domingo, 25 de octubre de 2009

LA PASION DEL IGNORANTE.




PASIÓN DÉCIMA. A la entrada del pueblo.
Fragmento de La pasión del ignorante.


¿Si esta es la linterna del tren que parte,
quién va a tender los muertos en el alambre del vecino
con los pies para el cielo? Si huimos en puntillas de nosotros,
¿quién va a tender los muertos?,
si hasta los pájaros vienen a picotear mi espalda.
Oh, Señor, si liviano como un pájaro danzo,
y todo me preocupa;
asumo a los profetas, porque mi tierra es buena
para el pasto. Asumo y danzo, simple y cruel
y como un hombre pájaro.
Oh, Señor, si Cristo no aparece en mi sillón descalzo y mudo,
volveré a las fiestas de quince a comer pedazos de hielo
y a espolear montado: más veloces trenes y caballos,
en un estadio no se decide el destino del país,
pero sí, su nostalgia.
Oh, trenes, que cruzáis rigurosamente vigilados,
mi corazón es un caballo en el rostro de los túneles;
la región más transparente de su vida
se desboca en la ignorancia;
esta carrera de fondo que se advierte me desgarra,
voy sentado en las penas y en la pobreza,
y todavía no sé, si el que vuelve soy yo
o la otra mitad que me traiciona.
Los estribos del destino aparecen como ciervos y emisarios,
una carta echada en el buzón del viento,
el ámbito de los espejos, donde John Donne contempla a su esposa
mientras se desnuda como un salmo;
y mientras, acaricio el naranjo del patio,
y pienso en el grito de Ballagas llamando a su tigre,
en el canario amarillo,
en Lina de Feria y Marilyn Monroe haciéndose luces en el siglo
y voy desde Andy Warhol en sus sopas
Campbell I, 1968,
a las memorias del subdesarrollo donde escribo:
es bueno nacer en el reino de este mundo
pero quién tiene las luces, el Paradizo de las Fuentes;
cómo beber de Apolo o de Sócrates,
si estos trenes que pasan solo llevan corceles desbocados,
si estos cofres ya no son los correos de la noche
si algunos amigos que se van del país,
aprovechan para convencerme,
si toda su vida estuvieron traicionando.


TRANSEÚNTES DE LA CHARCA



Para mi hermana Esnilda

Yo dije que desde el fondo de algún río
me ladrarían los perros
y se ha cumplido como el helado en la feria,
de prisa antes de ser solo la saliva.
Dije que una pasión como la tuya me borraba
de todos los espejos que de niño usé
para alumbrar los cielos en busca de horizontes lejanos,
y dije que mi hermana se ahogaba en el río
por un sentido de ficción y aventura
de la música interna con la que me llamaban
desde mi nombre, cuando cruzaba las piedras de la cañada;
mi hermana me hacía caer para que la fatiga de nuestra madre
no apedreara los bordes desde donde nos lanzábamos hasta el fondo
a ver si veíamos a los perros, salvajes tal vez, tal vez caídos de la luna.
El vientre de mi hermana flotaba sobre el agua como un horizonte
y yo quería cobrarme de sus trampas asustándola
pero aún era un flaco que usaba los espejos para comunicarse
y ella cantaba algunas estrofas de los beatles en un inglés traducido
porque en esa época de lenguas extranjeras solo conocíamos el ruso.
Dije ante las piedras cuando pasaba
que me iría lejos de donde todo termina sin cuento de hadas
y los gritos de mi madre ordenaban el regreso;
quizás ese miedo que aún guarda de mis pasos circulares,
de lanzarme a la profundidad por una idea que ella no entendía.
En la noche, cuando todos se iban a la cama,
regresaba,
y con la complicidad de los perros y la luna
en silencio para escuchar esa música extraña,
de belleza inaudita,
cuando la charca para mí era solo un pantano de libélulas.

viernes, 23 de octubre de 2009

SKATING




Es difícil hablar de la poesía que nos gusta demasiado, y eso es lo que me ocurre con casi toda la de Noel Castillo, el hombre culpable de algunas de las estadísticas deportivas y de la tabla de los poetas, donde se les evalúan, por categorías que desde lejos me son incomprensibles. Cuando después de 10 años de exilio, me leí viajando_ en taxi chevrolet del 50 _el libro de Noel, más que un susurro o una premonición, !Skating, Skating!, pude sentir que estaba sobre el mismo hielo y que patinaba dentro del protagónico, cadete, palafrenero, o mirado por los vinculares, cuando mis dedos repasaron las grietas para sentir la gelidez del muro, y estuve de lector elegido, porque la soledad puede ser bella como una amenaza. La poeta Isaily describe impresiones sobre este libro y decido citarla, porque define muy bien, lo que estos poemas aportan:

El domina las perfecciones y elegancias de quien sabe escribir, y también el sentimiento inconfesable, las aproximaciones y las pérdidas que necesita la poesía para no ser simple demostración de unas figuras. El se ha tardado, más ya está aquí. Doquier abramos su libro veremos la serenidad, el salto repentino, la perfecta caída sobre filos que se fingen seguros como un campo; pero estamos en el hielo, en la helada sobre el alma.
A pesar de que te vi, no sé bien cómo lo has hecho; ejercicios obligatorios, rutina libre, ejercicios opcionales. Y parecen sencillos, como si no doliesen…



SKATING


los jueves me transformaba en sarah reilly
y me iba al cono de hormigón:
sólo yo
y un bolso / colgante piel llama,
repleto de papas fritas:
mi cerebro solo
fundido por el embotamiento del hielo.

iba –creo- a ver el hielo fuera de mis sienes.
sopesarlo mientras acariciaba el bolso/
superficie andina.
era yo como sarah reilly entonces
y aplaudía y aplaudía
alelado por las eses y ochos de los patinadores
canadienses:
<<los giros de la vida>> - señalaba el vecino,
la butaca de al lado,
el bolso exótico/ herencia de la reilly
a quien golpeé hasta la saciedad
día tras día,
como en una conferencia donde se quiere demostrar
que el hielo es quebradizo siempre,
nimia la distancia entre mi cerebro y la armazón
de vidrio.
un salto enano,
cabriola de principiante
tras recibir aplausos de la familia enceguecida/
padres y hermana: congelamientos sucesivos
y la ignorancia de que yo ya no soy yo,
sino la cuchilla que hiende el agua petrificada,
engendro que mastica papas fritas
como una extensión del humo blanco.


iba –admito- a ver la pista entregándose al humo,
mi alma a la cuchilla del patín,
el deseo a la sonrisa de los patinadores nórdicos
que ahora abandonan el local
tras recibir sus nueves y sus dieces.

era jueves y bien lo sabía:
acariciaba el bolso/
como quién deletrea su confesión/
o trata de recordar entre la escarcha
el rostro de una fanática nombrada sarah,
la cuchilla otra:
un óvalo sangrante en sus altos cíclicos
y estás ganas enormes
de aplaudir (me) /
y aplaudir (me) .



