domingo, 26 de diciembre de 2010

UNA SUSTANCIA LLAMADA NOSTALGIA





Con la forma de decir de Gloria Elvira
Y por contagio.


Dijo Gloria que hay una sustancia que se llama nostalgia
y ahora recuerdo mi cabeza en algunos pozos
cuando miraba al fondo para saber
si un eco que responde tiene rostro
un invento feroz del nomeolvides;
pero uno vive mejor en el recuerdo
si la realidad aunque te pudra feliz
se aparece como un himno obligatorio
de esas entonaciones que las patrias guardan
en todas las estaciones como si fuera
el exilio dentro del inxilio
con el color rosa en el trasero de la eternidad;
Gloria va a escribir con la sustancia a cuesta
Y "Vincentico Valdés cantando Envidia,
perjudicona y alevosamente en
su oreja. Juzga."
Ella sin saberlo me ha dejado caer
todo el peso que fluye desde un eco
unas voces salidas de las postales
de los amigos que en Santa Clara
entonan un himno, real, uno que no sacrifique:
ni patrias, ni islas, ni se enreda
en los trasfondos de la maldita circunstancia.

Si va a llover que llueva y no escampe
si vas hasta aquel rostro nunca visto
en el eco que devuelve estas palabras
y el cuerpo atrapado en esas aguas no te sostiene:
recuerda y flota,
siempre flota indetenible, flota y flota
parecido al centro de una bandera,
otra sustancia
que con una estrella solitaria se destila.
Entre rones sacados desde el alma
Y "la Envidia, perjudicona y alevosamente en una oreja. Juzga."






Juan Carlos Recio
Desde Miami, 26 de diciembre del 2010.

martes, 21 de diciembre de 2010

Palmas, canales, sombras, olvidos.













Para Rosmerys
& Ruben.











He visto en estas palmas aquellos huecos
donde iba a esconderme
y jugaba a ser mi encanto.
Ellas tienen como Dios una imagen en alto;
una manera infinita donde volver a perdernos.
He sido por dos largas horas mientras caminaba
un desamparado que se ampara en esa belleza
y recuerda igual a un bobo de pueblo
que una vez tuve sin albergar la soledad
y demasiado niebla para no ser visto
como unos de esos amantes de tarima
en el carnaval a las afueras de ese mismo pueblo.
Niebla y un deseo de partir
y otras verdades que no supe mirar para esas Alturas:
ni elevarme hasta un nivel
donde todo lo que ahora se aleja
Me dignifica.















He visto al pasar por los canales
como llevan un poco la sombra
de estas mismas tristezas que nos aproximan
Para que pueda recoger tanto estandarte.
Fue “de las ilusiones pasadas que no pude alcanzar”
la parte menos oscura de todo sentimiento.
Si fuera un perro –ya lo dije, o el lobo de mi sangre-
y si aquellos huecos no me recuerdan
sin ser Dios ni ladrar nuestras miserias
debo un aullido que la frialdad de una luna corta,
unos gritos sordos que a nadie enloquecen
y puede que deba un poco esta idea de belleza.










Anoche en el eclipse visto sobre el canal
y al fondo del patio
con el olor de las carnes asadas
y por “las almas austeras” y la familia
se dispuso entre tantas postales casi amarillas
aquella donde mi hermana, nuestra perra y yo
jugamos a ser la musa de un palmar
que guarda para siempre lo que suena a locura;
con esas formas que tienen las palmas
cuando miran desde Dios sin inmolarse
Uno es como “el mar y su balada”
y luego se tocan las penas, inevitables,
de las almas que desde el fondo
-canal-sombra- o misterio-
Se ven: en el regreso por aquellos caminos
de polvo, de memoria y de juegos sin finales
de los que tal vez dos bocas guardan
mucho mejor que la letra borrosa de un pergamino.

Juan Carlos Recio
Miami Florida
22 de diciembre del 2010.

viernes, 17 de diciembre de 2010

UN RUIDO QUE NADIE ENTIENDE AHORA.




