lunes, 19 de diciembre de 2011

Capítulo 16 de la novela APOCALIPSIS: LA RESURRECCIÓN


Capítulo 16

 El presidente se dirige a la nación, a todo el que quiera escucharlo. Asegura que hemos hecho muchas cosas. Hemos transformado el país. Hemos contribuido a la transformación y consolidación del mundo. Hemos conseguido que los aviones vuelen, los medicamentos curen, las mujeres paran. A las mujeres les gusta parir y han empezado a parir y siempre quisieron parir y eso es importantísimo. No va a quedar una sola mujer luego del último tsunami pero mientras hubo mundo hubo mujeres, y sin mujeres no hubiera habido mundo. Las mujeres hicieron crecer al país y al mundo desde sus vientres, contribuyeron con sus vientres a que el país y el mundo fueran lo que son, supieron reconducir el destino del mundo repoblándolo, repoblando el país. Un destino, lo sé, que ahora se nos revela adverso, pero que en su momento aplaudimos fervorosamente. Hemos levantado torres interminables bajo el cielo. Conquistamos el sistema solar. Fuimos agricultores. Cazamos. Pescamos. Forjamos el metal, inventamos la rueda. La invención de la rueda revolucionó las relaciones de producción: Nos propusimos objetivos y alcanzamos metas nunca antes imaginados. Descendimos a las profundidades oceánicas, descubrimos el átomo, domesticamos al gato, al toro, al caballo. Tuvimos un mundo feliz durante ciertas épocas y durante ciertas épocas pudimos ser todavía más felices, pero la perfección es tan escurridiza como el tiempo. Hemos descubierto la cerámica, fabricado utensilios de cocina, elaborado recetas culinarias. Hemos puesto al alcance del gran público la radio, el cine, la televisión. Cierto que el mundo va a acabarse pero durante todo este tiempo hemos estado a la altura de las circunstancias. Nunca nos echamos atrás. Jamás flaqueamos. Siempre entendimos que habíamos llegado para quedarnos, para transformar el planeta, el universo, la vida, el sentido de la vida. Siempre supimos que estábamos más allá, muy por encima de las pequeñeces y los subterfugios, que no íbamos a rendirle cuentas a nadie ni esperábamos que nos las rindieran. Hemos aislado virus, removido ciudades, conservado en latas de conserva. Hemos puesto el verde sobre el verde y el rojo sobre el rojo. Somos hombres y mujeres de bien: Levantamos este país con el sudor de nuestras frentes y lo hemos engrandecido procreando sin cesar, sacrificando nuestros óvulos, úteros y espermatozoides. Las mujeres estuvieron donde tenían que estar, contestando al reto de la Historia reconquistando esa Historia. Las mujeres sabían, en su momento vieron lo que nadie había visto antes: Ahora que todo termina tengo una palabra de aliento para ellas. Ahora que todo termina mi más sentido homenaje a las generaciones de hombres y mujeres que por los siglos de los siglos constituyeron la Humanidad toda, con sus hallazgos y virtudes, miserias y desesperanzas. Esa Humanidad que desaparece con la lección aprendida, que no debe nada a nadie, que se ha forjado a sí misma a través de incontables desmoronamientos y reconstrucciones. Así, el derrumbe final no nos sorprende. No habrá reconstrucción esta vez, desde luego, pero tampoco lamentaciones estériles o celebraciones artificiales. Fuimos, estuvimos, cumplimos. Jugamos nuestro papel. No estaremos en los próximos días, pero recorrimos un trayecto, señalamos un camino. En los próximos días nadie tiene idea de qué sucederá, puesto que ya nada sucederá, pero cualquiera que sea el comienzo ―todo final prefigura un comienzo― siempre tendrá su precedente. Sabremos desaparecer con dignidad. Nos hemos constituido en principio: Somos lo que por fin, a fin de cuentas, finalmente ha desaparecido.
No se trata de un discurso elaborado, claro está. No hay estrategia definida, ni pragmatismo, ni cadencia, ni suficiente elegancia ―mucho menos precisión― en él. No hay mucho seso tras él. Alguien se ha atrevido a decírselo, que se olvide del discurso. Porque eso sí, hay emoción en sus palabras, se trata de una alocución emocionada. Alguien le ha pedido que sea sincero al menos una vez, o le ha obligado a serlo. Que las circunstancias lo ameritan presidente, no tiene idea de cuánto lo hemos esperado.
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