LAS AMIGAS: Tríptico SOBRE HIELO


Bárbara Yera

según Paul Celan

- <<Fue ayer: tú me contabas de una tela
huidiza, calcinada en tu memoria,
y el tiempo agujereó como una noria
lo que era amargo y te mantuvo en vela>> .

- << Resguárdame del viento. Soy una vela
incisa que le teme a la historia,
la ingenua, la insensata. ¿ Ves la gloria?
Incluye mis cisuras en su estela…>>


- <<Te pude acompañar. Busque tu ojo
cuando lo abriste y nadie lo advertía>>.


- << Igual que se desmonta en pedrería
la roca virgen o l sutil despojo>> .


- <<Cuéntame entre la almendra y tu letargo:
también soy solo….y quiero ser amargo>> .




EMILY DICKINSON PASEA POR EL JARDIN DE SU CASA EN AMHERST, REFLEXIONANDO ACERCA DE AQUELLAS COSAS QUE PUEDEN VOLAR Y NO HAN SIDO LLEVADAS A ELEGIA ALGUNA; MIENTRAS, YO OBSERVO LAS PIRUETA DE LOS PATINADORES SOBRE HIELO (MUY LEJOS DEL HIELO) Y COMPRENDO UN POCO MAS LOS DISLATES DE LA GRAVEDAD, LA BELLEZA DE LA FOTO QUE DE BORIS PASTERNAK GUARDO EN UNA CAJA DE ALPACA Y LA GRATUIDAD DE MUCHAS ELEGIAS. A NUESTRO LADO HAY ABERROJOS, DEVOCIONARIOS, VENDEDORES DE PAPAS FRITAS Y PIZARRAS LUMINICAS PARA INFORMAR A LOS ESPECTADORES. SIENTO QUE EL TIEMPO HA CONVERGIDO, QUE ALGUIEN SUSURRA MUY QUEDO TRAS MI OREJA: SKATING, SKATING Y ENTIENDO QUE TODO ESO HE DE ESCRIBIRLO….


No hay ríos que desciendan hasta Amherst.
Ningún niño juega sobre los pilotes del puerto;
quienes la urdieron destinaron los maderos
a fines más prácticos
y alejaron la villa del mar,
inocularon ese miedo al agua
que impide a las muchachas patinar en invierno
alzando la falda.
Por un listón helado yo hubiese descendido
fácilmente:
oculto entre los tilos,
asido a las ancas de las lavanderas:
<<ésta es, Emely, la foto de mi amante,
estas las cuchillas de desollar mis dedos>>
¿Oirá alguien mi canción?
¿ Oiría ella mi canción..?

<<La seda que batalla contra el viento
es la misma que hiende los rosales;
sirviendo de crespón al pensamiento,
la ermitaña revisa sus panales.

Oteo el concentrado de violento
dulzor que hay en la imagen: los vitrales
que tornasolan sobre el paso lento…
me detengo, ella sigue, ahora tú sales


al hielo humeante como aquel estuario
de plomo repujado que hace el río.
Por ti hiela en Amherst y siento el frío


de quien perdió dos veces en la yerba.
Por ella escardo mi alma, mi incensario…
Pero es como el jardín: nada la enerva. >>


Nada hay ni habrá ríos que partan desde Amherst:
aquí o allá es igual otoño
y nos apresa el miedo al agua.
La soledad puede ser bella como una amenaza:
yo, que he discurrido bajo el neón
a veces pienso que también vuelo sin sentido,
o que soy como esas ramas secas
transitando impávidas por una fragua helada
hacia el témpano o el fuego.


Tomado del libro SKATING, Sed de Belleza, Santa Clara, Cuba, 2006.
Noel Castillo, (Perea, Sancti Espíritus)

martes, 20 de octubre de 2009

¿ TODOS NECESITAMOS UNA MASCARA.?






….Los seres humanos podrían
darse a la hermosa tarea de
cagarse los unos a los otros…

Virgilio Piñera.




A propósito del título de arriba, ¿En algún momento de nuestras vidas?, parece preguntarnos Yoel Sequeda el autor de este cuento que hoy publico. El entró en la literatura sin ese primer paso de principiante que no tiene idea de qué es narrar. Cuando nos lee sus cuentos, muchos pensamos en los años que habría estado en su casa puliéndolo todo, antes de salir como un amolador de tijeras. Pero no fue así, y de la buena impresión, (acostumbrados a criticarnos sin miedo), aquel grupo de jóvenes escritores creímos ver muy positivo su armonía con el absurdo, y su costado jocoso a lo Virgilio Piñera, verificando que esas eran sus mejores armas, pero que no lo dejaban fuera del cosmos garcía- marquiano, ni tampoco del de Onelio Jorge Cardoso en otras márgenes de ese estilo, por su capacidad de fantasear. Otros, que quisieron averiguar más sobre el contenido, hablaron de una zona de las lecturas prohibidas de aquella época, que si de Boris Pasternak, que si de Milán Cundera, en fin, comentarios que ahora puedo asegurar estaban sujetos a ese sentimiento de sorpresa.
Un día le dije que su cuento sobre las máscaras, tenía ( además de toda la atmósfera teatral, asumida por influencia de su profesión laboral), un doble sentido: el primero donde nos colocaba en una pieza, como publico fotografiado por un lado, y el otro, por su imaginativa increíble, con un lenguaje directo, sin tropos ni conceptos abstractos. Otras veces escuché a detractores que no encontraban el conflicto en sus historias; creo que la ironía y el humor negro los trabaja magistralmente y que sus personajes llevan el peso del conflicto en ello. A veces, en lo personal, ví a un ser humano con rostro de Charles Chaplin,_ y él respondió que en la tragedia de esa expresión estaban sus miserias y sus luces. En lo relacionado con todas las influencias narrativas que le colgaban a sus escritos, nunca dio la impresión de creérselo.
Hace poco vi a Yoel Sequeda, y aunque le critiqué que uno de sus libros tuviese en mi opinión un título tan chocante y feo como Tiras de Pellejo, me interesó más indagar sobre sus escritos inéditos; él sabe trabajar con meticulosidad, sin premura, y está conciente del choque generacional con los más jóvenes, enfrentados a esa provincia circular que es la vida en Cuba, mucho más cruda y menos dócil por describir. Al final, con o sin mascara, Yoel se quedó en ese lado de la preferencia donde no necesitamos indagar más de las “influencias," no sólo porque es una posibilidad que nos sucede a todos, sino también por esa narrativa que deja huella, que nos mantiene expectantes y no defrauda; como aquella tarde en la biblioteca del pueblo, cuando Octavio Pardo con esa jocosidad y sarcasmo que lo caracterizaban, le dijo al finalizar la lectura de uno de sus relatos, _señalándonos con el dedo – “ahora sí nos damos cuenta de que todos somos unos comemierdas y que ninguno de nosotros va a trascender”.