Prólogo



Más allá de nuevos, novísimos recientes o cualquier otro adjetivo, la poesía que los jóvenes cubanos están escribiendo en estos momentos merece un calificativo: osada.
Esa distinción la gana no por atrevimientos formales, incursiones temáticas o creatividad en las imágenes –que de todo eso y más hay en los textos- sino por una genuina irreverencia ante el acto lírico que los lleva tanto a incursionar, otra vez, en recursos técnicos que promovieron las ya viejas vanguardias del siglo XX, como- y es lo más notorio- a desconocer jerarquías o acatar líneas temáticas.


Un buen ejemplo de esa poesía es el cuaderno Un Ruido Que Nadie Entiende Ahora de Anisley Miraz Lladosa donde a pesar de que el título particularmente lucha por recordarme el odumodneurtse con que César Vallejo recreaba << estruendo mudo>>, puede apreciarse una concepción impresionista de ese aspecto que hoy nos sorprende en cada esquina, unas veces con la etiqueta de la globalización otras de la post modernidad y que en definitiva no es más que la lucha personal de cada uno por encontrar un ideal en tiempos de crisis conceptuales, económicas y sobre todo, humanas, no porque la autora invierta sus recursos expresivos en censurar tales agonías sino porque ellas aparecen afiligranadas en los trasuntos de cada verso que alude a la inseguridad, la frustración y las mínimas y máximas ansiedades de estos tiempos.
Sus versos, escritos desde la ansiedad, resultan generalmente cáusticas reflexiones sobre un mundo que no quiere aceptar tan lleno de falsedades e indiferencias, tal vez por eso abunda tanto en ellos la palabra simulación, tal vez por eso emplee tantos colores. Lo cierto es que la autora quiere, aunque la Historia repita los personajes, ser ella quien escriba. Cansada de orientaciones y normativas no pide la dirección del drama, sólo quiere proponer su argumento sin cambiar el escenario.

Quienes se adentren en estos versos puede que resistan al inicio a aceptar sus procedimientos pues han sido elaborados dentro de un corpus generacional en buena medida –y sin malas intenciones- autosuficientemente; escritos para desde su propia estructura indiquen ansias de cambios y creación se han apartado de recursos no solo formales sino gráficos para intentar su propia Gramática; de este modo aunque respeta aún el punto prefiere sustituir las comas por los espacios sin preocuparle que la poesía no está en el signo sino en lo que se dice, de igual modo sus citas prescinden de los clásicos y, cuando los asumen (Kavafis), resultan figuras significativamente contestatarias que preludian más la intención que la idea.
No obstante, son estas actitudes las que distinguen estos poemas al dotarlos de poesía escrita y sentida. El canto, trágico o escéptico, dolido o indignado, no es la queja por lo que fue, es, en buena medida, una invitación al verso como lo que indica: vuelta a los comienzos, a la poesis entendida como lo era en sus orígenes: cambio.
Entre comprar <<autorretratos para mis vivos>> porque es el naufragio <<perdí el veneno gris de las espinas/pero tampoco tengo rosas>> Anisley advierte que ese ruido incomprensible, es el peligro cierto de una evasión inútil que nos dejaría <<…. de este lado/ definitivamente en la otra orilla>>

Rafael A Bernal Castellanos

_____________________


Un Ruido Que Nadie Entiende Ahora

Las bambalinas tiemblan a la voz del muchacho
y una pedrada en morse nos recuerda
que nosotros también somos actores
sólo que no jugamos con las luces
la savia de los trenes el décimo escenario.
Nos van articulando mariposas de cristal amarillo
el corazón es una espléndida pulpa dadaísta
y nuestras más remotas inquietudes dialécticas suicidas como

/el polvo.

La cintura del hombre es un ruido que nadie

/entiende ahora
la sonrisa de abismo del actor es un concepto extraño

/en mi ciudad

y es un eco caminar por la playa
con invisibles flores en el pelo
y que el actor de brazos.









DEL SILENCIO Y OTROS DULCES DRAGONES




De las cavernas íntimas de un pez
de un caracol que alguien mueve y ofrenda
de todo lo que poco a poco va esparciéndose
me place esta vital sustancia de escribir.
Parece que la calle es un espasmo
una coreografía de soles y agujeros
(para no pensar si existe la esperanza)
Solo arquetipos desdobles de una mujer que escribe
y seguirá escribiendo mientras la súbita ciudad
se tropiece contigo por la calle.


