jueves, 11 de noviembre de 2010

EL ESPLENDOR Y EL CAOS.


http://www.youtube.com/watch?v=Mq9zKKwim9s

Poeta cubano Delfín Prats. 2005 Conversando.

Hace más de 20 años que no leía ningún libro de Delfín Prats, ese magnifico poeta de la angustia, como lo definía Tony Pardo. Y recordaba que en ese mundo caótico del sentimiento expresado por el poeta, uno creía escuchar una voz que lo llamaba, como un instinto de una realidad que también definía la mía. Pero como sucede cuando leemos a un poeta de la calidad de Prats, uno va más que al sentimiento, uno construye un mundo paralelo evocado por esas estructuras poéticas, que por muy complejas que parezcan, las descifra desde el lector, sobre todo cuando uno la asume, suya. Eran tiempos difíciles para mí y la poesía de Delfín se adelantaba a un futuro que tenía que ser por necesidad y optimismo más esperanzador. Pero, ante el poeta que ha leído _y sin advertirlo me dio desde su humildad lecciones de una historia personal y abrió además un campo de relectura, que fue tomada de clásicos, de leyendas y mitos universales, vistos con el prisma de un hombre que asume su protagónico_, (metáforas mediante), no pude sino otra cosa que aprender y evaluar. Esa emoción al leerlo, fue, es y será, atemporal, porque no tiene que ver con un poeta a ritmo de lo que sucede o conviene cerca de su entorno, es su forma de comunicar con belleza lo que no tiene necesidad de ser tomado como extraordinario; pero tampoco sobre una carrera desenfrenada de la palabra, en esto están los mejores aciertos del poeta, en dominar la palabra y decirnos con madurez, ahora es el momento de la expiación y estoy solo/ lleno con el esplendor y el caos de los días.
Juan Carlos Recio/ New York, 10 de Noviembre del 2009.
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Fábula del Cazador y el Ciervo.
El ciervo escapa, lejos del cazador que lo persigue
como juglar al verso que entre nieblas discurre
Cercana la infancia, distantes las montañas
que azulean a lo lejos, al borde del abismo
por donde cruzan, trémulas, las manos del juglar
Toda la expectativa por el futuro incierto está en sus ojos
La yerba fresca, la espesura del bosque
el borde tímido del agua
no pueden ser la obra del azar
como tampoco pueden serlo los amorosos cantos
que el cazador dispone como trenzada red para atraparlo
Lejos de la mirada del juglar el ciervo escapa
por la linde del bosque.
El universo:inocente
metáfora de Dios que al unísono copian
las pupilas del ciervo y el canto del juglar
Y cuando finalmente es atrapado, disuelto en el discurso
ardiendo en el abrazo, que el vino y las palabras enardecen
el ciervo nuevamente escapa
lejos del cazador que lo contempla

ahora en los contextos de la fábula.


Inocentes Prados de Noviembre.


Las aguas y los inocentes prados de noviembre nos rodean
es grande la felicidad del amante
cuando el amado pregunta¿fugacidad de toda dicha?
El error o la intromisión de los otros
pueden tornar brumosos los contornos del labio que interroga


en la antesala de diciembre
mes de los viajesy del conocimiento de anheladas bahías
nítidas en el aire festivo
cuando en su rielar las lucen llevan
la certidumbre del vértigo
Puede zozobrar la frágil embarcación en que viajamos
y que contra todo caos me empeño en llamar mi barca
Sektetmi barca del Sol mi barca de llevarte Rey
Un mundo desgarrado entre la plenitud y el polvo
se debate a lo lejos
mientras tu boca afirma la prioridad del ser sobre la imagen
confiando en las lecciones de la dialéctica
Una sombra atraviesa tu rostro
(un pájaro de grandes alas
cruza sobre el paisaje de veleros
que puebla el lago) Es la sombra de las dos noches
cuando tu sol y tu luna tuvieron su nadir
Como contrapartida del azul, del aire
de la vida que bulle en las ciudades del aire
esa sombra persiste más allá de las aguas
y de los inocentes prados de Noviembre.
Del otro lado de la pared del sueño
Se hunden, oh hijo mío, se hunden
los ciclópeos monolitos de basalto del Este
del otro lado de la pared del sueño
que amasamos en las tardes de este aparente invierno
de las islas.Vamos atravesando la bahía, tu pie
hace huella en la arena, yo voy
jugando con tu imagen, no con tus años.
Voy situando fragmentos de ambos en otras latitudes
libres del ojo riguroso del shoggoth.
Se hunden, oh hijo mío, se hundenlos ciclópeos monolitos.
Oh, reinos de insondable horror
reinos de inconcebible anormalidad
cerebros cautivos por una edad de sombras
que dramáticamente ahora se derrumba,
dramáticamente el muro se derrumba
del otro lado de la pared del sueño
y una multitud de olas


