jueves, 2 de septiembre de 2010

Después del huracán




Por Noel Castillo
(sobre el libro Después del Huracán de Yamil Díaz Gómez)
Después del huracán -suponemos o creemos recordar de otros octubres- nos descentramos en un intento por resarcirnos en medio del más absoluto desorden... después de este huracán, detectado sólo por un escritor todoterreno, vigoroso y avisado como Yamil Díaz, reina la más absoluta diversidad. Para convencernos se proyecta desde todas las ventosas posturas imaginables; el crítico múltiple, el cronista, el narrador soterrado, el poeta, inevitablemente. Sin hacer caso de las bajas presiones mistifica los géneros literarios, difumina sus fronteras, comunica en sus disertaciones sapientes, conmueve por sus evocaciones nostálgicas, tensa nuestro velamen detector con ráfagas de palabras para mudar a brisa en el momento justo. Con Después del huracán, asistimos a la cuarta estancia de una pentología. Amante de los ciclos creativos se nos muestra una vez más el autor.
Debemos leer este libro doblemente conscientes de que hubo otros escalones en su proceso y de que resta otro trecho después de sus páginas, páginas que azotará con las embestidas que le particularizan: las de la voluntad de estilo. De ahí, entonces, la presencia de los costados vitales martianos, la anécdota personal y jocosa, el paneo escrutador sobre el quehacer cultural en una ciudad que él reubica a partir de sus propios puntos cardinales.
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El FUNDADOR DE ESPADAS PARA CRUZAR UN LABERINTO


Por Yamil Díaz Gómez
www.youtube.com/watch?v=j9ZhtcPfiaw
Yamil Díaz Gómez a la izquierda, foto
cortesía de Arístides Vega Chapú.

Pedro Llanes Delgado: El fundador de espadas.
Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2003.

Definitivamente Pedro Llanes no nació para narrar historias de balseros ni de jineteras ni de gays ni de soldados internacionalistas. Tampoco para hacer concesiones a la moda, el facilismo o el mercantilismo. Pedro Llanes nació para invitarnos a un recinto barroco de majestuosas edificaciones verbales, que tienen el encanto del misterio, la fuerza retadora de una obra en busca de lo que Cortázar llamara un “lector macho”.
Quien haya entrado a la obra de Llanes y a la amistad de Pedro, sabe que ningún sabio de Grecia lo supera en la hondura del ejercicio culterano, como no lo supera ningún niño en la ingenua manera de ser bueno.
En esa auténtica fusión de erudicción y candidez, tal vez se halle el secreto de por qué no podemos ubicar al autor dentro de otra tendencia que no sea el “pedrollanesismo”. También esa fusión de erudicción y candidez puede que nos señale el mejor modo de leer El fundidor de espadas
El fundidor de espadas
-texto que marca su debut como novelista- cuenta la historia del arqueólogo Helmut Rostbach. Si traicionamos el libro hasta el punto de ahogarlo en carriles de una sinopsis tradicional, diríamos que el doctor Rostabach ha llegado a un espacio cosmopolita y multirreligioso conocido como Ciudad de Todos los Santos. Que allí pretende dictar dos conferencias. Que -luego de un paseo urbano con pinceladas de “color local”- se hospeda en un hotel, flirtea con una camarera, ve una escena violenta, y después de dañarse el elevador, intenta una salida por el sótano. Allí lo espera un laberinto...
Ahora Rostabach transgrede un límite. He aquí la hybris que tuerce su destino. El doctor abandona su apariencia antropomoría y se convierte en un corpúsculo. Como si alguna vez más, “ en medio del camino de la vida”, Dante encontrara la puerta del infierno; pero un infierno esta vez más absurdo alegórico. Como si una vez más Gregorio Samsa sufriera una metamorfosis, aunque menos grotesca y más fantástica. Como si una vez más Jesus se transfigurara en el monte, ahora descorporeizándose del todo. Si aceptamos a Rostbach, El fundidor de espadas, como transunto paródico de Dante, Gregorio Samsa o Cristo, continuará ante nosotros una de tres novelas diferentes.
Es que no sólo el personaje protagónico, el narrador también ha transgredido un límite. Luego de demorarse socarronamente cuarenta y cuatro páginas en describir un mundo de rutina, llega por fin al nudo. Y esa transformación del protagonista en una mínima partícula, impplica una ruptura violenta dentro de lo que llaman “nivel de realidad”. La mascarada realista se viene abajo. Se inicia el verdadero laberinto con la apertura de un ámbito narrativo donde hay caminos míticos, fantásticos, maravillosos...; hay rutas dibujadas por el expresionismo y el surrealismo. A partir de entonces el escritor enseña sus armas más potentes. Aquí hace un guiño al aleph o al gallo bíblico. Allá construye un artefacto digno de la ciencia ficción, o nos entrega una galería de fantasmas. Y así hace gala de su agilidad para las citas, la alternancia de chistes y de angustias, el salto de lo lírico a lo irónico, la narración polifónica, las polarizaciones espaciales, la anulación del tiempo, su sentido paródico, su maestría en el el juego de palabras. Léase el diálogo que arranca en la página 51, donde la propia disposición tipográfica nos sugiere una deuda con el teatro del absurdo:

RATA. Cuidado con lo que hablas. Soy una rata luterana.
FUNDIDOR DE ESPADAS. Que no se puede diferenciar de una rata jainista, de una rata bahai o una rata carismática.
RATA. No me confundas con los carismáticos, son demasiados untuosos.
FUNDIDOR DE ESPADAS. No te atrevas a hablarme sobre observancia.
RATA. Si me voy por el norte se me aparece un antílope, si me voy por el sur allí están los cazadores, si me voy por el oeste se trata sólo de un sueño.
[…]
RATA. Quieres dártelas de héroe y yo te digo que no existes, no pasas de un retruécano.
[…]
FUNDIDOR DE ESPADAS. (Nuevamente en guardia.) Te pateo, te desmenuzo, te destrozo.
RATA. Vaya manera de discriminarme por materia de fe, auxílienme.


