lunes, 27 de septiembre de 2010

LA SANGRE DEL TEQUILA

Fragmento del libro en preparación La sangre del Tequila, de Félix Luis Viera.



Verónica Illescas partirá en cualquier momento. Lo voy a sentir. En Cuba le dirían una trigueña de pelo lacio. En Cuba quizás sólo en la región oriental se encontraría una mujer con el físico de Verónica Illescas; parecido. Ahora la estoy esperando; son las siete y quince minutos de la mañana, debe de estar terminando los cuatrocientos y tantos metros que separan su puerta de la mía. En una columna que tengo en un periódico, de prosa poética erótica, escribí un texto sobre los pezones de Verónica Illescas, Cerezas negras, se titula; creo que con eso todo queda explicado. Es decir, Verónica Illescas es morena, morena entre clara y oscura pero más arrimándose a lo segundo (porque hay aquí morenas de sumos matices, con las cabelleras lisas y negras la mayoría, las menos con el cabello encrespado). Yo bien a bien, desde mi isla, desconocía lo que eran las morenas. Parece que siempre en mi inconsciente amé a las mulatas sin saberlo. Porque las morenas mexicanas, en cuanto al color de la piel digo -si bien la tienen más fina-, son lo mismo que las mulatas (no tardé poco en darme cuenta). Y sucede que estas morenas, como Verónica, sólo de mirarlas, me hacen chispas; cadenas de chispas. La voz de Verónica Illescas tal parece tener jugos; derrame de frutas, quiero decir. No sé si me explico. En cuanto a su entonación va en subida, como la de muchas mujeres y hombres aquí -más realzado el de las mujeres-: algo así como la curva melódica típica del francés; la curva en ascenso hasta hacer sonar agudas ciertas palabras llanas. Aquí muchos hombres se divorcian, se separan, abandonan a las mujeres pero éstas siguen siendo de ellos, como un encendedor, una botella de tequila, una camisa. Son pertenencia de ellos aunque ya anden con otras; las siguen chequeando, hostigando, pidiéndoles el estado de cuenta bancario, llamándolas sorpresivamente por teléfono a ver quién, quiénes están en la casa. El marido de Verónica Illescas andaba, anda por Tampico. No sé justamente dónde queda este sitio. Sí que lejos; pegado al mar; es un puerto donde el marido trabaja de ingeniero; allí vive con otra mujer desde hace tiempo. No les pasaba ni un grano de maíz de pensión a Verónica y al hijo de ambos. Pero ella seguía siendo de él. Tanto que hace una semana la llamó y le dijo: ven. Y ella va. Él es su marido y ella va, dice ella, me ha dicho ella. Todo el corrido de la ausencia del marido ella ha tenido que trabajar, duro, insertándose en un grupo de vendedoras de estas zonas que proponen desde cosméticos hasta geles para bajar de peso, pasando por discos compactos "piratas" y libros de autoayuda. Aquí entre los edificios hay pasillos cementados, y casi todos arbolados, que llaman andadores y tienen nombre. El andador que cruza entre el fondo de mi apartamento, donde se halla el cuarto en que duermo, y el frente del otro edificio, se llama andador El Cántaro. El insomnio se me había hecho cada noche más agudo, más largo, más desesperante. No tenía con qué comprar los sedantes. A la una de la mañana, minutos más, minutos menos, pasaba por El Cántaro, de izquierda a derecha, un taconear de mujer que me expugnaba las lágrimas. ¿Habrá algo más triste que un hombre solo, insomne, urgido de sexo, a la una de la mañana, que escucha el solitario taconear de una mujer?

Descorría las cortinas, pero las luces no eran suficientes como para determinar rasgos ostensibles de la mujer que taconeaba, la cual se iba perdiendo hacia el fondo del andador. No te asustes, le dije cerca de la una de la mañana en el arranque del Cántaro, en la avenida Acoxpa, no soy un ladrón, ni un violador, soy sólo un pobre tipo que ya no puede más con tus tacones. Eso es, soy cubano, luego de que ella mencionara mi acento, mi pronunciación extraños. Dos soledades, Verónica Illescas, dos soledades, le dije cuando estuvo de acuerdo, después de un hilar interminable de reparos, a que la acompañara unos doscientos metros, la distancia entre el comienzo de El Cántaro, en Acoxpa, y el punto del andador frente a la ventana de mi cuarto. Temblando leve -manos, mejillas, cabello (la observé bien en medio de la semipenumbra)- se dejó acompañar. Temblaba porque estaba haciendo algo mal hecho, aclaró, no por el frío, que hasta hoy digo que aquel invierno de 1995 fue el más canalla que me ha tocado en esta tierra que tanta hiel oblicua me ha dado, que tanto placer mojado en lágrimas me ha prodigado. Hasta frente al punto luminoso de mi ventana estuvimos llegando como diez días consecutivos, a la misma hora, cuando ella terminaba sus recorridos de labor. Nunca me habían hecho esto, declaró la primera mañana que estuvimos en la cama, más bien como si lo proclamara, en voz baja, ante el mundo, rezumando lágrimas; como acongojada de felicidad, diríamos. Se refería al sexo oral. Tienes sólo treinta y dos años, Verónica, si como dices, al recibir de mí tal ofrenda te has sentido tan feliz como debe sentirse esa florecilla donde hurga el colibrí, pues nunca dejes de exigirlo, Verónica, que el hombre que no va a parar de cara en el sexo de una mujer, no la ama. Ella sólo puede venir en las mañanas, estar treinta, cuarenta minutos, antes de partir a romperse el ánima en busca de la subsistencia en esta interminable ciudad que ya desde entonces yo me había dado cuenta que es como una máquina muelegente. Cuando regresa por la noche tiene el tiempo contado: una vecina le cuida al hijo, a precio económico. Ella está al llegar, por última vez. En la acera, pueden ir sonando, amanecido, quince o veinte pares de tacones, pero yo conozco los de ella. Aun así, por la ventana de mi apartamento que da a la calle - El Altillo, se llama esta calle, de una sola cuadra-, que nace en Acoxpa, como El Cántaro, miro con la cortina levemente corrida. Ella viene envolviendo al frío, no lo contrario, se me ocurre. La puerta está entreabierta al mínimo. Ella empuja. Viene con el miedo acumulado por más de quinientos años de atavismos: sus ojos negros y grandes palpitan como esos purasangres cuando huelen un relámpago. Yo le he pedido que me haga también el sexo oral. Ha cumplido, pero mal.