DE LA SERIE RAZONAMIENTOS
.
Sus ojos eran netamente extraños.



Precisos con pequeñas tinturas de gaitas
y un azul añadido por espacio de a dos.
Sus ojos eran como la carne de los centinelas.
Callados alertas en su materia cósmica y un poco inválidos

/de placer.

Eran bárbaros mutantes noeclásicos
de sustancia de cementerio
de siete crisantemos respirando
de adolescente buena calumniada
de fin de siglo.
Y no pudo haber muerto de sus ojos.
Eran dulces oscuros progresistas
inmortales / sufridos /talentosos
profanos ancestrales.
Eran míos.

Y La Ciudad Un Punto Más Bajo Cualquier Amante




Entre semana vamos por la ciudad cantando coplas
o muriendo si es que se puede morir
y de nuevo el espejo del frío lacerante error de medianoche.
Sobre la ciudad se desequilibran los silencios
sobre nosotros en arenales lejos
sobre esta falsa ciudad que alquien recortó de las esferas.
No nos invitamos con fallos positivos
movernos nada movernos y no cambia.


El revés sigue siendo la cara que no es de cualquier sitio
/otra vuelta de hoja

Aves de noche pasan. Lechuzas.
Ojos de faro que no vemos ni importa
siguen siendo fatales guardarrostros de la noche
(jamás les llamaría azulejos)
Novios pasan amantes aguaceros pasan
lluvias de meteoros suceden y se mutan en sus propias alevosías.

Pasa nada contigo con nosotros.
Tampoco tengo un puente en la ciudad
a la puerta del sol a donde no hay camino.
Solo unos muchos que no están
y a los que ya no están
echaremos de menos.
Buscándome en el miedo encontré esto:
un pedazo del tren de mañana
a medias la canción y mucho polvo.

En mi cornisa los lúgubres payasos hacen ruido
los trovadores vuelven a la historia
para irse como sábanas blancas.
(Remedios aprehendía la locura
mientras los otros la tiraban como hirviente palabra.
Ellos sí estaban locos)
Un tiesto de begonias hace luz la ventana
por donde los artistas se asoman y preguntan.
Desde adentro los oigo blasfemar
(los ángeles también se pudren en sus penitentes bacinillas).
Todos recogemos la ventaja después de haber segado.
Todos apremiamos diez palabras
diez monedas fiables al abismo
porque hemos nacido como el miedo
descalzos de límite y confianza.
__________________






Te queda el bote
inexorablemente.
Tus manos hoy siquiera parecen las mías
ni el soliloquio es la respuesta.
¿Dónde los amigos?
¿Por quién ha de llamar el altavoz en este reino emancipado por las aguas
¿costureros/ begonias?
No sea que nos quedemos de este lado
Definitivamente en la otra orilla

Los textos y las ilustraciones fueron tomadas del libro

UN RUIDO QUE NADIE ENTIENDE AHORA.

___________________________

Para Leer más sobre la poeta aquí:

Anisley Miraz Lladosa, (Trinidad, 19981)Graduada en diseño gráfico en la Academia Profesional de Artes Plásticas óscar Fernández Morera de Trinidad. Labora como Especialista Cultural en la Galeria de Arte Universal de dicha ciudad. Interesada en la poesía y el cuento los cultiva tanto para niños como adultos y ha ganado premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca 2000, el de Literatura Infantil Mercedes Matamoros 2002 y el Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua, Cienfuegos, 2003.

_________________


Ilustrador de cubierta:Silvio Martínez Cabrera (Pinar del Río, 1952). Graduado de diseño gráfico en la escuela nacional de diseño (1973); laboró profesionalmente como Diseñador Publicitario durante 22 años, en la actualidad es artista independiente. Creador entre otras obras del cartel para Festival Mundial de Jazz de Martinica (1993) y del afiche Mundial de Guitarra para ese propio país (1994). Obras suyas aparecen en numerosas colecciones en Cuba y el extranjero.


jueves, 9 de diciembre de 2010

El vigoroso trazado de Bertha Caluff

Sentado en el aire regresa con una poeta singular, hermosa mujer y hermosura de madre. Valiente e inteligente amiga, que escribe como una diosa, no coronada de espinas, ella se viste con la profundidad de las almas austeras que se pasean seguras desde su vigoroso trazado.



