viernes, 8 de octubre de 2010

Isabela



Los secretos de las vidas de las personas, y dentro de las familias; representan un muro insalvable para alcanzar la paz y la felicidad. Isabela, es la historia de una mujer que vive su vida sin sospechar que los secretos la han acosado desde siempre, y también la han convertido en una víctima de los rencores de otros. Pero, mediante un hecho insospechado, Isabela iniciará una cruzada en busca de la verdad, contando con el único aliado que no nos abandona jamás.
“La verdad os hará libres.” (Juan 8:32)





Hay tantas cosas en las historias personales de cada cual, que pueden ser puntos de inspiración, para un buen relato, o por lo menos para el intento de algo que pudiera ser bueno para alguien, en algún lugar del mundo, o simplemente en esta caja de sombrero que guarda mi diario, mi historia personal, la historia de Isabela Romero.
Hoy, en un día de mayo, como otro cualquiera, desde temprano ha comenzado a llover y el trabajo ha aflojado un poco, sólo han entrado dos personas en la tienda y me he sentido un poco nostálgica; mi hija dijo que nos traería algo de comer, mientras le espero, voy a estar revisando mis notas en el diario, que por cierto, lo encontré en esta vieja caja rosada y redonda; es increíble cómo guardamos cosas, aunque nos hagan un poco de daño los recuerdos. Pensando en las cosas de la vida, las bendiciones que vivimos en ella y las frustraciones.
Pero hoy estoy repasando en mi historia personal. Sería bueno, que pudiera regresar a la Casona, con tantos recuerdos que tengo de ese lugar. La última vez que estuve allá, estaban remodelándola y todo se veía un poco cambiado, uno de los mejores viajes que di a la finca fue cuando me acompañaron los niños. Tengo buenos recuerdos de esa época, especialmente cómo pude encontrarme con las barreras que me hacían difícil el vivir día a día.
¡Qué día tan tremendo!, no puedo decir que sea horrible, porque es difícil expresar en palabras los sentimientos que uno va formando en cada día, como un desgaste de situaciones un poco difíciles, pero hay que tener fe y disposición para hacer que la vida sea más justa y mejor.
Pasé un día malísimo, pero, posteriormente, de regreso a casa, he podido ver que la vida ha sido muy buena conmigo; después de todo lo que me ha acaecido, como sucede a tantas personas en la existencia; pero estoy viva y feliz, puedo decir que he encontrado la felicidad.
La lluvia se hacía cada vez más intensa, contemplaba por la ventana la tormenta que se había desatado; se veían con mucha frecuencia, sobre todo en esta época del año. A mí, particularmente, me emociona mucho ver la lluvia caer, así que salí hasta el portal, para poder estar más cerca del tintineo del agua hasta lograr mojarme un poco. Cualquiera que me viera, diría: ¿por qué te mojas?, te vas a enfermar. La lluvia, cuando cae sobre tu cuerpo no te enferma, al contrario, rehabilita tu espíritu; abrí mis brazos y levanté los ojos para disfrutar las gotas que caían a raudales sobre mi cuerpo, ¡qué sensación tan estupenda para nunca olvidar!

