jueves, 14 de noviembre de 2013

Dimensión y alcance. Tres poemas de Joaquín Badajoz.






   Todo horizonte mas allá de las manos, no significa que es invisible ante los ojos, o desapercibido como punto de una lejanía geográfica que limite un alcance. Al menos en la poesía de Joaquín  Badajoz, es un horizonte donde reencontrar no solo atribuciones específicas y muy originales del poeta, se invierte aquello de retroalimentación y búsqueda, el hombre, el poeta, vive como es sobre su mundo circular, lo acomoda en esas zonas del alma donde el ente devuelve no tanto el trasiego o la conquista, es como diría, quien descubre tesoros en poeta inédito, un fino lirismo que versa y juega, sin pretensiones a filosofar con un discurso educativo, lo hace en esa mezcla de metáfora y canto,  y  se atreve como hace el viviente que no puede contenerse, regresa de vivir plenamente en la conciencia que no necesita ser pura, aquella que no se produce por vanidad o enojo. Tal es así, que su poesía   se expande, algo que Walt Whitman padeció desde el carácter hasta convertirlo en su universo poético. Y Badajoz, si lo vemos desde el mismo resultado, viene de la influencia de caracterizar, su hecho poético, validando no tanto la forma de decir, ni de redimensionar el contenido, es en esencia, la naturaleza del viaje que propone como pretexto para mostrar esos horizontes ya conquistados.  

  
 
 
 
   Pero el indidividuo que sabe ser lector de lo que escribe, como talento y como base de su propuesta, viene, ( lo logra con muy buen acierto Badajoz) viene de ese estatus del regreso de quien ha tenido el lujo de partir y volver y volver a partir, no para que juzguemos de su aprendizaje, mejor para que sus cicatrices puedan verse en la diversidad de formas donde su poética, lejos de cualquier misterio o cálculo, se sostiene en predecir muchas de las preguntas y respuestas que asume, a conocimiento, y por inspiracion, con una originalidad que calca -también por acierto-   de la transparencia de una belleza fisica, dada de la belleza del sentimiento, algo que necesita luz y que no puede ocultarse. Creo, además, raro en estos dias encontrar tal coherencia, porque a lo sumo, muchos que dicen miran desde el corazón, a veces llegan a ofrecer unos versos tejidos sin el goce y el encanto propio de quienes por contradiccion padecen el verso como padecen sus vidas. Siempre o casi siempre, como bordes de un espejo, sin que por ello reflejen el cómo mirarse. Y por añadidura, se ocupan de una voz generacional que no los distingue alejándose del resto.
 
 
 

   A enderezar esa contradiccion de mirada que sabe ser profunda y de transparencia, llega el poeta Badajoz, y no creo viene con un escudo, ni a tono de descarga o metralla, mucho menos a decantar vicisitudes, ni tampoco por ser el héroe que agoniza,  cuando cuece sus versos con la organicidad del hombre ilustre que si ha de padecer, no es a falta de instalarse con conocimiento sobre la palabra, es tambien la constancia de ver pasar un día y otro, mortal y simple, capacitado para que esa costumbre lleve la suficiente dosis de levedad, algo asi como vivir despierto y asumirlo.

  Este regalo que ahora comparto en Sentado en el aire, es el aviso, de que toda atemporalidad lleva, mejor que el juicio común de las buenas lecturas, el soporte donde hace que pensemos en ser las actuantes del disfrute de la cosecha de un poeta, que ya tiene, -lo repito-,  la dimensión de ese horizonte, más allá de sus manos.

                                                                                                                 Juan Carlos Recio.
 NYC- 11-14-2013

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                                    Del libro: Passar Páxaros











En el sueño de Rrose Sélavy...



…hay un enano salido de un pozo


que viene a comer su pan en la noche.


Robert Desnos

 

Estos criaderos de cuervos,

se apergaminan Apolonio tras los huesos,

son cuchilladas, agazapadas sombras,

saltos montaraces que encallan en lo blando.

Un tórax, la pupila,

echarse a descansar violentamente sobre el lodo,

la soledad su depravado asombro.

Estos saltos Apolonio del estómago,

desovillan los años vuelven trémulos

a sus ejércitos de hormigas,

sus canales cerrados a cuajarones bajo el labio,

donde los seres resguardan sus marcas impolutas.

 

Navegaste Apolonio los mares de piedra,

las oleadas angostas de la tierra arada,

implosionando vientos con tus pulmones raquíticos,

donde el humo asentó su nacarada escoria

y el junípero y las colitas deformes en sus canteros

impulsan la aguja suspendida en la bitácora

con sus ventiscas de arena murmurante.

En estos años decrépitos que el agón no bifurca,

arrastrados por el peso de los cuerpos,

caemos en la muerte súbita, sus círculos concéntricos.

Sobre los árboles se desvirgan los pájaros,

y es la desfloración un goce perenne y estrujado

que se olvida con el hastío.

Apolonio tiende su red,

su escritura de sombras y peces refractarios,

cuentas del sonajero de ónix cosidas

por las puntas del salitre.

En el sueño de Rrose Sélavy

hay un enano podrido que revienta los odres,

sajando las vejigas con un cuchillo endeble

que se vuelve de hueso con los golpes de gaitas.

Salido de un pozo,

en cuclillas frenéticas

de puro goce crece.

En el sueño de Rrose Sélavy

viene a comer su pan de por las noches,

hurgando con un gran dedo,

embistiendo con su proa cuerpo adentro

hasta humedecer las sábanas.

