lunes, 12 de septiembre de 2011

Dios lo acoja a su derecha




















Agustín de Rojas y A Vega


Por Arístides Vega Chapú
Acaba de morir Agustín de Rojas (Santa Clara, 1949) y aún no me lo creo. Yo que me acostumbré a que saliera a mi paso como un fantasma, por cualquiera de las cuatro esquinas del parque Vidal de Santa Clara, con una nueva historia tan fantástica e imaginativa como las que dejó escritas (Espiral, 1980, Una leyenda del futuro, 1985, El año 200, 1990 y El Publicano, 1997) no me lo imagino ido hacia sabe Dios cuál de los cielos.
Porque lo cierto es que nadie tendrá hoy la certeza de su paradero porque para él no hubo otro trono que el que le reservamos los amigos, no hubo ciudad, ni verdad, ni pasado, ni presente semejante a los del mundo real, que es al final el único que conocíamos.
Él creyó más en esa otra estancia y por eso anduvo sin remilgos de que se le creyera o no de sitio en sitio, en espacios reales e inventados, contando historias como un juglar de ciudad. Anunció huracanes y tempestades y aguas crecidas y dijo lo que uno nunca hubiera dicho y lo que soñó la noche anterior al encuentro y lo contó como suceso cierto.
Yo que lo conocí de niño cuando él era entonces tan solo el hijo de Nenita Anido, la entrañable amiga de mi madre, que luego lo reencontré como el primer escritor que conocía personalmente y que finalmente me acompañó, con sus apariciones, en todos estos años, no sabría decir cómo acostumbrarnos a su ausencia.
Cómo decirle ahora a mi madre que no podrá volverse a sentar en un banco del parque, bajo la sombra del poderoso sol de las tardes, a escucharse uno al otro esas historias que solo ambos darían por ciertas.
A quién le muestro ahora el telegrama que conservo y que él me enviara a Matanzas en el difícil año ochenta y ocho: Condeno vil agresión, reciban toda mi solidaridad y amistad, Agustín, para que me crea que lo tengo guardado como una de esas flores que se conservan dentro de un libro.
Y tuvo razón en utilizar las palabras vil, agresión, solidaridad y amistad. Yo le aseguré varias veces que conservaba aquel telegrama como una prueba irrebatible de su lealtad a la amistad. Y él sonrió con esa picardía que tardaré en olvidar como uno de los gestos más ingenuos con que pueda un amigo encubrir su bondad.
Capaz que sea esta la última vez que lo cuente. En los años ochenta visitaba a Agustín en el barrio de El Condado, donde vivía en una modesta casita que tenía una pequeña sala donde había una mesa de madera vasta y encima una máquina de escribir. Al lado un pequeño escaparate en cuyo techo se subían sus dos hijas, entonces muy pequeñas, para lanzarse al suelo donde las esperaba una colchoneta bien extendida. Agustín escribía mientras conversaba conmigo y a la vez mientras las hijas se lanzaban al piso, una y otra vez. Por mucho tiempo creí que para escribir una novela era necesario tener dos hijas que no le temieran al peligro, una mesa y una máquina de escribir.        
Ha muerto el hijo de Nenita Anido, el escritor de novelas que le hicieron ganar amigos, lectores y premios como el Premio David de la Uneac , en el año ochenta y el Premio Dulce María Loynaz en el mil novecientos noventa y siete. Ha muerto quien quiso ser un personaje y logró que todos certificáramos como cierta su existencia.
Arístides Vega Chapú, en la noche del domingo once de septiembre del dos mil once.
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Nunca más podremos escuchar tus conspiraciones cotidianas, la risa contagiosa y ese singular orgullo cómplice tuyo al ver el éxito de los demás. Nadie podrá suplir tu gesto de echar el brazo y dar unos pasos en un figurado trillo en medio del Parque Vidal, ese predio donde eres un personaje sobresaliente. Es un vacío inmenso. Tú, sin querer ser centro de nada, llenas, imperas la literatura villareña, eres el canon orgánico y afectivo, no el que se asume por rapiña. Agustín, dejas un vacío acá que no se ocupará: aquí no hay nadie de tu validez humana y candidez infantil. Es mucho el espacio que mereces. Aquí adjunto una imagen de la calurosa tarde manicaragüense de marzo del año en curso, donde en medio del calor, nos ofreciste para nuestra biblioteca digital un montón de textos sobre teatro y sobre José Martí. Así, en medio de tu bondad te recordaré.
Un abrazo en esta larga y aciaga noche.