MAYO, LA HERMOSA PRIMAVERA

En un día de mayo, regresé a mi casa en la finca Bellamotta (siempre me asombró el nombre que mi bisabuelo le puso a esta finca, porque es posible que fuera algo bella, pero de motta, no tenía nada), bueno, entré por la puerta principal después de catorce años que me había marchado de este lugar, ahora volvía con mis hijos, mis tres preciosos hijos: dos niñas y un varón, el menor.
El olor del campo me hacía recordar tantas cosas hermosas, ese perfume de azahares que llena todo el ambiente de frescor. Este lugar era bello, a pesar de todo lo vivido aquí; se veía como el paraíso.
No puedo olvidar las cosas que pasaron en este lugar hace tiempo, cuando yo era de la edad de mi hija Amelia, con apenas diez años. Ahora veía esta casa, que estaba mucho más vieja y un poco despintada; el rosal tan inmenso del frente, sólo eran algunas tristes rosas también un poco descoloridas como la casona, una casa, que en su época, fue la envidia de todos en San Antonio del Valle; pero, en la vida todo pasa. Estaba tan sumida en mis pensamientos, que no notaba que nos estaban mirando desde la ventana superior al corredor de entrada; mi hijo me dijo:
—Mira, mami, hay alguien allí que nos mira y se esconde.
En verdad había alguien en la ventana, me pregunté quién podría ser; hasta donde yo sabía, en la casa sólo vivía Dora, la hermana menor de mi madre, es decir mi tía; mi primo, hijo de ella, estaba viviendo en San Antonio del Valle desde hacía mucho tiempo. Él nos había esperado en la estación del tren en la mañana, me viré a preguntarle:
—Luis, ¿quién es esa persona que está en el cuarto de tía Corina?
—Es Benito Rivas Miranda, el que fue mi padrastro, ¿lo recuerdas?
¡Cómo no recordar a ese horrible y terrorífico señor!
—Sí lo recuerdo, ¿qué hace aquí?
Eso sí era un acontecimiento, para mí, la presencia de Benito cambiaba todo en mis planes de quedarme un tiempo largo en la finca o me iba pronto; esto, mi tía no me lo había comunicado, tenía que hablar con ella, me quedé un momento mirándolo, parecía que estaba sentado, entonces, Luis me dijo:
—Mamá lo trajo hace tres meses, pues está inválido, no puede hablar, le dio una trombosis; él estaba viviendo en la Sierra, a ella le contaron cómo estaba y lo fue a buscar, yo no quería que lo trajera, pero ella dice que lo hacía por caridad, no sé; yo no quiero ni verlo, siempre está en la ventana, pienso que todavía es el mismo demonio de antes.
—Sí, Luis, esto cambia un poco mi situación aquí, voy hablar con tía Corina, ella tenía que habérmelo dicho.
—Ella no te dijo nada porque... no hubieras venido, ella quería verte, mira, ahí está.
La puerta principal de la casa se abrió y salió mi tía Dora, como siempre, con su sonrisa toda expresiva, estaba regordeta y más canosa, con su habitual moño, siempre con ese delantal que parecía que había nacido con él; las cosas no cambiaban, para ella todo estaba igual, me pareció que era la misma de catorce años atrás, es increíble cómo hay personas que no cambian con la vida y siguen siendo las mismas, siempre sonriendo, tanto, que muchas veces decíamos: ¿de qué se ríe ella?, pero ella sí sabía, o por lo menos lo disfrutaba todo; contrario a mi tía Corina, que era muy seria y la más amarga de las frutas del jardín; sin embargo, se casó con un hombre hermoso, el tío Mario, alto como una palma, delgado, y con los ojos más azules que pudiera uno ver, buena gente; contando historias todo el tiempo, de los que sólo tía Dora se reía, siempre pensé: ¿por qué no se casó con tía Dora en vez que con Corina?, Corina era la perfecta bruja de la escoba, no porque fuera fea, porque a decir verdad, era preciosa; seguro por eso la quiso Mario, pero cuando hablaba, ni el más grande de los generales se le podría resistir a sus órdenes; la pobre de mi madre le tenía pánico, y todos nosotros un poquito también, cuando mi papá venía, hasta mi madre, se refugiaba en él.
Tía Dora me abrazó fuertemente, con ese cariño tan precioso que ella sabe dar a todos, que en estos momentos de mi vida yo necesitaba tanto y me dijo:
—Querida Isabela, bienvenida a Bellamotta —miró a los niños por un momento, poniendo en su cara ese gesto de ternura, tan natural en ella—, ¿éstos son tus niños? ¡Qué lindos y grandes!
Nos dimos de besos, sentí el amor de ella y como que el tiempo no había transcurrido y yo era todavía una niña, pasó un viento, un escalofrío estremeció mi cuerpo, ella me abrazó y dijo:
—Está bien mi niña, todo va a estar bien.
No sé, pero en ese momento me sentí como de diez años, no de treinta que ya tenía; estaba encontrándome con el pasado, no sabía si quería o no hacerlo, eso es muy difícil; pero la abracé, se salieron mis lágrimas. Sí quiero enfrentarme al pasado, tener la oportunidad de hacer algo para resolver los cabos sueltos, aunque sé que las aguas pasadas no mueven molinos, pero las piedras dejadas en las orillas de los molinos, ensucian el futuro; y a mí me ha sido difícil, ahora mismo estoy pasando por uno de los peores momentos de mi vida. Pensándolo bien, era mejor que Benito estuviera aquí.
**************Fin del fragmento***********
Datos del autor:
Alfredo Domínguez nació en Morón, Cuba, en 1960.
Conocido por sus cuentos "Sal en los ojos" y "Retrato de un caminante", entre otros; ahora nos presenta su primera novela: Isabela.
Actualmente es Pastor Principal del Ministerio Evangélico Latinoamericano, con sede en Miami Lake; en donde reside desde 1999.


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la reseña, con fotos elegidas con un excelente gusto.
Gracias por dar a conocer esta bonita novela, sin duda que la leeremos.

Patico Gi dijo...

Exelente novela, muy carismatica y costumbrista, impacta y seduce. Se las recomiendo a todos, leanla y disfrutenla.

Marta Farreras dijo...

la empecé y es una novela realista con una prosa muy agradable de leer y no dejas el libro ...engancha