Es la pesadilla apolonio de las mujeres solas,

que en las noches son asediadas por las sombras,

y sienten sobre el pubis doce muchachas vírgenes

que saltan macerando los frutos del almendro,

y sienten que amamantan criaturas voraces

y que la leche y la miel alambicadas

destilan su escozor, su ráfaga de frialdad.

 

Estos criaderos de cuervos

son restos de lo que la marea,

al destapar su sello,

regresa a los comederos periféricos

mientras aramos sobre el mar.




El trópico visto desde el amanecer


En estas largas tardes estivales

Maurinne, Goulard, Arthur,

el próximo modisto,

apre(he)ndieron el arte de componer

versos fabrilmente

yingyangeando sobre la cuerda floja,

yingyangeando hasta caer de bruces,

la pasta alada estucando los brazos.

Nadie que haya mirado al sol de frente,

ha podido evitar

que cueza las habas la máscara el antifaz de golpe,

abrasivo rayando el pómulo,

la obscuridad sucesiva, la muerte.

Y es que el trópico seca y ciega tenazmente.

Un poeta, una muchacha sentada

mirando hacia el ocaso de lo que fue su vida,

verá al asomo las mieses coaguladas,

abulia de las tardes en las que maceró la almendra

con su cuerpo el cascanueces de entraña abigarrada.

(Cuando en la feria un anciano de barbas de floresta

gritaba por el altavoz: Venid hijos míos,

sentémonos a la sombra del tinglado de sangre,

el amamantará como la cabra, la loba, la ubre capitolina,

la leche enjundiosa que conquisté en otras guerras.

En la paz me lavaré las manos para oficiar en los altares

y seré benevolente como una ramera)

Nihil Ostant: desde (Cuando... hasta ramera)

censurado por el censor yo mismo.

La mascarada arrollando el trastrueque,

el advenedizo que posa y se agazapa,

la nueva antigua fauna en el retablo vuelve

se contrae y emerge contrahecha,

marcando los golpes de parada en la llama.

La urna. Bajorrelieves donde se esconde

un cuerpo para ser observado,

agita el embolo que dispara el fuselaje

y echa a andar, a fin de cuentas,

el verso nunca fue original

y la primera flauta

se hizo de una rama robada.





El Graznido. El Gran Nido.


Seremos nosotros, los animales moldeados a la intemperie,

cuando canto a la raíz y estoy cantando al árbol,

salterio de lo que se me escurre entre los labios;

lo que escribí en la casa obscura,

la que se levanta tétrica sobre el acantilado,

donde se rompen las olas y los pájaros.

Pasan premoniciones, rastros que revelan.

Soy el hacedor, el de la brizna en el pico.

Mi nido es heredado, escamoteado, no es mío.

He dejado que los demás hagan de mi un escudo,

sigo paseante bajo los flamboyanes,

las sombras que talaron en días aciagos.

No pienso en lo que fue ni vivo en el presente,

el presente será siempre lo que vamos perdiendo,

un gesto y un gesto es el signo que antecede.

El primer acto del hombre fue nombrar,

luego destruir lo nombrado.

Por eso la palabra fue siempre un encierro,

una construcción para echar a rodar las tauromaquias

con sus caminos pielagosos y los convidados de piedra.

La palabra creó mundos que habrían de venir,

roturando estos mundos, partiendo, resanando,

dejó de ser espíritu convirtiéndose en ritual,

para incinerar los caballos agrestes,

las tierras meridianas, los mares,

las heladas regiones donde las bestias lívidas

esconden bajo sus ojos el verano;

creó trampas y encierros y súbditos.

Sigo andando por estas calles.

Cuando entré deslumbrado a la vagina serpentaria,

herido de hormigón y vidrio todo estaba.

Mis manos no han parido ni una mueca

algo que en el gran nido muestre que he pasado.

Estoy puede ser otro tatuaje,

un canto del hacedor a las moliendas;

estoy es la razón de no haber sido

mas que algo impersonal e imaginario.
 
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Joaquín Badajoz. Miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), de la American Comparative Literature Association (ACLA) y de la American Association of Teachers of Spanish and Portuguese (AATSP). Miembro de los consejos editoriales de Glosas (ANLE), RANLE (Revista de la ANLE) y OtroLunes (Madrid/Berlín). Ha publicado ensayos, reseñas, crítica de arte, poesía y narrativa en revistas y antologías de EE.UU., España, Francia, México, Panamá, Polonia y Cuba. Coautor de Enciclopedia del Español en Estados Unidos (2008), Hablando bien se entiende la gente (2010) y Diccionario de Americanismos (2010). Es columnista de El Nuevo Herald (EE.UU.), editor de portada y noticias de Yahoo y director editorial de Editorial Hypermedia (Madrid).
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Para leer sobre el autor pulse:

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http://inworkprogress.wordpress.com/2010/12/16/joaquin-badajoz/

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________________________Fin_______________________

sábado, 2 de noviembre de 2013

La ruta del pájaro sobre mi cabeza.



fragmentos del prólogo por Odette Alonso.


A vuelo de pajaros, estos versos.


La ubicación geográfica y todas las implicaciones, que pudieran parecer secundarias o relativas con respecto al acto de la creación, cobran significado especial porque este poemario, como la ruta que anuncia su título, es la bitácora de un retorno sobre sí misma.<< Es un viaje que cae sobre mis manos desde el viento. Es la historia en verso de cuándo empecé a soñar>>.