va imprimiendo sobre la arena apetecida
las novedosas señales.
Qué negra nana, hijo mío,
nos cantaron durante años,
qué negra nana
la de la eternidad de los monolitos
que ahora se hunden irremediablemente, qué negra nana
para dormir al hijo de Lavinia Whateley, no humano
agonizando sobre el libro.
"Yog-Sothoth ¿conocerá la puerta?
yog-Sothoth, ¿será la puerta?
yog-Sothoth, ¿será la llave y el guardián de la puerta?
Voy situando minutos de ambos, tuyos y míos
En latitudes libres del Ojo riguroso: espejos
donde se incendian nuestros rostros, espadas
cruzadas en la noche, tu risa
donde gravita, puro, el arco de la alianza.
Oh, hijo mío, sobre las playas del mentido invierno.
Y la belleza del mundo es irritante afuera
en las provincias y en las islas
y en los febriles campos, oh, hijo mío
sobre la yerba que la gente joven está pisando ahora
rabiosamente.
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Tomado del libro El esplendor y el Caos, contemporáneos, Ediciones Unión, 2002. Delfín Prats (Holguín, 1945). Obra poética: Lenguaje de mudos( 1970), Para festejar el ascenso de Ícaro (1987), Abrirse las constelaciones (1994).

lunes, 8 de noviembre de 2010

Palabras Modos y Rutinas. Los ámbitos del sujeto fragmentado



Llevaba una blusa negra donde había escrito con plumones la liberal traducción del verso de Rimbaud: «Yo no soy yo, soy otra» (…) Por la esquina dobló un borracho cantando a todo pulmón: En el tronco de un árbol una niña grabó su nombre henchida de placer…
Z. Valdés. Sangre Azul