Jorge Luis Rodríguez
     




















Agustín de Rojas y Anido
Nace: viernes, 11 de junio de 1949
Santa Clara, Cuba.
Este destacado novelista y ensayista, nacido en la ciudad de Santa Clara, estudia Ciencias Biológicas en la especialidad de Antropología Fïsica en 1971. En 1980 gana el Premio David de Ciencia ficción con su novela “Espiral", que sería publicada en 1981 por la Editorial Unión. Publica en 1985 “Una leyenda del futuro", y en 1990 “El año 200” ambas en la Editorial Letras Cubanas—, con las que da término a una trilogía de ciencia ficción que explora las potencialidades y las limitaciones humanas. En 1992 publica en la Editorial Capiro “Catarsis y Sociedad", un polémico ensayo en el cual se tratan las funciones sociales de la literatura. En 1997 gana el Premio Dulce María Loynaz con la novela de tema histórico “El publicano", publicada en 1998 por Letras Cubanas.
Miembro de la UNEAC desde 1981.
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Jorge Ángel Hernández, en este enlace de su blog lo recuerda con mucha sinceridad, ve y lee.
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foto tomada de Ogunguerrero

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  El encuentro que se nos quedó inconcluso, Agustín.

                                       Por Amador Hernández Hernández.

   De brutal acto de la vida, hemos considerado los miembros del taller literario de Encrucijada la  muerte de Agustín de Rojas, pues sinceramente nunca tuvimos el tiempo necesario para agradecerle la bondad e inteligencia con que nos atendió como jurado de incontables sesiones de taller en los encuentros de debates. Jamás un insulto, ni ripostas desagradables. Siempre un aliento, un consejo sabio, una sonrisa feliz, una palmada, y aquella frase con la que nos sometía dulcemente al redil de los creadores: Paciencia, pulimento, lectura y muchas horas nalgas, sin esos ingredientes no se triunfa, pero con ellos se llega al reconocimiento, al éxito.  Luego volver una y otra vez al camino con los mismos aliños.

 Quizás por eso, los que hemos metido la mano en la candela, hemos estado dispuestos a quemarnos, porque Agustín fue el bálsamo, el apoyo espiritual. Tuve el privilegio de contar con su presencia en cada presentación de mis libros y en algunas tertulias en el Café Literario. Y es que él lo sabía: cada libro mío era suyo también. Por cada una de sus páginas andaban sus consejos, su amor infinito por el hombre bueno. Alcancé la suerte de estar entre sus allegados, me lo dijo muchas veces con su sinceridad humilde, con su abrazo fraterno.
 La última vez que conversamos, Agustín me relató el árbol genealógico de su familia y me pidió que le narrara el argumento del último libro que estoy escribiendo mientras lo invitaba a un café expreso. Cuando tengas la primera versión, quiero leerlo completo, me exigió con su entusiasmo perenne, y seguro de que sacaremos a la luz un exitazo. Si es así, el café va por mí, no te fijes en la mezcla. Pero se fue de la vida demasiado rápido y lamentablemente mi morosidad truncó esa lectura crítica.
 Es cierto, ya no lo veremos más en los talleres literarios, ni en la tertulias, ni enfrascado en diatribas de diversos temas.
 Pero tengo la convicción de que en algún lugar de esta galaxia nos estará esperando a la derecha de René Batista. Ya me los imagino a ambos batidos para ofrecernos la bienvenida a su cenáculo paradisíaco. Y como la promesa es deuda, al menos yo iré con mi original de la novela que no pudo leer.
 Que la paz te alcance, amigo mío, hermano querido, y que tu espíritu indomable no nos abandone. ¡Amén!

6 comentarios:

Margarita Garcia Alonso dijo...

que en Paz descanse.

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Gracias Margarita por pasar, es triste noticia para Santa Clara y todos sus amigos en general.
JC Recio

Migdalia B. Mansilla R. dijo...

Sinceras condolencias a su familia, a los amigos, a la palabra.

Migdalia Mansilla Rojas

I. Hernández dijo...

Juan Carlos, gracias por tenernos al tanto de lo que en la Isla pasa, en términos literarios y culturales...
Lamentamos la pérdida de Agustín de Rojas.Y como Arístedes dice: Dios lo acaja en su derecha.

jinny dijo...

Un abrazo Agustín. Un abrazo grande, sin lágrimas para que no huyas; hace tres años prometimos reencontrarnos...
Y nunca me desilusionaste, aparecerás de vez en cuando, aparecerás siempre.
Eres muy importante para mi!

Mayra dijo...

Hermoso homenaje! Que descanse en paz.