Todos
sabemos ya que no era tuyo
el falso
terciopelo de la magia verde,
los pasos
contados sobre alfombras,
la daga que
divide las barajas,
para unirlas
de nuevo con tizne de cisnes.
Lezama.
Su mundo de ficción habita en una mala jugada
y suma
colocar la libertad
tipo cuadro
sobre mesa de tocador
de un rostro
ajeno que mira a distancia.
Esa libertad
supone que consiste
en mirarse
en lo dejado
pero nada detrás
evapora algo que pueda venerarse.
Tampoco es
que crea
en esos
suicidas del Manhattan Bridge
menos en el
crucifico pequeño
donde ni si
quiera puede ya colgar su inspiración,
a lo sumo la
espiritualidad de unos dientes
una lengua entumecida
ante el espejo
que no pasará
de ser un minúsculo ataque de grandeza.
Su otra ficción
son los espacios de aire,
nuevas
atmosferas que desprenderían
los abismos
repetidos de atomizar
la fatalidad
y la zozobra de los malos pensamientos.
y solo por
ello sobrevive.
Desde esa majestuosidad, un rey sin coronas
Desde esa majestuosidad, un rey sin coronas
igual a un
rey sin espinas
insaciable
al ego que amilana
la locura
con la que recorre
ciertos
pasillos que almidonaron su añoranzauna de esas de vida cursi
dibujada como fortuna
en imágenes solo asequible a su fantasma.
¿La aridez
del vacío
es el primer
y último camino?
Me duermo,
en el tokonoma
Evaporo el
otro que sigue caminando.
Lezama.
Al fin era el reinado
de los falsos cielos rasos
compuestos por tramos
que aparecían siempre para recordarle
su terquedad de ser ceniza a la luz de los incendios.
Provocar, que provoca
ser por ademanes siniestros
una de esas tardes al mediodía
atrapada en ser también una de esas provincias
que gobiernan la identidad
como si también fueran los espectros de zombies
que mueven el piso de sus días
a falta de aquellos carruseles,
nacionales, estrictos
que daban mareos en torno a la rosa,
incluso la oriental
que eran por mala suerte
cultivos de las esperas maltrechas
dispuestos a horadar la sangre
porque en ello su vida
atravesaba como esas congas
ruidosas a su esperma y a su gloria.
Es el rey de
la comedia insulsa
y su viaje
no es el instinto a la semillaaunque para confundir corteja aquellas luces
cuando la muerte
atravesada en cruz como una guardarraya
hacían la tentación de estos horizontes
ahora ininteligibles
metáforas de bordados, lujosos, específicos
para amplios espacios donde sumergir el vacío
en la misma angustia de idéntico decoro..
Pone los
pies en la arena
pero su
inocencia no desangray su cuerpo presenta el itinerario
de rutas que llevan siempre hasta su sangre
un sonido locuaz de su abandono
uno que producen las búsquedas
al caminar de espaldas.
No hay miedo a desprenderse,
su trazo de hielo es ahora su alma
el polvo como el sonido
es apenas otra levedad engañosa
cómplice y dueño
de nada que detrás
evapore algo que pueda venerarse.
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