Por Arnaldo L. Toledo



Así descubro los indescriptibles parajes del Estrecho Sendero.(“Del Estrecho Sendero”)Nos vamos acomodando insensiblemente a tanto poema balanceado, pulido y desmedulado; tanta letra ornada pero de escaso trasfondo…, que un libro intenso y esencial como este nos toma de sorpresa. No es una excepción en la trayectoria de la autora, que ha sabido defender y mantener su original visión y modos expresivos y recoger los a veces amargos resultados de apartarse de las modas. Toda su poesía publicada ha ido como acercándose gradualmente a la nitidez de los textos que integran este volumen. No he podido hallarle parentesco en la amplísima y diversa producción poética cubana contemporánea, aunque tal vez alguno quiera adjudicarle la etiqueta del minimalismo de retorno que viene asomándose como alternativa a la frondosidad a veces viciosa de nuestra poesía. Buscarle antecedentes nos remontaría a la primitiva lírica popular castellana, al sin par San Juan de la Cruz, a Santa Teresa, a Unamuno, al último Juan Ramón Jiménez, a los ejercicios hispanoamericanos con los haikús … Pero cualquiera que sea el acercamiento que como lectores más o menos enterados hagamos, el título que comentamos permanece firme en su originalidad.
Es un conjunto de notable extensión, sin ser una recopilación de obras ya publicadas por la autora, como es costumbre. Está compuesto por seis cuadernos, o tal vez sería más justo decir: seis partes, pues lejos de fragmentarlo, éstas refuerzan su absoluta unidad. No es que sostengamos que toda compilación de poesía deba someterse a la disciplina del registro homogéneo; es que en este caso esa cualidad responde a su crucial estrategia de significación. Creo que este es un libro para ser leído como totalidad, que sólo puede ofrecer su más entrañable sentido cuando lo recorremos en la dirección del tiempo de la vida: como vigoroso trazado, como destino o voluntad de Dios…, donde la criatura humana pone a prueba su fe y alcanza la gracia. Su trabada coherencia se asienta en igual medida tanto en sus singulares cualidades de expresión como en las de significado. Una sostenida, tensa, audaz sobriedad ––riesgosa en una obra tan extensa— y un orden de los textos y las partes que van como recorriendo la parábola de una historia insinuada, una suerte de novela omitida: el trayecto de una dolorosa, sufriente búsqueda de alivio, de consuelo, de acompañamiento, que sólo puede ofrecer el Dios del cristianismo… Toda la extensa serie de textos se deja leer como un minucioso registro, como una grave y grávida sucesión de los testimonios que han sido dictados por una difícil travesía espiritual. La fuerte impresión de autenticidad que producen se afianza en la resistencia que oponen a la tentación de incurrir en lo “literario” o lo “poético” aceptados sin dificultad; los textos de Bertha son más rigurosamente literarios cuanto más parecen elegir una expresión que defrauda la complacencia, la grandilocuencia, la suficiencia de los discursos que inundan toda la superficie y ahogan las voces diversas que querrían hacerse escuchar desde las lecturas.
La primera parte, “Las pérdidas”, nos coloca en el campo de significación dominante —la religiosidad cristiana y la caída— mediante un conjunto de poemas en que las historias bíblicas son referidas directamente. En cuanto a la dinámica interna de todo el poemario, el tema introducido por el primer texto, “Caída de Babilonia”, posee un largo alcance. La caída se extiende al mundo (es el fin de los días, es el castigo de fuego y azufre), pero concierne a la realidad inmediata, a nuestro ámbito familiar, (“Pero aquí nacieron nuestros hijos, / en las escasas horas de la felicidad”), y también es la ciudad espiritual, la ciudad interior (“en vano lloré / ante lo que tan caro nos fuera”). Esta múltiple dirección de los sentidos es cualidad recurrente y por tanto característica de todo el poemario. Refiere lo trascendente (Dios, Jesús) pero no podemos evitar asociaciones más inmediatas: Los paganos cuestionando / de dónde le venía la instrucción. (“Fiesta de los tabernáculos”) Obsérvese el difícil gerundio cargado de materia deleznable. O este otro fragmento: Se iban a la fiesta Tus / desertores, / los dudosos, / los oportunistas, / los ególatras, / los de NO ES PARA TANTO, / NO PODEMOS SUFRIRLO MAS, cuyas palabras resuenan en esa polifonía tan cargada de polémica dialogicidad con los discursos propios de realidades más inmediatamente hirientes.