Por José Luis Santos Muñoz

«Te mato, puta, yo si te mato», con esta sobrecogedora vertebración textual, anticipo para nada fortuito de una introspección de género, cimentada con ojo sagaz (y yo diría que radical) sobre las «estrategias del llamado sistema de poder falocentrista»1 que domina, posterga y petrifica un imaginario social históricamente enquistado, el tríptico narrativo Palabras Modos y Rutinas de Marvelys Marrero Fleites, Ediciones La Luz, Holguín 2008, deja en cierne toda una estética de lo urticante-transgresor. En Tres palabras, pieza inaugural, se comienza a urdir la respuesta a la ya antológica interrogante de G. Spivak2: ¿Puede el subalterno hablar?, ¿mujeres, negros, homosexuales o seres que sencillamente encarnan alguna diferencia, alguna desemejanza actoral en sus respectivos asideros socio-históricos pueden acaso proporcionar los elementos que coadyuvarían a signar el contradiscurso apropiado, capaz de vulnerar los encantos de la lógica metropolitana en la era de la aldea global?
Ascético en el diseño narratológico, y de mirar esquivo en lo que a artilugios estilísticos o circunloquios se refiere, el libro si bien no a manera de ritornello, por lo menos de un modo evidentemente abarcador y enfático actúa como una suerte de indagación que se apresta a somatizar las aristas no tangibles u observables de los conocidos (y casi siempre atisbados por el travelling de la morosidad crítica) sucesos de sicariato doméstico: zonas episódicas de un gris cotidiano insular al que, no está de más decirlo, muchas veces no accede el dictamen de lo punible, y donde el monitoreo de las Ciencias Sociales se advierte como efecto puramente epidérmico, viciado por los síntomas de un soslayamiento secular. Téngase en cuenta que la sustitución del término sexo por el de género es, como apunta la estudiosa K. Fasting, un aporte teórico de reciente localización sociológica. Y no pretendo inferir que la violencia de género en lo que al canon o la tradición literaria del país incumbe, no haya recibido los beneficios de una explicitud estéticamente presupuestada. Lo que sucede es que el solo hecho de articular aquí un discurso, encaminado a la apropiación de semejantes territorios ideotemáticos, además de conformar el muestrario de un temprano agotamiento morfológico, debió encarar, previamente, infaustos mecanismos de legitimación (mainstream, panóptico, marketing, teoría de los roles, etc.) dados por el arbitrio de una hegemonía supeditada a la instrumentalización de lo masculino como pirámide referencial, expresada también como lo «macho» en determinadas simbologías expresivas de carácter jerárquico. De ahí que tales desempeños, lejos de posicionarse en el alegato no llegaran a sobrepasar el murmullo o la balbucencia.
Como en algunas de las otredades asumidas (y relativizadas) por la praxis femenina (estoy pensando en creadoras de la talla de Belkis Ayón, Ena Lucía Portela, María Luisa Bemberg o Lydia Cabrera), hay en Las Palabras… una especie de replanteo o viraje conceptual de los ámbitos maritales glosados comúnmente desde el usufructo patriarcal, un transito como de marejada que proclama la subversión de ese constructo, el mismo que, tras pequeñas pinceladas de un dirty realism que no delata filiaciones autorales ni pugna por enrarecer el desarrollo intradiegético, deviene en (re)creación de un microcosmos agónico, lucha emocional sexualizada, catarzisada en una suerte de diseño exílico de dolorosos matices interiores, y asechanza de lo expiatorio simbólico o incluso literal en el caso de tipificación Ella. «Síndrome de la omnipotencias» y espacio idóneo para la entronización de determinados resortes vinculados a la idea de lo falogocéntrico (léase crueldad, reduccionismo en la lectura del opuesto, entropía de los poderes instaurados por la tradición, y enunciados de evidentes caracteres tanáticos) en lo que concierne a la tipificación contraria, o sea, El.
Nueve narraciones ancladas en una hermenéutica de lo incisivo, o lo inasible más allá de lo que se presume underground, término que continúa bosquejando temor aún en las posturas aprehensivas más recientes. Quizás un repaso a priori de estas páginas, pudiera conducir al engañoso himnario de un feminismo expresado mediante hipérbole o desconstrucción del otro masculino en la dicotomía discurso/decurso, cuando en verdad lo que se postula casi a nivel de leitmotiv es el tratamiento desacralizante de realidades próximas al escalpelo y patrimonios exegéticos confiscados por el imaginario colectivo, dada su condición de alteridad.
El lector asiste a un trastrocamiento de significados que le permite repensar uniones sexuales radicadas en las afueras del consensus omniun, punibles en su transito por el Eros cotidiano, empujadas al grado cero de autoexpresión por «la familia, el Estado y la Iglesia, la gran tríada del poder3». Es el caso de Los jardines colgantes de Lenia… donde lo homoérotico, aun sin establecerse fuera de los tópicos marginales, alcanza registros lingüísticos de una sutileza, y/o belleza, a mi entender suigéneris: «Miro al cielo, está oscuro, para esta ocasión necesitaba al menos unas estrellas. Así señalaría algún punto, y con una frase cursi te haría seguir la dirección de mi índice. Surgiría un comentario de tu parte y yo diría algo estúpido que te hiciera reír, entonces estaríamos conversando. Pero el cielo está oscuro (…) y ni siquiera una estrella se atreve a salir».
