miércoles, 9 de diciembre de 2009

Para quedarnos en el sitio donde el poeta tiene su otoño.



Todo poemario que lleve esa música de hermoso misterio como ritmo interior que nos alerta y nos conduce al poeta, al ser humano que respira, ya es un logro, un tesoro, como pueden sorprendernos los jóvenes que no siempre están citados en los periódicos, que tampoco son los personajes de un filme que queremos sea nuestro filme. Todo poeta que se empina sobre su alma con las palabras precisas, y que busca dominarlas, y que esas palabras lo vistan como hacen los árboles cuando se les mira desde su majestuosidad, color, luz, y una sombra que sea fresca -y que no tiene que ser oscura-, porque es como un extraño mapa sobre la mano que tiembla, líneas del contenido de Algún sitio para este otoño… Todo poeta que tenga esa luz tiene la gloria....

y escapa ante estas verdades que no diré más. De todo eso como sitio donde el espíritu de Ihosvany Hernández tiende su forma de decir, las cosas que no podemos borrar; a la espera también (como un título de uno de sus poemas: A LA ESPERA DE UNA ESTACIÓN BAJO ESTE PÓRTICO), de sus lectores, como si se tratase de una flor furtiva, inexistente.
Es entonces el poeta un animal que no se tiende cansado en lo contemplativo, más bien nos conduce laborioso hasta su huella, nos invita a que miremos su destino, lo que él ha recorrido y lo define, porque: el poeta en su discurso no está conforme/ no se conforma.
vuelve a fundirse entre la inextricable sucesión de voces que velan su otoño desde este extremo donde alguien miente/ juega a mentir
.

Juan Carlos Recio/ NY/ Diciembre 8 del 2009.

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Foto cortesía Carolina Wilches


A LA ESPERA DE UNA ESTACIÓN BAJO ESTE PÓRTICO


No me moriré sin ver la nieve
Nelson Simón


creímos que una isla era un país vencido por el sol y el salitre con que adormecimos nuestros rostros durante años de juerga. al atisbar las primeras postales izamos el sueño de nadar hacia otras islas donde apagar la sed. París y Philadelphia fueron perfectos paisajes a color, y cerramos los ojos percibiendo un puerto, un agua de rosas, un jabón de tocador. al reverso iba la rúbrica del amigo deslumbrado con la nieve, la noche del veinticuatro de diciembre, noche donde la madre dormía en La Habana luego de bendecir al hijo y seguir
el sueño.

París y Philadelphia implantaron los rostros del extraño,
las banderas de lo incierto.

creímos que la isla era la cándida madre dispuesta a lamer las llagas. fuimos criaturas reduciéndose a perder lo poco de valor durante largos años de permanencia junto a la familia, propicia lealtad para no correr hacia las primeras quimeras. tiempo después, la madre a la puerta alzaba la mano y decía vuelve con ese puñado del que tanto hablamos e iza mi sueño inconcluso, ven a calmar la fiebre de este juego perdido a la espera de una estación bajo este pórtico.

nuevas postales llegan hoy a la isla, la madre clama por abordar la nueva patria del hijo, despojar la miseria de la mesa, el perdón de estos años
que nos llevan a toda la familia.

palabras inútiles
perforando las canciones de la tropa diezmada
jóvenes de pelo largo y botas deambulando por las calles
en busca de un sitio para el amor, de citadinas
palabras y no conocen
nada de este juego a lo aparente, de este azar
rutilante de las ciudades que aguardan
aquel otoño como si se tratase de una caricia.
se abren al vicio y sólo percibimos el olor/ el color/ la rosa/
otro joven desleal que se apetece y en su descuido
olvida la fiebre que nos hace mudos.

París y Philadelphia implantaron los rostros del extraño,
las banderas de lo incierto
.



ISLAS QUE UNA MAÑANA HALLÉ

persisten las islas que una mañana hallé,
tierras inertes donde hirió la boca mi cofradía.
veo toda la tierra sombreada en tu rostro,
duerme el color
en esa tibia imagen que años después
me provoca convocarte a la humedad fría de otras noches
en Montréal, en Moscú, en una plaza pública.

islas náufragas dibujadas también por Octavio Paz,
en una casita de la India,
bocas amordazadas por no liar todo el encanto de un amigo
cómplice frente al amigo esquivo, intolerante
en cada plaza que se abre como tu boca
en Montréal, en Moscú, en una plaza pública.