La segunda parte, “Olvido del dolor”, es la más extensa (81 poemas) y es como el núcleo ígneo del libro. La sucesión de los breves textos va recorriendo el círculo de las horas y el calendario del dolor. La criatura que clama y apunta sus angustias, va a tumbos, tambaleante —“Y mis pies iban solos / arrastrándome (“Arrastrándome a mí”)—, buscando ayuda, rogando a Dios amparo —Yo me duermo en el letargo de las súplicas. (“Y tal parece”)––, por la noche oscura del alma, por el Estrecho sendero (“Del Estrecho Sendero”) Asistimos aquí al dolor sin fondo, sin sustancia, sin cuerpo: Todo mi sufrimiento / se resume / en este sufrimiento. / Una causa llama / a la otra causa (“La otra causa”). El espacio por el que se arrastra la doliente figura está hecho de escasas referencias: es la noche, o el amanecer, una puerta, la senda, el camino, el sol, el cielo, la ermita… El paisaje vacío, casi ausente, acentúa el espesor de la soledad, la magnitud del dolor sin límites, sin causas visibles. Sólo la proximidad de Dios mantiene el hilillo del aliento, el hálito de la vida, la pureza de la inocencia. Pero la entrega a Dios es tremenda, no exenta de inmensas pruebas y sacrificios, en esa dimensión que nos evoca testimonios supremos de fe como el de Abraham, dispuesto al sacrificio de su hijo; o el de Job, a quien todo le fue quitado: Que sea para Ti, / que nada me reserve // Tú me arrebatas lo que tengo / y lo que no tengo. (“Mi Dios y mi Todo”) En el diálogo que entablan los textos, el alivio puede alcanzar la enorme magnitud de la maravilla manifiesta en lo insignificante. Véase la intensidad que produce la contención: Ayer barrí / la hojarasca de invierno / y mi alma / vivió un instante / de serenidad (“Hojarasca de invierno”)La sección tercera, “Tú trazas el puente”, (Tú trazas el puente/ y yo cruzo el pantano) es el conquistado remanso, es una estadía de modesta e intensa dicha, ya prefigurada en la recién citada “Hojarasca de invierno”, de la sección precedente. El título sugiere con claridad el tránsito a un nuevo momento de la travesía. Se recogen fugaces instantes de dicha sencilla y se suceden algunos poemas de temática amorosa, igualmente muy contenidos y por ello de imprevisibles, secretas resonancias: En mi cocina aún, / en sitio incómodo, /el banquillo permanece / fiel al peso / de tu cuerpo. (“En sitio incómodo”). “El resplandor de los santos” ––cuarta sección–– tiene un precedente en el bello libro Imagen tras la Imagen (Premio y edición Sed de Belleza, 2000). Contiene diálogos con figuras sacras, humildes personajes, líneas devotas… Pero lo que me parece especialmente conmovedor y trascendente son los brevísimos intercambios con San Francisco de Assís, santo y poeta que cuenta con justificadas simpatías de la poetisa. No me resisto a reproducir el brevísimo y tremendo texto:Con tu glorioso sayalde la pobrezadesde mi infanciame esperabas(“Desde mi infancia”);O este otro, titulado Amado Francisco:Las tablas del techo,Carcomidasse caen.El piso se raja y se hunde,amado FranciscoEn la poética que se va enunciando desde la elocuencia de la brevedad justa y del silencio donde los lectores se abocan a un abismo de significaciones, no se está afirmando una conformidad sino una jerarquía superior del espíritu. El ser sufriente ha conquistado una estatura, y en las páginas que siguen, el equilibrio con el mundo y aun la dicha.