SE PERMUTA UN ROSTRO

Dios pasó por alto un mandamiento que bien pudo ser el onceno: <<no permutarás tu rostro>>. Así dijo aquel hombre con cara de viejo y ademanes de joven en la fila de las máscaras. Yo estaba impaciente porque desde que llegué a la tienda la emprendió conmigo y su charloteo recordaba de continuo la pena que nos congregaba allí.
_ De rostro a rostro va una gran distancia_ recalcaba el cara de viejo_; fíjate que cada faz es un mundo, cambiarla es como permutar la casa donde naciste por otra que a la larga no te gustará.
No me sorprendía el contraste entre sus arrugas y lo joven de su cuerpo; de sobra conocía los ingredientes de aquella mezcla inaudita. El tipo no rebasaba los treinta; sólo había permutado el rostro con un viejo, inspirado acaso en el sudtexto de aquel contraste cara-cuerpo, y arrepentido después con el canje había acudido, como todos, a aquel sitio creado para aliviar un poco la inconformidad enferma del que permuta; una tienda de máscaras para uso provisional, mientras que a fuerza de trueque cada uno lograra ese anhelo que jamás se cumpliría: <<hallar un rostro de su gusto y vivir en paz>>. Traté de evadir a mi estrafalario interlocutor, pero él me acometía, aprovechando que los compradores, dentro de la tienda, demoraban mucho en escoger.
__ No vendrá mal una mascarita célebre, ¿verdad? __dijo.

El día anterior habían surtido la tienda con nuevas máscaras, no se podía caminar por los portales del establecimiento; el público se agolpaba sobre las vidrieras, frenético por que llegase la hora de abrir. El surtido era variado: <<rostros célebres de Hollywood, políticos, históricos, caras blancas y negras, amarillas y naranjas>>
Eché un vistazo; la fila marcaba cabizbaja a través del portal; a ratos se escuchaban algazaras dentro de la tienda. Movido por la inquietud comenté con mi acompañante del comportamiento raro de aquella gente. Me miró:<< ¿ tú eres nuevo en esto, eh?>> En efecto, era la primera vez en que aburrido de exhibir el mismo rostro había decidido concertar una permuta. Luego del cambio reparé en que mi nueva faz era sucia y aceitosa, con unos pelos insoportables que asomaban como diablejos por las fosas nasales. Desde entonces sólo pensé en la tienda de las máscaras. Soñaba ahora con una de ellas, esa que exhibía el rostro de Humprhey Bogart. Pasé meses ensayando su estilo frente al espejo; ya me consideraba su doble. Esa noche, al estrenar su rostro, inspiraría respeto, despertaría envidias, amén de las codicias femeninas.
Aquellas pueriles ilusiones borraron momentáneamente mi rabia hacia el tipejo de la fila, y ensayé para él algunos gestos y miradas del actor. << Impresionante, ¿verdad?>>, dije, pero aquel hombre soltó una carcajada y de nuevo comencé a odiarlo.
__!Oh, inocencia __declamó__, pecado de la humanidad!
Me miró de nuevo y se volvió a reir.
__Observa cuántas caretas iguales hay de tu héroe en esta tienda. En cada esquina podrás toparte contigo mismo…,perdón, con Humphrey Bogart.

Mis bríos comenzaron a flaquear, y como para darles el tiro de gracia el tipejo espetó:
__No hay nada peor que exhibir una máscara, cuando escondemos debajo un rostro que no nos gusta.
Mis pocos ánimos se esfumaron con su frase. Comencé a temblar cuando aquella multitud se vino abajo entre chiflidos y risotadas por causa de un grupo que salía con sus caretas recién compradas. Una vieja miraba a través de los ojos de Bette Davis, y otro señor mostraba orgulloso el rostro de Aristóteles. Una mujer se orinó de risa al ver a Napoleón Bonaparte salir con un short-pan de florones y unas chancletas playeras rumbo a la puerta Y qué decir de Adolfo Hitler, de camiseta y gorrita sport. <<!Chifla, chifla!>>
__me grito el cara de viejo__, <<también se reirán de tu Humphrey Bogart.>> Di un respingo al ver a un niño al que sus padres castigaban poniéndole por la fuerza el rostro de Juan Calvino. <<!Tenerte es una inquisición!>> __gritaba la madre. El niño no hacía más que chillar y lo llevaban a rastras por el pasillo. El tipo se había entretenido mirando la escena, pero se desperezó y volvió a mí.
__Vamos, amigo, no te desamines; todos se reirán ahora, pero luego se acostumbran. Ese es el consuelo de todo el que acude a esta tienda.
Nuestro turno se acercaba.
_ La permuta de rostro es un error que se paga caro __dijo el hombre__; vives con la esperanza de hallar uno de tu gusto y mueres desengañado, pues ninguno será el verdadero; ese que cambiastes con el error de la primera permuta.
Sentí que iba a estallar, pero me contuve un poco más.
__Jamás te sentirás bien con otro rostro que no sea el tuyo. Tampoco serás feliz con una máscara; lo vas a experimentar cuando lleves un par de semanas con ella puesta.
Cerré los ojos y exploté al fin.
__ ¿Y tu madre no se enfurecerá si no compras rápido y te largas?
El tipo abrió la boca, pero no replicó. Ya una <<empleadita de tienda>>, con rostro de Marilyn Monroe, le lanzaba a los ojos una sonrisa de flashes y portadas de revista. El titubeaba frotándose las manos; el público aguardaba su pedido.
__Por favor __pidió con voz endeble__, la máscara de…., Benito Mussolini.
La turba estalló de nuevo en gritos y carcajadas; temí que hasta las vidrieras inventaran bocas para chiflar y reírse. El tipo había empequeñecido y escapaba con su careta mal puesta. La muchedumbre se detuvo entonces en mí; era mi turno. Los deseos de comprar la máscara me halaban por el cuello, y hasta creí verla haciéndome guiños desde su sitio.
<<Nada menos que un nuevo Humphrey Bogart conquistando corazones>>, me dije, pero recordé los percances vividos durante la fila. Allí estaban todos los del público con sus caras feas, canjeadas, incubando la risa; sólo esperaban mi pedido para estallar. <<O compras o te largas>> __gritaron al notar mi demora, y me sorprendí pensando en las palabras del cara de viejo. Grité que todo aquello era una farsa, que me quedaría con el rostro que llevaba y no lo volvería a cambiar nunca, que no les daría el gusto de verme comprar una careta. Salí rumbo a la puerta; la gente zumbó a mis espaldas: <<Tanto esperar en una fila y ahora esto.>> Los gritos y rechiflas volvieron a escucharse, pero esta vez sin aquel gusto que extraían de la burla.
Me detuve en la acera; Humphrey Bogart me miraba serio desde la vidriera. <<Qué le vamos a hacer>> _le dije. En el portal del frente alguien había colocado una gran foto tipo carné. <<SE PERMUTA UN ROSTRO>>, anunciaba un cartel debajo del retrato.. Y a pesar de todo mis percances sentí de nuevo un cosquilleo de tentación; aquella cara de la foto era realmente seductora. Recordé mis palabras dentro de la tienda, mi determinación ferviente de no permutar jamás, pero aquel rostro era joven, como mandado a fabricar para mí. Entonces miré a ambos lados y atravesé la calle para examinarlo mejor.

