un gesto de molestia. El gesto fue lindo, pero estaba tan fea en sentido general, que el viejo marino, acostumbrado y todo a la rudeza y a los rigores y avatares de la vida, no pudo seguir mirándola y cerró el ojo al tiempo que la gente aseguraba que debía darnos vergüenza a estas alturas no saber distinguir un sustantivo de un adjetivo, que aquéllos nombraban, y éstos ca-li-fi-can. Y ya nunca olvidaré que los profesores son unos dichosos adjetivos que se pasan la vida calificando, dándole regular a los regulares, bien a los buenos y mal a los malos. Aunque si somos regulares, buenos y malos, ya estamos calificados.

La profe siguió con su perorata. Y cuando nos pusimos indisciplinados— porque como somos el grupo más indisciplinado del mundo, siempre ocurre que nos ponemos indisciplinados—, la gorda se enardeció tanto que de un tirón se quitó los espejuelos. Y ella, que sin espejuelos no se fija bien en lo que dice, nos dedicó cuatro verbos consecutivos. Y no conforme con eso nos soltó cuatro gerundios, cuatro artículos, cuatro participios, nueve preposiciones, y como dieciocho adjetivos y predicados y formas gramaticales. El copón divino no lo dijo porque la pobre no habla en lenguaje figurado, sino más bien en lenguaje desfigurado, incoloro e insípido. Y cuando ella se impulsa de esa manera, casi siempre sucede el timbre, que es lo único que nos salva.

Así que sonó el timbre, altísimo, en medio de dos infinitivos, y entró la Hipotenusa con sus cálculos y triángulos rectángulos. Fue Silvio quien le puso ese nombrete. Y a los jimaguas le puso Catetos. Y ahora se cumple bien el teorema de Pitágoras porque la profe al cuadrado es igual a la suma al cuadrado de los jimaguas. Este Silvio tiene gracia para los nombretes. Ésa es otra de las buenas cosas que se ha inventado: los nombretes. La vida sin nombretes sería demasiado solemne. Un día Mariano trataba de meter cabeza en la cola de la merienda, cuando Silvio le dijo, dándole un empujoncito: ¡Échate para allá, Jesusón! Para qué fue aquello. Casi nos morimos de la risa, que es la manera más cómica que hay de morirse. A nadie le importó lo que quería decir esa palabra, pero miramos a Mariano y nos dimos cuenta que era eso mismo: un Jesusón. Los nombretes son así: regionalistas. Fíjate, que él también se dio cuenta que lo habían retratado, y la cosa se puso tan fea, que tuvimos que intervenir. Por poco se arma la gorda. Desde entonces Mariano y Silvio no se hablan. Y aunque nadie lo dice delante de él, el Jesusón no se lo quita ni quedándose tuerto: le dirían Jesusón el tuerto, o el tuerto de Jesusón. A Silvio por su parte le dicen nada menos que Trompetilla, que es el nombrete más sonoro que hay, y que él mismo se buscó la vez que nos juntamos cuatro o cinco a ver cuál era el más mal malhablado que decía la más mala mala palabra. Imagínate. Se formó tremenda discusión por el primer lugar. Mariano Jesusón sostenía que era suyo porque Pinga no solamente era la mala palabra más usada, sino también la que primero acudía a la memoria. Pero Ferna no estuvo de acuerdo ya que era una palabra femenina. Ella, la pinga, era femenina. Jesusón se defendió alegando que también se le llamaba Pene, él, el Pene, que era bien masculino. Y ahí mismo perdió legal porque Pene no es una mala palabra, sino una palabra científica. A veces las palabras científicas y las malas palabras quieren decir lo mismo. En ese momento saltó Bemba para aprovecharse y declaró que había ganado él, que entonces había ganado él porque Cojones, los cojones, además de masculinos y de ser dos, uno más uno, eran una mala palabra encojonada, pero Mariano Jesusón que ya estaba irritado, le dijo que ni pinga, que en definitiva Cojones no era una mala palabra tan mala sino más bien dos bolitas ahí forradas de pellejo, en cuyos ocultos laberintos se fabricaban los espermatozoides, que daban lugar a una vida, a los hijos del alma.

Yo me callé la boca y no dije el nombre de unos pelitos ahí, que tampoco podían aspirar al primer premio. Nadie dijo malas palabras con los órganos de la mujer porque como somos machistas-leninistas, sabíamos que estaban descalificadas. Y también, porque —de haberla conocido— a mí me hubiera dado una lástima de madre pensar en María Virginia, tan flaquita y tan sincera, con tantas malas palabras en su cuerpo; pensar que por muy bien que se vistiera la pobre, y mucho perfume que se untara, me hubiera dado lástima pensar que llevara en su cuerpo unas cuantas malas palabras de las cuales no tenía la más mínima culpa.

De modo que nos pusimos a buscar otras candidatas, y oye, cuando parecía que ya no quedaba ninguna, y todo el mundo estábamos en primer lugar, saltó Silvio con su Trompetilla y se llevó el premio. Sin embargo se ganó también el nombrete, el más ruidoso de los nombretes…

La Hipo seguía con su clase de monomios y binomios y polinomios y cuarenta mil nomios. Tú la ves siempre con el luego entonces: si a y b son no sé cuánto, luego entonces no sé qué. Si el lado ab es paralelo al cd, y éste a su vez es perpendicular al lado opuesto y suplementario de la bisectriz del ángulo y la base del pentágono irregular y el copón divino, luego entonces…

Si mi abuela tuviera ruedas y catalina y manubrio y sillín y cadena, y si además no estuviera ponchada, ni bajita de aire, luego entonces yo no vendría a pie e la escuela.

