domingo, 26 de diciembre de 2010

UNA SUSTANCIA LLAMADA NOSTALGIA





Con la forma de decir de Gloria Elvira
Y por contagio.


Dijo Gloria que hay una sustancia que se llama nostalgia
y ahora recuerdo mi cabeza en algunos pozos
cuando miraba al fondo para saber
si un eco que responde tiene rostro
un invento feroz del nomeolvides;
pero uno vive mejor en el recuerdo
si la realidad aunque te pudra feliz
se aparece como un himno obligatorio
de esas entonaciones que las patrias guardan
en todas las estaciones como si fuera
el exilio dentro del inxilio
con el color rosa en el trasero de la eternidad;
Gloria va a escribir con la sustancia a cuesta
Y "Vincentico Valdés cantando Envidia,
perjudicona y alevosamente en
su oreja. Juzga."
Ella sin saberlo me ha dejado caer
todo el peso que fluye desde un eco
unas voces salidas de las postales
de los amigos que en Santa Clara
entonan un himno, real, uno que no sacrifique:
ni patrias, ni islas, ni se enreda
en los trasfondos de la maldita circunstancia.

Si va a llover que llueva y no escampe
si vas hasta aquel rostro nunca visto
en el eco que devuelve estas palabras
y el cuerpo atrapado en esas aguas no te sostiene:
recuerda y flota,
siempre flota indetenible, flota y flota
parecido al centro de una bandera,
otra sustancia
que con una estrella solitaria se destila.
Entre rones sacados desde el alma
Y "la Envidia, perjudicona y alevosamente en una oreja. Juzga."






Juan Carlos Recio
Desde Miami, 26 de diciembre del 2010.

martes, 21 de diciembre de 2010

Palmas, canales, sombras, olvidos.













Para Rosmerys
& Ruben.











He visto en estas palmas aquellos huecos
donde iba a esconderme
y jugaba a ser mi encanto.
Ellas tienen como Dios una imagen en alto;
una manera infinita donde volver a perdernos.
He sido por dos largas horas mientras caminaba
un desamparado que se ampara en esa belleza
y recuerda igual a un bobo de pueblo
que una vez tuve sin albergar la soledad
y demasiado niebla para no ser visto
como unos de esos amantes de tarima
en el carnaval a las afueras de ese mismo pueblo.
Niebla y un deseo de partir
y otras verdades que no supe mirar para esas Alturas:
ni elevarme hasta un nivel
donde todo lo que ahora se aleja
Me dignifica.















He visto al pasar por los canales
como llevan un poco la sombra
de estas mismas tristezas que nos aproximan
Para que pueda recoger tanto estandarte.
Fue “de las ilusiones pasadas que no pude alcanzar”
la parte menos oscura de todo sentimiento.
Si fuera un perro –ya lo dije, o el lobo de mi sangre-
y si aquellos huecos no me recuerdan
sin ser Dios ni ladrar nuestras miserias
debo un aullido que la frialdad de una luna corta,
unos gritos sordos que a nadie enloquecen
y puede que deba un poco esta idea de belleza.










Anoche en el eclipse visto sobre el canal
y al fondo del patio
con el olor de las carnes asadas
y por “las almas austeras” y la familia
se dispuso entre tantas postales casi amarillas
aquella donde mi hermana, nuestra perra y yo
jugamos a ser la musa de un palmar
que guarda para siempre lo que suena a locura;
con esas formas que tienen las palmas
cuando miran desde Dios sin inmolarse
Uno es como “el mar y su balada”
y luego se tocan las penas, inevitables,
de las almas que desde el fondo
-canal-sombra- o misterio-
Se ven: en el regreso por aquellos caminos
de polvo, de memoria y de juegos sin finales
de los que tal vez dos bocas guardan
mucho mejor que la letra borrosa de un pergamino.

Juan Carlos Recio
Miami Florida
22 de diciembre del 2010.

viernes, 17 de diciembre de 2010

UN RUIDO QUE NADIE ENTIENDE AHORA.




Prólogo



Más allá de nuevos, novísimos recientes o cualquier otro adjetivo, la poesía que los jóvenes cubanos están escribiendo en estos momentos merece un calificativo: osada.
Esa distinción la gana no por atrevimientos formales, incursiones temáticas o creatividad en las imágenes –que de todo eso y más hay en los textos- sino por una genuina irreverencia ante el acto lírico que los lleva tanto a incursionar, otra vez, en recursos técnicos que promovieron las ya viejas vanguardias del siglo XX, como- y es lo más notorio- a desconocer jerarquías o acatar líneas temáticas.


Un buen ejemplo de esa poesía es el cuaderno Un Ruido Que Nadie Entiende Ahora de Anisley Miraz Lladosa donde a pesar de que el título particularmente lucha por recordarme el odumodneurtse con que César Vallejo recreaba << estruendo mudo>>, puede apreciarse una concepción impresionista de ese aspecto que hoy nos sorprende en cada esquina, unas veces con la etiqueta de la globalización otras de la post modernidad y que en definitiva no es más que la lucha personal de cada uno por encontrar un ideal en tiempos de crisis conceptuales, económicas y sobre todo, humanas, no porque la autora invierta sus recursos expresivos en censurar tales agonías sino porque ellas aparecen afiligranadas en los trasuntos de cada verso que alude a la inseguridad, la frustración y las mínimas y máximas ansiedades de estos tiempos.
Sus versos, escritos desde la ansiedad, resultan generalmente cáusticas reflexiones sobre un mundo que no quiere aceptar tan lleno de falsedades e indiferencias, tal vez por eso abunda tanto en ellos la palabra simulación, tal vez por eso emplee tantos colores. Lo cierto es que la autora quiere, aunque la Historia repita los personajes, ser ella quien escriba. Cansada de orientaciones y normativas no pide la dirección del drama, sólo quiere proponer su argumento sin cambiar el escenario.

Quienes se adentren en estos versos puede que resistan al inicio a aceptar sus procedimientos pues han sido elaborados dentro de un corpus generacional en buena medida –y sin malas intenciones- autosuficientemente; escritos para desde su propia estructura indiquen ansias de cambios y creación se han apartado de recursos no solo formales sino gráficos para intentar su propia Gramática; de este modo aunque respeta aún el punto prefiere sustituir las comas por los espacios sin preocuparle que la poesía no está en el signo sino en lo que se dice, de igual modo sus citas prescinden de los clásicos y, cuando los asumen (Kavafis), resultan figuras significativamente contestatarias que preludian más la intención que la idea.
No obstante, son estas actitudes las que distinguen estos poemas al dotarlos de poesía escrita y sentida. El canto, trágico o escéptico, dolido o indignado, no es la queja por lo que fue, es, en buena medida, una invitación al verso como lo que indica: vuelta a los comienzos, a la poesis entendida como lo era en sus orígenes: cambio.
Entre comprar <<autorretratos para mis vivos>> porque es el naufragio <<perdí el veneno gris de las espinas/pero tampoco tengo rosas>> Anisley advierte que ese ruido incomprensible, es el peligro cierto de una evasión inútil que nos dejaría <<…. de este lado/ definitivamente en la otra orilla>>

Rafael A Bernal Castellanos

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Un Ruido Que Nadie Entiende Ahora

Las bambalinas tiemblan a la voz del muchacho
y una pedrada en morse nos recuerda
que nosotros también somos actores
sólo que no jugamos con las luces
la savia de los trenes el décimo escenario.
Nos van articulando mariposas de cristal amarillo
el corazón es una espléndida pulpa dadaísta
y nuestras más remotas inquietudes dialécticas suicidas como

/el polvo.

La cintura del hombre es un ruido que nadie

/entiende ahora
la sonrisa de abismo del actor es un concepto extraño

/en mi ciudad

y es un eco caminar por la playa
con invisibles flores en el pelo
y que el actor de brazos.









DEL SILENCIO Y OTROS DULCES DRAGONES




De las cavernas íntimas de un pez
de un caracol que alguien mueve y ofrenda
de todo lo que poco a poco va esparciéndose
me place esta vital sustancia de escribir.
Parece que la calle es un espasmo
una coreografía de soles y agujeros
(para no pensar si existe la esperanza)
Solo arquetipos desdobles de una mujer que escribe
y seguirá escribiendo mientras la súbita ciudad
se tropiece contigo por la calle.


DE LA SERIE RAZONAMIENTOS
.
Sus ojos eran netamente extraños.



