martes, 13 de octubre de 2009

PERO CUENTEN LOS PASOS QUE AQUI LLEVAMOS.

Pero uno dos y tres, el de mi conga es…sé que este estribillo de música popular no puede ni como símbolo recoger nada parecido a la literatura y mucho menos a un taller literario, pero resulta que en estos días recordaba, mis primeros pasos en un taller real. Al pasar los años y mucho más en el exilio, me he encontrado con más detractores de aquellos talleres por razones muy diversas y a veces complejas, algunos lo consideran un atrincheramiento provinciano, -pero seré directo,- a mí me resultó muy beneficioso en todos los sentidos posibles de un principiante. Estudiaba en la secundaria básica el séptimo grado y arribaba a mis 14 años, cuando Jorge Ángel Hernández Pérez (HP), comenzó un círculo literario, primero llevé una novela infantil como de 80 páginas escrita en cuatro días, no creo que me dejaran pasar de la cuartilla 20, el próximo miércoles en el segundo encuentro llevé un poema con estilo balada mexicana y paciencia con los orientales, entonces por algún motivo que ahora no preciso, un verso según HP era imprescindible para saber que se podía tocar madera. En una semana me vi en la biblioteca del museo de mi pueblo Hermanos Vidal Caro, una hermosa y dotada biblioteca rodeado de las memorias de Valeriano Weyler, y donde sin azar recurrente sino por suerte y costumbre, tenía ante mí a un grupo de escritores ya destacados de los 80, entre los que destacan Joaquín Cabezas de León, Heriberto Hernández , Eduardo Gonzáles Bonachea, HP por upuesto, la poeta ya de generación del 60_ pudiera ser_ Nivia de Paz, y el historiador René Batista. No fue mi primera carga mambisa, pero si tuve mis primeras lecciones de un verdadero taller literario, donde la critica se ejercía como oficio y no abundaban los elogios y compadreos. Una de los escritores que más me influenciaba por su poesía era Heriberto Hernández, pero el amigo también pudo percatarse de mis pocas lecturas _y para colmo_ en ese entonces yo manejaba el criterio solo del gusto, sin darme la oportunidad de buscar y organizarme la biblioteca que todo escritor con disciplina llegará a formarse en la cabeza, (eso que algunos declaran como memoria cultural y otros selectiva). Nunca he reparado en cuál nombre deba darle, pero saqué provecho de la critica oportuna de esos escritores y de sus recomendaciones, Heriberto me habló de Lo Cubano en la Poesía, Cabezas de León me recomendó a los poetas franceses y no por casualidad en especial a Rimbaud, por mi estilo de aquellos tiempos.
Otros muchos nombres en encuentros entre talleres y personales me permitieron conocer a Pedro Llanes, otro formidable poeta de los 80 que me marcó mucho por la hondura de su poesía , a Frank Abel Dopico, Jorge Luís Medreros, Alexis Castañeda, Arístides Vega, Berta Caluff y poetas anteriores como Ricardo Riverón, Félix Luís Viera, y Carlos Galindo Lena, todos ellos hacían de conjunto un equipo de tierra fértil para la cosecha en terrenos donde mi abuelo habría calculado sin equivocarse buenos frutos, y eso es lo que a paso mucho más armonioso que el de una conga, aprendí y por lo cuál siempre les estoy agradecido.

Aquí algunos de los poemas que ilustran mejor que cualquier recuerdo mío:


SONETOS DE LA ESTRELLA ROTA.

La siempre viva endulza la superficie del canto,
casi sin vida en el despeñadero,
y aunque caiga forzada por el aguacero,
el agua es quien sostiene su encanto.


El agua mana cuando el rondel,
se hace igual y a la misma vez distinto;
la siempreviva indica la puerta del laberinto,
en tanto las ánimas van bajando en tropel.


En los campanarios la luna encharca el peso de resedá;
el sucesivo, quien pasa a destiempo, chanceará.
El lebrel temblequea, lo compadece de nuevo la paradoja.

