sábado, 20 de febrero de 2010

GOLPES CONTRA GOLPES.




Por otra lectura de Cesar Vallejo.

Existen otros golpes menos benignos
que no tocaron ni a Cesar Vallejo;
es una idea que no se ve de cerca
algo que está metido debajo de la piel
como una oveja y su lana
como una piedra de castillo
sin reyes, ni otra leyenda
que pueda existir de verdad
como si fuera el espejismo de Buda
la sensación de levitar sin existencia
y sin filosofía.

Hay golpes que nunca fueron dados
de una mejilla a otra,
son traiciones
profundas;
debajo
solo hemos visto el destello que pasó
y la imagen de un alma
que destroza
su otra alma sin compasión.
Pero son golpes como de Dios
que rajan la maldad
que sientan en su huella
un hilo de humo donde
también se dibujan esos gallos
que en la madrugada cantan
y afilan sus espuelas contra el árbol
y todos hemos soñado
desde un vitral con su presencia.

Hay los golpes que no son
sino el reflejo de la amargura
el flujo ácido de la aventura
la misma que hemos usado por vanidad
ante el enemigo
el mismo quien luce su mirada ausente
y nos asfixia en su terquedad
sin verlo morir de inmediato
como ave que vuelve tocada
simulando un paraíso que no podemos alcanzar.

Son esos golpes de tu amor perdido
esa manera de ladrar
y contra la pared
y a contraluz
tocar mis labios con tu saliva
decir las mismas malas palabras
todos los instantes, todo el año
y rodar por esa culpa con tu rostro
y dormirnos infiel y de reverso
en otro golpe que el alma
se empeña en dominar
se mete como lana
que abriga
tanto
y tanto que golpea
llega hasta el hueso
y uno no deja de escuchar
el golpe de las patas del gallo
agarradas al árbol
en esas madrugadas
donde tu repites tus golpes sordos
sin escuchar quien canta
sin que uno pueda
aparentar
amaneciendo
otro golpe que no sea
esta prisión donde tú
eres de leña seca
la ceniza del fuego.

Qué más voy a decir
del golpe
qué mentira será
como dentro de un sueño
donde alguien se acerca
por un camino polvoriento
y sus pasos suenan:
son golpes contra los ojos
y luego se ve un tren que pasa
con un sonido extraño
como si fuera tu vida
contada mientras terminas el cigarro
y sales a la luz
y no escuchas cuando te llaman
y no quieres volver
sino es con pólvora.

Sí, hay otros golpes
como un tajo del hacha
una cabeza que rueda
una barcaza fenicia
por un río que no existe;
un tinte rojo que rasga la solapa
y por una u otra vida
que te inventas
de golpes por los golpes contra los golpes
y sigues golpeando
hasta que el sonido de la puerta
y sus pasos en la noche
te devuelven a la realidad;
¿no puedes dormir?
y no es la pregunta lo que suena
son el chasquido de sus labios
como aguas sobre un alero
una tarde de lluvia,
como polainas en el fango
como unas hojas en el rocío
que se congelan y parten
toda posibilidad de vivir en el encanto.

Son golpes rudos ya lo sé;
y no tiene sentido
tus manos en el pecho
el llanto que implora
al menos un saludo en la distancia
uno que dice adiós
desde un andén y nadie se asoma
a ver su voluntad
que puede se agolpe
por vergüenza
y por golpear de placer
en tu cintura.

No escucho
sino
tu lengua
que maldice
estas horas
donde no sobra
otro ruido
que no sea
el choque de los días
contra el alma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno juan carlos, desgarradamente conmovedor.

un saludo

gumersindo

JC Recio dijo...

Gracias Gume, por leer el blog, esperemos ver más de tu narrativa y si escoges un fragmento de Maria Virginia y yo en la luna de Valencia, sería excelente compartirlo con muchos de los que todavía no tienen al alcance tu narrativa. Saludos a tu esposa.