El trayecto en cuestión tiene cinco estaciones, correspondientes a cada una de las divisiones del cuaderno. La primera parada,<<El viajero y su péndulo>>, habla de los orígenes, del paraíso abandonado, de las sencias: la tierra, la familia, la sangre como una cruz.
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  En la segunda sección, tres golpes da la muerte sobre la puerta invisible de la madrugada. Trae un nombre escrito en la piel. Es el silencio quien le franquea el paso.
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  La tercera estación, <<Sobre la dualidad y su leve fuego>>, centra la mirada en el amor. ahí están la pareja, el balance, la correspondencia. Y también la desnudez, el éxtasis, la savia, la flor, la noche y sus secretos.

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  En <<Lo que sé de las sombras>>, cuarta jornada del itinerario, encontramos la interpretación poética de lo ignoto, lo oculto, lo hermético y ese juego de equilibrios que suelen establecer vida y muerte en su complementaria forma de manifestarse.
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  En la sección final, <<El tiempo es un joven que habita>>, se cierra el círculo trazado por el vuelo del pájaro: lo irrenunciable se ha perdido definitivamente con el paso inexorable del tiempo.
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  Una serie de versos marcados en cursiva recorren el conjunto. <<Es la ruta del pájaro>>, me ha dicho la poeta. Así, lo primero que hallamos es una guerra declarada. Y después, cargas, culpas, demonios, senderos que no llevan a parte alguna, secretos perdidos en la oscuridad del tiempo.
 
  La mención de figuras paradigmáticas como Bécquer, Darío, Lorca, Whitman, Poe, Vallejo, Eliot, Pound, Sylvia Plath y también Gioconda Belli o Carlos Pintado, hablan de las lecturas y adscripciones poéticas de Yosie Crespo. Con ese aliento, entre lo humano y lo divino, la poeta explora su trayectoria vital. La memoria, en forma de pájaro al vuelo, hace trazos arriesgados, redescubre lo vivido.
 
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Epílogo de nadie

 
Me trago una bala

como quien puede esconder

con su rabia

el mundo que muere.

 

No culpo a nadie.

 

La ciudad es una hora fatal

que devora mi alma.

 

Se acuesta en mis brazos

Cierra la puerta y se va.

 

Ahora yo no sé de otros sufrimientos

ahora el cíclope se ha vuelto pájaro.

 

Veo la noche que cae

y como un peine misterioso

burla mi voz y grito.

 

Nadie me escucha

nadie me ve

no soy un verbo.

 

Perdóname o ámame

tú elijes

yo quiero silencio.
 


El primer hombre fue mujer.
 



y Dios me hizo mujer, de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer


Gioconda Belli
Y me tallaron con ternura y calma

en las horas que adormece

el ave con su canto.

 

Fuera de la noche

y la negrura más grave

nacieron así mis largos muslos

mis trenzas largas.

 

Y consigo,

insinuó el reflejo de la tarde

en mi rostro

y en la algarabía del tiempo

enterró sin darse cuenta la duda.


Que nadie sepa las veces que durmió
sobre mí el demonio
cincelando mi nombre penetrado
de siglos.

 

Y Dios intacto sobre su luz amarga

decide dotarme de nuevos labios

para entonces vivir contra las aguas.

 

El primer hombre sostuvo la tierra

con sus manos de mujer

y advirtió una batalla perdida

de antemano.
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En memoria de la rosa
 
Yo nunca vi la rosa.

 

Caminé por senderos

y olvidé que mi destino era libre.

 

Como los nombres estirpados de mi cuerpo,

me rendí a la vida.

 

Yo no hice un pacto con su vientre,

no dejé mi sombrero de alas al borde del silencio

no caí muerto de cansancio

al pie de su belleza.

 

Yo nunca vi la rosa.

 

Crecí desde una piedra

con una antorcha viva

desde adentro,

no prometí portar su nombre

ahogaba así todas las puertas.

 

Ella me dejó escrito

en su canto rodado de pájaros

vagando sobre mi cabeza, el amor.

 

El susurro de su más débil recuerdo

selló con un suspiro toda mi soledad.

 

Ahora soy aquella mujer

que abraza su sangre

como si fuera una cruz.
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Elipsis de un lunar


 
Voy a decirlo todo


Soy una mujer desnuda

mirando con los mismos ojos

que me miran.

 

Emerjo desde el éxtasis

y abandono la noche

para encontrarlo.

 

Ser su lunar

la savia que me envuelve

sujeto de mi cráneo.

 

La flor es un Dios

que atribuye secretos

y no me falta.

 

Hice una casa en su lunar.

 

Como un poema antiguo

cuenta historias que nadie sabe.

 

Delicado animal invisible

conspira contra mí

como el ánima de otro nombre.

 

Voy a decirlo todo.

 

Soy una mujer desnuda

perdiendo la cabeza

entre lo humano y lo divino.


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Profecía

 
Toma mis ojos.

No los dejes entrar.

 

Tómalos desde este golpe de Dios que es real

pero simula

una lejana venganza.

 

Alguien devorará mi furia

para salvarlos de nosotros,

de esta ciudad triste

que es como el sol

y amenaza.

 

Alguien invocará mi nombre

Alguien nacerá sobre mi caos.
 

Toma mis ojos o esta lámpara encendida

que arde por las cosas que tocamos

y no vuelven.

 

Ha sido su nombre grabado

en algún hueco de este verso.

 

Su nombre ha sido siempre

la larga pausa, el otro lado

mi autodefensa.