El «sexo débil», ese antiguo soporte peyorativo, es compulsado a arrostrar las artimañas de una modernidad a la que en términos foucaultianos pudiéramos llamar: obediente, es decir, asordinada, infiltrada por los sistemas de prevalencia signica de un sinnúmero de mitos femeninos, cuyo engranaje paradigmático descansa en la carencia de opugnación, en lo sinflictivo de sus heroínas: ninfas, sirenas, valquirias, amazonas, hechiceras, personajes nacidos del aserto griego pero con anclaje innegable en la producción de subjetividades o visiones ideoestéticas de la cultura decimonónica cubana. Es de subrayar en este punto los diseños de personajes femeninos, generados en la novela por los referentes de C. Villaverde, o en la plástica por V. Landaluce, copias al calco de aquellos estereotipos, por lo que podemos deducir una temprana incapacidad nacional a la hora de contestar las normativas eurocéntricas.
Amén de la digresión, Palabras Modos y Rutinas no es un retablo de presencias otras en los canales discursivos de la narrativa femenina mas actual. Ni siquiera una forma de disenso o pronunciamiento Casus belli respecto a la criba falócrata y sus anexos establecidos por la cultura y la ideología misma. Es, entre muchos aspectos, socavamiento de los espacios identificados como masculinos por los mecanismos de representación idiosincrásica, histórica o política. En tal sentido, la autora nos implica en una poética del traspaso de poder, del allanamiento por resignificación de ciertas funciones y normas conductuales asignadas a los hombres por medio de una pragmática de los roles. Nótese como desde el soliloquio que textualiza por igual, los ámbitos del encierro y el refugio, la parábola y el ejercicio lúdico, la protagonista de En tres y dos aligera, por decirlo de algún modo, la pretina de su drama existencial y tal como lo estipula el titulo, el sujeto pierde o recupera los niveles de autonomía partiendo de las tipificaciones propias de un partido de beisbol: «Es la ultima cucharada, ya presumo base por bola. Saboreo la dicha de irme a primera sin tener que batear, riendo de su descontrol y la imprecisión de sus lances. La tiene en la boca, mastica con el deseo triunfal que suele acompañar las últimas migajas. Cierra los ojos de improviso, algo anda mal. El chasquido estremece su cara y suspira. Una piedra. Ahora si me embarqué, esto podría ser out por regla».
Dibujo Gelico
Y si en La otra orilla, la ya menguada otredad del éxodo clandestino y «la mitología del exilio como éxito», parecen reafirmar la tesis de H. Bhabha de que «situar la problemática de la cultura en la esfera de la lejanía es el tropismo de nuestros tiempos»4; en Fumando espero, el acto de cercenar el órgano que estructura las referencias de virilidad en Occidente, más que revanchismo sexista o atascamiento clínico de la personalidad, es algo que por derecho propio se inserta en una dinámica de lo subversivo-atípico dada la verticalidad de su propuesta ficcional. Subversión, valga la redundancia, de la carga de significados que gravitan alrededor de dicho órgano, y de todo lo que conlleve a suscribir jerarquizaciones, incluidas las que atañen a los modelos literarios propugnados por el canon masculino, llámesele «microcosmos fabulosos al estilo de Comala y Macondo»4, empoderamiento origenista, cuentística de los llamados años heroicos, etc.
Narrativa del no-escape o antiutopía, de los ambientes emocionales imantados al riesgo casi omnipresente del estallido. Maremágnum de seres expuestos al límite de las defensas psicosociales, victimizados aún por el parcelamiento de las etnografías, como le ocurre a la China en Tras el lente. El personaje es solo el prontuario de una perspectiva masculina, rayana en el escamoteo de las pulsiones que animan la identidad del sujeto. No hay el menor esbozo de singularidades, nada que añadir a las connotaciones eróticas nacidas del viejo estigma de las razas. Lo que I. Schulman llamaría: «apropiación consciente (…) de estos grupos étnicos, rechazados o abusados por el centro».5
No dejo de pensar en la audacia descontextualizadora de La última nota, donde el mito de Humbert Humbert y Dolores Haze reaparece dispuesto a hibridar, a mimetizarse según la escala de respuestas suscitadas por el morbo contemporáneo. Solo que la clásica frase «dementes conatos que me dejaban exhausto y transido de azul», barroquismo que aquilata la máscara del comportamiento sexual en la obra de Nabokov, es desarticulada por el peso de una expansión semántica diferente: «¿La edad? Acaso importa. Bueno no sé si ya había cumplido los nueve. Estaba en tercer grado. Y ahora, ¿me puede dar el cigarro?»
Si usted no es capaz de vislumbrar los límites entre el optimismo abaratado por los ítems del discurso oficial y el orbe de quienes no disponen de un making off que les permita rehacer vidas en perpetuo estropicio. O si no coincide con T. Adorno en la paradoja de si es posible o no estetizar el horror (aún el que se genera en el intercambio periferia/lenguaje cultural), entonces Palabra Modos y Rutinas pueda quizás expeditarle el camino hacia el hallazgo. Y quien sabe si en la acrimonia de estos personajes, hartos de pedir disculpas a los remanentes de una hegemonía machista y patriarcal, más que un rictus no despierte el reconocimiento in extenso de ese Otro, extirpado tantas veces de las experiencias estéticas. O cuando menos cercano al status de lo moldeable, cual un cualquier objeto de barro.