El novelista abre su narración a otros discursos: el filosófico, el esotérico, el cientifico. Repárese en reflexiones como esta:
Una de las dificultades de las ideas evolucionistas es que muchos microorganismos como las bacterias poseen una gran organización bioquímica a escala de los aminoácidos y de las enzimas, y además que la teoría misma presupone nociones azarosas con una tendencia hacia lo caótico que resultan inaceptables porque implican cierto casuismo. La selección natural, la adaptación y la supervivencia de los individuos más fuertes no bastarían para explicar la diversidad; las mutaciones prueban que las especies se transfiguran dentro de una línea de parentesco en que el prototipo cercano sigue manteniéndose. (p.89)
Y al final, coexisten tantos libros posibles en apenas ciento cinco planas, que no debemos conformarnos con una única interpretación. Acaso resulte preferible dejar en manos del lector varias preguntas, como caminos transitables dentro del laberinto:
¿Quería Pedro Llanes reescribir la leyenda de Teseo?
¿Deseaba parodiar al Thomas Mann de La montaña mágica, al Hermann Hesse de El juego de abalorios, al Gunter Grass de Inundación?
¿Al novelista le parece la civilización actual una Babel mediocre y rutinaria?
¿Se burla acaso de la banalidad global al construir en el submundo todo un refugio para la alta cultura?
¿ Qué es lo que aspira a poner en jaque: la realidad o el realismo?
Al invitarlos a responder este amasijo de preguntas, se debe reiterar que a Pedro Llanes ningún sabio de Grecia lo supera en la hondura del ejercicio culterano, como no lo supera ningún niño en la ingenua manera de ser bueno. Aquí, en El fundidor de espadas, el Pedro Llanes erudito dejó detrás la metáfora de don Fernando Ortiz según la cual Cuba es una cazuela y la cultura cubana un ajiaco, y decidió preparar un ajiaco universal, con referentes del más disímil origen cultural y geográfico. Mientras, el Pedro niño ha concebido la identidad del hombre como una esencia intacta que no se altera ante la pérdida de sus revestimientos corporales.¿A dónde llegan ambos Pedros al transitar el laberinto? Responda cada lector. Yo, por mi parte, entre las muchas moralejas que de la novela se desprenden, prefiero acaso la ingenua y lateral, pero a la vez irrefutable como verdad de niño: solo el amor nos salva.
Tomado de su libro de Periodismo Después del huracán, colección Manantial, Ediciones Sed de Belleza Editores, Santa Clara Cuba, 2007.
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Datos del autor:
Yamil Díaz Gómez (Santa Clara), 1971). Licenciado en Periodismo. Escritor y editor. Ganador de cinco ocasiones del certamen Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara, ha obtenido además de los premios Abril (1994), Bustarviejo(1996), “Regino Pedroso” (1998), Razón de Ser(2000), Poesía de Amor Varadero(2001), Dador (2004), 26 de Julio(2006), Memoria(2006), entre muchos otros. Ha publicado los títulos: Apuntes de Mambrú(1993,2006), En el Buzón del jardín(1999,2002), El flautista en la cruz (2000), Soldado desconocido(2001,2006), Crónicas martianas (2001), lluvia(2004), Fotógrafo en postguerra(2004,2006), Los Dioses verdaderos (2005), Ese jardín perdido(2006) y La guerra queda lejos (2006). Aparece en numerosas antologías. Trabaja como editor de la Revista Signos.

5 comentarios:

Escombros Hablaneros dijo...

Juanca, gracias por acercarme a esa literatura, pues no la conocía.
Abrazos

Yamil Díaz dijo...

Gracias, hermano, por esta agradable sorpresa. Un abrazo, Yamil (por e-mail)

Julio Fowler dijo...

Julio Fowler El 03 de septiembre de 2010 a las 14:02
Resp.: Después del Huracán
Juanca, está de más comentarte que me interesan ambos libros, el de Yamil y el de Pedro...¿hay alguna forma de conseguirlos desde aquí vía internet o habrá que ir a Santa Clara?...
Gracias por estas promociones que nos acercan la obra de grandes y entrañables amigos.
Va abrazo (por facebook)

Ihosvany Hernández dijo...

interesantes trabajos, tanto el de Noel, como el de Yamil. cuando vaya quisiera empatarme con buena narrativa de la hoy se sigiue haciendo.... Me divertí mucho con Al Cielo Sometidos, Escorpion, El rojo en la pluma del loro...
gracias, hermano. (por facebook)

Félix Luis Viera dijo...

Leído, me alegra mucho que se escriban libros como este. Veo que el infatigable Yamir, que en su oportunidad de declarara un "soldado de la cultura" (ya debe ser como coronel), sigue dando. Yo lo recuerdo con mucho cariño y admiración. Talento como poeta, como ensayista sobre el Maestro. Y aquello que por acá he citado en los momentos que así lo han requerido: "Vengo del fango y del trigo /a darte mi serenata /voy a la muerte, mulata / ¿quieres moriste conmigo?"
Y esto del reflexivo Pedro Llanes, lo que se llama de una lectura múltiple, polisemia dicen:

"RATA. Si me voy por el norte se me aparece un antílope, si me voy por el sur allí están los cazadores, si me voy por el oeste se trata sólo de un sueño".


Gracias, Juan Carlos.