 

Alguien regresará de tu abrazo

como los hombres que devuelven soledades.

 

Alguien hará de mi ojos

un extraño poema clásico.



Como la mano que obedece cada palabra

seguirá cada mañana el corazón

rompiéndose en pedazos.

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Ahora que vuelves

 
Un pájaro traza un cielo largo

desde la luna blanca

y surges.

 

Te miras en mí

como si fuera tu triteza

o su mismo dolor fermentado de siglos.

 

La llama viene y deja su huella.

 

Mis pasos perdidos se abren como un libro.


Un pájaro traza su corazón,
apenas,
en una palabra y desaparece.


 

Ahora te amo hasta que vuelves

toda la inmensa noche

te amo hasta que vuelves.

 

No respiro tu aliento

para que no se apague con mi furia.

 

No me aferro al espacio

para que resbale tu memoria.

 

Ahora te amo hasta que vuelvas

veinte años más tarde

te amo hasta que vuelvas.

 

Y vuelves.

 

Ahora que somos todo esto,

¿Qué será de la luz si nos acerca?
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_______________Yosie Crespo._________________




         


 


Para leer sobre la poeta pulse:



La ruta del pájaro sobre mi cabeza


 http://yosiecrespo.blogspot.com/

____________FIN________________

 

viernes, 25 de octubre de 2013

HOMBREQUEMIRA.



Gracia y sentimiento en la poesía de Efraín Riverón

                           Fragmento del prólogo por Roberto Manzano.


  Efraín Riverón  es un poeta consumado, a toda hora, y dentro de cualquier espacio. Lo ha probado con una larga trayectoria lírica, de rica expresión, llena de gracia y sentimiento. Sus libros han crecido bajo este aliento de gloria íntima.

  Las formas no poseen secretos para él. Sabedor de que la vocación lírica se resuelve materialmente en formas, por las que hay  que transitar con garbo y decoro, nunca ha dejado de cultivar todos los instrumentos, y con resultados encomiables.

  Pero también ha demostrado tener bien aprendida una lección infaltable, sin la cual de nada valen las formas ya domesticadas: la autenticidad, aunque no aparezca en los manuales de estética, es una categoría básica de toda genuina expresión humana.

 Ser auténtico es el primer triunfo artístico. Ser auténtico es el primer triunfo moral de la comunicación. A través de lo auténtico lo ético y estético se funden, y recuperan la unidad del corazón que canta.

  Todo este saber, y la integridad de este comportamiento, le vienen de cepa ilustre. Desde que abrió los ojos vio alrededor suyo la sencilla grandeza del canto, la explosión llena de gracia de lo legítimo, el fósforo mágico de la poesía popular.

  Y en la incandescencia del lirismo repentino, y en la página profunda de los maestros de la lengua, y en el intercambio vivo con los creadores que le han sido leales compañeros, fue pulsando su hueso trémulo, su flauta interior de emocionado viviente:

  La vida se cumple de hito en hito, yendo de cosecha en cosecha, de pérdida en pérdida, de cristal en cristal, hasta que la copa exhibe al viento su azulado entregarse para siempre. Así, ha crecido la poesía cálida y abundante de Efraín  Riverón, como una clara inflorescencia.

  Ahora, en este libro, se le ha acendrado lo subjetivo. El caudal de tensión maravillada asciende. Desfila agudamente todo lo existido. El poeta ha arribado a la edad del recuento. Retrocede a todo los sitios. Claro está, la infancia es meca de privilegio. En ella revive.

  Hay un crecimiento del nivel asociativo orgánico.   Las vísceras, los huesos, las funciones sirven  de paralelos con los movimientos, las turbaciones, los dolores, las cuentas que saca el espíritu. El cuerpo habla el lenguaje del espíritu. Todo es espíritu. 
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Insinuaciones

 

I


Corral de piedras, la lija
Del tiempo te ha rebajado.
¡Cuántos soles han cuarteado
Tu vértigo de rendija!
Hay cierto temblor a bija
Sobre tu mohosa piel,
Y de cordel a cordel
El aire que te circunda
Con una voz vagabunda
Habla de tu redondel.

 


II

 



Ojo del silencio, dejas
El hito de tus censores,
En el polen de las flores
Y lo ágil de las abejas.
De tus maniáticas rejas
Desencarnas el recodo,
Porque en aparente modo
De verdades y mentiras
Miras, ¿qué miras? Y miras
Viendo, callándolo todo.


III



Charcos con luna, los grillos
Rayan la atmósfera pura.
Se mal huele una apertura
De silenciosos cuchillos.
Se desnutren los pasillos
Por una escasez de pasos,
Y entre momentos escasos
Se apaciguan las estrellas
Y se aburre sin botellas
La apariencia de los vasos.
 


IV


Cuerpo que sube, circula

El tiempo -nativo insumo-,

La madera se hace humo

Y sale al aire y deambula.

La atmósfera que pulula

Es de algodonada piedra,

Y a flor de la luz que medra

En todo lo que evidencio,

son campanas de silencio

Las pisadas de la hiedra.

 
V


Frida de siempre. No hay ala

Sin tu sonrisa en un vuelo

De pinceles ¡Cuánto cielo

Borra tanta sombra mala!

¿A qué recuerdo te iguala

La nieve de tez oscura,

Reencarnándote en la pura

Cristalización del lecho,

Para eternizarte el hecho,

Imagen de la pintura?
 