Al fin terminó el turno mientras la mitad del grupo estábamos dormidos, luego entonces cabeceando, o mirando ese otro mundo que está más allá de las persianas.
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Sindo Pacheco (Cabaiguán, Cuba, 1956) Premio El Caimán Barbudo (1990). Ha publicado Oficio de Hormigas (cuentos, 1990) Premio Abril; y las novelas Esos Muchachos y María Virginia está de Vacaciones. Esta última recibió el Premio latinoamericano Casa de las Américas, el premio anual La Rosa Blanca que concede la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y el Premio de la Crítica a las mejores obras publicadas en Cuba durante 1994.
En 1995 recibió el premio Bustar Viejo, de Madrid, España
, por su cuento Legalidad Post Mortem.
Cuentos suyos han aparecido en las antologías “Cuentos de la Remota Novedad”, “Los muchachos se divierten”, “Diana”, “Fábulas de ángeles”, “Antología del cuento espirituano”, “Punto de partida”, y en diferentes revistas como Bohemia, El Caimán Bardudo, Letras Cubanas, Casa de las Américas, entre otras. Textos suyos han sido publicados en México, Rusia, Venezuela, Argentina y España. En 1998 la Editorial Norma, Colombia, publicó su novela juvenil María Virginia, mi amor (finalista del Premio Norma-Fundalectura); y en el 2001, su novela Las raíces del tamarindo, fue finalista del Premio EDEBÉ, y publicada por dicha editorial en Barcelona. En el 2003 la Editorial Plaza Mayor, de Puerto Rico reeditó María Virginia está de vacaciones. En el 2009 salió Mañana es Navidad por la editorial Iduna de Miami, y María Virginia mi amor por Gente Nueva, La Habana.
Actualmente reside en Miami, Estados Unidos.
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sábado, 20 de febrero de 2010

GOLPES CONTRA GOLPES.




Por otra lectura de Cesar Vallejo.

Existen otros golpes menos benignos
que no tocaron ni a Cesar Vallejo;
es una idea que no se ve de cerca
algo que está metido debajo de la piel
como una oveja y su lana
como una piedra de castillo
sin reyes, ni otra leyenda
que pueda existir de verdad
como si fuera el espejismo de Buda
la sensación de levitar sin existencia
y sin filosofía.

Hay golpes que nunca fueron dados
de una mejilla a otra,
son traiciones
profundas;
debajo
solo hemos visto el destello que pasó
y la imagen de un alma
que destroza
su otra alma sin compasión.
Pero son golpes como de Dios
que rajan la maldad
que sientan en su huella
un hilo de humo donde
también se dibujan esos gallos
que en la madrugada cantan
y afilan sus espuelas contra el árbol
y todos hemos soñado
desde un vitral con su presencia.

Hay los golpes que no son
sino el reflejo de la amargura
el flujo ácido de la aventura
la misma que hemos usado por vanidad
ante el enemigo
el mismo quien luce su mirada ausente
y nos asfixia en su terquedad
sin verlo morir de inmediato
como ave que vuelve tocada
simulando un paraíso que no podemos alcanzar.

Son esos golpes de tu amor perdido
esa manera de ladrar
y contra la pared
y a contraluz
tocar mis labios con tu saliva
decir las mismas malas palabras
todos los instantes, todo el año
y rodar por esa culpa con tu rostro
y dormirnos infiel y de reverso
en otro golpe que el alma
se empeña en dominar
se mete como lana
que abriga
tanto
y tanto que golpea
llega hasta el hueso
y uno no deja de escuchar
el golpe de las patas del gallo
agarradas al árbol
en esas madrugadas
donde tu repites tus golpes sordos
sin escuchar quien canta
sin que uno pueda
aparentar
amaneciendo
otro golpe que no sea
esta prisión donde tú
eres de leña seca
la ceniza del fuego.

Qué más voy a decir
del golpe
qué mentira será
como dentro de un sueño
donde alguien se acerca
por un camino polvoriento
y sus pasos suenan:
son golpes contra los ojos
y luego se ve un tren que pasa
con un sonido extraño
como si fuera tu vida
contada mientras terminas el cigarro
y sales a la luz
y no escuchas cuando te llaman
y no quieres volver
sino es con pólvora.

Sí, hay otros golpes
como un tajo del hacha
una cabeza que rueda
una barcaza fenicia
por un río que no existe;
un tinte rojo que rasga la solapa
y por una u otra vida
que te inventas
de golpes por los golpes contra los golpes
y sigues golpeando
hasta que el sonido de la puerta
y sus pasos en la noche
te devuelven a la realidad;
¿no puedes dormir?
y no es la pregunta lo que suena
son el chasquido de sus labios
como aguas sobre un alero
una tarde de lluvia,
como polainas en el fango
como unas hojas en el rocío
que se congelan y parten
toda posibilidad de vivir en el encanto.

Son golpes rudos ya lo sé;
y no tiene sentido
tus manos en el pecho
el llanto que implora
al menos un saludo en la distancia
uno que dice adiós
desde un andén y nadie se asoma
a ver su voluntad
que puede se agolpe
por vergüenza
y por golpear de placer
en tu cintura.

No escucho
sino
tu lengua
que maldice
estas horas
donde no sobra
otro ruido
que no sea
el choque de los días
contra el alma.

viernes, 19 de febrero de 2010

LA PUPILA INSOMNE





La Pupila Insomne.

Tengo el impulso torvo y el anhelo sagrado
de atisbar en la vida mis ensueños de muerto.
¡Oh la pupila insomne y el párpado cerrado!..
(¡Ya dormiré mañana con el párpado abierto!)…




Tuve buenos maestros en mi niñez hasta la Secundaria y Pre-universitario, de geografía, historia, y literatura principalmente. Fue antes, mucho antes de que les llamaran emergentes u otra cosa que sonara impersonal. Ellos, no escaparon a cierta forma de consigna, les era imposible, pero en una buena parte, fueron sustancialmente provechosos; y aunque nunca les dije algún agradecimiento por esa ganancia, tampoco los traté con otro apodo que no reverenciara su trabajo.



Tengo una hermana de nombre Esther, que nunca le gustó la escuela y siempre iba descalza por un palmar en la zona del campo donde vivíamos, iba hasta una presa cercana a recoger flores de patos chinos y escribía en los troncos el nombre de su enamorado de turno y recitaba siempre un poema nuevo, aprendido de pronto entre su arranque amoroso y su deseo silvestre de hablar con el viento. Esther mezclaba poemas de muy diferentes estilos y autores, por ella, supe antes que nadie, de los sonetos de Nicolás Guillén, sin que se me hiciera un ruido de héroe, poeta nacional, o toque de rumba. Con ella supe de la música de esa zona para mí desconocida del poeta con todas sus flores de abril. Fue mi hermana quien recitó, ante una de las palmas y en solemne homenaje a su primer amor perdido La Casada Infiel de Lorca, y luego cuando demoraban sus días tristes por alguna esperanza o promesa de amor que no se declaraba, escuché, que a ella, como a Cesar Vallejo, le dolían los huesos como si se le hubiesen quedado mucho tiempo a la intemperie bajo la lluvia; o cuando perdió su virginidad, lo supe por esos versos de Marti, donde una niña se ahoga en su pena. También escuché de Góngora, de La Avellaneda, Rubén Darío de Heredia cuando la llamaban y ella tenía que alejarse de su patria de palmas.


