miércoles, 28 de abril de 2010

Sin crítica no hay crítica ni viceversa

Por Edelmis Anoceto Vega

1. Pensemos por un momento que la literatura de una nación puede medirse por el estado de su crítica literaria, asumida esta como un sistema que coexiste con el desarrollo de géneros tan establecidos como la novela y la poesía, por ejemplo. Ese sistema es producto de una naturalidad que, al desvirtuarse, desvirtúa también todo el resto de la producción literaria. Ninguna literatura nacional es completa si no se corresponde con la crítica.
La eficacia de los hechos críticos individuales está en correspondencia con la institucionalidad crítica en la medida que esta los propicia o los soslaya. Un estado de crisis de la institución crítica tiene su equivalente en los mensajes particulares. Si los actos críticos se producen con determinada pertinencia y congruencia, significa que la institucionalidad los favorece con una sincera voluntad, aunque también puede suceder que los esté evadiendo intencionalmente.
2. Entendamos por crítica literaria ese sistema en el cual los mensajes se refieren a otros precedentes, caracterizándolos, definiéndolos, analizando su estructura y funcionamiento en los diferentes planos del lenguaje, la técnica del escritor y su estilo, etcétera. También el mensaje críticoliterario puede servir a su autor para emitir juicios propios acerca de lo que considera, según sus convicciones, estimable o no en el campo de la literatura y la creación. A veces de manera solapada, aunque lícita, el crítico emite sus fundamentos y principios tomando como punto de partida determinada obra. Al mismo tiempo este tipo de mensaje sustenta referencias a la forma en que supuestamente la obra de su objeto opera en el ámbito cultural, tanto en el contexto propio de la obra criticada como en el del texto crítico; se refiere al valor social y al lugar que ocupa dentro de determinado patrimonio literario. Y, por supuesto, el crítico tiene la potestad de referirse a su propio proceder, a las maneras y métodos de análisis, en interacción con otros textos de la misma índole, y a exponer cuál es su tesis y objetivo. En este sentido el texto reflexiona sobre sí mismo. Todo lo anterior debe corresponder al campo de responsabilidades, derechos y deberes de los críticos únicamente.

3. Cuando en una reseña se comienza por la mera descripción, la anécdota, el párrafo retórico y el elogio y se termina por la frase “se trata de una voz peculiar dentro del panorama literario cubano”, sucede lo mismo que cuando una apacible tarde de domingo lo más importante que un comentarista nos dice sobre una película es que tiene una hora con treinta minutos de duración, tres nominaciones al Oscar y su director continúa con la línea iniciada en 1995. La función más rigurosa de la crítica, la interpretativa, es obviada y se potencian otras dos, la referencial y la valorativa. El lector únicamente se entera de que tal obra es así, con tales características, y por tanto es buena y debe ser leída. Sin embargo al lector también le incumbe saber qué hace que un libro sea un poemario y no un bodrio de frases vacías, qué hace que la literatura sea literatura. Del crítico —como mediador y guía que ejerce acciones interpretativas, publicitarias, evaluativas...— interesa saber no solo qué debemos leer, sino además el método de análisis, la manera de penetrar la obra y descodificarla. Cuando el crítico le sirve al lector de intérprete, como traductor de las connotaciones del aparato figurativo de la obra, está cumpliendo su mejor función. Cuando el crítico tiene esta limitación, no tiene otra opción que la alabanza y la festinación, que no conducen más que a su descrédito. El mejor lector es el que duda de la crítica (lector crítico), no el que la acata ciegamente, pero mucho mejor si al mismo tiempo el lector encuentra en el modelo analítico del crítico un instrumento para enfrentar futuras obras.

4. Cierto es que no existe un texto críticoliterario puro, o sea, su función nunca es exclusivamente interpretativa. La crítica se inserta en el sistema institucional como una institución más a la que corresponden determinadas obligaciones. Sin embargo cuando hay un proceso de desnaturalización en el cual el pensamiento crítico es administrado y enrumbado por quienes dirigen las políticas culturales —muchas veces de manera unidireccional hacia zonas ilegítimas y transitorias—, comienzan a aparecer males que a largo plazo son irreversibles, tienen su impacto negativo en el entorno sociocultural y acarrean consecuencias dolorosas.