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Para los que piensan que no eres
 

 
Quién ha dicho que no eres, que ya fuiste,

Que el agua del silencio te empezó,

Que hasta el cero profundo de un "Ya No"

Noviamente callada descendiste.



Quién dice que no cuentas, que partiste

A la sombra sin carne a pura O

Y la nieve en su siempre te invernó

Los sollozos, las quejas. ¿Triste...Triste?



Vaya el ciego apurado en su madera,

El animal sin rostro o lo que fuera

Y códigos y dioses a la nada.



Que arriba azul, para tu luz despierta,

Jamás ceniza en la ceniza muerta,

Corazonea tu risa despejada.

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Antes y después de ser
 

 
Romántico, testarudo,

Vanidoso. Defensor

De Kafka. Restaurador

de las almas en lo crudo

De mis desdichas. Lo mudo

No siempre, tan sólo a ratos.

En las uñas los maltratos

De mis dientes, marcadores

De mi ansiedad. Sin colores

Ya los sueños. Mis retratos.

 

Apagados de repente.

En mis ojos un vacío

De añil. Pedazos de un frío

Desolador en mi frente.

Agua de adiós agrisiente.

Penumbra a gatas. Con paso.

De elefante en el fracaso

De cierto quehacer sin tino.

¡Amén del día y el vino!

¡Amén del vino y del vaso!


¡Amén de tantos amenes

Lloviznados! Cruz de ira

Contra clavos de mentira

Y de introvertidas sienes,

Andén que de otros andenes

Toma el color sin permiso.

Eso sí, nada remiso

Por fuera, nada en lo interno,

Por lo que vivo de infierno

Y busco de paraíso.

 

Por lo que sé y lo que enseño,

Por lo que fui en cada tramo.

Dócil para lo que amo

Y rebelde para el sueño.

Por el día que desgreño,

Y reparo lo que doy

Tal vez yendo a que no voy,

Camino hacia donde debo

Y a sorbos de sol me bebo

Todo lo que he sido y soy.





Guájiros Abela.
 
 

¡Vaya que luz, qué argumento
Contra el escarnio y su mancha!
¡Otro Quijote que ensancha
Sus molinos en el viento!
Viril de pulmón y aliento.
Ciclo de oro desde ayer.
Oración para tejer
Y subir a flor de hilo
Siempre a trasluz, con un filo
Del Inglés: "Ser o no Ser".

Eso es todo. ¿Quién ignora
A Shakespeare? ¿Ay, Quién lo duda?
La noche aparece y muda
Tiembla y cae ante la aurora.
Hay que exprimir hora a hora
El tiempo. De lo demás
(Sin que nada quede atrás),
Que Dios se encargue. ¿Qué hicimos,
Por ser y estar, si es que fuimos
Para no ser nunca más?
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______________________ FIN______________________


lunes, 2 de septiembre de 2013

Adán en el estanque


"El libro se organiza a la manera de las "novelas de formación", en las que el protagonista se desarrolla hasta alcanzar su madurez, pero imaginado el proceso como un viaje de evocación y encuentro, en el cual el final no es más que un nuevo punto de partida. De forma simultánea los viejos mitos rejuvenecen bajo la mirada joven del poeta.





Es esta la aventura que invita a compartir Adán en el estanque con sencillez que recuerda aquella de los antiguos elegistas griegos, al tiempo que el contraste inquietante de imágenes, ambientes y repertorios culturales redimensiona palabras, referencias y sentidos. Mirar atrás para llegar al presente y prefigurar lo incierto del nuevo viaje, o más: la continuidad de la íntima exploración en pos de la anagnórisis."


Elina Miranda
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ALAMEDA DE PAULA




Dobla las manos al vacío

como si fuera el último gesto

que izamos en la tarde nacional

Olvida por un instante el café

siente cómo pasan los muertos

de la patria

por el pasillo colonial

que dejan nuestras palabras

Respira durante unos segundos

sobre el banco que nos enfrenta al mar

la callada destrucción prematura de la isla

el Muelle de Luz con el sombrero

que nos hará invisibles al llegar las sombras

Aspira tu porción de salitre

y palpa la tarde que

como un altar que el empleado apaga

guarda sus ídolos rotos hasta el amanecer



ANTES DEL ÉXODO. PLAGAS


I

A dónde corre el músculo del agua

después que Jehová hirió el río con la vara

y desinfló sus venas

Una puñalada en los estanques

en los depósitos

hasta en los vasos de piedra o viga

El corazón del agua

ahora es verso en el golpe


ola ensangrentada en tus manos


VI

Leña o carbón

hierve la ropa en el patio

ceniza en el agua

ceniza que adelgaza y purifica

las sábanas

mi madre se dobla y revuelve

el viento levanta el polvo encendido

como úlcera en sus ojos

la vara de Aarón vertical hacia el cielo


ceniza en el pecho


IX


Todo habrá de perdonársenos

la torpeza de escribir en la penumbra

el chocar con las palabras

monstruos invisibles

el milagro de palpar la tiniebla

como si fuéramos una familia egipcia

Moisés extendió su mano

hizo de la noche un denso muro

donde inclinarse al prójimo

era hundirse en él

asomarse al abismo

Moisés apagó el rostro de Faraón

y quedó su seno llama negra


alumbrando en el silencio



X

El primogénito que vive tras el molino

ha visto a la familia hebrea

matar un cordero

mojar un hisopo en sangre

poner una señal

sobre el dintel de la puerta

El hijo de la molinera

no ha comprendido el ritual

pero hubiese ofrecido un animal a Jehová

si las plagas sucesivas no hubieran destruido

todo el ganado

Deseaba pintar su puerta con sangre

anunciar también

aunque fuese egipcio

la dádiva lejana y oscura

que lo hacía estremecer

A medianoche

su cuerpo tembló como cordero blanco


ante el ángel de la muerte





Abro los ojos y la noche con exactitud

afila su contornos sobre las esquinas largas y empinadas

de la habitación

sangro en silencio

envaino el preciso metal del dolor

como un juez que rige lo desconocido

que pregunta por otros ignorándose

Cierro los ojos y la noche

como una estatua que sustenta una daga oscura

me impide verte íntegro y amargo

 