Sin olvidarse claro de recitarme cada cierto tiempo, aunque el calor del mediodía nos apedreara, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, porque ella con frecuencia también tiritaba como un astro.


Fue por mi hermana, a la que miro ahora desde una foto de hace 20 años, la primera que me enseñó a pensar en el valor de la poesía, en el sentido de la vida, aunque a veces entre boleros de Portillo de la Luz y algunos poemas de Buesa, mi hermana se quedaba ausente como una patria mal iluminada, -y yo, cogedor de yeguas al fin, me escapaba al monte con desgano.

Un día, cerca de un arroyo ella me habló de La Pupila Insomne, y no recuerdo ante cuál palma, pero me dijo que se sentía más enamorada de Rubén Martínez Villena, que de su novio; en ese entonces no sabíamos ni mi hermana ni yo, sobre la carta publica en respuesta al artículo, Nuestro Rubén de Jorge Mañach, por la ironía de este último al desvalorizar su poesía y compararlo con Rubén Darío; carta donde el poeta le dijo al crítico "Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social".


Y ahora, (porque según mi hermana, al hacerle referencia sobre este post), me recuerda lo que me contó aquella tarde con sus ojos del amor que le suena lejano, se enamoró de su gallardía -y no es leyenda sino la historia de mi hermana-, que comprendió al poeta que prefería anteponer su deber a la Patria, que a sus metáforas. Y ella, tan justa y social, también lo reconocía y escribió en una de las palmas su nombre como si lo hiciera con letras de oro.



Mi amigo Arístides Vega Chapú, me ha acaba de regalar, entre otros libros, La pupila Insomne, (editado en el 2008, por la Casa Editora Abril), me reencuentro al poeta, ya no me llega de la voz de mi hermana y su actitud solemne de recitadora ante el palmar de su locura, y al igual que con los sonetos de Nicolás Guillén, he volcado junto a él, como una furia que no ciega, un ojo avizor de quién descubre con certera claridad y buen apetito; muy similar a aquellas cicatrices casi imborrables que mi hermana grababa de sus amores en las altas palmas. De la furia del poeta y de su autenticidad, de su solemne sentido de mirarse por dentro, de desgarrar desde su amor, el odio, por si creía verse inútil, sin que saltara ante la pólvora. Solemne, como un dedo que apunta al infinito.

Juan Carlos Recio Martínez, NY, 18 de febrero del 2010.

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IRONÍA

Toma, toma mi lira; quiero darte,
como recuerdo de mi fe pasada,
esta lira infeliz que fue mi espada
y que fue mi broquel y mi estandarte.

Póstuma ofrenda de mi inútil arte,
la dejo ante tus pies abandonada,
aunque a golpes tu planta idolatrada
con ofendida majestad la aparte.

Mas cada golpe de tu pie furioso
le arrancará un sonido melodioso,
y a tan rudos tormentos y martirios

acaso corresponda de memoria,
con una endecha en que cifré su gloria…
y en la que digo que tus pies son lirios.

EL CAZADOR
Dibujo de Pedro Osés

Regresaba de caza, mas extravió el camino,
y alegre, al trote vivo de su cabalgadura,
llegase hasta el albergue pobre del campesino
con una corza muerta cruzada en la montura.

Esa noche la cena se prestigió de vino,
la niña de la casa retocó su hermosura,
y al tierno y suave influjo del calor hogarino
nació el más suave influjo del calor de la aventura.

Y él marchóse de prisa la mañana siguiente…
Quizás entre la noche –celestina prudente-,
hizo algún juramento que le entreabrió la puerta;

mas él no recordaba….Marchó por la campiña,
alegre, como vino; y el alma de la niña
cruzada en la montura como una cierva muerta.


PRESAGIO DE LA BURLA FINAL.




Yo tengo la absoluta seguridad que un día,
cuando ya no me resten fuerzas para marchar,
cruzará mi camino la verdadera vía
orientada a la gloria que pude conquistar.

En ella estará todo: (alguien que me quería,
mi ensueño; mi destino; mi gozo y mi pesar;
la vocación ignota). ¡Oh, ruta que era “mía!...
¡Y ya será muy tarde para poder andar!

Entonces, abrumado bajo mi propio ocaso,
ante la burla horrenda que agrave mi fracaso,
comprenderé lo inútil de todo lo que fui;

me punzarán la frente recuerdos como abrojos
me tragaré la lengua, me cerraré los ojos,
¡y en un olvido largo me olvidaré de mí!...


EL FARO


Abajo, roca y aguas: el multífono grito
de las olas que rompen; y a su caricia ruda,
con un cendal de espumas la base de granito,
alternativamente, se viste y se desnuda.

Y arriba, yergue el faro su construcción aguda;
-el faro, que es la estatua del Cíclope del mito-
altivo, como el símbolo de una soberbia muda;
solemne, como un dedo que apunta al infinito

¡El faro!...Luminoso rey de las lejanías…
Titán que vio por siglos la muerte de los días.
Contemplador de mudos solares misereres,

la vesperal tristeza petrificó sus músculos,
¡y aún aguarda en el cerebro –loco de atardeceres-,
El sueño de la última llama de los crepúsculos!...

CANCIÓN DEL SAINETE PÓSTUMO

Escultura de Rigoberto Valdés Garcia

Yo moriré prosaicamente, de cualquier cosa,
(¿el estómago, el hígado, la garganta, ¡el pulmón!?)
y como buen cadáver descenderé a la fosa
envuelto en un sudario santo de compasión.

Aunque la muerte es algo que diariamente pasa,
un muerto inspira siempre cierta curiosidad;
así, llena de extraños, abejeará la casa,
y estudiará mi rostro toda la vecindad.

Luego será el velorio: desconocida gente,
ante mis familiares inertes de llorar,
con el recelo propio del que sabe que miente
recitará las frases del pésame vulgar.

Tal vez una beata, neblinosa de sueño,
mascullará el rosario mirándose los pies;
y acaso los más viejos me fruncirán el ceño
al calcular su turno más próximo después…

Brotará la hilarante virtud del disparate
o la ingeniosa anécdota llena de perversión,
y las apetecidas tazas de chocolate
serán sabrosas pausas en la conversación.