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1-Helga Montalván: El sujeto femenino y la anarquía en el arte cubano contemporáneo, La Gaceta de Cuba, No.2, 2006.
2-Ver: Ausencia no quiere decir olvido, Adelaida de Juan, Temas No.14, 1998.
3-Mercedes Santos Moray: La inteligencia no tiene sexo, Editorial Oriente, 2002.
4-Para la ensayista Lourdes Gil, la lejanización del mundo percibido desde la isla, la seducción por lo que existe más allá del horizonte, antecede a la Revolución, como un desasosiego alojado en el centro vital de la cubanía.
5-La extirpación de estos modelos es para Jorge Fornet «una de las marcas de nuestra actual narrativa». Ver: Los nuevos paradigmas Prólogo narrativo al siglo XXI, Editorial Letras Cubanas, 2007.
6-Exorcismos sociales Contradiscursos (pos)coloniales cubanos, La Gaceta de Cuba, No.6, 2008.

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Datos de José L Santos: (Santa Lugarda, 1968) Poeta y narrador. Ha publicado los libros Escaleras al cielo, Ediciones Sed de Belleza, 2004, y Mónologo de Jean Basquiat, Ediciones Capiro, 2005. Ha obtenido mención y primera mención respectivamente en los concursos David y Eliseo Diego (2001) y los premios provinciales de cuento Enrique Labrador Ruiz (2004) y Onelio Jorge Cardoso (2000 y 2005); finalista en los premios La Gaceta de Cuba y Ser en el tiempo. Antologado en Tercer libro de Celestino, Ediciones Holguín, 2003