5. El ejemplo que sigue nos ilustra acerca del tipo de texto críticoliterario común en nuestras publicaciones. Ha sido extraído de una de las revistas culturales más importantes en Cuba. Los nombres y títulos se han sustituido por variables y por las voces tal y más cual respectivamente.
Una trama humorísticamente estructurada en seis capítulos, convierte a Tal de M, premio Tal, en un libro singular dentro del conjunto diverso que exhibe la narrativa infantil actual.
Esta autora que conozco a través de sus libros: Tal y Más cual, y ahora por este nuevo titulo que la editorial Z ha puesto en mis manos; se me antoja grácil y auténtica como sus personajes. Más aun, tierra casi virgen para los estudios del género.

Tal, es una especie de novela corta que inserta planos de ficción a la dura realidad de un solar habanero, en estos tiempos sin brújula; donde un viejo fantasma —verde— ¿acaso necesario?, deambula carente de identidad, comprensión y sosiego, tras la búsqueda incesante de sus raíces. El azar, el humor, la suspicacia y la naturaleza humana de los niños, es el hilo conductor del entreverado mundo de sortilegios, soluciones inverosímiles, carencias y creencias en poderes fabulosos que se respira en estas páginas. La sinceridad, constituye un atributo de la generalidad de los personajes que viven en el texto y es la sátira, tan peculiar del humor cubano, la forma que utiliza M para encubrir la crudeza de ciertas temáticas sociales que no pueden abordarse con la seriedad requerida. Se advierte en el estilo de la autora, la presencia de un narrador capaz de desandar con idéntica soltura los dominios de la realidad y de la fantasía sin reparar en fronteras inútiles, en cuanto al lenguaje utilizado, —por inmoderado que pueda parecernos, si de niños se trata—.
La referencia a sucesos inevitables de nuestro entorno y sus secuelas para la vida de los personajes. Sirva de ejemplo el capítulo: “Tal”, evidencia una preocupación de índole ecologista en relación al lugar en que se ubica la acción del libro, pequeño espacio de larga historia, abundantes leyendas y rico folclor que M aprovecha sin caer en los maniqueísmos que propician estos elementos.

La impresión del volumen modesta, pero cuidada, exhibe el diseño de K, la edición de L y las ilustraciones de corte caricaturesco de P, que muy bien pudieron ser más ricas en matices y números para lograr un realce de la atmósfera del texto.
En este mundo donde la realidad parece sacarle ventaja a la ficción y amenaza con dejar sin empleo a los más imaginativos inventores de ficción, leer Tal de M, constituye un ejercicio recomendable no solo para niños y adolescentes, sino para quienes continúen creyendo en la posibilidad de viejos fantasmas —verdes— y otros misterios.

Se hace obvio que el enunciado citado desvaría alrededor de diferentes temáticas. No se evidencia un centro en torno al cual giren sus oraciones. Se dificulta encontrar un sostén que soporte las ideas, aunque estas no son nada complicadas. En la lectura no logramos concentrarnos en un mensaje construido con un principio semántico definido. Casi al unísono el autor emite juicios diferentes que llaman la atención sobre disímiles fenómenos e indistintamente pasa de una idea a otra sin asirse a una plataforma uniforme. En general el texto discurre sobre una pluralidad de registros, es politemático.

Observamos que la obra Tal es descrita, clasificada en género; la autora es caracterizada (grácil y auténtica); se informa de sus libros; se emiten juicios sobre la realidad y el mundo y los tiempos que corren (los sucesos inevitables de nuestro entorno); se reseña la trama muy brevemente, los elementos que componen su hilo conductor; se describen personajes, la manera en que la autora aborda ciertas temáticas difíciles; se dice del estilo y de la capacidad de la narradora; se valora el libro como objeto (diseño e impresión, ilustraciones); y por último se recomienda la lectura. Todo ello es expuesto de manera muy elemental y primitiva, haciendo énfasis en las funciones referencial y evaluativo de la crítica.