Tomado del libro Tiras de pellejo, de Joel Sequeda Pérez (1967), Letras Cubanas .

viernes, 16 de octubre de 2009

DOS POEMAS DE VICENTE ECHERRI.


Cuando uno tiene en sus manos un libro de poemas donde cada texto podría resultar antologado como si fuera único está ante un suceso poco común, hecho que no abunda en los poemarios que se publican en estos tiempos, en los que apenas pueden encontrarse uno o dos textos que funcionen independientemente de ese cuerpo poético estructurado como libro. El autor me reponde al respecto que son años de pulir, de no romper ciertas reglas que toda poesía impone; y me recuerda que la contención, el ritmo interno, el respetar la métrica implícita que también está en el verso libre y el no desbordarse en metáforas y adjetivaciones ayudan a que el lector tenga acceso inmediato, en cualquier poema, a ese mundo particular que el poeta quiere comunicar. Encuentro también en la poesía de Vicente Echerri una degustación plástica, visual, como si cada texto fuese una escena que, con meticulosa precisión y las palabras más simples de la lengua, nos mostrara una especie de ambiente encantado o la impresión de un instante que él guardó en su memoria y que más tarde quiso compartir con nosotros; estrategia, si así puede llamársele, que el poeta consigue con provecho y con la que logra inspirarnos y hacernos regresar casi viciosamente a su lectura, concientes que, al igual que en las buenas películas, el guión ha sido escrito para uno y hasta por uno mismo.


Pero ya no

Podríamos haber sido un par de extraños:
ahora tú, con tu hijo, en algún parque
viendo cómo conduce su triciclo, o preocupado
en agrandar la casa
o en burlar a la donna
que ya te aburre con los mimosos hábitos
de eso que llaman una mujer feliz;
y yo con un sombrero de ala ancha
por las playas de Grecia
rumiando la nostalgia
de unos cuantos amores inventados
que no son el amor.
O tú que te prepararas
para algún campeonato deportivo
y que nadas y bailas
y fornicas en hoteles de tránsito; y yo
que cumplo deberes de oficina
y leo y escribo
y fornico también en sitios sórdidos.
Podría haber sido así
hasta morirnos
de algún cólico raro, del pulmón,
atropellados por un desconocido…
Pero ya no es posible,
ocurrió que alguna vez nos hemos encontrado
y los dos hemos sido cómplices del poema.


Dans la Conciergerie

A Reinaldo García Ramos.

Aquí se palpa el tiempo
empozado en las junturas de la piedra,
en la tinta oxidada de una carta
que curiosea la muerte
por encima del hombro,
junto a la puerta de siniestros goznes
que chirrían en la vigilia del terror
-mansos goznes turísticos ahora.


El tiempo es
ese polvo sutil
que desciende por el rayo de sol,
el que se aquieta
sutil también
sobre las anchas losas.
Afuera el guardia
-sus vigilantes pasos en la piedra
del patio van y vienen
como las campanadas del reloj de la torre,
ecos de voces fantasmales.


¿Vendrá alguien a librar
a los que, alguna vez,
por un mínimo giro de la rueda
del tiempo, se creyeron
señores de la historia?

Pero no acude nadie,
sino la áspera voz del alguacil
que llama a los ilustres a la reja,
y aquí se quedan
el libro a medias
la pasión
la esperanza…
Sólo es verdad la crujiente carreta,
el vocerío
el odio
la tarima
el crudo hierro
que abre las puertas de la noche,
el mismo que ahora es cómplice
silencioso
inocente
de la meditación.
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Tomado del Libro, Casi de Memorias /Bluebird, colección Jardines Invisibles

Vicente Echerri (Trinidad, Cuba, 1948), ha publicado poesía (Luz en la piedra: Madrid, 1986; Casi de memorias, 2008); ensayos (La señal de los tiempos, 1993) y relatos (Historias de la otra revolución, 1998; Doble nueve, 2009). Ha ejercido el periodismo de opinión por más de veinte años y columnas suyas aparecen regularmente en varias publicaciones de Estados Unidos y América Latina. Ha traducido numerosos libros del inglés al español.
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Para leer más sobre Echerri aquí:



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DEL UNIVERSO SIEMPRE ATEMPORAL DE PEDRO LLANES



La sabiduría tiene que ser coherente con la esencia del intelecto que caracteriza a la persona, de modo que no anden separadas, no puede ser que al sabio escritor le falte talento _ y si ocurre _se puede decir que solo ha echado oscuridad sobre una página que debió quedarse en blanco. Así como abundan los escritores _y escritores _sin muchas alegorías que sustenten su universo, y escasean _los lectores con talento_, cuando uno encuentra sabiduría y hondura, en un escritor aún joven que convierte como un hechizo la página en blanco y su lírica nos conmueve, de inmediato _y no por casualidad_, nos metemos en la piel del cultor, en su más íntimo universo; y aún cuando ese universo fluya desde lo místico. Muchas veces lo divino de ese misterio se convierte en estética del contenido, y se nos presenta desde la desolación y también desde el espectador que participa como un personaje, identificado con la puesta en escena. Estas son las valoraciones que como lector asumo sobre la obra teatral: DEL NORTE Y DEL SUR, de Pedro LLanes, alguien por demás sencillo, tierno como un adolescente y excepcional ser humano que nunca se mueve incoherente para buena cobija de quienes desde las primeras lecturas lo hemos seguido. Este hombre de campo es alto en inteligencia y conservador de la mejor ética. Es un artista con profundidad, que ha entrado con desvelo y sed en culturas universales y bibliotecas -no por esnobismo-, y adheridas como pulso a su memoria. Sus libros apuntalan la lejanía con lo ordinario, algunos muy pocos y desconocidos, lo han considerado por ello un hombre raro. Por suerte, Pedro nunca necesita explicarlo, sus versos así lo identifican: la nulidad de mí es la doble existencia sin espacio/ y también: He reconocido turbios y de cara al vacío / crateras, cenefas, táleas traslúcidas, /mariposas, pesebres recubiertos de alfalfa, /y esa visión no pudo menos que enceguecerme/ como las personas que van a morir.