 
Mi elección es atroz

la soledad y el destierro

como el ralo y violento golpe de la rama

en el rostro que huye

pavorido


 

 
MOIRA




Pasa la mano por el viento de la noche

que como tosco muro se detiene

y como músculo de ásperos bloques

cenizos grises callados

trae noticias amargas

baldosas de un rojo profundo casi muerte

Palpa el duro corazón de la noche

las varas enconadas contra tu piel

los balcones vengativos y cortantes de la sombra

Hurga en tu abdomen vulnerable

en la pálida masa de tu pecho

y ve cómo el alcohol de unos días

que fueron cándidos y dulces bajo el sol de abril

se han vuelto un dios terrible

fuerza desafiante

contra lo que el dedo acarició

y te vuelve un ser irracional

te empuja a subir espesos montes

donde cortas enloquecido


el cuerpo antes venerado

En la paz de tus ojos está

el éxodo de todo lo que amaste

y el revés de esta bondad

te golpea el rostro con su alto paredón

Vas perdiendo

hasta el silencio

y la palabra

que antes se ofrecía como un don

es hoy bestia huidiza

Todo te abandona

todo lo abandonas

Pero a veces lo que amas

vuelto sombra

cruza los contornos del viento

y como el rostro decapitado en las manos de Ágave

torna a hablar en susurro semejante


a los días en que un dios te cantaba al oído
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Yoandy Cabrera (Pinar del Río, Cuba, 1982) es licenciado en Filología por la Universidad de la Habana (UH) y máster en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ha sido profesor de Letras Clásicas en la UH. Obtuvo el premio Dador de Investigación en 2009. Actualmente es editor y crítico de poesía. Realiza el doctorado en Filología Griega en la UCM.
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Para comprar el libro:



 
http://ebetania.wordpress.com/2013/08/29/adan-en-el-estanque-de-yoandy-cabrera/

domingo, 17 de marzo de 2013

UNA RAZÓN PARA REENCONTRARNOS

BOJEO A LA ISLA INFINITA, UNA RAZÓN PARA REENCONTRARNOS
L
a poesía siempre nos impone un nuevo comienzo, una necesidad de reconstruir espacios, de buscar senderos posibles; quizás esta fue la razón que motivara a Arístides Vega Chapú (Santa Clara, 1962) para asumir la antología Bojeo a la isla infinita que publicara la Editorial Betania.
Con una bella ilustración de Zaida del Río en la cubierta, se configura un texto que nos resulta grato en la lectura y que no desentona en sus propuestas escriturales. El bojeo a la isla…, que bien nos recuerda el que hicieran los españoles en 1500, es aquí una razón para (re)encontrarnos con poetas que no residen en el país. De allí que la madurez de esta selección corrobora cuánto de lo finisecular se afianza en los escritores cubanos que radican fuera y dentro de la Isla. Quizás, en ese intento de llegar a las costas sobreviven paisajes muchos más plenos y hedónicos, donde las distancias son aparentes. Sergio García Zamora, Ihosvany Hernández González, Sonia Díaz Corrales, Juan Carlos Recio, Félix Anesio y el propio Arístides Vega Chapú nos proponen un mapa de interacciones, una necesidad de afianzar desde las raíces la verdadera cosmogonía de estos tiempos: La isla.
Pequeña y breve pudiera ser la selección que nos entrega Betania, pero intensa y plural pudiera ser la bandera de esta pequeña embarcación que nos disemina con su canto. La angustia es un leit motiv que aparece a nivel de subtexto, como si la salvación fuera la ruta deseada y no el final de la travesía. Hay otras razones que se articulan en esta muestra y que denotan depurados estilos.
Sergio García Zamora, nos inquieta con una poética de lo aparente, es como un trazo breve y fugaz que va quedando en cada territorio del poema, pero nos singulariza una voz que no necesita altisonantes para ocupar un espacio. Sus versos se adentran con una mirada casi críptica, en esas pequeñas realidades, donde tal parece navega hasta llegar a puerto.
Ihosvany Hernández González, nos dice: regresas / al punto de partida / después de asumir la nieve y el sahumerio de una ciudad / y a partir de allí nos impone su viaje órfico que nos hace enmudecer, intentando desde su imaginería recordar una y otra vez lo que fue suyo o prefiera recordar. Pretexto este que nos advierte de un escritor que bien se ha tomado en serio el asunto de la creación.
Sonia Díaz Corrales, nos inquieta cuando intenta escribir todo el silencio, en este bojeo donde ella ha preferido recordar al abuelo, o recapitular la noche donde fuera feliz, o el instante en que no lo fuera y se inquieta por un rey, la poética aquí es un divertimento para golpear otras paredes más reales. Grato ha sido leer su poema Respuesta a los mensajes de Spam de Mr. John Patterson, donde la sabía con que se asume lo coetáneo nos afianza un universo muy autentico y casi inexplorado en el tractus de la poesía cubana.
En Juan Carlos Recio, el verso se asume desde una atmósfera del diluvio, que nos recuera la poética de Rimbaud. El poeta es un navegante incontinente, y su creación es su nave, un / otro “barco ebrio”, donde se articula un discurso ante lo desconocido y ante el dolor. El poeta reconoce sus verdades, anda por los trillos más reconocidos y dice: “si voy a reconstruir algo / no puede ser el olvido”. La poesía como un modo de escapar es aquí la necesidad de estas palabras dichas con el aliento del que no puede decir otra cosa; estos poemas de Juan Carlos Recio nos imponen siempre volver a sus poemas, como bitácora de un viaje, alrededor de sí mismo, para anunciar otras cosas que bien sabemos cómo se definirían.
En Félix Anesio, la poesía se sustenta en una filosofía donde los vórtices son necesarios. La muerte pudiera figurar sobre su mano pero no en su corazón. La palabra que asume es un mapa donde los territorios son tan precisos como la felicidad. Su poética, para mí hasta hoy desconocida, nos sumerge en un imaginario lleno de redefiniciones que bien aplaudo por lo versátil del encuentro.
Arístides Vega Chapú, aquí incluye sus poemas, como propuesta noble para seguir el trayecto, en ese bojeo que no es tan lineal como la isla, ni tan periférico por las costas, por muy aparente que nos parezca. Aquí el antologador busca tierra adentro, y también tierra afuera, para devolvernos con intensidad lo que ha descubierto ante sus ojos. En ese empeño debemos agradecer por la muestra que se ofrece a la Editorial Betania, para que en este volumen de alrededor de 90 páginas, el lector pueda seguir reconociendo algo de lo que el Almirante había dibujado como aquella isla, “ la más hermosa que ojos hayas visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se debía de alzar…”
Luis Manuel Pérez Boitel
Poeta cubano
Para hacer pedidos, escriban directamente a la Editorial a Pedro Pablo a: revistaentrelineas@live.com
También el libro esta a la venta al público, a precio promocional en la página web de la editorial, aqui les dejo el enlace, para si quieren hacer alguna promoción:

