martes, 1 de febrero de 2011

La Mano de Midas





Martí y la biblia: entre el dolor y el amor infinitos

Por Sergio García Zamora

Y yo pasé, sereno entre los viles,

Cual si en mis manos, como en ruego juntas,

Las anchas alas púdicas abriese

Una paloma blanca.

José Martí

«Pollice verso»

[Memoria de presidio]


Ahora que están a punto de cumplirse 140 años de la publicación de El presidio político en Cuba (Madrid, 1871), he comenzado a creer en el juicio de Cintio Vitier cuando escribió: «Tengo la impresión de que El presidio político en Cuba, aunque con frecuencia mencionado, es uno de los textos de Martí menos leído o releído hoy. Sin su profunda recepción, sin embargo, no es posible un cabal entendimiento de las raíces vitales de la espiritualidad martiana.»[1]

Me sobrecoge la sutil marginación sufrida por los textos genésicos del Maestro, así como la noción —no sencilla, sino simplista— que sobre El Presidio Político particularmente esgrimirán los escolares de la patria. ¿Qué les han enseñado, por ejemplo, acerca de la presencia de la Biblia en dichas páginas? ¿O he de suponer que es algo tan evidente y asimilado que no necesita mención? ¿Cuántas veces se habrán detenido en aquel fragmento donde Martí ofrece las claves, la piedra de toque para comprender la alegoría imanadora de su alegato?: Los hombres de corazón escriben en la primera página de la historia del sufrimiento humano: Jesús. Los hijos de Cuba deben escribir en las primeras páginas de su historia de dolores:

Castillo.

Todas las grandes ideas tienen su gran Nazareno, y don Nicolás del Castillo ha sido nuestro Nazareno infortunado. Para él, como para Jesús, hubo un Caifás. Para él, como para Jesús, hubo un Longinos. Desgraciadamente para España, ninguno ha tenido para él el triste valor de ser siquiera Pilatos.[2]

Este es el centro irradiador de su gran metáfora. De aquí se desprenden toda una serie de asociaciones que tienen como paradigma lo bíblico. La misión de Martí para con Castillo es idéntica a la de los profetas de los evangelios para con Cristo. Martí sabe que es el nexo, el nuncio, cuyo cometido es testificar, hacer ver y oír. En la equivalencia que establece entre el proceso realizado al Mesías y el imputado a Nicolás del Castillo ¿quién ocupa el papel del sumo sacerdote judío Caifás, el cual condena a muerte a Jesús? No puede ser otro, sino el comandante Mariano Gil Palacio:

Cuando yo lo preguntaba, peninsulares y cubanos me decían:

- Los Voluntarios decían que don Nicolás era brigadier en la insurrección, y el comandante quería complacer a los Voluntarios.

Los Voluntarios son la integridad nacional.

El presidio es una institución del gobierno.

El comandante es Mariano Gil de Palacio.[3]








Para comprender la visión que nos transmite Martí, debemos ver a los Voluntarios que irrumpen en la casa de los Valdés Domínguez, como si fueran la chusma judía que apresa al Nazareno. El proceso alegórico evocado por Martí con respecto a Castillo, está tan inspirado en el sufrido por Jesús como en el acaecido al propio apóstol cubano. El comandante Mariano Gil Palacio complace a los Voluntarios del mismo modo que Caifás a los maestros de la Ley:

Entonces el Sumo Sacerdote se levantó, pasó adelante y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder?», « ¿Qué es este asunto de que te acusan?» Pero él guardaba silencio y no contestaba. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntó: «Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios Bendito». Jesús respondió: «Yo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios poderoso y viniendo en medio de las nubes del cielo».

El Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras horrorizado y dijo: «Para qué queremos ya testigos. Ustedes acaban de oír sus palabras blasfemas. ¿Qué les parece?» Y estuvieron de acuerdo en que merecía la pena de muerte.[4]

Las palabras de aceptación de Cristo ante Caifás, sellan el destino del mártir, el inocente se inmola a la vez que es consecuente con el ser que es. Así Martí reclama para sí todo la culpa por el delito de infidencia y esa es la realización del patriota.