El fragmento que hoy les propongo es el de una obra de teatro que acabo de leer satisfecho, lleno aún por esa costumbre que tiene de tocarnos en el corazón, desde sus múltiples formas que nunca caen en temporalidades, ni modas, y para que aprendamos a vestirnos con sus trajes lúcidos que sólo pueden verse en finísimos espejos.


Juan Carlos Recio/ NY/ Octubre 15 del 2009.

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DEL NORTE Y DEL SUR.


ACTO QUINTO



La luz da contra una mampara en barrera junto a la que hay aperos de pesca y cordaje. Decoraciones que representan el muelle. La mujer muerta pintarrajeada de azul se levanta. Preferiblemente vestida de cendal. En el centro de la mampara una pequeña puerta. Órgano, música líquida, melancólica.


Mujer muerta. He muerto pero vago por el
muelle y tengo, a veces, la esperanza de vivir.
El aire con sabor a sal me recuerda a mi niño,
él no está conmigo y yo salgo a deambular y lo
llevo en mi pecho como la pesadilla. (El órgano
cesa y vuelve a entrar.) Las muertas lloran a
sus hijos. Ahora me muevo en la inexistencia y
tiemblo y tengo, a veces, la esperanza de vivir.
(Se oyen descargas de fusilería.) Las mujeres de
los marineros esperan durante toda la vida. Era
muy joven y mi esposo y yo nos queríamos. El
vacío caía sobre el traspatio de nuestra casa.
Una tarde él se marchó. Iba en un barco rojizo
de velamen de fuego. Luego vinieron las tablas,
la ola trajo los cadáveres. Tuve a mi niño. (arru-
lla algo imaginario en los brazos.) Rollizo, un en-
canto. Yo era hermosa y mi pequeñín crecía. El
hambre es como la peste, mira y te prostituías.
El niño y el hambre. Me mezclé con otras historias,
con otros marineros. Aquella mañana me tiraron
por las escaleras al hall. Me hundían las bayonetas
en el hombro. Cuando el reloj tocaba la una llegó la
hora de que muriera. (Las luces bajan. La mujer se
hecha en el centro de la escena, coreográfica.) He
muerto pero vago por el muelle y tengo, a veces,
la esperanza de vivir.
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Tomado del libro de Teatro Del Norte y del Sur. Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008. Capiro. Pedro Llanes(1962).
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Haga clip sobre la imagen para ver datos del autor.


Para leer más sobre Pedro Llanes, pulse aquí:

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jueves, 15 de octubre de 2009

Un libro de Tony Pardo.

























Recuerdos en Navidad, para los lectores, salud y suerte en todo.




Es el título de un libro de un amigo que murió apuñalado por alguien que también murió. Son las confesiones de un hombre que quería mostrarse al mundo desde nuestro pueblo natal y quería una estufa para que su madre se calentara las piernas. Tuvo amores difíciles y cuentos de princesas montadas en carrozas y él desde abajo con una caja de fósforo intentaba quemar sus vestidos para quemar su alma. Siempre a falta de un paisaje hermoso desde una ventana de mi casa, vecina a su vez de su ex_novia, repetía jocosamente, “y pensar que detrás de aquel castillo vive mi amada” uno sólo observaba un tanque de agua del policlínico municipal. Son anécdotas que tienen un testimonio demasiado personal, pero son suyas y como sus versos, en visión lírica, en prosa fluida, lo ayudaron siempre en ascenso sobre su adversidad y pobreza, y por qué no, aún lo salvan de una breve existencia que es más que tragedia y sarcasmo, es su yo evidente que se preparó para encarar la agonía de vivir. Aquí algunos de sus poemas nos lo devuelven, montado como luz sobre las sombras.

¿ACASO NO MATAN A LOS CABALLOS?


Gloria, sigue matando al mar que como las espumas
tú te cantabas con la boca llena de miel y fresas
una balada triste por la vida y el ruego de la muerte.
Quizás la vida no sea más que un maratón de baile,
un largo sueño donde rozar espejos.
Te recuerdo cuando tomabas mi sexo con las manos
Heladas
eras la musical señora
la giratoria nube de la noche.
En cierto modo todos esperamos un disparo,
algo que nos saque la sangre sin estruendo
sin manchar el blancor de las banderas.
Cómo alegrarte, si yo estoy casi roto
mordido entre los huesos por el musgo titánico del año
no seremos veleros en el viento del triunfo
espera, no me obligues.
Dios va a venir a patrocinarte el sexo
a gastar nuestras piernas sobre teclas y llanto
serás como todas las mujeres, normal y adulterada
a intervalos de espera harás una casa rubia
dañada por el soplo secular de los ancianos.
Gloria, el horizonte nos está rompiendo el rostro
aguarda dos semanas y ya mi mano no lanzará tu juego
deseado como el águila desea el aire y la maniobra.
Esta noche vendrán los duendes
te llevarán sobre las calabazas y ratones.
Te nombrarán la reina de ciudades
donde la arena es un pretexto monetario;
olvídate del mar si ríes por mi mano
mi mano quemada por un árbol que vendía sus pájaros.
Gloria, estamos condenados
a estar en compañía de nosotros todo el tiempo
ya no podemos fabricarnos los peldaños
retrocede en el viento como si fueras una hoja
tildada de locura y acertijo.
La luna nos mata un pedazo de cada sueño
tu pelo, la pradera, el árbol y la ola
quema, quema, tu boca con mi espada.
Gloria, cierra los ojos, ya voy a disparar.

LOVE STORY.

Frank matiuw será condenado a muerte esta tarde
asesinó a marilyn Wood su esposa “por amor”
todos los lugareños lo verán colgar de la horca
como si fuera un cuervo atragantado por cristales
una flauta quebrada por el viento de abril
cuando frank matiuw y marilyn Wood hacían el amor
nadie dormía en la comarca
ellos eran el reloj de las estrellas
todos tenían que mirar a frank o marilyn
según pasaran por el pueblo
cuando frank tomaba los senderos junto al río
las yeguas relinchaban con espuma en los belfos
la vieja carla simson cerraba sus ventanas
las viudas se deshacían las trenzas
y los hombres escupían al suelo

cuando marilyn se acercaba a las casas
los percherones temblaban
abrían sus ojos como espejos para que el mundo
se mirara
el viejo oscar encendía su armónica
los hombres se quitaban la camisa
y nosotros los muchachos íbamos a detrás de los arbustos
hoy ahorcarán a frank matiuw
y el aire se dibuja como un río de arena
frank matiuw será el péndulo de la muerte
el juez tomas condenó a muerte a frank
en la sentencia dijo
por amor no se mata, hijo mío, por amor se muere
ojalá y dios pueda perdonarte
frank matiuw está muerto
aún su camisa blanca tiene el olor
de los puños de su esposa marilyn Wood
estoy bañado por la quietud de frank matiuw
desde su nueva casa
y recuerdo aquel pedazo triste de lunes
en que marilyn nos miraba acuchillada
yo te recordaré frank matiuw con una camisa blanca
a ti nunca te olvido marilyn Wood
desde aquella tarde en que tus ojos
eran la mordida de dos perros azules…


LA OBSESION DEL FLAUTISTA.