 
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domingo, 3 de marzo de 2013

Los cabezones de Camajuaní


Los cabezones de Camajuaní: un libro que ni se alquila ni se vende

 
Por: Edelmis Anoceto Vega

 
Cuando en la introducción a Fieras broncas entre Chivos y Sapos René Batista escribió que había podido atrapar la memoria histórica de esas fiestas durante más de un siglo,[1] no estaba dando por concluida su aproximación a este suceso cultural que le era tan caro y que, de hecho, constituyó elemento esencial en su vida y en su obra. Si bien aquel volumen de 2006 es uno de los textos más importantes que se hayan dedicado a esas festividades —el propio René Batista había publicado con anterioridad libros y artículos periodísticos sobre el tema—, existen dos razones para que este autor continuara incursionando en las mismas con la vehemencia y la pasión que lo caracterizaban. Una es la riqueza indiscutible y el caudal de elementos artísticos que se imbrican en las parrandas, los cuales ofrecen mucha tela por donde cortar, gracias a que, con mayor o menor calidad y apego a sus esencias, el evento se sigue celebrando cada año; la otra es la vocación y la voluntad de este investigador, cuya capacidad de trabajo mantuvo hasta los días finales de su existencia. A esto último se debe precisamente que aún hoy podamos seguir disfrutando de libros póstumos como La fiesta del Tocororo o El vuelo de Andrés La Batúa. Este disfrute solo se ve manchado por la imposibilidad de contar con la presencia del autor para compartir con él la satisfacción de ver sus investigaciones plasmadas en blanco y negro.

Esa es exactamente la situación en que me encuentro hoy ante su Los cabezones de Camajuaní. Una tradición canaria, publicado por la Editorial Idea de Tenerife, Islas Canarias, 2012, libro que desarrolla en toda su magnitud el fenómeno que René esbozara en el tercer capítulo del mencionado Fieras broncas… En el presente, como en aquel, se aprecia la intención del autor de respetar la expresión coloquial de los relatores en virtud de la naturalidad y de una comunicación con el lector que apela más a la oralidad que a la literatura. Así visto desde su aspecto formal, el volumen tiene como primera virtud algo ya recurrente y distintivo en la obra de René: la gentileza con que se dirige al lector para exponer más que teorizar. Se trata de una urdimbre articulada en una gracia estilística que se apropia de la especificidad oral como vehículo de expresiones artísticas que hallan referentes en al cultura universal.

De inmediato estamos en presencia del cabezón como figura prácticamente reducida a la invención particular de los habitantes de una localidad, pero que alcanza dimensiones extraterritoriales al encarnar personajes como Liborio, Harold Lloyd, el Tío Sam, Popeye el Marino y Romeo y Julieta, por ejemplo. La historia y la tipología de los cabezones, su especificidad como creación artesanal y en complementación con otras manifestaciones artísticas como la música y la poesía popular son el hilo conductor del volumen, pero durante la lectura no podemos evitar que mediante la palabra viva se nos bosquejen los rostros de los testimoniantes y experimentemos, de alguna manera como coprotagonistas, los sucesos narrados. Así se equilibran magistralmente divertimento y profundidad conceptual, pues en la exposición ingenua se esconde lo verdaderamente enjundioso del mensaje de estos hombres de pueblo, quienes sienten su participación en la parranda no como un acto de repercusión cultural sino como un simple hecho de su más natural cotidianidad pueblerina.