Los amigos de ahora –para entonces dispersos-
gravitará el concepto solemne del “jamás”;
vendrá luego el consuelo de seguir la existencia…
Y vendrá la mañana…pero tú, ¡no vendrás!..

Allá donde vegete felizmente tu olvido,
-felicidad bien lejos de la que pudo ser-
bajo tres letras fúnebres mi nombre y mi apellido,
dentro de un marco negro, te harán palidecer.

Y te dirán: -¿Qué tienes?.. Y tú dirás que nada;
más te irás a la alcoba para disimular,
me llorarás a solas, con la cara en la almohada,
¡y esa noche tu esposo no te podrá besar!

INSUFICIENCIA DE LA ESCALA
Y EL IRIS

La luz es música en la garganta de la alondra;
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.

El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.

Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y muda. Que a tu verso le falta

para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota, inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.


EL GIGANTE

Dibujo de S. Feijoo


¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para
esperar, esperar los días,
los meses y los años?
¿Para esperar quién sabe
qué cosa que no llega, que no puede
llegar jamás, que ni siquiera existe?
¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios!
¿Qué es lo que aguardo?

Hay una fuerza
concentrada, colérica, expectante
en el fondo sereno
de mi organismo; hay algo,
hay algo que reclama
una función oscura y formidable.

Es un anhelo
impreciso de árbol; un impulso
de ascender y ascender hasta que pueda
¡rendir montañas y amasar estrellas!
¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable!

No por el suave
placer de la ascensión, no por la fútil
vanidad de ser grande…
sino para medirme, cara a cara,
con el Señor de los Dominios Negros,
con alguien que desprecia
mi pequeñez rastrera de gusano,
áptero, inepto, débil, no creado
para luchar con él, y que no obstante,
a mí y a todos los nacidos hombres,
goza en hostilizar con sus preguntas
y su befa, y escupe y nos envuelve
con su apretada red de interrogantes.
¡Oh Misterio! ¡Misterio! Te presiento
como adversario digno del gigante
que duerme sueño torpe bajo el cráneo;
bajo este cráneo inmóvil que protege
y obstaculiza en sus paredes cóncavas
los gestos inseguros y las furias
sonámbulas e ingenuas del gigante.
¡Despiértese el durmiente agazapado,
Que parece acechar tus cautelosos
Pasos en las tinieblas! ¡Adelante!
Y nadie me responde, ni es posible
sacudir la modorra de los siglos
acrecida en narcóticos modernos
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece
tras la fatiga del sacudimiento!


¡Y pasas tú, quizás si lo que espero,
lo único, grande, que mereces
la ofrenda arrebatada del cerebro
y el holocausto pobre de la vida
para romper un nudo, sólo un viejo
nudo interrogativo sin respuesta!

¡Y pasas tú el eterno, el inmutable,
el único y total, el infinito,
Misterio! Y me sujeto
con ambas manos trémulas, convulsas,
el cráneo que se parte, y me pregunto:
¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie
oye mi grito desolado. ¡Y sigo
sacudiendo al gigante.
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Alquízar, 1899-La Habana, 1934) Escritor y político cubano. Comunista, tomó parte en la lucha contra la tiranía de Machado, dirigiendo la huelga general que provocó su caída en 1931. Su obra fue publicada póstumamente. Es autor de poemas (La pupila insomne, 1936), cuentos y ensayos (Un nombre, 1940).
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Para leer más información sobre sus datos biograficos, su vida y su obra pulse aquí:

http://www.habanaelegante.com/Summer99/Villena.htm

http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/paginas/voces/2009/marzo/villena.html

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martes, 16 de febrero de 2010

El precio de saber de dónde se ha nacido.



El poeta Sigfredo Ariel lee sus poemas:
http://www.youtube.com/watch?v=Hq7TTNCITB4


Puede que sea una casualidad, pero mientras escribo estas líneas con todo el pavor que produce una cuartilla en blanco, escucho desde una lejana radio que un día como hoy partió definitivamente hacia el último de los cielos, el de la inmortalidad, Elena Burke, Cuya voz comencé a apreciar en un viejo tocadiscos que pocas veces se silenciaba en la casa donde vivían Sigfredo Ariel y hermana con Israel, su esposo, además de Estela y Sigfredo Pérez con sus dos nietos, que entonces jugaban en su patio reverdecido por la hiedra y las plantas más hermosas que mi memoria haya podido conservar.

Nacido en Santa Clara, o para decirlo con la voz de Bruce Springsteen, Born in Santa Clara, publicado por las Ediciones Unión, después de alcanzar el Premio UNEAC de poesía 2005, debe mucho a aquella casa, a ese instante que ahora mismo puedo reproducir con exactitud, tal y como si todos estuviesen detenidos en un tiempo que le ha servido al poeta para trasmitir, dudar o comprender otros tiempos, otros sitios, otras geografías mucho más amplias que las de aquel sitio en que Estela, su madre, nos contaba una a una nuestras mentiras de adolescentes; y Sigfredo, el padre, fumaba un tabaco como si disfrutara entre el humo espeso mientras los nietos jugaban en un patio que era la mejor invención de una casa que ya existe solo en el recuerdo.

Born in Santa Clara, último título publicado por Sigfredo Ariel (Santa Clara, 1962), demuestra que el poeta está implicado para siempre con todo estado emocional producido en esta ciudad, con amarras mucho más fuertes que las de la permanencia. Él anda a cuestas con esta ciudad, como amuleto o como esplendor de una memoria que ha tenido permanencia aquí, ha sido para singularizar una geografía reiterativa en la que se producen las historias que refiere en cada uno de sus títulos, estén donde estén sus personajes, dialoguen en otros sitios reales o no; y que le ha permitido al poeta involucrarse con un universo infinito en que los dones de la memoria dan rango de suceso trascendental a todo lo que testimonia más allá de cualquier circunstancia real que esté en la raíz de los temas.




Tal y como si Santa Clara fuese Cuba toda o más bien el universo. Espacio que se va dibujando con toda meticulosidad a través de sus textos, utilizando todo lo que sea útil para ello, como los olores más diversos: el humo de la guayaba, la menta y la leche, la manzana o la mantequilla artesanal, el olor infantil de aquellas sábanas de la ciudad lejos del mar.