Yo quería una estufa
para que mi madre calentase sus piernas
una simple llamita que secara mi rostro
antes que el pájaro vistiese los ataúdes del día
ya no tengo un corazón sino carámbano
que me hiela la sangre
la sangre como un vino piadoso de la lluvia
como una mansedumbre más de las praderas
el frío nos usa al confundir la ciudad de la nieve
un perro también puede calentar los pies
a una mujer cansada de las horas
ahuyentada en la sonrisa del trigo contra el aire
yo era un devoto de las ventanas y la carne
traficaba mi cuerpo en las calles
partidas por el polvo del siglo
mi madre va a morir sin una estufa
que pueda calentar sus piernas de la vida
sin un aplauso o dos rescoldos
que den la gracia a su ser sobre las piedras
la página del sueño la barbilla en el pecho
podrán darnos la luz del mediodía
tres gotas de piedad para flotar en los océanos
una buhardilla protegida en los alcoholes
yo quería una estufa
donde mi madre se calentase sus piernas
o una estrella de papel para alumbrar mis manos
ahora que somos soldados
caminando hacia el fuego.

_____________________________fin_________________
Publicado por Colección de Poesía/ Reina del Mar Editores.
Cienfuegos. Octavio Pardo, 1965-1994.
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miércoles, 14 de octubre de 2009

Nivia de Paz: Me saludo mortal y me retiro





Está mujer que a veces es un delirio, un dolor de algo que puede sorprendernos, tal vez una quimera, es desde muchas otras propuestas, una Diosa esquiva y simple, que alguna vez fue una reina de belleza; pero también un ser humano que ha sufrido en breves ratos de cordura, el resto del tiempo, ella es como sus gatos, dando vueltas entre el jardín y sus cuadros, el del carnaval, el de las máscaras, todo desde su visión primitiva y ancestral de ver lo que le rodea. Pero, sus cuadros han sido expuestos en muchas galerías dentro y fuera de Cuba, sus poemas, apenas recopilados unos pocos y publicados por la editora Capiro del centro de Cuba. El correo generoso me lo trajo y alguien que no firma da una valoración muy acertada de su poesía y cito: Una aguzada vulnerabilidad es la responsable de que en los textos de Me saludo mortal y me retiro no se ausente ni la añoranza: quizás podría haber brillado/ y alguien a mi abrazo florecería, ni el tono lúgubre: todo tiene negras heridas/ también yo, ni la liviana mansedumbre: allí estaba ella moviéndose/ en tres ramas hechas a su medida.

Esta afluencia de emociones disímiles lleva tanto al sujeto lírico como a los recursos expresivos a momentos de tensión extrema que, sin embargo, no impiden que la belleza formal tenga como centro aglutinante la sencillez.


VII.

Quieren compararme conmigo
y no es posible:
muchas conciencias
enrédanse en la mía
y ese movimiento
no cabe en mi cabeza.
Solo en el momento
en el que comprendo y creo
soy una bestia completa.

IX

Mi padre se desorienta,
mi madre habla de su espíritu
para dominar las dificultades.
Yo pienso que esta realidad
es mucho más compleja.
Ambos están defraudados;
yo soy tan buena como hubieran deseado
pero todos lloramos sobre los otros.


XVI

Han ido pasando
>> las puestas en escenas>>
de nuestro amor.
Y le temo a este final
en que no queda nada de la vida.
Aquí quedo yo sin siquiera
una aventura del corazón.
Y mi nostalgia se dispara
hacia esas ventanas
iluminadas.

XXIII.

Volver a la hora exacta del olvido
al portal _pasen_
a la deshabitada casa
al regazo de piedra y las vidrieras de oropel
decorado falso
aquí nada pasa
noche de espejos
giro por giro llenan el aire
las más cuidadas máscaras
las volutas de humo
pasajero.
Mendigo ágil de los pies descalzos
Que vuelve a contemplarse en la oculta infancia
En el sabor de las calles ociosas.


Tomado del Libro Me saludo mortal y me retiro. Nivia de paz(1940) Editora Capiro. Poeta y dibujante. Graduada de Derecho Diplomático y consular. Ha publicado poemas en Signos, Vanguardia, El Caimán Barbudo y la Gaceta de Cuba.


martes, 13 de octubre de 2009

PERO CUENTEN LOS PASOS QUE AQUI LLEVAMOS.

Pero uno dos y tres, el de mi conga es…sé que este estribillo de música popular no puede ni como símbolo recoger nada parecido a la literatura y mucho menos a un taller literario, pero resulta que en estos días recordaba, mis primeros pasos en un taller real. Al pasar los años y mucho más en el exilio, me he encontrado con más detractores de aquellos talleres por razones muy diversas y a veces complejas, algunos lo consideran un atrincheramiento provinciano, -pero seré directo,- a mí me resultó muy beneficioso en todos los sentidos posibles de un principiante. Estudiaba en la secundaria básica el séptimo grado y arribaba a mis 14 años, cuando Jorge Ángel Hernández Pérez (HP), comenzó un círculo literario, primero llevé una novela infantil como de 80 páginas escrita en cuatro días, no creo que me dejaran pasar de la cuartilla 20, el próximo miércoles en el segundo encuentro llevé un poema con estilo balada mexicana y paciencia con los orientales, entonces por algún motivo que ahora no preciso, un verso según HP era imprescindible para saber que se podía tocar madera. En una semana me vi en la biblioteca del museo de mi pueblo Hermanos Vidal Caro, una hermosa y dotada biblioteca rodeado de las memorias de Valeriano Weyler, y donde sin azar recurrente sino por suerte y costumbre, tenía ante mí a un grupo de escritores ya destacados de los 80, entre los que destacan Joaquín Cabezas de León, Heriberto Hernández , Eduardo Gonzáles Bonachea, HP por upuesto, la poeta ya de generación del 60_ pudiera ser_ Nivia de Paz, y el historiador René Batista. No fue mi primera carga mambisa, pero si tuve mis primeras lecciones de un verdadero taller literario, donde la critica se ejercía como oficio y no abundaban los elogios y compadreos. Una de los escritores que más me influenciaba por su poesía era Heriberto Hernández, pero el amigo también pudo percatarse de mis pocas lecturas _y para colmo_ en ese entonces yo manejaba el criterio solo del gusto, sin darme la oportunidad de buscar y organizarme la biblioteca que todo escritor con disciplina llegará a formarse en la cabeza, (eso que algunos declaran como memoria cultural y otros selectiva). Nunca he reparado en cuál nombre deba darle, pero saqué provecho de la critica oportuna de esos escritores y de sus recomendaciones, Heriberto me habló de Lo Cubano en la Poesía, Cabezas de León me recomendó a los poetas franceses y no por casualidad en especial a Rimbaud, por mi estilo de aquellos tiempos.
Otros muchos nombres en encuentros entre talleres y personales me permitieron conocer a Pedro Llanes, otro formidable poeta de los 80 que me marcó mucho por la hondura de su poesía , a Frank Abel Dopico, Jorge Luís Medreros, Alexis Castañeda, Arístides Vega, Berta Caluff y poetas anteriores como Ricardo Riverón, Félix Luís Viera, y Carlos Galindo Lena, todos ellos hacían de conjunto un equipo de tierra fértil para la cosecha en terrenos donde mi abuelo habría calculado sin equivocarse buenos frutos, y eso es lo que a paso mucho más armonioso que el de una conga, aprendí y por lo cuál siempre les estoy agradecido.