La quinta parte, titulada “Como la naturaleza…” representa ya al sujeto lírico salido del anonadamiento del dolor, restablecida la facultad de reintegrarse al universo, apto para interactuar con la creación toda, comprender la grandeza divina en la maravilla de su obra. Capacidad para reparar en pequeños sucesos, milagros cotidianos, la naturaleza próxima, familiar, las sabandijas y animalillos del patio, las plantas comunes, la lluvia, las flores… Toda una larga lista de humildes seres casi olvidados por su modesta condición. Adivino que llegó la primavera / por la lluvia que cayó / el desentono alegre de las ranas / y el ululú de los niños en la noche / tras las luciérnagas (“Adivino que llegó la primavera”). También el misterio de la voluntad de Dios se le revela en señales casi imperceptibles: El árbol trina como un pájaro / cuando el aire lo doblega. / Así tiene que hacer el hombre, / Dios mío, / cuando le impones / Tu Santa Voluntad. (“El trino del árbol”). Ya estamos en condiciones de comprender cómo se ha alcanzado la felicidad.
Exactamente, así se titula la última parte: “La extraña felicidad”. El título está cargado de insinuaciones y resonancias indetenibles. Es claro que supone otra noción de felicidad, diferente a la que circula habitualmente en el entorno del lector y del poeta. Mi felicidad es ese árbol / que contemplo extasiada / no sé por qué. (“Mi felicidad”) Y en lo más particular, reafirmación de fidelidad a la dicha de la comunión con Dios: Qué extraña felicidad me asalta. / Sólo el deseo de amarte / en mi felicidad. // Amarte / y estar a Tus pies. (“La extraña felicidad”). El cabal equilibrio en la fe ––el “Hágase Tu voluntad”, el “vigoroso trazado”––; el entender no entendiendo de San Juan de la Cruz: He renacido / en el misterio. / He descubierto / el centro desde allí / acercándome a donde habitas. (“Redescubriendo el misterio”).
Se ha cumplido un proceso del espíritu en su totalidad ––de principio a fin––; hemos acompañado a la figura poemática a lo largo de la intensa ruta, padeciendo el absoluto sufrimiento y renaciendo en el goce de las obras y el amor divinos. La magnitud de estas experiencias se acentúa ––aunque de momento pueda parecer paradójico–– en la medida en que el poeta ha decidido y logrado trasmitirla mediante una palabra aparentemente insuficiente. El evidente contraste provoca no la impresión de una pobreza, sino la de una expresión que queda como reservándose la inmensidad, siempre por debajo de la grandiosidad de lo nombrado. Insuficiencia ficticia y no práctica; recurso poético totalmente legítimo y eficaz. Se asienta en el rigor de la selección del léxico, en la sintaxis y en la segmentación de alto valor semántico. Las breves líneas rozan a veces la rispidez, la expresión parca casi en exceso; juegan a bordear los peligrosos despeñaderos por donde el lenguaje se desploma incapaz, pero acaban siempre salvándose, afirmando la elocuencia de la brevedad, de los silencios, de las elipsis, y el misterio de lo que se ha callado, la fuerza irradiadora de lo no dicho.Estos poemas y el orden en que han sido colocados —y las breves y alteradas sinuosidades por las que van descendiendo los versos estrictos y sin concesiones ni al facilismo ni a lo sentimental––, reclaman un lector capaz, no tanto porque ejerza una información vasta, sino sobre todo porque se encuentre en disposición de un diálogo sincero, emancipado de prejuicios literarios y realmente abierto a la real comprensión del otro, lo que equivale a decir, de sí mismo.


Tomado de la revista digital Hacerse el Cuerdo,27 de febrero de 2009, y de la revista Umbrales, julio-septiembre/2009 # 34, en Santa Clara, Cuba.
_______________________________
______________________________