Precisos con pequeñas tinturas de gaitas
y un azul añadido por espacio de a dos.
Sus ojos eran como la carne de los centinelas.
Callados alertas en su materia cósmica y un poco inválidos

/de placer.

Eran bárbaros mutantes noeclásicos
de sustancia de cementerio
de siete crisantemos respirando
de adolescente buena calumniada
de fin de siglo.
Y no pudo haber muerto de sus ojos.
Eran dulces oscuros progresistas
inmortales / sufridos /talentosos
profanos ancestrales.
Eran míos.

Y La Ciudad Un Punto Más Bajo Cualquier Amante




Entre semana vamos por la ciudad cantando coplas
o muriendo si es que se puede morir
y de nuevo el espejo del frío lacerante error de medianoche.
Sobre la ciudad se desequilibran los silencios
sobre nosotros en arenales lejos
sobre esta falsa ciudad que alquien recortó de las esferas.
No nos invitamos con fallos positivos
movernos nada movernos y no cambia.


El revés sigue siendo la cara que no es de cualquier sitio
/otra vuelta de hoja

Aves de noche pasan. Lechuzas.
Ojos de faro que no vemos ni importa
siguen siendo fatales guardarrostros de la noche
(jamás les llamaría azulejos)
Novios pasan amantes aguaceros pasan
lluvias de meteoros suceden y se mutan en sus propias alevosías.

Pasa nada contigo con nosotros.
Tampoco tengo un puente en la ciudad
a la puerta del sol a donde no hay camino.
Solo unos muchos que no están
y a los que ya no están
echaremos de menos.
Buscándome en el miedo encontré esto:
un pedazo del tren de mañana
a medias la canción y mucho polvo.

En mi cornisa los lúgubres payasos hacen ruido
los trovadores vuelven a la historia
para irse como sábanas blancas.
(Remedios aprehendía la locura
mientras los otros la tiraban como hirviente palabra.
Ellos sí estaban locos)
Un tiesto de begonias hace luz la ventana
por donde los artistas se asoman y preguntan.
Desde adentro los oigo blasfemar
(los ángeles también se pudren en sus penitentes bacinillas).
Todos recogemos la ventaja después de haber segado.
Todos apremiamos diez palabras
diez monedas fiables al abismo
porque hemos nacido como el miedo
descalzos de límite y confianza.
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Te queda el bote
inexorablemente.
Tus manos hoy siquiera parecen las mías
ni el soliloquio es la respuesta.
¿Dónde los amigos?
¿Por quién ha de llamar el altavoz en este reino emancipado por las aguas
¿costureros/ begonias?
No sea que nos quedemos de este lado
Definitivamente en la otra orilla

Los textos y las ilustraciones fueron tomadas del libro

UN RUIDO QUE NADIE ENTIENDE AHORA.

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Para Leer más sobre la poeta aquí:

Anisley Miraz Lladosa, (Trinidad, 19981)Graduada en diseño gráfico en la Academia Profesional de Artes Plásticas óscar Fernández Morera de Trinidad. Labora como Especialista Cultural en la Galeria de Arte Universal de dicha ciudad. Interesada en la poesía y el cuento los cultiva tanto para niños como adultos y ha ganado premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca 2000, el de Literatura Infantil Mercedes Matamoros 2002 y el Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua, Cienfuegos, 2003.

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Ilustrador de cubierta:Silvio Martínez Cabrera (Pinar del Río, 1952). Graduado de diseño gráfico en la escuela nacional de diseño (1973); laboró profesionalmente como Diseñador Publicitario durante 22 años, en la actualidad es artista independiente. Creador entre otras obras del cartel para Festival Mundial de Jazz de Martinica (1993) y del afiche Mundial de Guitarra para ese propio país (1994). Obras suyas aparecen en numerosas colecciones en Cuba y el extranjero.


jueves, 9 de diciembre de 2010

El vigoroso trazado de Bertha Caluff

Sentado en el aire regresa con una poeta singular, hermosa mujer y hermosura de madre. Valiente e inteligente amiga, que escribe como una diosa, no coronada de espinas, ella se viste con la profundidad de las almas austeras que se pasean seguras desde su vigoroso trazado.



Por Arnaldo L. Toledo



Así descubro los indescriptibles parajes del Estrecho Sendero.(“Del Estrecho Sendero”)Nos vamos acomodando insensiblemente a tanto poema balanceado, pulido y desmedulado; tanta letra ornada pero de escaso trasfondo…, que un libro intenso y esencial como este nos toma de sorpresa. No es una excepción en la trayectoria de la autora, que ha sabido defender y mantener su original visión y modos expresivos y recoger los a veces amargos resultados de apartarse de las modas. Toda su poesía publicada ha ido como acercándose gradualmente a la nitidez de los textos que integran este volumen. No he podido hallarle parentesco en la amplísima y diversa producción poética cubana contemporánea, aunque tal vez alguno quiera adjudicarle la etiqueta del minimalismo de retorno que viene asomándose como alternativa a la frondosidad a veces viciosa de nuestra poesía. Buscarle antecedentes nos remontaría a la primitiva lírica popular castellana, al sin par San Juan de la Cruz, a Santa Teresa, a Unamuno, al último Juan Ramón Jiménez, a los ejercicios hispanoamericanos con los haikús … Pero cualquiera que sea el acercamiento que como lectores más o menos enterados hagamos, el título que comentamos permanece firme en su originalidad.
Es un conjunto de notable extensión, sin ser una recopilación de obras ya publicadas por la autora, como es costumbre. Está compuesto por seis cuadernos, o tal vez sería más justo decir: seis partes, pues lejos de fragmentarlo, éstas refuerzan su absoluta unidad. No es que sostengamos que toda compilación de poesía deba someterse a la disciplina del registro homogéneo; es que en este caso esa cualidad responde a su crucial estrategia de significación. Creo que este es un libro para ser leído como totalidad, que sólo puede ofrecer su más entrañable sentido cuando lo recorremos en la dirección del tiempo de la vida: como vigoroso trazado, como destino o voluntad de Dios…, donde la criatura humana pone a prueba su fe y alcanza la gracia. Su trabada coherencia se asienta en igual medida tanto en sus singulares cualidades de expresión como en las de significado. Una sostenida, tensa, audaz sobriedad ––riesgosa en una obra tan extensa— y un orden de los textos y las partes que van como recorriendo la parábola de una historia insinuada, una suerte de novela omitida: el trayecto de una dolorosa, sufriente búsqueda de alivio, de consuelo, de acompañamiento, que sólo puede ofrecer el Dios del cristianismo… Toda la extensa serie de textos se deja leer como un minucioso registro, como una grave y grávida sucesión de los testimonios que han sido dictados por una difícil travesía espiritual. La fuerte impresión de autenticidad que producen se afianza en la resistencia que oponen a la tentación de incurrir en lo “literario” o lo “poético” aceptados sin dificultad; los textos de Bertha son más rigurosamente literarios cuanto más parecen elegir una expresión que defrauda la complacencia, la grandilocuencia, la suficiencia de los discursos que inundan toda la superficie y ahogan las voces diversas que querrían hacerse escuchar desde las lecturas.
La primera parte, “Las pérdidas”, nos coloca en el campo de significación dominante —la religiosidad cristiana y la caída— mediante un conjunto de poemas en que las historias bíblicas son referidas directamente. En cuanto a la dinámica interna de todo el poemario, el tema introducido por el primer texto, “Caída de Babilonia”, posee un largo alcance. La caída se extiende al mundo (es el fin de los días, es el castigo de fuego y azufre), pero concierne a la realidad inmediata, a nuestro ámbito familiar, (“Pero aquí nacieron nuestros hijos, / en las escasas horas de la felicidad”), y también es la ciudad espiritual, la ciudad interior (“en vano lloré / ante lo que tan caro nos fuera”). Esta múltiple dirección de los sentidos es cualidad recurrente y por tanto característica de todo el poemario. Refiere lo trascendente (Dios, Jesús) pero no podemos evitar asociaciones más inmediatas: Los paganos cuestionando / de dónde le venía la instrucción. (“Fiesta de los tabernáculos”) Obsérvese el difícil gerundio cargado de materia deleznable. O este otro fragmento: Se iban a la fiesta Tus / desertores, / los dudosos, / los oportunistas, / los ególatras, / los de NO ES PARA TANTO, / NO PODEMOS SUFRIRLO MAS, cuyas palabras resuenan en esa polifonía tan cargada de polémica dialogicidad con los discursos propios de realidades más inmediatamente hirientes.
La segunda parte, “Olvido del dolor”, es la más extensa (81 poemas) y es como el núcleo ígneo del libro. La sucesión de los breves textos va recorriendo el círculo de las horas y el calendario del dolor. La criatura que clama y apunta sus angustias, va a tumbos, tambaleante —“Y mis pies iban solos / arrastrándome (“Arrastrándome a mí”)—, buscando ayuda, rogando a Dios amparo —Yo me duermo en el letargo de las súplicas. (“Y tal parece”)––, por la noche oscura del alma, por el Estrecho sendero (“Del Estrecho Sendero”) Asistimos aquí al dolor sin fondo, sin sustancia, sin cuerpo: Todo mi sufrimiento / se resume / en este sufrimiento. / Una causa llama / a la otra causa (“La otra causa”). El espacio por el que se arrastra la doliente figura está hecho de escasas referencias: es la noche, o el amanecer, una puerta, la senda, el camino, el sol, el cielo, la ermita… El paisaje vacío, casi ausente, acentúa el espesor de la soledad, la magnitud del dolor sin límites, sin causas visibles. Sólo la proximidad de Dios mantiene el hilillo del aliento, el hálito de la vida, la pureza de la inocencia. Pero la entrega a Dios es tremenda, no exenta de inmensas pruebas y sacrificios, en esa dimensión que nos evoca testimonios supremos de fe como el de Abraham, dispuesto al sacrificio de su hijo; o el de Job, a quien todo le fue quitado: Que sea para Ti, / que nada me reserve // Tú me arrebatas lo que tengo / y lo que no tengo. (“Mi Dios y mi Todo”) En el diálogo que entablan los textos, el alivio puede alcanzar la enorme magnitud de la maravilla manifiesta en lo insignificante. Véase la intensidad que produce la contención: Ayer barrí / la hojarasca de invierno / y mi alma / vivió un instante / de serenidad (“Hojarasca de invierno”)La sección tercera, “Tú trazas el puente”, (Tú trazas el puente/ y yo cruzo el pantano) es el conquistado remanso, es una estadía de modesta e intensa dicha, ya prefigurada en la recién citada “Hojarasca de invierno”, de la sección precedente. El título sugiere con claridad el tránsito a un nuevo momento de la travesía. Se recogen fugaces instantes de dicha sencilla y se suceden algunos poemas de temática amorosa, igualmente muy contenidos y por ello de imprevisibles, secretas resonancias: En mi cocina aún, / en sitio incómodo, /el banquillo permanece / fiel al peso / de tu cuerpo. (“En sitio incómodo”). “El resplandor de los santos” ––cuarta sección–– tiene un precedente en el bello libro Imagen tras la Imagen (Premio y edición Sed de Belleza, 2000). Contiene diálogos con figuras sacras, humildes personajes, líneas devotas… Pero lo que me parece especialmente conmovedor y trascendente son los brevísimos intercambios con San Francisco de Assís, santo y poeta que cuenta con justificadas simpatías de la poetisa. No me resisto a reproducir el brevísimo y tremendo texto:Con tu glorioso sayalde la pobrezadesde mi infanciame esperabas(“Desde mi infancia”);O este otro, titulado Amado Francisco:Las tablas del techo,Carcomidasse caen.El piso se raja y se hunde,amado FranciscoEn la poética que se va enunciando desde la elocuencia de la brevedad justa y del silencio donde los lectores se abocan a un abismo de significaciones, no se está afirmando una conformidad sino una jerarquía superior del espíritu. El ser sufriente ha conquistado una estatura, y en las páginas que siguen, el equilibrio con el mundo y aun la dicha.