Es la parranda camajuanense un fenómeno de la cultura popular que cuenta entre sus particularidades identitarias al cabezón, de hecho su evolución en el siglo xx está atravesada por la presencia de este elemento bailable, aunque también por el profundo vacío que ha marcado su no aparición en las últimas décadas de esa centuria y hasta nuestros días. Debe considerarse que una expresión de tal espontaneidad como el cabezón de parranda, como cualquier otra, parte de una necesidad y halla su justificación en las interioridades socioculturales que rigen el pulso de la creación popular; los pueblos le abren sus puertas, la acogen y la protegen como algo valioso para su propia existencia, aun sin caer en la cuenta de esa realidad. Propiciar su continuidad sin violentar con fórceps esa acogida es, por lo tanto, una forma directa de proteger las comunidades de agentes externos nocivos como los medios masivos de vulgarización y banalización, siempre al acecho para llenar vacíos espirituales; por otro lado, el soslayarla o minimizarla mediante una filistea devaluación puede abrir profundas heridas en la psiquis colectiva y en la calidad de vida social. Es por ello que esta compilación de testimonios nos convoca, más que a evocar, a tocar sensibilidades y a remover conciencias acerca de la pérdida de este elemento competitivo de los barrios parranderos. Nada mejor en ese empeño que pasar por alto estudios científicamente prejuiciados que desde las distancias burocráticas y laptopcráticas ven desvanecerse lo que las comunidades han forjado durante tantos años y que muchas veces constituye parte esencial de sus vidas.

Urge ir directamente a presentar, por ejemplo, a la familia de cabezones que se topa con un funeral a las tres de la mañana, o al hombre que estuvo cinco días con el cabezón puesto, o a los cabezones autodefensivos, o la posible intervención norteamericana en la Isla por el secuestro de un cabezón, o la boda de dos cabezones que luego tuvieron tres cabezoncitos, al parrandero que al rescatar el suyo sentenció machete en mano: «¡Arriba, bola ’e cojones, echen el cabezón pa’ arriba del camión o los hago picadillo!», y luego colocó un cartel en la fachada de su casa que decía: «No moleste que no presto el cabesón no lo alquilo no lo vendo y lo bailo cuando me de la gana gracias».[2]

Atrapar la memoria histórica de las parrandas no era para René Batista otra cosa que tocarla con la mano, posibilidad que tuvo, por supuesto, al ser protagonista y espectador excepcional de las mismas. Era acopiar cuanta foto existía y cuanto impreso se publicaba; era preocuparse en detalle por el procedimiento artesanal en la fabricación del cabezón, los materiales, el vestuario, la forma de bailarlo, su relación con manifestaciones como la música, la danza, la décima y las artes plásticas, su iconografía, el impacto que producía en los pobladores según fueran estos menores o adultos; pero sobre todo era, mediante sus propias palabras, por más sencillas y campechanas que fueran, salvar del olvido a los hombres y mujeres que hicieron posible este hecho cultural y otorgarles con ello un lugar de trascendencia que difícilmente tenga cabida en otro tipo de investigación folclórica.

Con este libro se reafirma además la validez de un género que en los últimos años viene ganando plazas en el movimiento autoral villaclareño, y que marca una diferencia con respecto a otras provincias —revísese en este sentido los premios Memoria del Centro Pablo—. Mucho ha tenido que ver en ello que sea el nuestro uno de los pocos territorios, si no el único, desde donde se convoca un premio de testimonio. En el devenir de esa práctica en predios villaclareños, con antecedentes emblemáticos en José Seoane Gallo y Samuel Feijóo, la figura de René Batista se suma como ejemplo impulsor de una labor literaria muchas veces preterida y subvalorada por instituciones reduccionistas, exclusivistas y «belloletristas», tanto editoriales como de promoción.

Se hace preciso aclarar que si bien en el título se especifica que se trata de una tradición canaria, la indicación sirve solo como punto de partida para desarrollar el proceso de arraigamiento en Camajuaní, por ello bien se lee en la introducción, donde el autor hace una reseña histórica desde la aparición del cabezón en Cuba y luego en su pueblo natal, que «lo demás es historia que va a ser contada por los testimoniantes».[3]

El hombre y el investigador René Batista sabía, quizás de manera intuitiva, que una tradición tiene nacimiento y muerte naturales, pero también, por experiencia de vida, que esta puede romperse de manera forzada, quedando solo rutinas que no refieren a ninguna verdad esencial del contexto donde tuvo surgimiento, dando lugar a fetiches y reproducciones esteriotipadas que no se ajustan a los marcos establecidos por la misma tradición. El escritor René Batista sabía a todas luces que la creación popular era el indicador más elocuente de la riqueza espiritual de sus conciudadanos, mostrarla al mundo fue un hecho de puro altruismo, pero también uno de sentido de pertenencia y de amor a su pueblo. Camajuaní debe tener ese gesto en gran estima. En este sentido se impone llamar la atención a los implicados en las parrandas camajuanenses, instituciones, instancias de gobierno y pueblo, sobre el hecho de que paradójicamente es en esta publicación foránea, que por derecho propio merecería un sitio en cada biblioteca particular del poblado, donde queda perpetuada una zona de su identidad que a nadie incumbe más que a ellos.

 



[1] Cfr. René Batista Moreno: Fieras broncas entre Chivos y Sapos, Editorial Capiro, 2006, p. 11.
[2] Se respetó la ortografía.
[3]