La permanencia de su ciudad natal como escenario casi constante y único en su obra, fuese cual fuese la historia a contar o incluso la ciudad del mundo en la que refiere sucede su historia, es apreciable desde sus primeros libros publicados. Léanse Algunos pocos conocidos, que vio la luz un año después de de obtener el Premio David de la UNEAC en 1986, o en El enorme verano, que en la colección Pinos Nuevos publicó la Casa Editora Abril en 1996, o en sus más recientes títulos Hotel Central, publicado por Ediciones Unión en 1999 o Playa amarilla, que Ediciones Matanzas dio a conocer en 2004.

En Born in Santa Clara existen referencias reales, personas, sucesos o sitios como el Campo Sport, las posadas Oasis o Las Palmas, la casa de la calle <<Martí>>, la virgen a la entrada de la Catedral con su impresionante historia, el enorme puente del condado, es decir, sitios reales situados en la geografía santaclareña. Pero más que la referencia a esos lugares existentes está, sobre todo, lo reinventado a partir de una memoria que no teme confundir o trasponer sitios de este u otro mundo, de este o de los extraños sitios que en los sueños se nos revelan. Porque esta poesía refiere todo cuanto puede aparecer dentro y fuera de estos sitios.

Esta geografía afectiva tiene su base en la memoria que el Poeta conserva de su ciudad natal, donde se inició su formación, pero que sobre todo es una geografía ficcionada por resortes que protagonizan la emoción, el recuerdo y las vivencias, pues su ciudad natal aparece en su poesía como escenario ideal en que transcurre no solo lo vivido en ella sino además todo, o parte importante, de lo que ocurrió fuera de los límites de esa ciudad de la que se marchó en los tempranos años noventas: Sobre el mar nocturno en que se inclinan/ apacibles pescadores transcurre una barcaza/ que conduce al puerto de Santa Clara/ un cargamento de diamantes arrancados a montañas que fecundan nubes/ con sus picos de hielo.

Mirada audaz y minuciosa del entorno doméstico, de los sucesos más inmediatos y cotidianos, referidos en versos o prosas que calibran por igual el peso de todo cuanto suele suceder en los predios de la existencia imaginada, sin temor a tener en cuenta esa otra existencia, la real y verdadera que se testimonia sin ninguna otra intención que seguir la búsqueda de ese lugar añorado que nunca será encontrado porque no existe más allá de la poesía: Enciendes entonces la luz fría, das de comer/ a la gata, pones en orden, gobierno elemental/ sobre las parvas posesiones/ preparas nuestras cama/ con sabiduría y rapidez.

Born in Santa Clara, ausente de arabescos innecesarios, con una detenida rememoración de seres y objetos, paisajes y estados de ánimo disímiles, reactualiza un lenguaje coloquial que mezcla con acierto y madurez zonas de esencial un lenguaje coloquial que mezcla con acierto y madurez zonas de esencial lirismo e imágenes inusitadas junto a una escritura de múltiples registros coloquiales que permite que sus reflexiones acerca de la convivencia del hombre consigo mismo y de la monumental ligazón de este con la cotidianidad sean mostradas sin tapujos y con toda la claridad de quien precisa un diálogo con los lectores más disímiles: Escribí versos incomprensibles/ acerca de personas y sucesos/ que entonces suponía/ del todo incomprensibles.

Los poemas de este título se agrupan en dos secciones; <<Menta>>, un poema en nueve partes en que se evidencia la obsesión de su autor por amplificar las sonoridades del diario vivir: He subido y bajado pendientes de coral/ de la clase que no sirve/ para hacer abalorios de turistas. / Desde allí he visto cuanto he visto/ piedra de costa manchada de petróleo/ playa difícil donde la gente va a pescar…


Y una segunda sección con igual nombre del libro, en que se edifica, enumerando hallazgos y saberes, un veraz testimonio de la realidad más inmediata al poeta a través de un sincero uso de la emoción que no teme recurrir tanto al pasado como al presente, como si tal descubrimiento desconociese esos límites.

Sigfredo Ariel, uno de los poetas más activos y sólidos de su generación nos reafirma, con este, su último libro publicado, la fuerza expresiva y el vigoroso trazo de una poesía de la que ya conocemos sus códigos. Una poética, que a pesar de estar insertada en el amplio coro de voces vibrantes que la Isla exhibe hasta con soberbia, alcanzó definitivamente un timbre propio que la singulariza.

Nacido en Santa Clara, es decir Born in Santa Clara, puede traducirse a nacido en este tiempo, en esta Isla, real e irreal como todas las invenciones de la poesía.

Arístides Vega Chapú
Tomado de la Revista Umbrales, N0.24/2007

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3



He subido y bajado pendientes de coral
de la clase que no sirve
para hacer abalorios de turistas.

Desde allí he visto cuanto he visto:

piedra de costa manchada de petróleo
playa difícil donde la gente va a pescar
en los atardeceres gente

peces insustanciales

y a cierta edad
una incurable gripe.

Lento habrás de acostumbrarte
a prescindir
de la palabra menta.


7




No he aprendido aún cuál es la ruta
que conduce a la aduana, a la bahía
a los rezagos de muralla inútil
donde crece la menta.

Ni siquiera cuando gustaba de andar solo por ahí
sobre la madrugada
me aprendí los nombres de esas calles.

Quien salió de sus refugios
a respirar La Habana
me respiró también.

Con toda humildad espero
haberle aprovechado.


HIEDRA & POZO



El aprovechamiento cabal
de ciertos días invernales significa
tumbarte en el olor infantil de aquellas sábanas
-ventana abierta al patio, hiedra y pozo
y la radio repitiendo

pero déjame advertirte que si me ves llorar
no es de infelicidad
es que me emocionas tú

y el modo de irte a la ciudad o de la ciudad
metida entre las casas
que un errante gentío levantó para pasar un tiempo
-y que duraron por fin sobre la eternidad
es el sonido remoto de voz o ladrido
que advertías
cuando llegabas con ella al campo sport
aquel desierto de terreno de fútbol
bajo una de las cortas
en verdad muy escasas
jornadas auténticas de invierno
cuando andar a cualquier hora por la calle
era posible todavía.


NACIDO EN SANTA CLARA 1



Ciudad sin mar lejos del mar
los días uno sobre otro de caliza
no esperaban gran cosa
parecía improbable una gracia del cielo.
Es la verdad.

