Para Rafael Altuna y Raquel
Habla poco, pero sé que se alegra cuando estoy allí. Sale a fumar y da los paseítos por frente al edificio y vuelve y se sienta y, en algún momento, se tira en la cama aunque yo me esté despidiendo y dé mis besos y prometa que voy a regresar en la primera ocasión que tenga. Igual llego y, ese día, desgrana algún chiste de cuando coincidió en Sancti Spíritus, Caibarién o Manicaragua con Ricardo Riverón, Mario Brito, Veleta y William Calero; aquellos a quienes importaba menos el motivo de la reunión que la posibilidad de chocar, nuevamente, con el viejo hermano para pasarla bien. Tuvo el honor de que Una tarde en el río inaugurara la Editorial que en sus inicios, el sapo que nunca falta, denominó “papiros” pero que fue la Capiro que conocemos. Y que todos lo imaginaran imprescindible, necesario, grato en cuanto encuentro o tertulia se convocó. El personaje que puso, también, su tono; que dio el colorido que nos hizo falta; al que aceptaron, comprendieron y pasaron por alto el difícil carácter, puesto que estaba claro por qué espacios guardó lo que de verdad interesa; cuando tuvo su nombre, su primer apellido y, además, el segundo. Es cierto que, a veces, habla poco, que si lo intenta es para maldecir; que simulara no estar para nadie y no se empeñe en camuflarlo. Que prefiera su cigarro y su paseíto y su peculiar manera de ver la vida a la certeza de la “civilización”; a nosotros que pretendemos sostener la charla a fuerza de lo que fuimos. Y que transcurra la existencia sin que venga el deseo de transcribirla, de trastear por sus ramas y regalar la historia en la que, después, sumergirnos y soñar. También él debe arreglárselas como puede y resolver el problema sin que nadie asome; y malgastar su energía miserablemente en preocupaciones mundanas que quisiera lejos; y callar y aguantarse y hacer lo que hay que hacer cuando no queda más remedio que entrar por el aro de la necesidad. Encima, debiendo tragarse el cuento del conformismo porque los años no le acompañan y asumir que tu físico, tu condición, tu sexo, tu vestimenta, tu prestancia, la forma en que caminas y hasta las manchas de tu cara importan más que lo desprendido o auténtico, o humano, que sueles ser. Solo empuja el carrito con las últimas fuerzas de sus ganas y trata de estar amable con ese a quien lleva la compra justo hasta el sitio donde se encuentra el jeep; en busca de la compensación. Y hubo un momento en que confrontó con el hombre, con el hombre y sus contradicciones, con las relaciones humanas y todos los vericuetos a que puede conducirlas un proceso de cambio, cuya esencia épica entronca con la materialización de sus más caras aspiraciones; otra época en que asumió hasta su propia negación en aras de confirmar las coordenadas de su pensamiento y quién sabe si hasta menos miedos tuvo, más valor y sobrado espíritu para armar la fábula y obligar a empezar en el mismo instante en que pusiera fin. Por ahora no hay fin ni principio ni la contraportada donde leer la frase que resuma su esfuerzo. Solo sale a fumar, a dar su paseíto; a quedarse allá, para siempre, aunque yo me despida y dé mis besos y prometa que estaré de regreso en la primera oportunidad que tenga y sepa que se alegra, que se alegra, aunque que no lo diga.
Llego y, a veces, dice unas cuantas palabras y, otras, un ramillete. Allí, en lo que todos conocemos como la casa de Rafe y Raquel; donde uno puede fumar dentro y hablar alto y pararse y cruzar las piernas e ir al baño sin protocolo ni pedir permiso. Para sentirnos “como allá”, compartir “como allá”, soltarnos a la manera en que lo hacíamos “allá”; porque estamos conscientes que, fuera, los motivos igual que los culpables se difuminan. Mientras, en la cocina, Raquel mueve el arroz.
Aramís Castañeda Pérez de Alejo
*Las palabras en itálicas corresponden a la nota de contraportada del libro Una tarde en el río de Rafael Altuna.
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Año de publicación: 1990
Colección: Zarapico
Editorial: Capiro
Género literario: Cuento
Reseña: Del hombre y sus contradicciones, de sus angustias
e iluminaciones trata este libro. En él están analizadas las relaciones humanas
y todos los vericuetos a que puede conducirlas un proceso de cambio, cuya
esencia épica entronca con la materialización de sus más caras aspiraciones, a
la par que las lleva, a veces, hasta la propia negación en aras de reafirmar
las coordenadas de su permanencia. Estos son cuentos escritos con un estilo
que, desde la sobriedad hemingwayana, nos comunican más con los silencios que
con la profusa imaginería, donde el diálogo adquiere el inestimable valor de
conductor de la acción, en tanto las descripciones son simplificadas a veces hasta
la mínima expresión sin que con ello se resienta la estructura del relato.
Narrador.
Con su libro Una tarde en el río se inaugura la Editorial Capiro
Obra publicada
Premios y reconocimientos
• 1ª mención en el concurso 13 de marzo, 1974
• 1ª Mención concurso David 1976
Sus textos han aparecido en las revistas Verde Olivo, La Gaceta de Cuba, El Caimán Barbudo, Revolución y Cultura, y en los volúmenes de los premios y menciones de los talleres literarios 1979 y 1982, editados por Letras Cubanas.
En las editoriales de la provincia se ha publicado
Una tarde en el río
Publicado en Capiro en el 1990
Colección: Zarapico
Género: Cuento
Del hombre y sus contradicciones, de sus angustias e iluminaciones trata este libro. En él están analizadas
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Para leer más este trabajo reciente de Félix Luis Viera, en Gaspar el lugareño blog:
http://www.ellugareno.com/2011/12/en-memoria-de-rafael-altuna-delgado-por.html
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