Así queda el dibujo fuera de foco, ígneo,
para descifrarlo una tarde ante el mar,
saber qué busca el cielo aquí en la tierra,
qué se le ha perdido, cuál origen.
El tiempo y su amuleto, el arco iris,
también fuera de foco conversan de este hombre.
Frank Abel Dopico.
Siempre he sido recurrente con los personajes y la atmósfera creada por Mark Twain, pero la idea de ser un héroe,(en mis juegos de infancia) con la cara sucia, estilo Tom Sawyer o Huckleberry Finn, vino después, mucho después de que viera la foto de Camilo Cienfuegos tan distinta y clásica en su cubanía como una transparencia mística de su alma.
Y digo después, porque primero sentí ser un héroe a su estilo, (al menos en la fantasía) de tener una vida digna en una zona rural, rodeado del afecto de mis padres y por las primeras lecturas en los libros de textos; y con la ternura también de cuando mi padre bajo un sombrero de ala ancha, me elevara en sus hombros por los aires, con esa idea de la primera libertad casi ingenua de descubrir los horizontes.
No sabía que me iría lejos de las flores del jardín de mi madre, de las aves del corral, de mis perros, y de aquella finca de nombre La matilde, donde mis padrinos, (quienes me bautizaron católico, Eduardo Valdés y Rafaela Casola), me hablaran de una historia de Cuba desde su infancia, siempre discretos y sin el ánimo de confundirme; precisos, como cada uno de los santos católicos que adornaban su casa de guano y palma: espaciosa, con sala, saleta, comedor, tres cuartos, muebles de caoba y manteles blancos bordados a mano; era una casa más típica y por idiosincrasia de la tradición de una familia criolla no rica, pero propietarios de una fértil y mediana finca, con buenas costumbres, educados, muy tradicionalistas; no recuerdo ninguna vez donde se escuchara un grito o una mala palabra, casi como una clase excelente de cívica y moral.
Lo cierto es, que fueron ellos los que con mayor devoción me hablaron de Camilo Cienfuegos. cuando leeí en alta voz sobre el héroe, de un modesto libro de texto, y ellos siempre recordaban o repetían una anécdota escuchada, narrada con interés. Creo que nunca pusieron un toque falso como narradores orales de esas historias trasmitidas, y ví, la expresión en sus rostros de quienes disfrutaban hacerlo. Otra de las razones coherentes que me concentraban en sus relatos: -no pusieron nunca en su voz ningún énfasis o tono que lo super-dimensionara-, siempre escuché esa emoción creíble, que atestigua, como la conocida frase: "recordar es volver a vivir".
Años después, cuando conocí a René Batista,- Esto ya lo he dicho-, y cuando aprendía por él sobre periodismo investigativo, cuando me enseñaba parte de sus trabajos inéditos, cuando lo veía como una persona muy laboriosa entre su biblioteca, sus anécdotas y sus notas, sentí siempre ese respeto por la forma en la que el maestro Batista, era capaz de dar con la otra lectura y con un próposito de realzar su proyecto de libro que hay que construir, de que sirviera a las próximas generaciones; y como una búsqueda fiel de lo sucedido. En el caso de la ficción, o de la fantasía, o de historias que podían ser creíbles o no,siempre me recordaba: "captar lo más cercano a la leyenda que necesitaba ser rescatada del olvido, con sentido también de lograr con un lenguaje sencillo, el tono que hiciera interesar para que la narración tomara cuerpo, tanto de protagonistas directos como de lo narrado por otros". René me transmitió además, su idea del lector con talento quien instuye la importancia del texto, sin importar su afinidad con el género; manejaba este criterio que se traduce de la página impresa, si se logra brindar la misma fuerza y belleza de lo que se narra como había sentido de niño, cuando mis padrinos,( mejor que nadie), supieron emocionarme ante la figura del héroe. A veces creí que ellos me entendían todo el tiempo, capaces de recordar así de bonito. A René, por un largo tiempo pude disfrutar, de su cercanía que asomaba desde su sencillez y buen humor, una razón personal y poderosa para extrañarlo.Y porque con él aprendía a escribir crónica.