No propongo venganza
insurrección alguna
apenas he tomado distancia militar
aprovechado de este digamos desconcierto
extenso remolino, como quieras.

Es verdad que pensábamos en irnos
planeamos el reencuentro en remotas capitales.
Para vernos fijamos una piedra
un año un mes una hora precisa.

Alguien habló de irse a los campos
levantar el rojo atardecer medio taoísta
en medio de los granos de café.

Alguien más joven, incluso más valiente
habló de echarse al vuelo de lo alto de una torre
y lo hizo por fin
sin razón dijo la madre, sin motivo
todo el mundo decía.

Es verdad que eran los tiempos
de la gran depuración.

Ciudad sin mar lejos del mar
aquellos días consiguieron mezclarnos
finalmente como a los desconocidos
en la cueva de un cine.



EN SUSPENSIÓN



Me ejercito en simular éxtasis o algo
equivalente.

En éxtasis salgo
al parque, en éxtasis llego junto
a la cruz del río, me despido
cortésmente
del ángel o de algo parecido:
Buenas noches y punto.

Quienes viven
conmigo bajo el enorme puente
del Condado y duermen en camas
ajenas todavía conmigo, reciben
en fechas señaladas
una flecha en la frente.

Te has ido por las ramas
por sombra por ardor
en vísperas de la tremenda siega/ nadas
fosforescente
entre nadas y gentes estancadas
en círculo cerrado, pescado nadador.


MANOS DEMASIADOS PEQUEÑAS
PARA EL PIANO




En el tren que se dirige al mar
entre nativos provinciales como uno
cajas amarradas con cordeles de pesca
maletas de madera azul de Prusia
personas con sus hijos, su cuota de cigarros
se juntan y separan, entienden / desentienden
bajo los duros apagones del estío.

En el vagón al pairo
encuentras por un tiempo
el nirvana: algunos entusiastas
lo entienden como hogar.


La tierra está rodeada por murallas de gente
con sus aves de corral del paraíso la foto
de la niña examinada cuando casi no hay luz
la rara habilidad para peinarse
ante los vidrios opacos superficies ciegas
el dialogar dormidos y todas las demás
tremendas experiencias que sacaron
en el limpio de sus expediciones
desde todas las tierras
en dirección al mar.


Malecón, Caibarién al centro de Cuba.


UN LUGAR, UNA FORMA


Matanzas, la Atenas de Cuba.

en Matanzas
Algún lugar tiene forma de calle
con quinientos escalones desiguales.
Nunca supe su nombre, no he vuelto por ahí.
Al final está el río, en el comienzo una arenosa ruina.
Allí pusieron una luz y un cuerno de altavoz.
Nos sentamos en el piso, tú leíste
unas líneas del amigo suicida.
En un momento mencionaba a Caibarién
playa republicana donde vi siendo un niño
por primera vez los senos de una joven.
Regresaste temblando al escalón
las finas manos frías.

A un lado y otro
cocían sus pescados las familias sumidas
en sus televisores con los cuales
la farmacia, el aserrío o la empresa de azúcar
habían retribuido su trato ejemplar.

En una de las casas merodeaba
el fantasma de Heredia, en otra
el del poeta Milanés según dijeron.

Otros bardos menores volaban también
en el vapor de las comidas.
Pienso yo.

NACIDO EN SANTA CLARA 2

Santa Clara, foto de Carolina Vilches


Para Ángel y Amelia

Sobre el mar nocturno en que se inclinan
apacibles pescadores transcurre una barcaza
que conduce al puerto de Santa Clara
un cargamento de diamantes arrancados
a montañas que fecundas nubes
con sus picos de hielo.

A esa hora familias de gaviotas conducen
a sus crías a insondables plantaciones de maíz.
Allí duermen soñando con salmones
que saltan los torrentes con elasticidad
pero nada de exceso de entusiasmo.

No es cierto que vivamos en una isla
ni que la población autóctona haya sido
degradada y convertida en bruma.

Yo mismo he vegetado al amparo de tribus
alfareras. De muy joven aprendí, mientras
colaboraba en la extracción de huesos
conservados en pozos de alquitrán
entre otras cosas, que la única poesía verdadera
es la realista.


Santa Clara, foto de Carolina Vilches


ENTRE LA GENTE QUE aún

Foto: Juan Ramón Gónzales (Mejumje)


Canción de Alberto Anido

Nos junta un cráter donde estuvo un edificio
sobre ruedas de camión, montón de tablas
en mosaico: nos corresponde un sitio
detrás de aquella espalda y la gran boca a contraluz.
Nos pertenece un sitio.
Tender is (siempre) the night.
La bruma es clemente en ocasiones.

El conjunto se llama los Fakires
toca después del show de jóvenes travestis
y una estrella montuna que nos hizo auscultar
cantos que ni siquiera recuerdan los abuelos.
Esa clase de música restaura la memoria
activa ciertos chips.

No importaría la ciudad, el punto exacto
pero sucede aquí y no ha de ser por gusto.
Los instrumentos afilados que tenemos
Habrán de disolver las rayas de este
y aquel rostro, ya sacaremos provecho
de la ausencia, de los desconocidos
etcétera. Entre la gente que aún nos disipamos
en la masa que baila la guaracha
con pasos inflados de hard rock.
Los instrumentos nos ayudan a abrir paso
en la maleza que aún de nombre y apariencia
pecho y frío.


Sima boquete cráter/ furnia abierta
entre uno y otro cigarro intermitente
dócil animal
doméstico, terrible
según los especialistas.

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SIGFREDO ARIEL ( Santa Clara, 1962). Ha publicado La imprenta (plaquete, 1985) y los libros de poesía Algunos pocos conocidos (1987), El cielo imaginario (1996), El enorme verano (1996), Las primeras itálicas (1997), Hotel Central (1998), Los peces & la vida tropical (2000), Manos de obra (2002), Escrito en playa Amarilla (2004). Desde la década de 1980 trabajos suyos aparecen recogidos en numerosas muestras y antologías de la poesía cubana contemporánea.
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Para leer más sobre el poeta, pulse aquí:

http://alascuba.blogspot.com/2007/11/sigfredo-ariel-santa-clara-1962.html

http://lanochesemueve.us/Entrevista%20a%20Sigfredo%20Ariel.pdf

http://verbiclara.nireblog.com/post/2008/10/31/la-luz-broder-la-luz-de-sigfredo-ariel

http://www.poemaspoetas.com/sigfredo-ariel/

http://www.lajiribilla.cu/2006/n282_09/ellibro.html

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domingo, 14 de febrero de 2010

Simetría del héroe.