SIGO PENSANDO EN ROSTROS QUE ALGUNA VEZ FUERON

fui a brindar por el último día o quizás por la última reunión/ una reunión es como una utopía. una mano indicó la foto de antaño. todos en blanco y negro para alcanzar la manida felicidad. días en que no nos importaba la escasez. sólo íbamos ajenos al mar.

un bocado de perdón para mi inocencia, días de plenitud/
solicito en este ajetreo por hallar la nueva ruta.

¿por qué todos nos fuimos tras el otoño? ¿quién permaneció para salvar a los peces ya muertos de la lluvia? me pregunto en este sitio que apenas conoces, sólo porque te lo he descrito en alguna carta. sigo pensando en los verdes de aquellos rostros obsequiados por el fulgor del mediodía. yo tengo la posibilidad de recoger la placidez de octubre y hacer un río si se quiere y dentro del río dejar estos días de miseria, esta sensación que nos dispara a matar. bien conoces de la rutina, de la costumbre de encontrarnos frente a la ciudad, frente al páramo.

días disgregados vuelven a componer mi voz/
sálvalos.

volvamos a la iniciación. distribuyamos el pan, estos días de extraña abundancia. todo es posible en el instante que el adolescente extiende su mano y vuelve a abrir la puerta cuando mutilamos los árboles del parque que se expande ante mi ventana como si fuera un sitio real, frente a los ojos del que no logra dibujar el río, la luz de aquella otra ventanilla frente al Malecón.


TODO PARQUE ES UNA EXTRAÑA CIUDAD


Siempre son los parques los sitios donde comienzo un
libro, o me despido.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ



I/


acaso porque me conmueve la fiebre de los parques, vuelvo a estos árboles. desde abajo sólo alcanzamos el verde y alguna hebra de luz que se filtra entre la hojarasca. es un parque común, y en su amplitud, la brisa soporta el día como un duende que llega a dilatarnos la conversación. sobre la hierba nos echamos, alguien pregunta por el paisaje.

todo parque es una extraña ciudad,
un racimo de codicia, de raros equívocos,
sirven los árboles para escapar de una vez,
sirven los parques para las últimas horas.

fuimos a convivir los últimos instantes que nos otorgó el verano. admiramos la ciudad desde allí, en donde algunas fotografías se prestaron a ser delicia. antes de que la luz acabara nos dedicamos a la contemplación. este delicioso páramo donde el sol tuvo su avenida, me hizo pesar en la posibilidad de un verbo insobornable.

al final, el parque se cerró a nuestras espaldas. la noche
comenzaba sobre el páramo.


II/


y pienso si me he salvado.
nada puede ser verdad,
aparentemente en la verdad que nos unifica.
si estoy a salvo (¿de la muerte o del peligro?). miro el tardo cielo,
seis de la tarde en Montréal, avenida Sherbrooke. admiro el verde,
el parque es inmenso, un hombre ha llegado para leer
lo que nadie recordará. es hermoso el paisaje,
tiene un aire de cierto distanciamiento
desde esta cumbre que nos aguarda. estoy a salvo en esta isla,
en la casa que tiene mi madre, pintada de cal
y soledad. permanezco, quizás,
admirando esos parques y los puentes del canal,
cuando vuelvo pleno de incertidumbre y presumo salvarme,
salvarme
y dejo todo en su lugar.



ÚLTIMAS MONEDAS
(Díptico)


I/

buscábamos la piedra, aquel sitio del país
que se marchitaba a los pies
la cuerda marcaba el regreso y confiados
nos dimos a la juerga sin importarnos
la luz que se fue retirando en la crispadura
fuimos hacedores de milagros
contorsionistas en una feria sin preludio
todo intento goza de su quimera
del vértigo que produce la confianza
todo juego lleva un nuevo paquete de cartas
unas monedas. al desapercibir el hilo
perdimos la orientación de las galeras
y no hubo rey a quien sobornar
no hubo albor prorrumpiendo en la oquedad
pretendimos ser salvados desde un pozo innombrable
maquinando otro juego
cuando las monedas fueron retiradas
el silencio fue un instante
una reminiscencia que entrego a la noche.