En cuanto a Longinos, recordemos que según la tradición latina[5] es quien traspasa el costado del Cristo muerto en la cruz. En el Evangelio según San Juan puede leerse: «Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua».[6]La imagen del romano lanceando al crucificado se prolonga en el tiempo y el espacio, y es ahora otro soldado, el brigada, quien entra con gesto inclemente al cerco del presidio:

Este tormento, todo este tormento sufrió aquella tarde don Nicolás. Durante una hora, el palo se levantaba y caía metódicamente sobre el cuerpo magullado que yacía sin conocimiento en el suelo. Y le magulló el brigada, y azotó sus espaldas con la vaina de sus sable, e introdujo su extremo entre las costillas del anciano exánime.[7] del Hijo del Hombre para con sus verdugos, que en San Lucas leemos: «Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes».[8] Asombroso es descubrir idéntico pensamiento del Maestro ante la prueba y el horror, ante el obrar de los escarnecedores: «O sois bárbaros, o no sabéis lo que hacéis. Dejadme,Castillo y Jesús se hermanan en ese martirio, como se hermanaron ya en la frase de compasión dejadme pensar que no lo sabéis aún».[9] Que sutiles y punzantes son los intertextos de Martí. No pudo dejar de pensar en otro símbolo bien entrado en la carne: las pústulas del cuerpo lastimoso del reo: «Vi una llaga que en escasos vacíos cubría casi todas las espaldas del anciano, que destilaban sangre en unas partes, y materia pútrida y verdinegra en otras. Y en lugares menos llagados, pude contar las señales recientísimas de treinta y tres ventosas.».[10] Igual número es la edad del Cristo: las treinta y tres ventosas de Nicolás son su edad de dolor.

Ahora bien, ya antes el alumno de Mendive había pl paralelo para definir a la metrópoli y sus gobernantes: «España recordaba a Roma. César había vuelto al mundo y se había repartido a ambición»[11], por lo que es posible plantear un cuadro que relacione las dos series significativasanteado otro pedazos en vuestros hombres, con su sed de gloria y sus delirios de del alegorismo martiano:


Jesús Caifás Longinos Roma Israel

Castillo Mariano el brigada España Cuba

Gil Palacio

Como se aprecia, hemos sumado a este esquema una quinta pareja, dado que es un modelo abierto y admite otros pares siempre que se justifiquen sus relaciones en ambos ejes. Además, la alegoría de Cuba como la Israel esclava se desprende de otra metáfora dentro de

El Presidio Político y requiere de más justificación:

El león español se ha dormido con una garra sobre

Cuba, y Cuba se ha convertido en tábano y pica sus

fauces, y pica su nariz, y se posa en su cabeza, y el

león en vano la sacude, y ruge en vano. El insecto

amarga las más dulces horas del rey de las fieras. El

sorprenderá a Baltasar en el festín, y él será para el

Gobierno descuidado el Mene, Tekel, Uparsin de las

modernas profecías.[12]

Esta es una de las metáforas de Martí que más sorprende. ¿Por qué ha prendido en nosotros la imagen de Cuba como un caimán dormido, en una visión que no deja de tener cierto grado de exotismo exteriorista y cuestionable inmovilidad? ¿Por qué hemos olvidado la visión dinámica del tábano, el cual es más una acción que un animal: picar? Él es también un insecto volado de las paginas bíblicas:

«Y así lo hizo Yavé.

Densas nubes de tábanos invadieron la casa del Faraón

y las de toda su gente en toda la tierra de Egipto.

El país quedo infestado de ellos.»[13]


El intertexto que establece Martí con la cuarta plaga es justificable, sobre todo, si tenemos en cuenta que los tábanos bíblicos y el tábano martiano aguijonean con la misma finalidad: liberar a un pueblo esclavo; así Israel es Cuba, como el Faraón es el Rey de España.

No se debe pasar por alto tampoco que es el tábano martiano el que sorprenderá a Baltasar en el banquete. Esa idea es la premonición de la libertad, la profética esperanza de independencia para Cuba. En Baltasar, último rey de Babilonia, asesinado en el 539 a.n.e. en medio de un festín, en el cual según la tradición bíblica, apareció una mano que escribió en la pared: «Mane, Thecel, Phanes»; se manifiesta un signo de la decadencia española y la futura insurgencia cubana. Las tres palabras significan: numerar, pesar y dividir, y tienen el mismo significado para el Gobierno español, que el explicado prístinamente por el profeta Daniel: «Esta es la interpretación del asunto: MANE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TECHEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas».[14]









Martí, como todo clásico, requiere de una perpetua interpretación. El Presidio Político trasciende, no la idea de haber cumplido un cometido: conmover «Dios existe, y yo vengo en su nombre a romper en las almas españolas el vaso frío que encierra en ellas la lágrima»[15]; sino en el que todavía cumple: lograr una transformación a través del amor en el hombre. Trasciende, no en la idea de ser un testimonio epocal, una pieza museable de arqueología literaria, sino en la axiología que aún propone al sujeto en la vindicación de lo humano:


La honra puede ser mancillada.