El libro Los fuegos de tu nombre, compilación y prólogo de René Batista Moreno, 1941-2010, editado por la colección de poesía de la Editora Capiro, Santa Clara, Cuba, 2009. Tiene ese don indiscutible de saber atrapar, del paso por su tiempo y de la huella imborrable; la de un hombre humilde hasta en su grandeza, que quizás nunca podría haber desaparecido como el humo de un fuego que se pierde, si en su vida supo ser captado por muchos, al natural; imposible negar esa fluidez de humildad que hasta en una foto cautiva. El libro como explica Batista en su prólogo, tiene una selección amplia de voces destacadas de la cultura cubana que le cantan al héroe, desde muchas posiciones o matices que van, desde la tristeza a la devoción, desde una visión cercana a lo revolucionario, con tonos más líricos y postmodernos en ocasiones, y más conversacional en otros; todos los textos en los géneros de décima y poesía libre, en forma de verso o prosa. El cuerpo del libro Los fuegos de tu nombre, no es un conglomerado de páginas, (155), recogidas en base solo a su temática; el lector, (aún cuando no encuentre todo a su gusto), puede entender que el mayor logro se concentra no tanto en las diferencias y similitudes estéticas de asumir la admiración por el héroe, sino en el balance creado por una selección cuidadosa que asume ese registro tan amplio de las voces, que aún cuando su punto de confluencia mayoritaria radica en la sensibilidad por la proyección de un héroe verdadero, unos se inspiran más en sus acciones y discursos, y otros, recurren a lo viril, la figura, la leyenda del hombre de barba y sombrero alón; también la del guerrero que no inspira temor sino respeto, y así, se escala a diferentes niveles de lectura y matices que personalmente me causa admiración, también por el trabajo intenso con el que René Batista, supo agruparlos.
Aunque por razones de espacio de mi blog, hice una selección más breve, y con sinceridad, cercana a mi forma estética de enraizar a Camilo en estas poéticas, soy muy respetuoso de saber que el trabajo de René goza de esa intencionalidad desprejuiciada, de dar un ordenamiento muy útil a los 80 textos, de quienes se arriesgan con mejor o menor acierto, y cito del prólogo: "Diversidad estilística y formal, disímiles calibres en el aliento y la formulación poética, alturas desiguales; pero conciencia de responsabilidad ante el héroe aparece en la página" Para seguir con esta idea del compilador, considero que el libro tiene una pertenencia muy cubana, aún cuando también aparecen textos de poetas foráneos, y que se debe a una visión de cercanía con su pueblo; apoyo también que se logra por poetas como: Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, Mirta Aguirre, Samuel Feijóo, Fina García Marruz, Cintio Vittier, Felix Pita Rodriguez, José Sacarías Tallet, Carlos Galindo Lena, entre muchos otros, y, además, se suman poetas que me son más cercanos generacionalmente o por amistad y afecto, como son: Eduardo Gónzalez Bonachea, Nivia de Paz, Frank Abel Dopico, Heriberto Hernández,Felix Luis Viera , Alex Fleites, Jorge Angel Hernández, Rogelio Ménendez Gallo.
Como expliqué, en párrafos arriba, aún cuando en el gusto hacia textos que considero mejor logrados me ganan para esta selección, la razón principal por la que me parece un libro importante, lo define René Batista en su prólogo:
Porque Camilo es la leyenda, pero la leyenda enraizada en la más pura realidad. Para siempre nos ha legado la sonrisa, el sombrero alón, las barbas rebeldes, el hasta siempre en la borrasca de octubre, su fiereza en el combate, la resistencia ante la adversidad, su don de mando y soldado entre su tropa, el buen humor, su cubanía... En algún modo una ética idealizada, un héroe, un hombre de mañana, porque supo ser sin cortapisas.