sábado, 6 de noviembre de 2010

EL QUE SE HA DISPUESTO A AFILAR LAS TIJERAS



Por Arístides Vega Chapú


Desde ese mundo amplio y diverso que se puede sostener a cualquier edad, incluso a los escasos veinticuatro años, el poeta Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) reincide en publicar un segundo libro en la editorial Sed de Belleza, El afilador de tijeras, mostrando cuanto es observable desde ese sitio en que el poeta juzga y participa, testimonia y opina, aporta y recoge íntegramente lo que le resulta útil para sumar a las experiencias que se precisan cuando se necesita poetizarlo todo.
Posee este, su tercer libro impreso, pues junto a Autorretrato con abejas (2003), Ediciones Ávila publicó este mismo año Tiempo de siega, con el que alcanzara el Premio de Poesía de Primavera, esos atributos que cualquier lector agradece en cuanto a la visualidad y edición.
La editorial Sed de Belleza, de la AHS, ha ido logrando una imagen reconocible y puntualmente agradable en lo estético a pesar de la sencillez de los recursos con que producen los libros. Con una ilustración de cubierta del artista de la plástica Nelson Madero, integrada a un diseño fijo de la colección, El afilador de tijeras, en primer lugar, posee el necesario atractivo que precisa un libro, como producto que se comercializa.
Este nuevo título revela a Sergio García Zamora con dominio del verso rimado. Décima y sonetos con que logra, pese al rigor de la métrica, un desbordante y rico lenguaje de marcada sencillez junto a impactantes y agradecidas imágenes a través de las que testimonia actos muy sencillos, naturales, rutinarios y hasta pueriles, que su poesía hace trascender y engrandecer desde la íntima experiencia que los provoca.
Repensar en la misión y la relación del Hombre en su complejo contexto en términos de poesía argumentada desde la pasión y el dominio de las técnicas escriturales, ha sido una máxima para este poeta, una constante que repite desde su primer libro hasta este, su último poemario.
Oficios como el afilador de tijeras, el poeta, el pintor, el maestro, el labriego, el aprendiz de alfarero, la bordadora, la lavandera, muestran más que experiencias propias de los saberes con que un hombre, sea cual sea su oficio, se inserta en la vida común, revelando complejas e interesantes vivencias.
Una poesía culta que asimila los símbolos ya reconocibles en su obra anterior escrita en verso libre, sin violar los canones establecido para este tipo de escritura que tiene en la Isla exponentes muy altos.
Como en sus anteriores libros Sergio dialoga con el Universo. Preguntas y respuestas provocan un discurso en que lo social y lo político, la hermeticidad propia de la poesía, la asimilación de la cultura universal y el discurso desde las sencillez y complejidad de la poesía conversacionalista, el erotismo y la filosofía se desplazan con inquietante armonía por un cuerpo bien estructurado y meticulosamente compuesto por quien sabe todo cuanto se precisa para conmover y comunicar, complacer e inquietar.
El poema "A la Virgen de La Caridad", junta con logrado ecumenismo un símbolo religioso que sirve tanto a los valores cristianos como a los establecidos por otras religiones populares para devolvernos una Patrona de la Nación cercana y real, sin tener en cuenta códigos usualmente establecidos en la poesía de tema religioso. Esto también se puede constatar en otros textos en que incluso irreverentemente el poeta conversa con un Dios cercano que humaniza, con el que es posible del tú al tú diversos cuestionamientos que van más allá de las dudas de fe. (Dios, no me des por castigo/ tu desamparo abisal,/ y déjame entrar triunfal/ al paraíso contigo. El perdido, Pág. 42)
Justo ese desprejuicio que puede notarse en todo el poemario, su autor puede rendir tributo lo mismo a una virgen que a Don Miguel de Unamuno, juntar a Dante y a Caín, perpetuar con sus versos esos discretos encantos con que el hombre común afronta su cotidiano.
Desconociendo jerarquías y como si fuese la historia de un Hombre en el que en sí mismo se juntan diabluras y santidades, este poemario parecería revelar observaciones muy puntuales sobre el actuar ante diferentes y variadas circunstancias, según los espacios en que se les coloque y según de donde el ojo cuestionador del poeta los observe.
Este joven y vital poeta, residente en una región en que han coincidido conocidos escritores de diversas generaciones, con una obra que comenzó su despliegue a una edad poco usual de poder mostrar la calidad que ya se avizoraba con nitidez en su primer libro publicado Autorretrato con abejas, ya ha ganado un sitio en que merece toda la atención y promoción.
Lo ha ganado con una obra en ascenso, con la adquisición de un discurso que ya le distingue y reconoce, un discurso cuidado y en el que es obvia su laboriosidad y seriedad para entregarnos una poesía de un rigor técnico y meditativo que aporta a ese coro de voces afinadas existentes en el país.
Conspira contra él que sus tres títulos publicados han sido en editoriales de provincia y es obvio cuánto limita esto al reconocimiento de un autor, sobre todo por las breves tiradas y la poca e improvisada promoción que suelen tener, en su gran mayoría, los libros salidos de estos sellos editoriales.
Seguro estoy que cuantos se acerquen a este nuevo título disfrutarán de esas variadas versiones de un mismo sentimiento o duda que aparecen en El afilador de tijeras, como confirmación de que todo cuanto se versa en este libro de Sergio García Zamora está sometido a la piedra de afilar el tiempo, para que recibamos de estas palabras el perfil de un hacha.
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Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) Poeta. graduado de Filología, por la Facultad de Letras de la Universidad Central de Las Villas. Miembro de la AHS. Premios y reconocimientos• Premio del encuentro debate Nacional de Niños escritores• Premio especial de la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Habana. Premio de Calendario de Poesía 2010


Sergio García Zamora Año de publicación: 2003 Colección: Ábrego Editorial: Sed de Belleza Género literario: Poesía
Reseña: El poeta regresa al diálogo del Hombre con Dios, revestimiento literario del monólogo de un ser humano particular cuando se enfrenta a su destino. Pero lo deslumbrante de su autorretrato está en que quien pregunta con candidez de adolescente, se responde a sí mismo como dueño y señor de largos siglos de sabiduría. (Yamil Díaz Gómez)


foto tomada de Verbiclara blog
Miguel Barnet entrega el Premio Calendario 2010 de la AHS, a Sergio Gracía Zamora, poeta Villaclareño.

martes, 2 de noviembre de 2010

Fragmento de El hombre del vitral


La soledad del creador (III)