La quinta parte, titulada “Como la naturaleza…” representa ya al sujeto lírico salido del anonadamiento del dolor, restablecida la facultad de reintegrarse al universo, apto para interactuar con la creación toda, comprender la grandeza divina en la maravilla de su obra. Capacidad para reparar en pequeños sucesos, milagros cotidianos, la naturaleza próxima, familiar, las sabandijas y animalillos del patio, las plantas comunes, la lluvia, las flores… Toda una larga lista de humildes seres casi olvidados por su modesta condición. Adivino que llegó la primavera / por la lluvia que cayó / el desentono alegre de las ranas / y el ululú de los niños en la noche / tras las luciérnagas (“Adivino que llegó la primavera”). También el misterio de la voluntad de Dios se le revela en señales casi imperceptibles: El árbol trina como un pájaro / cuando el aire lo doblega. / Así tiene que hacer el hombre, / Dios mío, / cuando le impones / Tu Santa Voluntad. (“El trino del árbol”). Ya estamos en condiciones de comprender cómo se ha alcanzado la felicidad.
Exactamente, así se titula la última parte: “La extraña felicidad”. El título está cargado de insinuaciones y resonancias indetenibles. Es claro que supone otra noción de felicidad, diferente a la que circula habitualmente en el entorno del lector y del poeta. Mi felicidad es ese árbol / que contemplo extasiada / no sé por qué. (“Mi felicidad”) Y en lo más particular, reafirmación de fidelidad a la dicha de la comunión con Dios: Qué extraña felicidad me asalta. / Sólo el deseo de amarte / en mi felicidad. // Amarte / y estar a Tus pies. (“La extraña felicidad”). El cabal equilibrio en la fe ––el “Hágase Tu voluntad”, el “vigoroso trazado”––; el entender no entendiendo de San Juan de la Cruz: He renacido / en el misterio. / He descubierto / el centro desde allí / acercándome a donde habitas. (“Redescubriendo el misterio”).
Se ha cumplido un proceso del espíritu en su totalidad ––de principio a fin––; hemos acompañado a la figura poemática a lo largo de la intensa ruta, padeciendo el absoluto sufrimiento y renaciendo en el goce de las obras y el amor divinos. La magnitud de estas experiencias se acentúa ––aunque de momento pueda parecer paradójico–– en la medida en que el poeta ha decidido y logrado trasmitirla mediante una palabra aparentemente insuficiente. El evidente contraste provoca no la impresión de una pobreza, sino la de una expresión que queda como reservándose la inmensidad, siempre por debajo de la grandiosidad de lo nombrado. Insuficiencia ficticia y no práctica; recurso poético totalmente legítimo y eficaz. Se asienta en el rigor de la selección del léxico, en la sintaxis y en la segmentación de alto valor semántico. Las breves líneas rozan a veces la rispidez, la expresión parca casi en exceso; juegan a bordear los peligrosos despeñaderos por donde el lenguaje se desploma incapaz, pero acaban siempre salvándose, afirmando la elocuencia de la brevedad, de los silencios, de las elipsis, y el misterio de lo que se ha callado, la fuerza irradiadora de lo no dicho.Estos poemas y el orden en que han sido colocados —y las breves y alteradas sinuosidades por las que van descendiendo los versos estrictos y sin concesiones ni al facilismo ni a lo sentimental––, reclaman un lector capaz, no tanto porque ejerza una información vasta, sino sobre todo porque se encuentre en disposición de un diálogo sincero, emancipado de prejuicios literarios y realmente abierto a la real comprensión del otro, lo que equivale a decir, de sí mismo.


Tomado de la revista digital Hacerse el Cuerdo,27 de febrero de 2009, y de la revista Umbrales, julio-septiembre/2009 # 34, en Santa Clara, Cuba.
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jueves, 11 de noviembre de 2010

EL ESPLENDOR Y EL CAOS.


http://www.youtube.com/watch?v=Mq9zKKwim9s

Poeta cubano Delfín Prats. 2005 Conversando.