Juan Carlos Recio
New York
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Camilo
Cuando pinté una sonrisa
los muchachos del barrio
me vinieron a ver.
Qué gusto los pinceles
en el fulgor de la sonrisa.
No tuve que explicar nada.
Guardé silencio.
Los ojos de los niños,
en la lejanía.
Antonio Hernández Pérez (1909-1975)
Fino tamaño
Por un cielo gris extraño
cielo de extranjero velo,
un avión perdía su vuelo
en zigzag. El viento huraño
(y era su carga de acero).
En el aire se internaba
el cubano que buscaba
el tamaño más sincero.
Samuel Feijóo (1914-1992)
Camilo Cienfuegos
Una sola mirada recorre la Isla, buscándote,
como la mujer la dracma perdida, que es su tesoro.
No estás en las llanuras ni en las sierras ni en
costas de Camaguey.
Esas llanuras y esas sierras y esas costas son tu ausencia.
No estás en los montes musicales de Las Villas
donde la aurora vibra como un laúd de nácar,
finísimo.
No estás en el mediodía huraño del Uvero
ni en los atardeceres infinitos de la ciégana.
No estás en Cayo Francés, ni en Cayo Palomo,
ni en Cayo Anguila, ni en Cayo Blanquizar,
ni siquiera en los Jardines de la Reina.
Esos montes, esos cayos, esos jardines son tu ausencia.
!Oh joven héroe arrebatado por los dioses,
palmo a palmo ha crecido tu hondo rapto
y ya tiene el tamaño de la isla,
el sabor de nuestro aire y nuestro mar!
Iremos por las playas caminando entre sus dedos.
Escalaremos las montañas recordando su rostro.
No surcaremos las olas, sino tu ardiente pecho.
Cintio Vittier (1921- 2009)
En la desaparición de Camilo Cienfuegos. ( fragmento)
No nos dábamos cuenta de que habíamos contado
de alguna manera con que no faltases,
como si todo pudiera faltar menos tus ojos leales
aguardando la señal del amigo,
por eso mucho antes que el temor, mucho antes que la
pena, nos recorrió la extrañeza
de que fueras tú el elegido para abandonarnos primero.
Estábamos preparados para cualquier otro
acontecimiento, pero no que faltase lo que era previo
y constante como el espacio que atravesamos
sin advertir,
pensábamos que eras alguien que estuviese reservado,
que sin gestos ni palabras aguardaría tranquilo
la hora de la necesidad, la hora del peligro, para
sostener de nuevo.
Tenías la dulzura del fuerte, que no es la blanda dulzura
de los débiles,
y has desaparecido como el día que no deja huellas
en el
pecho nocturno,
sin hacer sentir de la gran catástrofe sino del claro
estupor de que no estés, de que te hallas marchado, héroe manso,
héroe nuestro,
como la sonrisa de los indios cuando ofrecían sus
dones y faltaba ya tan poco tiempo.
No muerto, mas desaparecido como nave en vaporosa
niebla, tus hermanos te buscan con furia, con
tristeza, de no ver al enemigo que asestó tan
rudo golpe,
el junco más flexible y resistente, el más modesto
héroe arrebatado,
ah, que se nos ha herido en lo más vivo, sin presentar
el rostro
y los que sufrieron el frío y la muerte sin temblar, el
tableteo
seco de los encuentros, la soledad de los atormentados
sin gloria,
no pueden soportar el pensamiento de que te hayas
muerto sin estremercerse como la ramazón del
árbol hachado en la raíz
Fina García Marruz (1923)
Una tarja entre la espuma. (fragmento)
1
Ahora te sumerges dentro de un gran silencio.
Para ese mundo no existe una dirección, ningún sentido:
todo es claridad apenas, flotando entre dos aguas.
Desciendes, te desplazas hacia cualquier sitio.
Si tus pupilas, ya por siempre abiertas,
de pronto pudieran ver ese paisaje extraño,
podrían observar, con el crepitar de burbujas,
dónde se halla la frontera.
