Cuando la sencillez y la belleza se mezclan en un solo cuerpo sólido y toma matices que elevan el espíritu sin caer en sensiblería ramplona, uno sabe como lector que ha encontrado tesoros. El libro Dibujo de Salma, más que por belleza estética y por un trazado de dibujos muy auténticos, me atrapa, me veo adolescente que descubre el mundo por conocer. Este es el más alto valor que aporta el libro de poemas, o simulacro de diario anecdótico escrito en verso y que se desdobla como solo nos tiene acostumbrado Arístides Vega Chapú. Personajes que uno asume ya instalado desde la memoria en esa parte de la juventud que nunca ha muerto en nosotros y que el padre de Salma le quiso regalar como testimonio de un tiempo que físicamente después que pasa, no volverá. Por eso estos versos toman un camino que no se bifurca de peregrino hacia la nada, que sabe de grandezas, que es un niño- ángel en perenne movimiento como los pájaros y la naturaleza, va pasando o viendo pasar desde colores, olores, sensaciones y existencia por ese territorio nombrable de la vida, donde hasta lo difícil tiene que ser bello. Claro que también es un canto, por ese ritmo interno, que no se contiene en bellezas lo que desde el oficio del poeta es perfecto, porque no sobreabunda en ejercicios moralizantes que abusen, y donde, sin espejismos se dan, la moral, las costumbres y el dibujo de todas las pertenencias que es Salma , pertenencias que tienen un tratado de amor que no necesita ser explicado. Cuando asoma lo descriptivo, tiene un vuelo mágico, un toque de perfección que evita viciarnos con el mundo corrosivo que los adultos creen conocer desde sus verdades y donde muchas veces deja de aflorar la fantasía y el sueño. Por eso entiendo que el poeta escriba y cito: Me aferré a los peces dibujados/ en la transparencia del agua/ como si fuesen reales. Claro que es real y creíble como cada poema, que no atraviesa ni huye de ese mundo desde donde los adolescentes suelen zambullirse con mejor destreza y naturalidad, inherente desde su inteligencia y con dominio autentico del universo que desde sus ojos se abren , para descubrir lo que quizás nosotros habíamos olvidado y porque también es su forma de ir elaborando ese mundo desde una secreta conversación, como titula el poeta en la página 91 _ y siento_ que es parte de esa parábola _ y además- como regalo, donde Arístides nos declara la brevedad con la que uno puede devorar estas páginas y lo inmenso que atrapa desde varias relecturas, siempre inconclusas, porque uno necesita, como un adolescente que lo abriguen, para, y, –parafraseo y cito- encontrar el camino, en medio de la noche y la bruma,/por el que pueda regresar a besarte. Esto que les escribo para invitarlos a la belleza y la lectura, es un plagio mío provocado por este libro sencillo y locuaz pero sólo en apariencias, quizás otro juego de fe con el que el poeta, -quede claro- el poeta nos ha dicho: Han regresado las aves/ de remotos cielos desconocidos que visitan a diario./Por acompañar a los músicos/regresan los mismos senderos que antes marcharon,/y hacen juntos girar,/lentamente ,para no fatigarse,/la glorieta de arcos griegos y robustas columnas/ que sostienen la noche incipiente del parque.
Juan Carlos Recio
NY.
Juan Carlos Recio
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