II/


dimos las últimas señales por si alguien nos observaba
fue extenuante la esperanza
largos días de zozobra y mudez
vencimos los pocos recursos intentando hallar la salida
vernos de vuelta
recobrar la lucidez de aquel ego prorrumpiéndose sin avergonzarse
de una imagen distorsionada e irreverente
la confusión fue inevitable
toda palabra engendra música
todo asechanza acaba por desmentir al hombre.

ay de mi mano
intentando dibujar aquella cuerda, intentando jugar al cero
ay del ídolo cayendo en su perfección sobre el agua de mi boca.

hoy me propongo sostener el rito que conferimos a la tarde
el vicio para subsistir sobre el país
que ya es un signo en medio del mar, un símbolo en el agua.

ay de mi mano que escribe estos horizontes
que dibuja otro cielo y otro nombre sobre estas palabras
que algún día tuvieron un sitio
para el otoño y quedaron allí
como un extraño mapa sobre la mano que tiembla
y escapa ante estas verdades que no diré más.

Poemas pertenecientes al libro: “Algún sitio para este otoño”
Proemio nueve, Poesía 2008
Copyright edición: Excmo. Ayuntamiento de Loja, Granada. - 2009

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Ihosvany Hernández González (Ciudad de la Habana, Cuba, 1974) fue escritor de programas dramáticos radiales. En el 2004 salió definitivamente del país. Desde entonces reside en la ciudad de Montreal, en donde continúa escribiendo narrativa y poesía. A finales de diciembre del 2008 obtuvo el premio de reseña literaria de Azafrán y Cinabrio ediciones (México) por el trabajo: “Boitel: entre la noche y la palabra” (sobre el poemario No llames en la noche, del poeta cubano Luis Manuel Pérez-Boitel). En septiembre de ese mismo año fue finalista del premio Jiménez Campaña (Granada, España) con el poemario: “Un sitio para este otoño”, que aparece publicado en la antología Proemio Nueve, 2009. En el 2006 también fue finalista, esta vez del premio internacional de poesía Desiderio Macías Silva (México), por el poemario: “Días despavoridos como ciervos”. En el 2005 obtuvo el segundo premio, de la categoría cuento, en el evento Tendiendo Puentes convocado por la Universidad de Toronto (Canadá), por el relato: “Salón Sahara”, publicado en la antología The political participation of Latin Americans in Canada (Jorge Ginieniewcicz & Daniel Schugurensky, editores. OISE/UT, 2006). Ha colaborado para varias revistas digitales como “Decir del Agua”, “Remolinos”, “Letralia”, “Cañasanta”, y “La zorra y el cuervo”, entre otras.
Blog del autor: http://laparadadelosmangos.blogspot.com/
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DONDE SE PUEDE LEER:
ALASCUBA:
http://alascuba.blogspot.com/2009/03/ihosvany-hernandez-la-habana-1974.html
CAÑASANTA:
http://www.canasanta.com/poesi-a/ihosvany-hernandez-poesia-000001.html
LA ZORRA Y EL CUERVO:
http://www.lazorrayelcuervo.com/zc10/ihosvany010.html
DECIR DEL AGUA:
http://www.decirdelagua.com/decirsc5/decirsc5_016.htm
LA URRAKA:
http://revistalaurraka.blogspot.com/2009/04/el-arte-de-la-palabra.html
LETRALIA:
http://www.letralia.com/165/letras08.htm

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4 comentarios:

ariana dijo...

"la familia, propicia lealtad para no correr hacia las primeras quimeras"

luego inventamos otras familias y seguimos castrando nuestras quimeras...

felicidades por tu libro querido ihosvany.

y seguimos...

Iván dijo...

Es muy interesante leer tu página, Juan Carlos.
Un abrazo

Juan C Recio dijo...

Gracias a Ariana e Ivan por sus opiniones. A Ihosvany H, por su colaboración

I. Hernández dijo...

Me sumo a los comentarios para agradecer también a Ariana, e Iván, y, sobre todo a Juan Carlos Recio por permitirme estar aquí, en su página.

Saludos,

Ih