Tiempo atrás, arriba, tu compañero alón de fieltro
a duras penas navegaba entre las olas,
como un murciélago que de golpe perdiera el sentido
del oído.
Este universo húmedo, cruzado de sombras
transparentes,
a veces centelleante dentro de su palpitar enorme,
donde castillos fosforados, colonias estallantes,
galeones carcomidos por la bruma,
selvas y jardines que se inundan y cimbrean
como dulces y solemnes cabelleras,
se mantiene ajeno a ti, a tu descanso,
ignorándote en tu viaje hasta el fondo de la nada.
Roberto Branly (1930-1980)
A la memoria de Camilo Cienfuegos
1
Los detalles sucesivos de aquel viaje enumera.
Fechas y sitios de un itinerario pretérito
que es de algún modo extraño
todos los viajes por venir.
Ignora qué lenguaje prodigan los eternos al mortal.
Ignora otros detalles del sueño:
abandonar la nave sometida a la muerte.
La muerte repartida en las palabras
pondera el oro de la espada, la fulgurante
lengua de la bestia.
En el sueño entraba en una casa amurallada.
El sueño volvía a ser el rostro más antiguo del mito,
repetido infinitas veces
y aspiraba en el sueño a la palabra,
pues entre todos era de memoria más audaz.
2
Los niños en las esquinas jugaban a desaparecer.
En las salas los niños buscaban al desaparecido.
Recordaba en el sueño una esquina del tiempo:
<<cierra los ojos bien. Ahora me toca a mí>>, y desaparecía.
Una puerta. <<Saldré por detrás. No te impacientes>>.
Cualquier ventana era un fondo a otros mundos.
Siempre desatendió las admoniciones de los augures
de feria.
En el sueño los bordes de otros tiempos aún por cumplir.
Sitios de nombres olvidados:
los pretéritos parques, los patios, los portales
que repetían la historia apenas apagada.
La república unánime en el sueño jugaba a desaparecer.
Los agentes secretos de la muerte jugaban.
<<Seré el primero en aparecer. Tú sé el último>>.
Los fétidos agentes de la muerte.
<<No lo pierdas de vista. Vigílalo hasta que yo regrese>>.
En el sueño dejado de jugar.
3
En la calle, los muchachos imaginan dianas
y caballos, victorias y medallas.
La secreta victoria de la sangre pretérita:
Mal tiempo, Peralejo, Las Guásimas, Dos Ríos
repetida de súbito en montes Forestal,
la finca Trinidad y el río Yegua
y aquel sueño de niño había concluido.
Volvía a ser el rostro más antiguo del mito
en una casa amurallada donde los héroes
transcurren dedicados a la grandeza
y al lenguaje propio de los eternos.
4
Ahora la mañana sale
y se hace girar la rueda infatigable
del mundo.
Sus ojos son una mañana eterna
que reina sobre un reino, mayor, también
reinan sobre los pobres dominios de lo mortal.
Sus ojos son los ojos pretéritos
del otro joven que hizo los nuevos héroes.
Mañana Abel.
Ahora es la casa amurallada que edificó los días de
Daniel,
el corazón del monte, Ciro
y echaba a andar
sus pies, los mismos de Lamote.
En el monte, el rostro más antiguo del mito.
Su viaje sucesivo cumplía su itinerario.
Pablo Armando Fernández (1930)
A partir de una foto del héroe
el muchacho de La Víbora
de rostro un poco pálido.
Fina García Marruz.
Allí está perdido entre los escolares
más bien confundiéndose
ingenuo puro inocente niño en la escuelita
pública de Lawton. Nadie le supone la
barba
o el blindado el fusil ni la muerte.
Qué manera de parecerse a Villena
el primero a la derecha
el que da la espalda.
Qué manera de parecerse a Rubén
Martínez Villena.
Y al que le tocó la flecha en el estómago
así debio ser Menéndez a su edad.