–No es posible, Sandra, ni hipotéticamente hablando es posible. Son leyes que no puedes cambiar, leyes de la estructura química de los materiales, leyes físicas de refracción y óptica.
–Sí, quizás, pero déjame intentarlo.
–Hazlo, pero será una pérdida de tiempo. Nunca he conocido a nadie más obstinado. ¿Crees que eres Dios?
–Quiero que sea poesía, que los tonos de azul tengan una luminosidad especial. Quiero tamizar la luz, llenar un espacio visual que además deje claro que ahí antes estaba el vacío, la nada, y que ahora se ha convertido en un sitio lleno de sugerencias. Quiero que provoque la reflexión, que cree un ambiente de recogimiento, pero también de esperanza. Que llegue al corazón con alegría, que deje huellas, que haga sentir que lo malo fluye y se va, que lo bueno fluye y viene, y vuelve a fluir siempre, porque lo trae la luz que pasa a través de ese azul. Que donde estaba la nada, ahora está algo que, aunque sigue siendo finito, no se conforma.
–¿No le pides mucho a un simple vitral? Eso no es posible. La poesía no es más que un concepto
abstracto. Es ficción y esto que intentamos hacer es ciencia. No es tan flexible, Sandra. Si quieres un vitral, haz de adaptarte a las circunstancias químicas y físicas de los materiales que elijas y, si se puede decir de algún modo, tienes que tener en cuenta lo que te han enseñado en la universidad.
–No me voy a conformar. Lo quiero todo para ese vitral. Al menos lo que soy capaz de dar. Además, creo que la poesía sirve para todo, la poesía fue antes que todo, todo salió de la poesía.
–Tú sabes que no es así. ¿Vas a decir que la poesía es anterior a las leyes? Las leyes estaban aquí
desde el principio: las leyes de la naturaleza, las leyes físicas, las leyes del orden del mundo, en general.
–Antes de que el mundo tuviera orden o leyes o lo que quieras, estaba el caos, y en el caos ya estaba la poesía, contenida en ese desorden absoluto y demencial. En ese contrasentido, en esa monstruosidad, había un estado de cosas que mostraba la existencia de la poesía. Era poesía.
La poesía es así a veces: lo confuso que se hace posible, que no responde a ninguna ley ni a ningún orden, además de a lo que se mete dentro de uno en forma de sensaciones, de raras maneras de ver las cosas. La poesía hace que las cosas se vean diferentes, sean diferentes. Eso quiero para mi vitral, eso quiero para los que lo miren. Eso he estado soñando desde el principio de este proyecto y porque ya sea muy bueno, no me voy a rendir, Álex. Quiero que esté vivo, que diga cosas, que trasmita; que tenga la perspectiva, el color y la profundidad suficientes para cambiar el ánimo de quien le mire.
–Haré lo que me digas, pero no me puedo hacer responsable de lo que no comprendo. Deberías
entender que las otras personas que trabajamos en esto desearíamos que fuera perfecto, lo que tú sueñas, pero eso es muy difícil, imposible, sin exagerar.
–Te entiendo, gracias. ¿Sabes?, a veces he soñado que construyo un espacio como un vitral, pero de papel china, como esas habitaciones que salen en las películas, como las lámparas. Serían paredes tras las que se movería una marioneta. En la medida en que se traslade la luz, la silueta se hará difusa, alargada, deforme. Producirá, en el plano de las emociones, todo lo contrario que este vitral. Allí, cuando cambien las circunstancias, y el entendimiento y las buenas intenciones se vayan, empiecen a dejarle, el hombre reconocerá su lado monstruoso y se convertirá en oscuridad. Entonces, será necesaria alguna luz adentro y no lograríamos más que ver sus monstruos. Pero sé que no quiero hacer eso, sino este vitral.
–Creo que mejor debiste dedicarte a la poesía. A algunos arquitectos se les da muy bien. Pero
eso que me dices de tus vitrales es onírico, catártico, demasiado para encontrarle lugar dentro del pensamiento científico.
–Quizás… No lo entiendes.
–No, es definitivo. No lo entiendo, y lo peor es que creo que tú tampoco lo entiendes.
–¿Eso te parece? ¿Quieres dejar el proyecto?
–No. Si quisiera lo haría; pero siempre, aunque no lo entienda, logras convencerme de que quizás todo ese absurdo, para mí angustiosamente incomprensible, puede ser. Eso significa que creo que puedes conseguirlo, aunque yo no sepa cómo, y me asuste y necesite algo concreto a qué aferrarme. No puedo ayudarte en eso. Me rebasa.
–Piénsalo, ya no sé cómo explicarlo. No quiero cambiar nada. Es una especie de secuencia, fotogramas consecutivos sobre los que la luz hace el trabajo de mostrar, dependiendo de la intensidad, de la forma en la que vamos distribuyendo los espejos y los magnetos, la figura de un hombre que se levanta o se encorva hasta quedar sobre una de sus rodillas, totalmente caído, derrumbado. La cabeza sobre la rodilla que no está en el suelo. Sin altivez, mudo. Serían láminas diferentes en esas ocho vidrieras, que contendrán las imágenes previamente trabajadas, grabadas. Sé que no pretende ser un vitral corriente, una ventana de pedacitos de vidrio, sino láminas que cuando les atraviese la luz crearán esa ilusión de movimiento, y uno de esos días nublados, nuestro hombre del vitral será un hombre de rodillastodo el día. Pero si de pronto el día se despeja y la luz se hace un poco de espacio… ¿Lo imaginas? El hombre se empezará a levantar hasta donde la luz lo permita… Es también una metáfora. Es poesía, y es lo que quiero.
–¡Ah!, tú y la poesía. Si me esfuerzo, hasta lo imagino como dices, pero la ciencia es otra cosa, Sandra. La poesía está bien, pero la ciencia tiene límites.
–¿Quién lo dice? Si el científico se pone límites, cómo podría ver lo que no ven los hombres que no lo son. El científico, además, ve la ciencia como otro modo de hacer poesía, aunque no lo sepa incluso. ¿No ha sido poético lo que algunos científicos hacen para probar sus hipótesis? Y sus hipótesis son como mis sueños: la mayor parte de las veces, imposibles.
–Sabes que voy a estar a tu lado, aunque no te entienda y crea que estás equivocada. No te dejaré sola.
–Hablando de poesía y de soledad, hay un poema.
Habla de un mendigo: «Y nadie, nadie puede hacerle la caridad que mudamente pide, / ni hoy ni mañana ni nunca / porque al hombre le es fácil compartir sus monedas, / pero a ninguno le es dado pelear contra la soledad de un semejante…» El poeta que lo escribió se llamaba Gastón Vaquero. Quizás sea cierto que nadie puede pelear contra esa soledad del semejante.
–Incluso, hay algo peor aún: si no nos es dado pelear contra la soledad de un semejante, imagina
cuánto menos lo será pelear contra la soledad de alguien que no lo sea… y a quien no se quiere
dejar solo.