Aquí algunos de los poemas que ilustran mejor que cualquier recuerdo mío:


SONETOS DE LA ESTRELLA ROTA.

La siempre viva endulza la superficie del canto,
casi sin vida en el despeñadero,
y aunque caiga forzada por el aguacero,
el agua es quien sostiene su encanto.


El agua mana cuando el rondel,
se hace igual y a la misma vez distinto;
la siempreviva indica la puerta del laberinto,
en tanto las ánimas van bajando en tropel.


En los campanarios la luna encharca el peso de resedá;
el sucesivo, quien pasa a destiempo, chanceará.
El lebrel temblequea, lo compadece de nuevo la paradoja.

La siempre viva abre cansina equilibrada en la ventisca,
sus vórtices resisten la levitación, sea, la nevisca.
Límpido viene el céfiro que la deshoja.
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Tomado del libro Diario del Ángel. Pedro Llanes. 1962) Letras Cubanas.
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OTRA VEZ LA CASA

El que hizo esta casa hizo también
la extenuidad de las personas.
Aquí la puerta. Aquí las manos de abrir y cerrar puertas.
En el fondo, el sitio en que duermen lo ignoto y el perro
y aquellas gavetas donde se guardan
sin distinción, unas pocas ropas o ladridos
o el Sagrado Corazón, quién sabe. Pero
es una casa hermosa a pesar de ciertas palabras que se dicen
y de un dolor inmenso
como de jazmín cortado, que, por las noches,
coincidiendo con el pasar de la lechuza, se abandona
en el techo. Es la ausencia de ojos que se miren.
Es el matrimonio que ya duerme de espaldas,
Como si bastara con lo fatal del buenas noches.
Pero es una casa hermosa con vista hacia otra casa
y un balcón cotidiano para asomarse a pensar en los ahogos.
Cada vez que llueve, la lluvia y tú entran a la casa
y huelen a dos ciudades podridas,
a la última voluntad de los reos. Después de secarse
la lluvia y tú solo dicen: es la casa, la más
hermosa entre una tempestad y la siguiente,
entre tú y la persona que te escolta
a través de los muebles, las vasijas, tu vulgar respiración.
La casa que te deja ser extenso en paz
y que, cuando sales de ella, te perdona.

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Tomado del libro Las Islas del Aire de Frank Abel Dopico. (1964) Capiro.
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Hilo de Ariadna.

Eras Ariadna con el hilo escondido entre los senos.
Sombras del agua marcando el mediodía,
trampa de elogio, culpa del miedo;
por ti se desprendían los egoístas desde sus altos
edificios
y juraban, borrachos,
que nunca más te cambiarían por un reino.
Tremendista poeta que era yo,
Lanzaba contra el muro mis años y cobijas.
Los sortilegios y el hambre me hicieron escribir
cartas inmensas,
prometerme aventuras y ciudades.
Como un descubridor, bordeaba el laberinto;
la punta del cordel se apretaba en la cima de mis
dientes.
Imprecisa,
ofrecida al poeta que sacaba tu cuerpo del agua
ensombrecida,
eras Ariadna en la culpa del silencio,
ansia veloz en la que al fin me vencería el Minotauro.
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Tomado del libro Ojos de gato negro de Jorge Ángel Hernández.(1961) Capiro.
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BIOGRAFIA DEL MUERTO.

El que ha muerto
con un pez en el pecho penetrando como un dardo
/finísimo
tiene el desasosiego de ver la menos, la parte del juego que
/ha vivido.
Vienen todas las bestias a juntarse para lamer sus manos,
pero él sólo piensa en la niña que se perdió esa noche,
en la niña que hundió sus piesecitos en una oscuridad
/densísima.
Pudiera estar contándole una muy larga historia
en la que las muchachas sólo han sido papeles,
sólo han sido impalpables ventanas en la espuma;
pero la sal es una mentira, una desgarradura que nos
/permite abrir las manos.
Entonces piensa en un juego, un juego estrictamente distinto al
/juego en que soñamos,
pero la oscuridad, la densa oscuridad
es una vestidura que nos aprieta el pecho, asma que cae
/como la lluvia helada
y es terrible tener, sin perdemos, las manos extendidas.
La ciudad, como el pecho, apretada,
aunque nunca sangrando sangrando como el pecho,
es más fría en las festividades, en la cerveza amarga que
/ha salpicado el horadado abrigo,
el árbol que ha dado de sí toda su sombra.
Ahora se vuelve, de no volver qué fuera la ciudad con su solemne
/herida,
con la herida de todos,
la condecoración de la nostalgia forzándonos al miedo.

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Tomado del libro LOS FRUTOS DEL VACIO de Heriberto Hernández ./Bluebird.
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lunes, 12 de octubre de 2009

Los poemas de un amigo que escribe desde Nueva York





Por: Aristides Vega Chapú.


A Sonita y Hernando



La añoranza es una enfermedad mortal, me dice Laidi en respuesta a un poema que le envío de un poeta amigo que reside en Nueva York, que me escribe con frecuencia cariñosos correos haciéndome llegar sus nuevos textos.
Pasamos la vida añorando sucesos ocurridos o no, paisajes existentes o imaginarios. Pero la añoranza parece ser la manera que tenemos de afianzarnos al presente.
A veces añoramos una casa, un tiempo, un amigo que ya no está, un suceso que nunca más se repitió a pesar de la satisfacción que nos provocó.
La añoranza es una enfermedad mortal, lo dice Laidi y como todo lo que ella dice, le creo.
Lo difícil es cuando se añora un sitio al que no podemos volver siempre que lo deseamos. Un sitio que puede que ya no exista más allá de nuestro imaginario, pues lo hemos idealizado tanto que ya no es real.
Pero más difícil que esto o cualquier otra cosa son el no estar atado a nada como si no se necesitara del pasado, de la memoria, pues quien no tiene recuerdo alguno no tiene presente. Esos, si es que existen, lo perdieron todo.
Por eso prefiero la añoranza, la de mi amigo que me escribe desde Nueva York, con esa memoria tan clara de olores, sucesos, rostros, sitios, que incentiva la lejanía. Tan al tanto de lo que sucede aquí, de lo que escribimos, con ese sentido de pertenencia que no le han borrado la distancia, ni las luces, ni la nieve, ni nada.
Por eso disfruto de la poesía de Juan Carlos Recio. El amigo, que aunque escribe desde Nueva York lo hace para mí y para todos los que como yo saben que el cubano puede decidir vivir en la luna que seguirá anclado a esta Isla.
No hay escenario más propicio para rescribir cualquier historia que el que propicia esta tierra en la que no por gusto decidió aparecer la Virgen de la Caridad, para que además de todo lo otro tuviésemos una patrona, que junto al dibujo de la Isla es también elegida por los que necesitan tatuarse en su piel algún símbolo que los identifique entre tanta geografía posible.