Pero allí
sencillo
confundido
cómo suponerle los presagios
la barba apostólica
la gigantesca sonrisa o la boina estelar.
Cómo suponerle la invasión el blindado
el fusil y la muerte. Cómo suponerle
desaparecido
Comandante fuego y razón en la memoria
Camilo.
Efraín Nadereau (1940)
Guardamos
Guardamos
un pañuelo
mordisqueado
por la impaciencia
guerrillera.
Guardamos
un sombrero,
dado al soldado amigo
que marcha hacia la muerte.
Guardamos
una barba
(larga ola adentrada en la arena)
y una sangre salobre
repartida en caminos.
Guardamos
un recuerdo:
esta flor
por la ausencia del héroe.
Nivia de Paz (1940)
Susceptible a...
La imaginación
sale del sombrero
como un pez.
Como un monstruo se hace beso,
detiene su sudor en mi sed.
Tus palabras la sacuden
y desaparece.
Laura Rodríguez Rodríguez (1950)
Mi nombre Camilo
También me llamaron Camilo,
niño noble que acompaña a los flámenes
a la hora del sacrificio.
Cuando el avión comienza a irse al mar
casi podía tocar el dolor,
el vuelo del que nace al que muere.
Poemas van a decirlo de otra manera
lejos de la ola ríspida.
En mi ojo de nacer
veo fotos desteñidas
y mujeres que lloran
apretando flores al pecho.
Mamá me recibe,
me da un nombre, Camilo
como si recibiera a un ángel
escapado de las aguas.
Eduardo Gónzales Bonachea (1959)
Sueño por Camilo Cienfuegos
las marejadas se tragan los cristales rematados
volviendo atrás
volviendo
atrás la soledad se encoge como una carga vieja
vienen después a sofocar la temporada
los ojos profundos sofocándose ellos mismos
cuencos de algas
ramajes dibujados
perfecto disimulo detrás de los esteros
los montones de peces se reúnen
abren un coro
y la ocasión presenta una leyenda en las ondulaciones:
detrás de las combas se mueven las siluetas de tres
galeones
con nombres españoles y una proa picada por el ala
torcida
de un avión los piratas recogen cofres sin
atreverse
a promover los nuevos abordajes solamente disparan
desde su punto y emprenden ataques falsos detrás de
la escotilla
así las cosas no terminan nunca el pacto la curva
oscura
de la guerra que han querido esconder desde milenios
la guerra tuerce el antifaz maltrecho de todos los
oráculos
y va componiendo la ciudad como un letargo fácil
despedazadas las viejas fortalezas se cubren con los
metales
tiznados y la cabina ocupa entonces un punto exacto de los mandos
se desanima el coro tomando posiciones
abren la brecha
la trampa que han tejido en tiras de paciencia
durante oscuras meditaciones
se cortan las bandadas las cortinas ligeras las
corrientes tercas
más tarde solo queda mecerse
acompasar las mismas determinaciones
mover las caravanas con los niños tan nobles
tan grandes que inventaron mejores consecuencias
leyendas de repente
fuegos de sal acumulada en los arroyos tenues
y una descarga inmensa con hadas y flautillas al
tercer deseo
las revelaciones llegan con más inmunidad
pasa por tierra la hilera de fuertes
paraván improvisado al avanzar llamando
un discurso por todos los del mundo
la garganta en vilo haciendose llamar otra leyenda:
por encima del pasto cruzan vendavales
acontecidos
después que se cortaron tantas furias bordeando los
cañaverales
las caravanas también diciendo algo
desde los extremos rasos y el pan deteriorándose
con la pólvora salteada
empolvoreada al uso desde las eternas consecuencias
donde alguna vez vamos a dar jugando a no perdernos
aparecen otra vez los niños
consejeros de siempre
orfebres al descuido del sueño que aparece y salta
las marejadas tragan todo
dejan su barandilla hurtada a tres distancias
distintas mediciones del papel al cuerpo
y cruzan de verdad volviendo
volviendo
atrás la soledad se encoge
Jorge A Hernández Pérez (1961)
Historia del héroe
Mi abuelo habló del aire
y todos pensamos en un pájaro inmenso.