Dibujo de Aida Ida Morales.


Y así vamos de mares y de orillas al límite final que nos espera.

Eugenio Florit


Ya sabemos que en el centro
de toda frialdad
padeces de una pieza rota
una válvula que no te ayuda a escapar;
a ningún otro misterio.
Que no has sido nunca el elegido
¿pero aún no se entiende que esperaras
vivir como un muerto cerca del abismo?
ya sabemos que de ángel a demonio
has vaciado tus vicios
en el color rosa de tanto infortunio
y que no llegarás al consuelo
antes que al polvo.
Hemos visto tu cadáver como flor de loto
hervido en los cocimientos
pócimas y pieles curtidas al sol
pero ni una cicatriz que de verdad
hayas conquistado en la batalla.
Eres del falso enigma
el cielo sobre nuestras cabezas
y en un cuarto sin luz
como una celda de castigo
se abre el mar y se secan tus lágrimas
pero nada vuelve a lo de antes
ni podemos verte ingenuo de niño
en las laderas de un ojo
ni otro invento
que pueda dejar de ser solo cáncer.
Qué viene después de tanto comfort
en cuál silla habrá de sentarse el hijo prodigo
si las venas y los surcos de tu cara ya no espantan.
Una vez te vimos salir detrás de un cine
como pavo contoneándose
y tenías esa cara de celuloide que aborrecimos
porque siempre cortabas las cintas
con tijeras que no eran de un árbol copioso
y al final la discordia nos destrozaba.
Dime quién eres tú, si bajas arrastrado
por esos sueños inútiles que siempre llevaste
a saber si podías purificar las cuentas del olvido;
las mismas que mis padres pagaron tantas veces
y que sus hijos llevan sin casa, a cuesta de un caracol
que ya perdió su imaginario.
A veces, también tiritas y la fiebre te amontona
igual a un escombro al final de esta calle;
a veces tiritas y se cae una estrella
que ha sido solo un hilo de luz
en la cuenca o barranco de donde saliste;
un destello en lo oscuro
un leve ruido de explosión
cuando tus amarguras y tus ilusiones
descienden, desciende,
y eres solo podredumbre y foso
de todas tus insignias.

Dibujo de Aida Ida Morales

viernes, 12 de febrero de 2010

Cárcel, memoria y abrigo



Llevo años con un libro de décimas escondido, (Los animales me cantan) por el temor que me producen el conocimiento de cierta limitante que nos debe recordar al detector de hojarasca, y otra, sublime pasión, por demorar algunas zonas de mi escritura que siempre, de ser descubierto, creo, me mortificaría verme inseguro en el género, digamos contra la pared; influye demasiado las relectura de los clásicos y de poetas como Jesús David Curbelo, cercano en generación, pero de una maestría y dominio de la décima, que ni por asomo estoy por obtener. Su constancia y madurez en este género no ha provocado otra sabia que no sea la de exponerlo al don natural de la rima y la riqueza del contenido de su obra. Antes de presentar sus décimas, coloco una nota, que a modo de preámbulo encuentra el lector de su libro Cárcel, memoria y abrigo, editado en el 2008 por la Editora Capiro.

Juan C Recio, NY, Febrero 11 del 2010.

___________________



Nota del autor

Reúno en este volumen la mayoría de las décimas escritas entre 1989 y 1999, que fueron publicadas en sus correspondientes cuadernos durante los últimos años. Debido a múltiples causas, estos no aparecieron en el orden en que habían sido concebidos, por lo cual especifico en cada caso no sólo la fecha de edición, sino también la de escritura, que marca, a mi juicio, el verdadero sentido de los textos dentro del conjunto de mi labor poética. Salvado por la danza fue escrito entre 1989 y 1990 y publicado por Ediciones Unión en 1995; Sitiada soledad, en 1991, aún permanece inédito; Libro de Lilia Amel, en 1992 y publicado por Sed de Belleza Editores en 1998; Libro del cruel fervor, en 1994, publicado por Editorial Capiro en 1997 y Éxodo fue escrito entre 1999 y 2001 y publicado por Editorial Letras Cubanas en 2004. De esos poemarios, uno solo, Libro de cruel fervor, compuesto íntegramente en décimas, está incluido en su totalidad. No obstante la obligatoria e inquietante fragmentación de este libro, me gustaría leerlo –y que fuera leído- como un todo único: el testimonio del viaje afrontado por mis diversos yoes, a lo largo de una década, en la aventura de intentar fundirse en Uno.


DE SALVADO POR LA DANZA

1
Hablo de espantos callados
y penitencias sombrías,
de metáforas tardías
y adjetivos olvidados.
Me fundo en insospechados
laureles que nunca tuve,
en el rapto donde obtuve
la precisión de lo incierto,
en la prudencia del muerto,
y en la voz que vibra y sube.




2
Contemplo la tentación
y el mármol que se desgarra.
El hombre no sabe, narra
en la virtud de su opción.
Una voz es salvación.
Dos voces son armonía.
Tres pueden ser letanía
(coro frugal del incesto).
Al murmullo sólo presto
todo el asombro: la orgía.


Dibujo de María Lopez


3
Salta la música. El giro
de su figura en el aire
asume el ebrio donaire
de hechizarme. No la miro.
Correr la dejo. Respiro
en el aroma que exhala.
Corta la luz. Bate el ala.
Se vuelve alondra y se posa.
Hace una pausa fogosa.
Mi torpe voz la acorrala.


Dibujo de María Lopez


4

Queda rendida, radiante,
inexacta, descubierta.
Queda apagada, desierta,
sin el humo del instante.
Hay un ardor sofocante,
un enigma en el vacío.
Soy la penumbra, el rocío.
La danza y la voz son nada.
Retorno al arpa callada,
al aposento sombrío.


DE SITIADA SOLEDAD



Legiones y sarcasmos

Para Almanza y Daniel, en octubre del 91.

¿Qué traen las disoluciones?
Legiones.

¿Y los pasmos?
Sarcasmos.

¿Cuál es el mayor derecho?
El hecho.