En cambio en la crítica interpretativa el entramado simbólico del texto debe ponerse en claro en un proceso que involucre las categorías probable-cierto. Lo individual (la obra) se enmarca en lo general (las convenciones literarias). En rigor el crítico funda su evaluación a partir de juicios axiológicos que se vinculan a un régimen uniforme de ideas, en un sistema que halla su basamento en un patrimonio común de valores. La interpretación de la obra se enriquece en la medida en que el rango de asociaciones propuestas por texto crítico es mayor, más imaginativo, mejor y claramente fundamentado, con lo que se exige al lector una urgente salida de la pasividad. El lector expuesto a un análisis interpretativo se ve obligado a problematizar con las funciones referencial y evaluativa de la crítica.

6. Durante años hemos padecido en Cuba este tipo de “indigencia crítica”25, de crítica comodidad acomodada y “sinflictiva”, al punto de crear en los lectores un vacío y una convicción cada vez más triunfalista, conformista y desproblematizada. Decimos que el cubano es un público lector, pero los que nos relacionamos con adolescentes conocemos de su creciente y alarmante incultura literaria. Hace unos años el escritor Jorge ángel Hernández Pérez en una conferencia sobre la lectura, cansado de poner ejemplos de obras elementales, tuvo finalmente que preguntar a su auditorio de estudiantes si se habían leído alguna cosa alguna vez. La banalización, el ocio, la pérdida de valores y el vacío ideológico del cual se quiere hacer responsable a la juventud cubana no son más que productos tan nuestros como las palmas, no rezagos del pasado. Es evidente que la sociedad cubana es cada vez menos pro cultural.

7. Se nos dice en los medios y en las instituciones que nuestra literatura es buena, pero no lo podemos afirmar a ciencia cierta. Nuestro pensamiento literario debe enfocarse de manera teleológica, con un enfoque que conduzca a una ubicación desde la perspectiva de la contemporaneidad. Es dañino mirar solo con amistosa complacencia el ambiente doméstico; el debate sobre las obras que ahora mismo se publican en otras regiones nos haría salir del desconcierto, la parálisis o la deriva en un aparente ambiente de calma. La vida literaria, la pose y la figuración en eventos y concursos ocupan un lugar preponderante y no dejan espacio a la divulgación de los estudios literarios. Lo contrario sucede en las universidades, escépticas a la hora de incorporar a sus planes de estudio la última creación literaria del país, sus claustros están cada vez más retirados de la vida cultural. Si por alguna necesidad nuestra crítica ha de apartarse de la ciencia literaria para ser cada vez más informativa y valorativa, ¿dónde está entonces el análisis sobre las editoriales, las Ferias Internacionales del Libro, la crítica al Premio Nacional de la Crítica —valga esa redundancia—?

8. Preocupante es —y esto no atañe solo a la literatura— que cuando en uno de esos casos aislados el crítico logra acceder a un medio con un mensaje argumentado y serio sobre una problemática puede encontrarse con una total e irrespetuosa indiferencia por parte de las instancias aludidas. Así hemos transitado por un proceso que va desde la abolición del discurso crítico hasta una fingida apertura. Se trata de una clara actitud de “presto atención, pero no escucho”. En este sentido es ejemplar el absoluto silencio mediático durante el importante ciberdebate sobre la cultura y la sociedad cubanas ocurrido en 2007 o el más reciente acerca del Sistema de Bibliotecas Públicas. Hechos como estos quedan diluidos en el ciberespacio, al cual tiene acceso solo un ínfimo porciento de la población. Se pone en evidencia el temor a que determinadas realidades sean del conocimiento del mismo pueblo cuya cultura e instrucción son enarboladas por los propios medios de difusión. Ante el cinismo y la falta de sensibilidad el crítico se ve forzado al retiro.
9. Una anécdota: En el año 2002 el presidente del Instituto Cubano del Libro ordenó retirar varios folletos de Corín Tellado del estante de libros de uso de la librería Pepe Medina de Santa Clara, alegando que en Cuba había mejor literatura. No es necesario aclarar que el presidente del Instituto Cubano del Libro no era ni es un crítico, pero desde el poder ejerció en aquel momento la función valorativa de la crítica, sin detenerse en la interpretativa, y privaba a los lectores de textos cuya prohibición no estaba oficializada. Imponía una estética.