Finales de mayo del 2009, en Santa Clara.



EL DESAMPARADO DE SUNSET BULEVARD
.
Era extraño el mendigo y su tos y sus ojos apenas abiertos
en Sunset Boulevard frente a The Wisky a go-go
cuando me extendió las palmas de sus manos hacia arriba
y me dijo en susurro:_ lo ves_
Vi un tatuaje en tinta negra con la isla de Cuba
Y no vi más que el policía indagando por el truco.
Éramos nosotros de espalda a la virgen de la caridad
Llorosos con los ojos cerrados por el cobre
y la polvareda de la loma del ángel
antes que los rotos y los falsos ojos del mendigo
me iluminara.
Tomé la dirección del océano pacífico
No recuerdo si al final de esta calle
y puse mis manos extendidas
pero no pude ver la isla ni siquiera la maldición del agua.
Vi solo un anciano con su perro
y la imagen de una vez cuando niño
entrando a la bahía del puerto
Con la tos de mi madre estrujada en una hoja de ciruelo.
No puedo decir que vi el mar era pequeño ante el muro
mi madre llorosa me dijo:_ es muy bello_
años después me asomaba por él
sin saber que en las palmas de mis manos
extendidas para que el agua y la sal la refrescaran
tendría el peso de una isla
como un desamparado en tinta oscura llevando la sobrevida.

Juan Carlos Recio Martínez.
NY//Mayo/2009

sábado, 10 de octubre de 2009

LA CULPA NO ES DE USTEDES

Para F. L. Viera


Las otras veces que he muerto nadie ha venido,
nadie estuvo en el velorio,
los amigos no estaban sino dispersos
en los puntos cardinales de otra soledad.
Cada vez que muero asomo a ese abismo
como un recién nacido, solo que sin llanto.
Quieto, debajo de mi muerte, es como mejor respiro,
lejos de aquellos calores que los callejones y guardarrayas
dieron a mi destino en alumbramiento;
y con la felicidad que la pobreza abarca,
echado en el descanso del campo
sin la prisa de una vida frívola.
Las veces que muero no culpo a nadie,
ni siquiera esa violencia con la que me ignoras
por lo que tengo una especie de cruz cerca del camino.
No hay tiempo para el miedo, ni para el frío en las entrañas.
Hace 20 años ya escribía oraciones que aún hoy
no dicen a muchos lo que he vívido.
Si he sido el muerto menos valeroso para ustedes
ruego me perdonen.
Si he sido la huella en la nieve cuando se asomaron,
y la niebla de sus bocas en la ventana impidió
que me vieran pasar,
no es culpa ni del miedo ni del frío, tampoco de la rara belleza,
es la prisa de pasar como un cadáver
entre todos ustedes, quienes no deben culpa de mi soledad.

UN DIBUJO HECHO A MANOS LIMPIAS.





Cuando la sencillez y la belleza se mezclan en un solo cuerpo sólido y toma matices que elevan el espíritu sin caer en sensiblería ramplona, uno sabe como lector que ha encontrado tesoros. El libro Dibujo de Salma, más que por belleza estética y por un trazado de dibujos muy auténticos, me atrapa, me veo adolescente que descubre el mundo por conocer. Este es el más alto valor que aporta el libro de poemas, o simulacro de diario anecdótico escrito en verso y que se desdobla como solo nos tiene acostumbrado Arístides Vega Chapú. Personajes que uno asume ya instalado desde la memoria en esa parte de la juventud que nunca ha muerto en nosotros y que el padre de Salma le quiso regalar como testimonio de un tiempo que físicamente después que pasa, no volverá. Por eso estos versos toman un camino que no se bifurca de peregrino hacia la nada, que sabe de grandezas, que es un niño- ángel en perenne movimiento como los pájaros y la naturaleza, va pasando o viendo pasar desde colores, olores, sensaciones y existencia por ese territorio nombrable de la vida, donde hasta lo difícil tiene que ser bello. Claro que también es un canto, por ese ritmo interno, que no se contiene en bellezas lo que desde el oficio del poeta es perfecto, porque no sobreabunda en ejercicios moralizantes que abusen, y donde, sin espejismos se dan, la moral, las costumbres y el dibujo de todas las pertenencias que es Salma , pertenencias que tienen un tratado de amor que no necesita ser explicado. Cuando asoma lo descriptivo, tiene un vuelo mágico, un toque de perfección que evita viciarnos con el mundo corrosivo que los adultos creen conocer desde sus verdades y donde muchas veces deja de aflorar la fantasía y el sueño. Por eso entiendo que el poeta escriba y cito: Me aferré a los peces dibujados/ en la transparencia del agua/ como si fuesen reales. Claro que es real y creíble como cada poema, que no atraviesa ni huye de ese mundo desde donde los adolescentes suelen zambullirse con mejor destreza y naturalidad, inherente desde su inteligencia y con dominio autentico del universo que desde sus ojos se abren , para descubrir lo que quizás nosotros habíamos olvidado y porque también es su forma de ir elaborando ese mundo desde una secreta conversación, como titula el poeta en la página 91 _ y siento_ que es parte de esa parábola _ y además- como regalo, donde Arístides nos declara la brevedad con la que uno puede devorar estas páginas y lo inmenso que atrapa desde varias relecturas, siempre inconclusas, porque uno necesita, como un adolescente que lo abriguen, para, y, –parafraseo y cito- encontrar el camino, en medio de la noche y la bruma,/por el que pueda regresar a besarte. Esto que les escribo para invitarlos a la belleza y la lectura, es un plagio mío provocado por este libro sencillo y locuaz pero sólo en apariencias, quizás otro juego de fe con el que el poeta, -quede claro- el poeta nos ha dicho: Han regresado las aves/ de remotos cielos desconocidos que visitan a diario./Por acompañar a los músicos/regresan los mismos senderos que antes marcharon,/y hacen juntos girar,/lentamente ,para no fatigarse,/la glorieta de arcos griegos y robustas columnas/ que sostienen la noche incipiente del parque.

Juan Carlos Recio
NY.