Hace más de 20 años que no leía ningún libro de Delfín Prats, ese magnifico poeta de la angustia, como lo definía Tony Pardo. Y recordaba que en ese mundo caótico del sentimiento expresado por el poeta, uno creía escuchar una voz que lo llamaba, como un instinto de una realidad que también definía la mía. Pero como sucede cuando leemos a un poeta de la calidad de Prats, uno va más que al sentimiento, uno construye un mundo paralelo evocado por esas estructuras poéticas, que por muy complejas que parezcan, las descifra desde el lector, sobre todo cuando uno la asume, suya. Eran tiempos difíciles para mí y la poesía de Delfín se adelantaba a un futuro que tenía que ser por necesidad y optimismo más esperanzador. Pero, ante el poeta que ha leído _y sin advertirlo me dio desde su humildad lecciones de una historia personal y abrió además un campo de relectura, que fue tomada de clásicos, de leyendas y mitos universales, vistos con el prisma de un hombre que asume su protagónico_, (metáforas mediante), no pude sino otra cosa que aprender y evaluar. Esa emoción al leerlo, fue, es y será, atemporal, porque no tiene que ver con un poeta a ritmo de lo que sucede o conviene cerca de su entorno, es su forma de comunicar con belleza lo que no tiene necesidad de ser tomado como extraordinario; pero tampoco sobre una carrera desenfrenada de la palabra, en esto están los mejores aciertos del poeta, en dominar la palabra y decirnos con madurez, ahora es el momento de la expiación y estoy solo/ lleno con el esplendor y el caos de los días.
Juan Carlos Recio/ New York, 10 de Noviembre del 2009.
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Fábula del Cazador y el Ciervo.
El ciervo escapa, lejos del cazador que lo persigue
como juglar al verso que entre nieblas discurre
Cercana la infancia, distantes las montañas
que azulean a lo lejos, al borde del abismo
por donde cruzan, trémulas, las manos del juglar
Toda la expectativa por el futuro incierto está en sus ojos
La yerba fresca, la espesura del bosque
el borde tímido del agua
no pueden ser la obra del azar
como tampoco pueden serlo los amorosos cantos
que el cazador dispone como trenzada red para atraparlo
Lejos de la mirada del juglar el ciervo escapa
por la linde del bosque.
El universo:inocente
metáfora de Dios que al unísono copian
las pupilas del ciervo y el canto del juglar
Y cuando finalmente es atrapado, disuelto en el discurso
ardiendo en el abrazo, que el vino y las palabras enardecen
el ciervo nuevamente escapa
lejos del cazador que lo contempla

ahora en los contextos de la fábula.


Inocentes Prados de Noviembre.


Las aguas y los inocentes prados de noviembre nos rodean
es grande la felicidad del amante
cuando el amado pregunta¿fugacidad de toda dicha?
El error o la intromisión de los otros
pueden tornar brumosos los contornos del labio que interroga


en la antesala de diciembre
mes de los viajesy del conocimiento de anheladas bahías
nítidas en el aire festivo
cuando en su rielar las lucen llevan
la certidumbre del vértigo
Puede zozobrar la frágil embarcación en que viajamos
y que contra todo caos me empeño en llamar mi barca
Sektetmi barca del Sol mi barca de llevarte Rey
Un mundo desgarrado entre la plenitud y el polvo
se debate a lo lejos
mientras tu boca afirma la prioridad del ser sobre la imagen
confiando en las lecciones de la dialéctica
Una sombra atraviesa tu rostro
(un pájaro de grandes alas
cruza sobre el paisaje de veleros
que puebla el lago) Es la sombra de las dos noches
cuando tu sol y tu luna tuvieron su nadir
Como contrapartida del azul, del aire
de la vida que bulle en las ciudades del aire
esa sombra persiste más allá de las aguas
y de los inocentes prados de Noviembre.
Del otro lado de la pared del sueño
Se hunden, oh hijo mío, se hunden
los ciclópeos monolitos de basalto del Este
del otro lado de la pared del sueño
que amasamos en las tardes de este aparente invierno
de las islas.Vamos atravesando la bahía, tu pie
hace huella en la arena, yo voy
jugando con tu imagen, no con tus años.
Voy situando fragmentos de ambos en otras latitudes
libres del ojo riguroso del shoggoth.
Se hunden, oh hijo mío, se hundenlos ciclópeos monolitos.
Oh, reinos de insondable horror
reinos de inconcebible anormalidad
cerebros cautivos por una edad de sombras
que dramáticamente ahora se derrumba,
dramáticamente el muro se derrumba
del otro lado de la pared del sueño
y una multitud de olas


va imprimiendo sobre la arena apetecida
las novedosas señales.
Qué negra nana, hijo mío,
nos cantaron durante años,
qué negra nana
la de la eternidad de los monolitos
que ahora se hunden irremediablemente, qué negra nana
para dormir al hijo de Lavinia Whateley, no humano
agonizando sobre el libro.
"Yog-Sothoth ¿conocerá la puerta?
yog-Sothoth, ¿será la puerta?
yog-Sothoth, ¿será la llave y el guardián de la puerta?
Voy situando minutos de ambos, tuyos y míos
En latitudes libres del Ojo riguroso: espejos
donde se incendian nuestros rostros, espadas
cruzadas en la noche, tu risa
donde gravita, puro, el arco de la alianza.
Oh, hijo mío, sobre las playas del mentido invierno.
Y la belleza del mundo es irritante afuera
en las provincias y en las islas
y en los febriles campos, oh, hijo mío
sobre la yerba que la gente joven está pisando ahora
rabiosamente.
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Tomado del libro El esplendor y el Caos, contemporáneos, Ediciones Unión, 2002. Delfín Prats (Holguín, 1945). Obra poética: Lenguaje de mudos( 1970), Para festejar el ascenso de Ícaro (1987), Abrirse las constelaciones (1994).

lunes, 8 de noviembre de 2010

Palabras Modos y Rutinas. Los ámbitos del sujeto fragmentado



Llevaba una blusa negra donde había escrito con plumones la liberal traducción del verso de Rimbaud: «Yo no soy yo, soy otra» (…) Por la esquina dobló un borracho cantando a todo pulmón: En el tronco de un árbol una niña grabó su nombre henchida de placer…
Z. Valdés. Sangre Azul


