sábado, 27 de agosto de 2011

ELEGANCIA DE SER EL MUERTO VIVO



























Iba a despedir agosto
Como uno se despide del calor
Que es la entraña misma de sentirlo.
Y porque es imposible hacerlo con los amigos

Aunque algunos sean la ceniza
Y otros un puerto de entrada al regreso.

En las horas grises

Cuando mejor nos padecemos
Los grises son arena en el reloj
Acotejada para creer
Pasan las horas en su sentido contrario
Y todo lo que disminuye sin azar
Es prestado del gris
Como una gran pena aislada a su cárcel

Ambos saben que todo transcurrir
Es la falsedad desarraigada a su invento.

Ambos en ese espacio

Donde un segundo clava la posteridad

Semejante al cuerpo visto

En una cruz que nos pertenece























Debajo del resplandor
Y más abajo en la desgracia

Donde por amor al prójimo
Y en el justo orden de pecar

Merecimos la sombra.























 
Iba al viento a desnudarme

Pero estoy tan amarrado a la soledad
Que ni siquiera lo comparo a la derrota.

Ahogado en la rabia de no entender
Cuando he ido hasta el fondo

Por algo inexplicable

Sin que vea hundir mi cabeza

Aun si las ideas que de ello me hago

Es solo piedra sembrada en el sollozo

Y cuando luce inmóvil

Tampoco importa
si desde ese estado
Aquellos que solían encontrarme
Ahora metidos en su vergüenza
No suelen invocar los sitios del dolor

Porque tampoco vale mucho

Si alguna vez me nombraron.

miércoles, 3 de agosto de 2011

OTRA VEZ DESDE ARRIBA














Arriba donde todo lo que alcanzas

se pierde y brota

de manantial o enigma

que te ha puesto de limosnero

ante el porte de la tristeza.

Sin espejismo, ni otra acción

premeditada por engaño,

desde lo alto

donde todo lo no visto

pesa y pende sin que lo evites

y hasta ha de rajarte en dos

la esfera que llevas por cabeza.

Desde ese más allá donde baja

la intensidad del ánimo

y se escurren las fiestas

dominadas también desde su peso

como las columnas de un templo

que ha acumulado lo solemne

porque la casa de Dios es ese infinito

de hecho atravesada en la historia.










Aplasta el peso aunque la fe

de las almas austeras se aliviane

y el dolor de morir por la patria

es vivir en un espejo

que siempre nos refleja

otro rostro visto desde otro espejo

más pesado que las cumbres

más adictas que su memoria;

y perfectas para ser en dos

las dos mitades

en las monedas de cambio.

Aplasta no ser un ejemplo para nadie.

Quizás un episodio inconcluso

en el que tampoco se hallará el final.















En ese ámbito de ambivalencia y reflejo

la vuelta de las horas igual a los peldaños

bajan por inercia demasiado a ras de la tierra,

y en esa incómoda posición

se pretende aparentar que deslumbramos.

Dicen que así se nos verá desde otros lares

sobre anhelos que fraguan y son

las lecciones también inconclusas

de unos días encaramados en otros.

Dicen que siempre creemos cuando el peso aplasta

es liviano al espíritu en el alma que nos inspira

pero nadie ha dicho que ha visto

si en ello se encierra algún acto heroico

al menos para balancear las piernas

mientras se espera sin adivinar

lo que de ser posible llegue

y que la lengua haga un voto de silencio

porque todos a la vez lloramos el mismo luto

y todos hablan todo el tiempo de todos

como dioses falsos sobre una vida insulsa.

No hay certeza que se convierta en himno

ni en aquel surco por designio abierto

donde pasar como uno de esos aguaceros

sobre las llamas de un cañaveral

eterno en el humo de su mediodía.









Allá arriba la oscuridad y el engaño se iluminan

y cuando asimilamos dejar

algunos caminos por vereda

damos en círculo contra nuestras cabezas

que solo han visto dormitar

una y otra vez los espejismos.


Juan C Recio
Agosto 3 del 2011.