Así, el mármol deshecho
por la inocencia y la angustia,
vibra una nota: la mustia
rebelión dentro del pecho.
La fuerza sigue al acecho
de quien en conjuras piensa.
El alma es la cuerda tensa
de una lira silenciosa;
la tez de un arco, furiosa;
la muerte absurda y extensa.

¿Qué persigue la violencia?
Prudencia.

¿Y la tonsura?
Cordura.

¿Cuál es el arma más loca?
La boca.

Gástese, pues, lo que toca
de murmullo y de palabra.
La trascendencia se labra,
cual monograma, en la roca.
El silencio es Dios que advoca
misas y crucifixiones,
fábulas, mitos, pasiones,
y la luz tras del espasmo.
¿O hay sarcasmos más sarcasmos
que el derecho y sus legiones?

DEL LIBRO DE LILIA AMEL.



2

Tengo un relámpago roto
con que bendecir tu risa.
Tengo una paz: la precisa
para esculpirte. Me agoto
en tu nombre. Muero. Broto,
cual planta fresca a la luz,
cuando brotas. Y de tus
floraciones insurgentes
renacen en mí, dementes,
los presagios de la cruz.

Yo soy un triste hechicero
que anuncia la luna nueva.
Un mago. El siervo que lleva
a la espalda algún madero.
No finjo, labro. Prefiero
mi sangre sobre la arcilla,
a inventarte en la rencilla
del ocio y de la obediencia.
Soy la daga, la paciencia,
la oscura piedra que brilla.



LIBRO DEL CRUEL FERVOR

Analectas del exilio

Miro al mar. Cuento monedas.
Siempre aquí se mira al mar.
Entre mirarlo y contar
monedas pasan las vedas.
Y las vidas: naces, quedas
preso entre leyes y reyes
que amputan, dictan las leyes,
tuercen cuellos y eslabones,
acuñan las ilusiones
y nos tornan perros, bueyes,
buitres del otro y la sal,
títeres, cerdos, vampiros
que se nutren de suspiros
en pos del bien, y hallan mal.
Miramos, la vista es cal
contra el muro del vacío.
Nuestro muro. El tuyo. El mío.
Ese que airoso se erige
en cerco. Y vigilia. Y rige
la mansedumbre, el hastío,
la piedra en la boca, el humo
entre las manos, el paso,
el acíbar para el zumo,
la sangre, el látigo, el grumo
que somos ante la ley:
putas, mendigos: la grey
que mira al mar sin auxilio,
monedas cuenta, y exilio
suplica, burlando al rey.

Pero la burla es un juego
Espejos: en el exilio
no hay salvación ni concilio.
Es otro yugo: el del fuego
de la nostalgia, y el ruego
por regresar a la tierra
donde comenzó la guerra
por elevarse, por ser
viajeros, por poseer
otra cárcel –la que encierra-
en su red tiempo y memoria
donde nada se vislumbra.

En el exilio no alumbra
más luz que la misma historia
infinita de la gloria
buscar del parto a la cruz,
errar, bajar el testuz,
seguir siendo un extranjero,
ver el mar, contar dinero,
y soñar con otra luz.

¿Qué es la luz? ¿Dónde está? ¿dónde
encontrarla puede el ciervo
de sí mismo? ¿Dónde el cuervo
que grazna y se marcha? ¿Adónde
va, maltrecho? ¿Dónde esconde
la luz su rostro divino?
¿En el mar? ¿En el cansino
repicar de las monedas?
¿En las carnes? ¿En las sedas?
¿En el oropel del vino
que nos coloca el destino
siempre lejos de la boca?
¿En la cárcel? ¿En la roca
que es, a la par, fe y camino?
¿En el silencio? ¿En el trino
oscuro que nos alienta?
¿En el muro? ¿En la violenta
liturgia que nos obliga
a ser caballo y auriga,
guerra y paz, perdón y afrenta,
hambre y mesa suculenta
que es, no es, está y no está?
¿Dónde queda? ¿Cómo va
hacia esa luz que lo tienta
el hombre? ¿Cuándo la afrenta?
¿Y cómo? ¿Y por qué? ¿Quién gana
en tal combate? ¿La vana
confianza de ser hostil?
¿El hombre? ¿La luz? ¿O el vil
simulacro de un mañana?

Porque habrá un mañana. Diana
hará en él el hombre adulto
al prescindir de ese culto
al dinero, a la sotana,
al rey y a su ley. Qué sana
sensación de hallarse libre
lo inundará cuando vibre
todo su ser bajo el nombre
de Dios, que le diga: <<Hombre,
búscate en mí, tu calibre
es ser tú mismo y ser Yo
que a tu existencia me afilio:
soy tu luz, tu mar, tu exilio,
tu hartazgo, tu ley, tu voz>>.

Habrá un mañana. Es en Dios:
cúspide y sima del pozo
de existir: ese alborozo
donde duermo mi acrobacia,
despierto, pulso la gracia,
miro al mar y aguardo el gozo.


Dibujo de Samuel Feijoó



DE ÉXODO

46
Y aquí estoy: dispuesto a todo
con tal de cambiar mi vida,
si acaso eso fue esta herida
que arrojó, por sangre, lodo.
Dios dispuso el acomodo
de mi sitio entre los nombres
y me enseña los pronombres
aparte del Yo brutal
con que mi espanto abisal
buscó, en la nada, sus nombres.
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Jesús David Curbelo
(Camagüey, 1965

Poeta, narrador, ensayista, crítico y traductor literario. Licenciado en Filología por la UCLV. Actualmente labora como jefe de redacción de Poesía en Ediciones Unión. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de la Crítica en 2001 y 2004. Poemas y cuentos suyos aparecen antologados en diversas muestras de literatura cubana, y han sido traducidos a varios idiomas. En 1999 le fue conferida la Distinción por la Cultura Nacional.

Ha publicado los poemarios: Insomnios, Extraplagiario, Salvado por la danza, Libro de cruel fervor, Libro de Lilia Amel, El lobo y el centauro, Cirios, Apología del silencio, El mendigo de Dios, Parques, Éxodo, Aprendiendo a callar y sonetos imperdonables; los cuadernos de cuentos: Cuentos para adúlteros, Las (di)versiones de Eva y Otros cuentos de amor, de locura y de muerte; así como las novelas Inferno y Diario de un poeta recién cazado.
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