Por José Luis Santos Muñoz

«Te mato, puta, yo si te mato», con esta sobrecogedora vertebración textual, anticipo para nada fortuito de una introspección de género, cimentada con ojo sagaz (y yo diría que radical) sobre las «estrategias del llamado sistema de poder falocentrista»1 que domina, posterga y petrifica un imaginario social históricamente enquistado, el tríptico narrativo Palabras Modos y Rutinas de Marvelys Marrero Fleites, Ediciones La Luz, Holguín 2008, deja en cierne toda una estética de lo urticante-transgresor. En Tres palabras, pieza inaugural, se comienza a urdir la respuesta a la ya antológica interrogante de G. Spivak2: ¿Puede el subalterno hablar?, ¿mujeres, negros, homosexuales o seres que sencillamente encarnan alguna diferencia, alguna desemejanza actoral en sus respectivos asideros socio-históricos pueden acaso proporcionar los elementos que coadyuvarían a signar el contradiscurso apropiado, capaz de vulnerar los encantos de la lógica metropolitana en la era de la aldea global?
Ascético en el diseño narratológico, y de mirar esquivo en lo que a artilugios estilísticos o circunloquios se refiere, el libro si bien no a manera de ritornello, por lo menos de un modo evidentemente abarcador y enfático actúa como una suerte de indagación que se apresta a somatizar las aristas no tangibles u observables de los conocidos (y casi siempre atisbados por el travelling de la morosidad crítica) sucesos de sicariato doméstico: zonas episódicas de un gris cotidiano insular al que, no está de más decirlo, muchas veces no accede el dictamen de lo punible, y donde el monitoreo de las Ciencias Sociales se advierte como efecto puramente epidérmico, viciado por los síntomas de un soslayamiento secular. Téngase en cuenta que la sustitución del término sexo por el de género es, como apunta la estudiosa K. Fasting, un aporte teórico de reciente localización sociológica. Y no pretendo inferir que la violencia de género en lo que al canon o la tradición literaria del país incumbe, no haya recibido los beneficios de una explicitud estéticamente presupuestada. Lo que sucede es que el solo hecho de articular aquí un discurso, encaminado a la apropiación de semejantes territorios ideotemáticos, además de conformar el muestrario de un temprano agotamiento morfológico, debió encarar, previamente, infaustos mecanismos de legitimación (mainstream, panóptico, marketing, teoría de los roles, etc.) dados por el arbitrio de una hegemonía supeditada a la instrumentalización de lo masculino como pirámide referencial, expresada también como lo «macho» en determinadas simbologías expresivas de carácter jerárquico. De ahí que tales desempeños, lejos de posicionarse en el alegato no llegaran a sobrepasar el murmullo o la balbucencia.
Como en algunas de las otredades asumidas (y relativizadas) por la praxis femenina (estoy pensando en creadoras de la talla de Belkis Ayón, Ena Lucía Portela, María Luisa Bemberg o Lydia Cabrera), hay en Las Palabras… una especie de replanteo o viraje conceptual de los ámbitos maritales glosados comúnmente desde el usufructo patriarcal, un transito como de marejada que proclama la subversión de ese constructo, el mismo que, tras pequeñas pinceladas de un dirty realism que no delata filiaciones autorales ni pugna por enrarecer el desarrollo intradiegético, deviene en (re)creación de un microcosmos agónico, lucha emocional sexualizada, catarzisada en una suerte de diseño exílico de dolorosos matices interiores, y asechanza de lo expiatorio simbólico o incluso literal en el caso de tipificación Ella. «Síndrome de la omnipotencias» y espacio idóneo para la entronización de determinados resortes vinculados a la idea de lo falogocéntrico (léase crueldad, reduccionismo en la lectura del opuesto, entropía de los poderes instaurados por la tradición, y enunciados de evidentes caracteres tanáticos) en lo que concierne a la tipificación contraria, o sea, El.
Nueve narraciones ancladas en una hermenéutica de lo incisivo, o lo inasible más allá de lo que se presume underground, término que continúa bosquejando temor aún en las posturas aprehensivas más recientes. Quizás un repaso a priori de estas páginas, pudiera conducir al engañoso himnario de un feminismo expresado mediante hipérbole o desconstrucción del otro masculino en la dicotomía discurso/decurso, cuando en verdad lo que se postula casi a nivel de leitmotiv es el tratamiento desacralizante de realidades próximas al escalpelo y patrimonios exegéticos confiscados por el imaginario colectivo, dada su condición de alteridad.
El lector asiste a un trastrocamiento de significados que le permite repensar uniones sexuales radicadas en las afueras del consensus omniun, punibles en su transito por el Eros cotidiano, empujadas al grado cero de autoexpresión por «la familia, el Estado y la Iglesia, la gran tríada del poder3». Es el caso de Los jardines colgantes de Lenia… donde lo homoérotico, aun sin establecerse fuera de los tópicos marginales, alcanza registros lingüísticos de una sutileza, y/o belleza, a mi entender suigéneris: «Miro al cielo, está oscuro, para esta ocasión necesitaba al menos unas estrellas. Así señalaría algún punto, y con una frase cursi te haría seguir la dirección de mi índice. Surgiría un comentario de tu parte y yo diría algo estúpido que te hiciera reír, entonces estaríamos conversando. Pero el cielo está oscuro (…) y ni siquiera una estrella se atreve a salir».
El «sexo débil», ese antiguo soporte peyorativo, es compulsado a arrostrar las artimañas de una modernidad a la que en términos foucaultianos pudiéramos llamar: obediente, es decir, asordinada, infiltrada por los sistemas de prevalencia signica de un sinnúmero de mitos femeninos, cuyo engranaje paradigmático descansa en la carencia de opugnación, en lo sinflictivo de sus heroínas: ninfas, sirenas, valquirias, amazonas, hechiceras, personajes nacidos del aserto griego pero con anclaje innegable en la producción de subjetividades o visiones ideoestéticas de la cultura decimonónica cubana. Es de subrayar en este punto los diseños de personajes femeninos, generados en la novela por los referentes de C. Villaverde, o en la plástica por V. Landaluce, copias al calco de aquellos estereotipos, por lo que podemos deducir una temprana incapacidad nacional a la hora de contestar las normativas eurocéntricas.
Amén de la digresión, Palabras Modos y Rutinas no es un retablo de presencias otras en los canales discursivos de la narrativa femenina mas actual. Ni siquiera una forma de disenso o pronunciamiento Casus belli respecto a la criba falócrata y sus anexos establecidos por la cultura y la ideología misma. Es, entre muchos aspectos, socavamiento de los espacios identificados como masculinos por los mecanismos de representación idiosincrásica, histórica o política. En tal sentido, la autora nos implica en una poética del traspaso de poder, del allanamiento por resignificación de ciertas funciones y normas conductuales asignadas a los hombres por medio de una pragmática de los roles. Nótese como desde el soliloquio que textualiza por igual, los ámbitos del encierro y el refugio, la parábola y el ejercicio lúdico, la protagonista de En tres y dos aligera, por decirlo de algún modo, la pretina de su drama existencial y tal como lo estipula el titulo, el sujeto pierde o recupera los niveles de autonomía partiendo de las tipificaciones propias de un partido de beisbol: «Es la ultima cucharada, ya presumo base por bola. Saboreo la dicha de irme a primera sin tener que batear, riendo de su descontrol y la imprecisión de sus lances. La tiene en la boca, mastica con el deseo triunfal que suele acompañar las últimas migajas. Cierra los ojos de improviso, algo anda mal. El chasquido estremece su cara y suspira. Una piedra. Ahora si me embarqué, esto podría ser out por regla».
Dibujo Gelico
Y si en La otra orilla, la ya menguada otredad del éxodo clandestino y «la mitología del exilio como éxito», parecen reafirmar la tesis de H. Bhabha de que «situar la problemática de la cultura en la esfera de la lejanía es el tropismo de nuestros tiempos»4; en Fumando espero, el acto de cercenar el órgano que estructura las referencias de virilidad en Occidente, más que revanchismo sexista o atascamiento clínico de la personalidad, es algo que por derecho propio se inserta en una dinámica de lo subversivo-atípico dada la verticalidad de su propuesta ficcional. Subversión, valga la redundancia, de la carga de significados que gravitan alrededor de dicho órgano, y de todo lo que conlleve a suscribir jerarquizaciones, incluidas las que atañen a los modelos literarios propugnados por el canon masculino, llámesele «microcosmos fabulosos al estilo de Comala y Macondo»4, empoderamiento origenista, cuentística de los llamados años heroicos, etc.
Narrativa del no-escape o antiutopía, de los ambientes emocionales imantados al riesgo casi omnipresente del estallido. Maremágnum de seres expuestos al límite de las defensas psicosociales, victimizados aún por el parcelamiento de las etnografías, como le ocurre a la China en Tras el lente. El personaje es solo el prontuario de una perspectiva masculina, rayana en el escamoteo de las pulsiones que animan la identidad del sujeto. No hay el menor esbozo de singularidades, nada que añadir a las connotaciones eróticas nacidas del viejo estigma de las razas. Lo que I. Schulman llamaría: «apropiación consciente (…) de estos grupos étnicos, rechazados o abusados por el centro».5
No dejo de pensar en la audacia descontextualizadora de La última nota, donde el mito de Humbert Humbert y Dolores Haze reaparece dispuesto a hibridar, a mimetizarse según la escala de respuestas suscitadas por el morbo contemporáneo. Solo que la clásica frase «dementes conatos que me dejaban exhausto y transido de azul», barroquismo que aquilata la máscara del comportamiento sexual en la obra de Nabokov, es desarticulada por el peso de una expansión semántica diferente: «¿La edad? Acaso importa. Bueno no sé si ya había cumplido los nueve. Estaba en tercer grado. Y ahora, ¿me puede dar el cigarro?»
Si usted no es capaz de vislumbrar los límites entre el optimismo abaratado por los ítems del discurso oficial y el orbe de quienes no disponen de un making off que les permita rehacer vidas en perpetuo estropicio. O si no coincide con T. Adorno en la paradoja de si es posible o no estetizar el horror (aún el que se genera en el intercambio periferia/lenguaje cultural), entonces Palabra Modos y Rutinas pueda quizás expeditarle el camino hacia el hallazgo. Y quien sabe si en la acrimonia de estos personajes, hartos de pedir disculpas a los remanentes de una hegemonía machista y patriarcal, más que un rictus no despierte el reconocimiento in extenso de ese Otro, extirpado tantas veces de las experiencias estéticas. O cuando menos cercano al status de lo moldeable, cual un cualquier objeto de barro.


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1-Helga Montalván: El sujeto femenino y la anarquía en el arte cubano contemporáneo, La Gaceta de Cuba, No.2, 2006.
2-Ver: Ausencia no quiere decir olvido, Adelaida de Juan, Temas No.14, 1998.
3-Mercedes Santos Moray: La inteligencia no tiene sexo, Editorial Oriente, 2002.
4-Para la ensayista Lourdes Gil, la lejanización del mundo percibido desde la isla, la seducción por lo que existe más allá del horizonte, antecede a la Revolución, como un desasosiego alojado en el centro vital de la cubanía.
5-La extirpación de estos modelos es para Jorge Fornet «una de las marcas de nuestra actual narrativa». Ver: Los nuevos paradigmas Prólogo narrativo al siglo XXI, Editorial Letras Cubanas, 2007.
6-Exorcismos sociales Contradiscursos (pos)coloniales cubanos, La Gaceta de Cuba, No.6, 2008.