La siempre viva abre cansina equilibrada en la ventisca,
sus vórtices resisten la levitación, sea, la nevisca.
Límpido viene el céfiro que la deshoja.
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Tomado del libro Diario del Ángel. Pedro Llanes. 1962) Letras Cubanas.
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OTRA VEZ LA CASA

El que hizo esta casa hizo también
la extenuidad de las personas.
Aquí la puerta. Aquí las manos de abrir y cerrar puertas.
En el fondo, el sitio en que duermen lo ignoto y el perro
y aquellas gavetas donde se guardan
sin distinción, unas pocas ropas o ladridos
o el Sagrado Corazón, quién sabe. Pero
es una casa hermosa a pesar de ciertas palabras que se dicen
y de un dolor inmenso
como de jazmín cortado, que, por las noches,
coincidiendo con el pasar de la lechuza, se abandona
en el techo. Es la ausencia de ojos que se miren.
Es el matrimonio que ya duerme de espaldas,
Como si bastara con lo fatal del buenas noches.
Pero es una casa hermosa con vista hacia otra casa
y un balcón cotidiano para asomarse a pensar en los ahogos.
Cada vez que llueve, la lluvia y tú entran a la casa
y huelen a dos ciudades podridas,
a la última voluntad de los reos. Después de secarse
la lluvia y tú solo dicen: es la casa, la más
hermosa entre una tempestad y la siguiente,
entre tú y la persona que te escolta
a través de los muebles, las vasijas, tu vulgar respiración.
La casa que te deja ser extenso en paz
y que, cuando sales de ella, te perdona.

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Tomado del libro Las Islas del Aire de Frank Abel Dopico. (1964) Capiro.
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Hilo de Ariadna.

Eras Ariadna con el hilo escondido entre los senos.
Sombras del agua marcando el mediodía,
trampa de elogio, culpa del miedo;
por ti se desprendían los egoístas desde sus altos
edificios
y juraban, borrachos,
que nunca más te cambiarían por un reino.
Tremendista poeta que era yo,
Lanzaba contra el muro mis años y cobijas.
Los sortilegios y el hambre me hicieron escribir
cartas inmensas,
prometerme aventuras y ciudades.
Como un descubridor, bordeaba el laberinto;
la punta del cordel se apretaba en la cima de mis
dientes.
Imprecisa,
ofrecida al poeta que sacaba tu cuerpo del agua
ensombrecida,
eras Ariadna en la culpa del silencio,
ansia veloz en la que al fin me vencería el Minotauro.
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Tomado del libro Ojos de gato negro de Jorge Ángel Hernández.(1961) Capiro.
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BIOGRAFIA DEL MUERTO.

El que ha muerto
con un pez en el pecho penetrando como un dardo
/finísimo
tiene el desasosiego de ver la menos, la parte del juego que
/ha vivido.
Vienen todas las bestias a juntarse para lamer sus manos,
pero él sólo piensa en la niña que se perdió esa noche,
en la niña que hundió sus piesecitos en una oscuridad
/densísima.
Pudiera estar contándole una muy larga historia
en la que las muchachas sólo han sido papeles,
sólo han sido impalpables ventanas en la espuma;
pero la sal es una mentira, una desgarradura que nos
/permite abrir las manos.
Entonces piensa en un juego, un juego estrictamente distinto al
/juego en que soñamos,
pero la oscuridad, la densa oscuridad
es una vestidura que nos aprieta el pecho, asma que cae
/como la lluvia helada
y es terrible tener, sin perdemos, las manos extendidas.
La ciudad, como el pecho, apretada,
aunque nunca sangrando sangrando como el pecho,
es más fría en las festividades, en la cerveza amarga que
/ha salpicado el horadado abrigo,
el árbol que ha dado de sí toda su sombra.
Ahora se vuelve, de no volver qué fuera la ciudad con su solemne
/herida,
con la herida de todos,
la condecoración de la nostalgia forzándonos al miedo.

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Tomado del libro LOS FRUTOS DEL VACIO de Heriberto Hernández ./Bluebird.
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