La justicia puede ser vendida.

Todo puede ser desgarrado.

Pero la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás.[16]

Persiste en El Presidio Político el deseo y afán de fundir a la palabra y el acto. Como la palabra genésica que engendró al mundo, el verbo taumatúrgico, así la letra preñada, paridora de la acción. Así como la doctrina cristiana tiene un triunfo en la práctica del devoto, así como las parábolas del Cristo no buscan ser la mera belleza, sino que persiguen una acción, un movimiento del alma hacia el Supremo Bien; así también El Presidio Político es un evangelio del dolor que alcanza su justificación en lo que logra transformar, en la conciencia que despierta, en lo que funda. No existe entonces obra, por breve que sea, que no logre trascender, si en ella se canta a la redención del hombre, si después de atravesar la selva oscura se adentra en la plena luz. Ver al hombre puesto a prueba, enfrentando las ordalías de Dios, de la Naturaleza, del destino, de los regímenes y sociedades, de los propios hombres, de sí mismo; ver al hombre, ver a un hombre triunfar sobre ello, será siempre un acto sublime y eterno.

A la memoria de Cintio Vitier.

[1] Cintio Vitier: «Presentación» en Dolor infinito de Raúl Rodríguez La O, Ediciones Abril, 2007, p. 9.

[2] José Martí: «El presidio político en Cuba», en Obras Completas. Edición Crítica, tomo 1, Centro de

Estudios Martianos, 2010, p: 74. (Todos los fragmentos del texto martiano son tomados de esta edición).

[3] Martí. Ob. cit., p. 81.

[4] Mc. 14, 60-63.

[5] La otra tradición que persiste es la griega, la cual identifica a Longinos con el centurión que al ver los hechos milagrosos sucedidos el día de la crucifixión, exclamó: «Verdaderamente este hombre era justo e hijo de Dios».

[6] Jn. 19, 33-34.

[7] Martí. pp. 78-79.

[8] Lc. 23, 34.

[9] Martí. Ob. cit., p. 64.

[10] Ibídem. p: 75.

[11] Ibídem. p. 69.

[12] Ibídem. p. 75.

[13] Ex. 8, 20.

[14] Dn. 5, 26-28.

[15] Martí. Ob. cit., p. 63.

[16] Ibídem. p: 71.

Tomado de Cómo, # 27, Revista de la AHS en Santa Clara.

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Datos del autor

Sergio García Zamora (Esperanza, 1986) Poeta. graduado de Filología, por la Facultad de Letras de la Universidad Central de Las Villas. Miembro de la AHS. Premios y reconocimientos• Premio del encuentro debate Nacional de Niños escritores• Premio especial de la Casa de la Poesía de la Oficina del Historiador de la Habana. Premio de Calendario de Poesía 2010

Sergio García Zamora Año de publicación: 2003 Colección: Ábrego Editorial: Sed de Belleza Género literario: Poesía

Reseña: El poeta regresa al diálogo del Hombre con Dios, revestimiento literario del monólogo de un ser humano particular cuando se enfrenta a su destino. Pero lo deslumbrante de su autorretrato está en que quien pregunta con candidez de adolescente, se responde a sí mismo como dueño y señor de largos siglos de sabiduría. (Yamil Díaz Gómez)



Este nuevo título revela a Sergio García Zamora con dominio del verso rimado. Décima y sonetos con que logra, pese al rigor de la métrica, un desbordante y rico lenguaje de marcada sencillez junto a impactantes y agradecidas imágenes a través de las que testimonia actos muy sencillos, naturales, rutinarios y hasta pueriles, que su poesía hace trascender y engrandecer desde la íntima experiencia que los provoca.
Repensar en la misión y la relación del Hombre en su complejo contexto en términos de poesía argumentada desde la pasión y el dominio de las técnicas escriturales, ha sido una máxima para este poeta, una constante que repite desde su primer libro hasta este, su último poemario.


Los poetas: Arístides Vega Chapú y Sergio García Zamora

2 comentarios:

salva33125 dijo...

no solo interesante, y cierto si en el Presidio Político encontramos lo que hará de su espiritualidad y la formación de unos valores que luego desarrollara...como en su Diario de Campaña encontraremos la poesía mayor , gracias por esto

Anónimo dijo...

Gracias por compartir esta información.

Saludos.