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Datos de José L Santos: (Santa Lugarda, 1968) Poeta y narrador. Ha publicado los libros Escaleras al cielo, Ediciones Sed de Belleza, 2004, y Mónologo de Jean Basquiat, Ediciones Capiro, 2005. Ha obtenido mención y primera mención respectivamente en los concursos David y Eliseo Diego (2001) y los premios provinciales de cuento Enrique Labrador Ruiz (2004) y Onelio Jorge Cardoso (2000 y 2005); finalista en los premios La Gaceta de Cuba y Ser en el tiempo. Antologado en Tercer libro de Celestino, Ediciones Holguín, 2003

sábado, 6 de noviembre de 2010

EL QUE SE HA DISPUESTO A AFILAR LAS TIJERAS



Por Arístides Vega Chapú


Desde ese mundo amplio y diverso que se puede sostener a cualquier edad, incluso a los escasos veinticuatro años, el poeta Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) reincide en publicar un segundo libro en la editorial Sed de Belleza, El afilador de tijeras, mostrando cuanto es observable desde ese sitio en que el poeta juzga y participa, testimonia y opina, aporta y recoge íntegramente lo que le resulta útil para sumar a las experiencias que se precisan cuando se necesita poetizarlo todo.
Posee este, su tercer libro impreso, pues junto a Autorretrato con abejas (2003), Ediciones Ávila publicó este mismo año Tiempo de siega, con el que alcanzara el Premio de Poesía de Primavera, esos atributos que cualquier lector agradece en cuanto a la visualidad y edición.
La editorial Sed de Belleza, de la AHS, ha ido logrando una imagen reconocible y puntualmente agradable en lo estético a pesar de la sencillez de los recursos con que producen los libros. Con una ilustración de cubierta del artista de la plástica Nelson Madero, integrada a un diseño fijo de la colección, El afilador de tijeras, en primer lugar, posee el necesario atractivo que precisa un libro, como producto que se comercializa.
Este nuevo título revela a Sergio García Zamora con dominio del verso rimado. Décima y sonetos con que logra, pese al rigor de la métrica, un desbordante y rico lenguaje de marcada sencillez junto a impactantes y agradecidas imágenes a través de las que testimonia actos muy sencillos, naturales, rutinarios y hasta pueriles, que su poesía hace trascender y engrandecer desde la íntima experiencia que los provoca.
Repensar en la misión y la relación del Hombre en su complejo contexto en términos de poesía argumentada desde la pasión y el dominio de las técnicas escriturales, ha sido una máxima para este poeta, una constante que repite desde su primer libro hasta este, su último poemario.
Oficios como el afilador de tijeras, el poeta, el pintor, el maestro, el labriego, el aprendiz de alfarero, la bordadora, la lavandera, muestran más que experiencias propias de los saberes con que un hombre, sea cual sea su oficio, se inserta en la vida común, revelando complejas e interesantes vivencias.
Una poesía culta que asimila los símbolos ya reconocibles en su obra anterior escrita en verso libre, sin violar los canones establecido para este tipo de escritura que tiene en la Isla exponentes muy altos.
Como en sus anteriores libros Sergio dialoga con el Universo. Preguntas y respuestas provocan un discurso en que lo social y lo político, la hermeticidad propia de la poesía, la asimilación de la cultura universal y el discurso desde las sencillez y complejidad de la poesía conversacionalista, el erotismo y la filosofía se desplazan con inquietante armonía por un cuerpo bien estructurado y meticulosamente compuesto por quien sabe todo cuanto se precisa para conmover y comunicar, complacer e inquietar.
El poema "A la Virgen de La Caridad", junta con logrado ecumenismo un símbolo religioso que sirve tanto a los valores cristianos como a los establecidos por otras religiones populares para devolvernos una Patrona de la Nación cercana y real, sin tener en cuenta códigos usualmente establecidos en la poesía de tema religioso. Esto también se puede constatar en otros textos en que incluso irreverentemente el poeta conversa con un Dios cercano que humaniza, con el que es posible del tú al tú diversos cuestionamientos que van más allá de las dudas de fe. (Dios, no me des por castigo/ tu desamparo abisal,/ y déjame entrar triunfal/ al paraíso contigo. El perdido, Pág. 42)
Justo ese desprejuicio que puede notarse en todo el poemario, su autor puede rendir tributo lo mismo a una virgen que a Don Miguel de Unamuno, juntar a Dante y a Caín, perpetuar con sus versos esos discretos encantos con que el hombre común afronta su cotidiano.
Desconociendo jerarquías y como si fuese la historia de un Hombre en el que en sí mismo se juntan diabluras y santidades, este poemario parecería revelar observaciones muy puntuales sobre el actuar ante diferentes y variadas circunstancias, según los espacios en que se les coloque y según de donde el ojo cuestionador del poeta los observe.
Este joven y vital poeta, residente en una región en que han coincidido conocidos escritores de diversas generaciones, con una obra que comenzó su despliegue a una edad poco usual de poder mostrar la calidad que ya se avizoraba con nitidez en su primer libro publicado Autorretrato con abejas, ya ha ganado un sitio en que merece toda la atención y promoción.
Lo ha ganado con una obra en ascenso, con la adquisición de un discurso que ya le distingue y reconoce, un discurso cuidado y en el que es obvia su laboriosidad y seriedad para entregarnos una poesía de un rigor técnico y meditativo que aporta a ese coro de voces afinadas existentes en el país.
Conspira contra él que sus tres títulos publicados han sido en editoriales de provincia y es obvio cuánto limita esto al reconocimiento de un autor, sobre todo por las breves tiradas y la poca e improvisada promoción que suelen tener, en su gran mayoría, los libros salidos de estos sellos editoriales.
Seguro estoy que cuantos se acerquen a este nuevo título disfrutarán de esas variadas versiones de un mismo sentimiento o duda que aparecen en El afilador de tijeras, como confirmación de que todo cuanto se versa en este libro de Sergio García Zamora está sometido a la piedra de afilar el tiempo, para que recibamos de estas palabras el perfil de un hacha.
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Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) Poeta. graduado de Filología, por la Facultad de Letras de la Universidad Central de Las Villas. Miembro de la AHS. Premios y reconocimientos• Premio del encuentro debate Nacional de Niños escritores• Premio especial de la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Habana. Premio de Calendario de Poesía 2010


Sergio García Zamora Año de publicación: 2003 Colección: Ábrego Editorial: Sed de Belleza Género literario: Poesía
Reseña: El poeta regresa al diálogo del Hombre con Dios, revestimiento literario del monólogo de un ser humano particular cuando se enfrenta a su destino. Pero lo deslumbrante de su autorretrato está en que quien pregunta con candidez de adolescente, se responde a sí mismo como dueño y señor de largos siglos de sabiduría. (Yamil Díaz Gómez)


foto tomada de Verbiclara blog
Miguel Barnet entrega el Premio Calendario 2010 de la AHS, a Sergio Gracía Zamora, poeta Villaclareño.

martes, 2 de noviembre de 2010

Fragmento de El hombre del vitral


La soledad del creador (III)