Su vuelo era tan largo y tan triste,
tan cercano al azar como la lluvia.
Bajo el agua se bordeaban las márgenes del cuerpo
y el aire fue perdiendo su estancia cristalina.
Mi abuelo habló de un hombre
y todos imaginamos su sombrero y su barba.
Quisimos levantarlo,
traerlo hasta nosotros para gritar mirándolo,
gritarle desde lejos cualquier cosa...
<< !Tu sonrisa es enorme, tu sonrisa! >>
Pero no es fácil estar triste cuando aún somos niños.
Mi abuelo habló de un pueblo
y le pusimos su nombre junto al nuestro.
Alguien pudo leerle la palabra,
luchar bajo las aguas por decir que amanece,
amanecer llamándolo
y soñarlo aparecido.
Victor Fernández Hernández (1962)
No busquen otro rostro entre nosotros
Los sucedidos hilos de la lluvia
no siempre están ebrios.
reino de peces y de ruidos dulces,
no busquen otro rostro entre nosotros.
sobrevolar el sueño
con armas de tallos mortales
no va a quemarnos el ansia.
Los juegos estrictos de la lluvia,
sus escalas azules,
no nos van a nombrar el optimismo.
No busquen otro rostro entre nosotros.
La sonrisa, un pez en los labios,
no permitirá salir de nuestros ojos,
La sonrisa, espiga abrumadora,
no te permitirá salir, líquido traje.
Heriberto Hernández Medina (1964)
Diapositivas
Fuera de foco, una silueta extraña
avanza a su doblez de animalejo en niebla.
En el lente desovan estaciones
y la silueta avanza desde el sueño
coloreando un nido, una ciudad, trozos de humo.
así, fuera de foco, la silueta parece espuma.
Para ella los caracoles trinan algún desnudo absurdo.
digamos que el mar, sus epopeyas...
Digamos que al amor se le ha perdido el rostro
y que hay una cabaña nodriza de la lluvia
donde se unen los peces y los hombres.
Vamos a creer en las sirenas hombres
y en las pequeñas geometrías de la vida.
A esta luz llegamos con dos pechos,
nos calzamos el crecer hasta que dure el viaje.
Digamos, para él,
la absoluta maternidad la dan las piedras.
Así queda el dibujo fuera de foco, ígneo,
para descifrarlo una tarde ante el mar,
saber qué busca el cielo aquí en la tierra,
qué se le ha perdido, cuál origen.
El tiempo y su amuleto, el arco iris,
también fuera de foco conversan de este hombre.
<<Había una vez un cometa, sus barbas de viajero,
en él se acumularon los hombres y las islas.
Había una vez un cometa, su viento, su sonrisa...>>
Frank Abel Dopico (1964)
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Datos del autor
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4 comentarios:
En esta introducción están quizás varios de los mejores versos que has concebido en tu vida.
Justo además que destaques el trabajo de René.
Y que no olvides tus raíces.
Hermosa compilación, Juan Carlos, digna de la figura del héroe y también del hombre sencillo que nunca dejó de ser Camilo. No menos hermosa, y muy sentida tu introducción. Me reconozco en los paisajes y las raíces. Gracias!!
Juaca, la memoria es el lenguaje del pensamiento y el nexo con nuestra identidad desde el exilio.
Abrazos
Te felicito por tu pagina Sentado en el aire por que esta bien hecha los artículos están bien redactados; me gustó mucho el de Camilo Cienfuegos, sabes, cuando veo tus trabajos me da gusto que no te hayas quedado en la falacia como muchas personas que cambian su historia en cuanto llegan a este pais, Anny y yo, nos sientimos orgullosas de ti, gracias, por darnos en cada artículo un pedacito de nuestra tierra, sigue escribiendo cosas bellas, te deseo todo lo mejor,
Carmen Triana
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