********************fin del fragmento***************

El hombre del vitral. Colección Aguere Narrativa

Sandra es una joven y talentosa arquitecta que está inmersa en la construcción de un impresionante vitral, ocho vidrieras donde la emblemática figura de un hombre que debería ser perfecto acabará pareciéndose de forma asombrosa a lo que tenemos por un individuo común. Desde niña había perseguido los colores de un vitral de sueños, poesía, dudas, donde se mostrarían la grandeza y la pequeñez del ser humano. Defender su creación del conformismo y la mediocridad le llevará a reafirmar sus ideas de la ética, la amistad y del verdadero valor de las cosas.
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Datos de la autora:


Sonia Díaz CorralesNació en Cabaiguán, Cuba, en 1964 y reside en Santa Cruz de Tenerife. Es poeta y narradora. Ha publicado los libros de poesía Diario del Grumete, (1996 y 1997) y Minotauro (1997). Sus poemas aparecen en las antologías Retrato de grupo (1989), Poesía infiel. Antología de jóvenes poetas cubanas (1989), Poetas del Seminario (1992), Un grupo avanza silencioso (1990), Mujer adentro (2000), Poesía cubana de los años 80 (1993), Poesía espirituana (1994), Anuario de poesía (1994), Mis barcos nuevamente (1996), Antología de décimas Canarias-Cuba (2000), Todo el amor en décimas (2000), y Puntos cardinales. Puente colgante. Antología de poetisas cabaiguanenses (2000). Ha obtenido los premios de poesía América Bobia 1982, Matanzas; Bustarviejo 1993, Madrid; y el Abel Santamaría 1997, de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara; así como menciones Caimán Barbudo, David de la UNEAC y 13 de Marzo de Universidad de La Habana. Su libro Los días del olvido, fue finalista del Premio de Poesía Viaje del Parnaso 2008.
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