–No es posible, Sandra, ni hipotéticamente hablando es posible. Son leyes que no puedes cambiar, leyes de la estructura química de los materiales, leyes físicas de refracción y óptica.
–Sí, quizás, pero déjame intentarlo.
–Hazlo, pero será una pérdida de tiempo. Nunca he conocido a nadie más obstinado. ¿Crees que eres Dios?
–Quiero que sea poesía, que los tonos de azul tengan una luminosidad especial. Quiero tamizar la luz, llenar un espacio visual que además deje claro que ahí antes estaba el vacío, la nada, y que ahora se ha convertido en un sitio lleno de sugerencias. Quiero que provoque la reflexión, que cree un ambiente de recogimiento, pero también de esperanza. Que llegue al corazón con alegría, que deje huellas, que haga sentir que lo malo fluye y se va, que lo bueno fluye y viene, y vuelve a fluir siempre, porque lo trae la luz que pasa a través de ese azul. Que donde estaba la nada, ahora está algo que, aunque sigue siendo finito, no se conforma.
–¿No le pides mucho a un simple vitral? Eso no es posible. La poesía no es más que un concepto
abstracto. Es ficción y esto que intentamos hacer es ciencia. No es tan flexible, Sandra. Si quieres un vitral, haz de adaptarte a las circunstancias químicas y físicas de los materiales que elijas y, si se puede decir de algún modo, tienes que tener en cuenta lo que te han enseñado en la universidad.
–No me voy a conformar. Lo quiero todo para ese vitral. Al menos lo que soy capaz de dar. Además, creo que la poesía sirve para todo, la poesía fue antes que todo, todo salió de la poesía.
–Tú sabes que no es así. ¿Vas a decir que la poesía es anterior a las leyes? Las leyes estaban aquí
desde el principio: las leyes de la naturaleza, las leyes físicas, las leyes del orden del mundo, en general.
–Antes de que el mundo tuviera orden o leyes o lo que quieras, estaba el caos, y en el caos ya estaba la poesía, contenida en ese desorden absoluto y demencial. En ese contrasentido, en esa monstruosidad, había un estado de cosas que mostraba la existencia de la poesía. Era poesía.
La poesía es así a veces: lo confuso que se hace posible, que no responde a ninguna ley ni a ningún orden, además de a lo que se mete dentro de uno en forma de sensaciones, de raras maneras de ver las cosas. La poesía hace que las cosas se vean diferentes, sean diferentes. Eso quiero para mi vitral, eso quiero para los que lo miren. Eso he estado soñando desde el principio de este proyecto y porque ya sea muy bueno, no me voy a rendir, Álex. Quiero que esté vivo, que diga cosas, que trasmita; que tenga la perspectiva, el color y la profundidad suficientes para cambiar el ánimo de quien le mire.
–Haré lo que me digas, pero no me puedo hacer responsable de lo que no comprendo. Deberías
entender que las otras personas que trabajamos en esto desearíamos que fuera perfecto, lo que tú sueñas, pero eso es muy difícil, imposible, sin exagerar.
–Te entiendo, gracias. ¿Sabes?, a veces he soñado que construyo un espacio como un vitral, pero de papel china, como esas habitaciones que salen en las películas, como las lámparas. Serían paredes tras las que se movería una marioneta. En la medida en que se traslade la luz, la silueta se hará difusa, alargada, deforme. Producirá, en el plano de las emociones, todo lo contrario que este vitral. Allí, cuando cambien las circunstancias, y el entendimiento y las buenas intenciones se vayan, empiecen a dejarle, el hombre reconocerá su lado monstruoso y se convertirá en oscuridad. Entonces, será necesaria alguna luz adentro y no lograríamos más que ver sus monstruos. Pero sé que no quiero hacer eso, sino este vitral.
–Creo que mejor debiste dedicarte a la poesía. A algunos arquitectos se les da muy bien. Pero
eso que me dices de tus vitrales es onírico, catártico, demasiado para encontrarle lugar dentro del pensamiento científico.
–Quizás… No lo entiendes.
–No, es definitivo. No lo entiendo, y lo peor es que creo que tú tampoco lo entiendes.
–¿Eso te parece? ¿Quieres dejar el proyecto?
–No. Si quisiera lo haría; pero siempre, aunque no lo entienda, logras convencerme de que quizás todo ese absurdo, para mí angustiosamente incomprensible, puede ser. Eso significa que creo que puedes conseguirlo, aunque yo no sepa cómo, y me asuste y necesite algo concreto a qué aferrarme. No puedo ayudarte en eso. Me rebasa.
–Piénsalo, ya no sé cómo explicarlo. No quiero cambiar nada. Es una especie de secuencia, fotogramas consecutivos sobre los que la luz hace el trabajo de mostrar, dependiendo de la intensidad, de la forma en la que vamos distribuyendo los espejos y los magnetos, la figura de un hombre que se levanta o se encorva hasta quedar sobre una de sus rodillas, totalmente caído, derrumbado. La cabeza sobre la rodilla que no está en el suelo. Sin altivez, mudo. Serían láminas diferentes en esas ocho vidrieras, que contendrán las imágenes previamente trabajadas, grabadas. Sé que no pretende ser un vitral corriente, una ventana de pedacitos de vidrio, sino láminas que cuando les atraviese la luz crearán esa ilusión de movimiento, y uno de esos días nublados, nuestro hombre del vitral será un hombre de rodillastodo el día. Pero si de pronto el día se despeja y la luz se hace un poco de espacio… ¿Lo imaginas? El hombre se empezará a levantar hasta donde la luz lo permita… Es también una metáfora. Es poesía, y es lo que quiero.
–¡Ah!, tú y la poesía. Si me esfuerzo, hasta lo imagino como dices, pero la ciencia es otra cosa, Sandra. La poesía está bien, pero la ciencia tiene límites.
–¿Quién lo dice? Si el científico se pone límites, cómo podría ver lo que no ven los hombres que no lo son. El científico, además, ve la ciencia como otro modo de hacer poesía, aunque no lo sepa incluso. ¿No ha sido poético lo que algunos científicos hacen para probar sus hipótesis? Y sus hipótesis son como mis sueños: la mayor parte de las veces, imposibles.
–Sabes que voy a estar a tu lado, aunque no te entienda y crea que estás equivocada. No te dejaré sola.
–Hablando de poesía y de soledad, hay un poema.
Habla de un mendigo: «Y nadie, nadie puede hacerle la caridad que mudamente pide, / ni hoy ni mañana ni nunca / porque al hombre le es fácil compartir sus monedas, / pero a ninguno le es dado pelear contra la soledad de un semejante…» El poeta que lo escribió se llamaba Gastón Vaquero. Quizás sea cierto que nadie puede pelear contra esa soledad del semejante.
–Incluso, hay algo peor aún: si no nos es dado pelear contra la soledad de un semejante, imagina
cuánto menos lo será pelear contra la soledad de alguien que no lo sea… y a quien no se quiere
dejar solo.

********************fin del fragmento***************

El hombre del vitral. Colección Aguere Narrativa

Sandra es una joven y talentosa arquitecta que está inmersa en la construcción de un impresionante vitral, ocho vidrieras donde la emblemática figura de un hombre que debería ser perfecto acabará pareciéndose de forma asombrosa a lo que tenemos por un individuo común. Desde niña había perseguido los colores de un vitral de sueños, poesía, dudas, donde se mostrarían la grandeza y la pequeñez del ser humano. Defender su creación del conformismo y la mediocridad le llevará a reafirmar sus ideas de la ética, la amistad y del verdadero valor de las cosas.
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Datos de la autora:


Sonia Díaz CorralesNació en Cabaiguán, Cuba, en 1964 y reside en Santa Cruz de Tenerife. Es poeta y narradora. Ha publicado los libros de poesía Diario del Grumete, (1996 y 1997) y Minotauro (1997). Sus poemas aparecen en las antologías Retrato de grupo (1989), Poesía infiel. Antología de jóvenes poetas cubanas (1989), Poetas del Seminario (1992), Un grupo avanza silencioso (1990), Mujer adentro (2000), Poesía cubana de los años 80 (1993), Poesía espirituana (1994), Anuario de poesía (1994), Mis barcos nuevamente (1996), Antología de décimas Canarias-Cuba (2000), Todo el amor en décimas (2000), y Puntos cardinales. Puente colgante. Antología de poetisas cabaiguanenses (2000). Ha obtenido los premios de poesía América Bobia 1982, Matanzas; Bustarviejo 1993, Madrid; y el Abel Santamaría 1997, de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara; así como menciones Caimán Barbudo, David de la UNEAC y 13 de Marzo de Universidad de La Habana. Su libro Los días del olvido, fue finalista del Premio de Poesía Viaje del Parnaso 2008.
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miércoles, 27 de octubre de 2010