A ningún crítico se le ocurriría demostrar que todo lo que se publica en Cuba es mejor que Corín Tellado, ese esfuerzo no vale la pena, en todas latitudes se publican buenos y malos libros. Independientemente del papel orientador del crítico, es el lector quien tiene la libertad final de formarse un gusto personal acerca de la literatura, de discriminarla y decidir por sí mismo lo que es bueno y malo, para que exista un verdadero proceso de aprendizaje y crecimiento. Otra cosa es imposición, irrespeto y falta a la inteligencia ajena. La censura no es una función de la crítica.
10. Cuando hablo con un cibernético o un médico le pido que me traduzca al español todo lo que no entiendo. Ellos se desprenden de toda su fraseología técnica en aras de hacerme fácil la comprensión. Aunque cada medio tiene su propio lenguaje, el critico no debe desechar su arsenal teórico para adaptar el discurso al receptor y minimizar en este la capacidad de reflexión. Por el contrario, es el lector quien debe tratar de situarse en consonancia con el mensaje crítico como creación auténticamente independiente, aunque sujeta a otra que la precede. Disminuir su lenguaje significa disminuir la inteligencia de del lector.

11. La falta de espacios y la centralización de los medios ha generado en Cuba una cultura acrítica, o mejor una incultura crítica. Para el desarrollo del crítico es necesario que este posea un campo de acción y acceso a los medios, de lo contrario no se crea un ambiente propicio para el género. La mejor atención que se le puede dar a un crítico es el espacio. La mayoría de los críticos cubanos no ejercen de manera sistemática ni son remunerados como profesionales. Tenemos una única revista para cada cosa, y estas publicaciones son las que quedan para finalmente legitimar la escasa crítica que se hace, sea acertada o descabellada. No existen otras publicaciones alternativas que puedan dialogar con las establecidas Temas, Tablas, Cine Cubano, Arte Cubano… y sus tiradas y distribución son precarias. Tampoco los medios de difusión pueden confrontar criterios entre sí, estos funcionan como departamentos de una misma dirección, la cual centra su interés en crear expectativas en el orden político-económico, con aprensión —sobre todo en la prensa plana— hacia la entrada en sus espacios de mensajes críticos culturales, incluso de voces muy autorizadas. Corresponde a los medios de difusión masiva salvar esa distancia que existe entre el crítico y el gran público. Aunque cabe preguntarse si el hecho de que ese gran público adquiera una verdadera cultura crítica perjudica a alguien. Antes de preocuparnos por nuestra falta de crítica, o por el carácter feudal de la misma, debemos darnos cuenta de que nos faltan muchas otras cosas sin las cuales no podremos dar siquiera el primer paso.
25*El término es de Juan Marinello.
Tomado de Hacerse el cuerdo.UNEAC, VC. Cuba.
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Datos del autor:
EDELMIS ANOCETO VEGA: Santa Clara. 1968. Poeta, editor, traductor literario, y licenciado en Lengua y Literatura Inglesas. Sus poemas aparecen en el boletín El Mejunje, El Caimán Barbudo, Cartacuba, Signos, Vanguardia, Huella y El Cuervo (Puerto Rico). Ha colaborado en Ariel, Cauce, Juventud Rebelde, Cartacuba, Umbral, Hacerse el Cuerdo, Educación y Huella.Ha publicado los libros: Cantos del bajo delta (1998); De todas las almas creadas, traducciones de Emily Dickinson (1998); A una alondra y otros poemas, traducciones de de Percy B. Shelley (2003); Mortgana (2002); Imago Mundi (2002); La cólera de Aquiles (2005), La cosecha y el incendio (2005), Desertor del cielo (2007); Poemas agrestes, Traducciones de Robert Frost (2008) y El sueño eterno (2009)________________

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http://www.lajiribilla.cu/2009/n410_03/poesia.html

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http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n71/articulo-2.html

http://www.sentadoenelaire.com/2009/11/desertor-del-cielo.html

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1 comentario:

I. Hernández dijo...

Interesante la poesía de Anoceto Edelmis como esto que hoy Juan Carlos ha subido a este blog.

Saludos,

ih