María de mi corazón: lo que su arte expresa



No es preciso hablar de un ángel ni que ella debe llevar un nombre tan celestial. No bastaron las horas que pasé día a día de visita en su casa, junto al patio donde unos pequeños canteros con flores, helechos, y hasta el mini-platanal de Bartolo, y unas matas de fruta bomba, eran parte del tesoro de unas manos de prodigio, inigualables. Es imposible olvidar ese rostro de una mujer expresiva, que toda su vida ha luchado como si ella fuera la cabeza de la familia y sus ideas brillaran en el arte de sobrevivir el día a día, mucho más que aquellos aretes que le faltaran a la luna. Una mujer "innombrable", porque aun cuando es sencilla, honesta, fácil para ganarse el corazón de sus amigos, es también impredecible, ante la necesidad no se acobarda, y por amor al arte, su arte, siempre la califico como maga.
Hablo de María López, quien fuera esposa por muchos años de René Batista hasta su reciente muerte, quien siempre tuvo una crítica que me honrara o un consejo a tiempo, y su apoyo incondicional hasta el presente, además de esa forma en la que puedo mirar a su corazón a pesar de la distancia. Pero es el trabajo de una artista que sabe dibujar, letras que representan esos animales visibles del corazón, tipo alforjas de historias, donde comienza y termina una anécdota importante. Es de esa parte que no pertenece a algún olvido, que hoy les cuento. Ella es también, un hecho que hace rato trasciende desde su natal Camajuaní, el reconocimiento como la experta, no solo para trabajos manuales de decorado para carrozas de su barrio Santa Teresa, Chivos, también para trabajos de escuela de niños y adolescentes que la buscan. Resulta que esta artista no trabaja solo con los pomos plásticos, para llamarles con nombres como los juegos de mi niñez, ni Perla Fina, ni Mariposa, son nombres diferentes, los de flores, fondos marinos, figuras que decora con gusto, que le da vida, porque ella primero imagina y se inspira, luego recorta, pega, usa sus pinceles, su brillo, la goma. Al final, quien no ha visto el proceso, no puede creer que sus manos, como las de un panal, o la de un hormiguero, fueron juntando pieza a pieza sus ideas, por tramos o por momentos que ella busca de su tiempo libre. Cartón o papel, satín, cintas: todo puede servir cuando María se propone encontrar la forma de complacer con el pedido, o cuando ella ha creído, que a las personas les gustaría poner mariposas con sus alas extendidas, con todos sus colores, de adornos en la pared.
Hay un trabajo familiar con el algodón, que le sirvió de antecedente para convertir, digamos, esos hilos de la historia personal, en obras de arte, como ella misma confiesa: "trabajaban con el algodón, hacían hilos, maravillas de colores". La he visto trabajar en diferentes horarios, temprano, al mediodía o muy tarde en la noche, rodeada de sus brillos, sus plumones, los pinceles, la tijera, como la foto de una mujer que sabe armar el mundo que la rodea, que disfruta cada invento, que luego de disciplinarse en el hallazgo de repasar los detalles, de enmendar errores de oficio, gana con su experiencia de más de treinta años de decoradora, en movimientos de águila y en una concentración sobre lo que hace, que nada de lo cotidiano logra contrariar su cometido. Algunas veces estuve horas mirando su trabajo, por el placer que produce ver que de la nada, o de un cartón, un pomo, un algo artificial, y otras cosas que no son ni bromas ni el colmo del invento, sino obra del talento de esta mujer que capta, como lo hacen los pintores primitivistas, rostros, formas de los cuerpos al natural. Ella convierte con sus manos pepinos en flores diversas, pétalos que parecen llenos de polen; puede construir también una floresta, incluso, sin que le cueste demasiado darle la sensualidad y el toque de la belleza de lo que es natural, porque ha dejado de ser artificial si sabe mirarse en su contexto. A veces, cuando lo recuerdo y por increíble que parezca, aún cuando los materiales con los que trabaja sean -para definirlos- inanimados. Ella provoca ese asombro de que se ofrezcan, como si la vida fuera quitarle más a lo feo, con el amor de unas manos hechas para que las cosas cambien de su color muerto, y pase a esos tonos vivos, oxigeno por donde respiran también su destreza en este oficio. Siempre reconoce como mujer sencilla, la oportunidad que comenzó en su barrio de parrandas, Los Chivos, por la confianza de Roberto Prieto en su talento. Y como María dice: "por los años que este hombre cosechó de triunfos para el Santa Teresa"; no tiene pena de confesar, además, los errores que cometió al inicio de esta profesión, cuando por persistencia fue que consiguió darle la forma de flor a un pomo plástico, incluso, cuando la critican o se autocrítica, porque su humildad no es una cuestión de ceguera, es realista y con los años, sabe que cada nuevo trabajo, con el material que consiga (y que muchas veces no es el más apropiado o el más fácil para trabajarlo) debe perfeccionarse. Porque también me ha lo dicho, nunca se confía solo en su talento o destreza, siempre aprende, escucha, vuelve una y otra vez a revisar su trabajo y cuando siente que dio el máximo dentro del concepto de calidad y terminado que se ha propuesto, entonces siente como un alivio: "Deber cumplido".
Si quisiera comparar a María con uno de los tantos jarrones que ha decorado, o con espigas, con cipreses, mirlos, con jardines colgantes, diría que es ese brillo, ese brillito imprescindible para su trabajo como siempre le hemos reconocido; y repito, es el brillo de lo que resplandece ante los ojos, de nacer con un corazón transparente como un espejo, que parece destinado a organizar en su cerebro esa biblioteca pensante de lo popular: el nunca simple decorado, de diversas cosas que aun cuando lleven sacrificio, quemaduras, dolores de artritis y muchas pequeñas tragedias que acompañan este trabajo; y para ser justos, la falta de materiales, el cansancio, la emoción a veces por el triunfo, y a veces por la presión del tiempo para la entrega. Lo que no sale bien y hay que repetirlo, y los desafíos, las lágrimas, toda esa mezcla de lo que compone su vida de artista, es una comparación que vendría a tono, porque María ha logrado como nadie ser auténtica y coherente con la persona que proyecta; y porque nadie en mi pueblo, dejará de voltear a ver uno de sus trabajos, nadie o al menos la mayoría, puede dejar de reconocer el talento de sus manos; trabajos hechos por una persona que toca, sin duda, lo que el corazón le inspira, y lo devuelve a la vida como un nacimiento para admirar todo lo que su arte expresa.


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Dibujos de Maria López. Foto de la artista, cortesía de Alejandro Batista.

Juan Carlos Recio
NY, octubre 17 de 2010.
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miércoles, 20 de octubre de 2010

DESDE ABAJO

Porque siempre he sido de los de abajo:
los que están colgados en busca de si mísmos
polvo y huella que nadie ve y todos pisan
con esa indiferencia
de quienes visitan una ruina
que solo produce un estado de melancolía.
Como esas patrias cerradas en su llanto;
desde abajo siempre he visto
que cada palabra escrita abajo queda
así como los años se amontonan
con la expresión devastadora de su días
y el cúmulo de padecer lo innecesario.

Antes de partir ya era exilio
y ahora desde esta lejanía
desde abajo contemplo a los de abajo
vuelven y salen, todos se amontonan
y todos esperan una señal para ser vistos
como si cada uno llevara una isla
dispersa en los puntos invisibles
que ningún corazón soportaría.


Es abajo donde suelo vivir
en la angustia de ser mi propia fiesta
es acá donde las escaleras al cielo
son esos diamantes que Lucy
perdió con cada tempestad que se arrimaba a sus costas.

He sido como "la casada infiel"
el amante de todas las soledades
y sin frío en las venas
tiemblo a veces en el estupor
de no merecer otro polvo
que no sea la paciencia de tanto olvido;
(a mis amigos también les pasa),
si algún perdón hemos visto
se debe a esos recuerdos
donde sentados en una mesa de campo
la familia oraba su pedazo de ración
y luego se iba a merodear en los contornos
donde el desamparo se oculta
como los caballos hermosos en los establos de carrera.

Todo lo primitivo que soy
y la leña que rajé
para avivar el tiempo del fuego
no ha sido otro vacío más hondo
que padecer con humildad
esas hendijas por donde entró
algunas de las claridades que me dieron vida.
Han pasado los inviernos más crueles
y los veranos donde sambullir mi cabeza
y pasarán otros forasteros por el camino principal
quizás si alguno se pierde
encuentre al fondo dibujado
un claro del monte
el cuerpo que es mi casa
debajo de una sombra que solo produce oscuridad.
No ostento otro delirio
ni un imperio más hermoso
que pertenecerme a mi mísmo
como un héroe anónimo a sus batallas.
Juro que me he vestido de gala
y he brindado por todos los que se odian
y por aquellos que juegan a ser sus enemigos
y por los que desde el fondo del mar
regresan como los delfines
a sopesar la nobleza que aún hoy nos falta.

Si aprendieran a escuchar el silencio de los de abajo
y el peso que sostienen con la mudez de las horas que pasan
nada sería una lejana provincia
ni una finca que exibe un hierbazal enorme
que traga los horizontes posibles
y el mundo de las personas
que viven lejos
donde el mar no regresa por las noches
y la tierra es ocura
como la raíz de un almendro
que ha enfermado
porque los pájaros ya no anidan en sus ramas.

Hay que mirar abajo
y ver como viven sus lamentos
cuál música aunque apagada los convoca
a seguir detrás de las curvas
como Cristo en su cruz ante el misterio;
sin que el miedo haga rechazo
y al mirar en aquellas esquinas
por fin sus formas se aclaren
y donde dispersos como huellas sin polvo
algunos que nacen nunca son alumbrados.
Juan Carlos Recio
NY/ Octubre 20 del 2010