Luego descubriré que Verónica Illescas es una excepción: no tengo todos los ases, pero hoy estoy seguro de que en una contienda mundial de mamancia habría que contar con las mexicanas; más que una felación ordinaria, realizan un acto de fe, un engarce de jaculatorias, una prosternación donde el placer y las lágrimas se hacen trizas entre sí, pene en ristre; consiguen que el pene nazca de nuevo, lo esculpen, lo reesculpen, con la mente y el alma arrodilladas. Verónica Illescas acaba de entrar con sus ojazos negros hasta el encandilamiento y su piel morena relumbrante y sus pezones como cerezas negras y sus senos de talla media que el Todopoderoso habrá tocado con todo su amor alguna vez, puesto que no creo que a mujer alguna, como sucede en ella, le haya sido dado el milagro del néctar de las frutas ungido en una especie de compactación suprema de la carne. Se ha quitado el sobretodo, lo ha dejado sobre el sofá y ha ido al cuarto. Hoy ha salido de su casa media hora antes, la ígnea batalla de esta mañana, como será la última -si no ocurre un milagro (aunque ya yo estoy bastante viejo para esperar por los milagros, que suelen dar tantas largas vueltas en círculo antes de ir a dar en el blanco…si es que al fin dan en éste)- durará una hora. Ha determinado ella. Yo la siento desvistiéndose allá en el cuarto. Me he quedado con los codos apoyados en el minúsculo escritorio donde hay una máquina de escribir Remington de 1954, escuchándola: sacarse el pantalón, la chaqueta, los zapatos, las medias a la cintura, el blúmer, el sostén, desengancharse la cabellera negra, que le enmarca la cara, le cosquillea en la espalda. No la veo, pero la estoy viendo. Allí está, desnuda, es posible olerla toda; y hasta acá llega el vigoroso olor de su vagina.

Está desnuda boca arriba, bajo la colcha, esperándome con las manos sobre los senos, perniabierta. Yo ahora partiré hacia ella, me quitaré la ropa de dormir, azul, gruesa, afelpada, jersey y pantalón, que me regaló mi amigo Mario Trejo. La habré de lamer desde las uñas de los pies hasta la frente, el cabello, la espalda, pasando lentamente por las piernas, el vientre, el ombligo, los pechos, la vuelta y la espalda desde la nuca, el túmulo de la espina dorsal, el canal entrenalgas, las nalgas, las corvas, las pantorrillas, hasta los talones. Pero no la amo. Yo soy un soldado. Yo no puedo amar a nadie. Yo tengo la misión del soldado que debe sobrevivir y hacer que sobrevivan tres súbditos que se hallan lejos. Le voy a aplicar el sexo oral hasta hacer que su campanilla quiebre, la voy a penetrar hasta donde dice "no hay paso", la voy a besar hasta que sus ovarios tintineen, le voy a libar y chupar sus senos hasta sacarle las gotas del durazno; ahora mismo llevaré a cabo todas las posiciones pro sexuales que me sé, que nos sabemos, que hemos inventado o descubierto; le daré todo el líquido semental que casi siempre me atribula; ella tendrá uno, dos, tres multiorgasmos como, dice, ha aprendido a tener después de aquella primera mañana.

Estaremos una hora carbonizándonos la sangre. Retreparemos cima y sima. Pero a mí no me importa. No me importa que se vaya hoy para siempre. No puede importarme. Yo estoy aquí para no amar. Yo estoy aquí para salvarme y salvar. Yo no amo. El marido la espera en ese sitio que se llama Tampico y ella llegará hasta los brazos, las axilas, el pene, la lengua y los labios del señor, inmaculados en cuanto a vaciarse en los labios del sexo femenino, el clítoris, vulva adentro, y a mí no me importará; él se la copulará como se puede poseer una maquina de sacar semen, un reservorio, una victrola que copule o que se deje copular -infiero de lo que ella me ha confesado- sin tomar en cuenta que ella no asciende al orgasmo, y a mí no me importará. Yo aquí soy el soldado en el frente de batalla, no un amador. Verónica Illescas: sales del apartamento con el olor de la última vez y yo te beso en la frente como se besa a un mármol tierno y me voy al cuarto y descorro las cortinas y me quedo mirando el andador El Cántaro, por el cual taconeabas a la una de la mañana metiéndole, sin saberlo, azogue ardiente a mi insomnio. Y no me importa. Me importa medio trago de agua que te vayas para siempre, no verte nunca más. Entras en este libro, en estos apuntes, mejor dicho, demasiado pronto o demasiado tarde, y te vas demasiado pronto y para siempre de estas líneas; en estas líneas de "todo revuelto", de personajes, o mejor decir personas, que entrarán y saldrán como entran tantas gentes en una vida otra, y no te amo, no te amé, no te extrañaré, un soldado por la supervivencia tiene un fin: sobrevivir con dos cerebros; el segundo, el que debe suplir al corazón. De cualquier manera, ojalá que estas páginas alguna vez sean leídas por alguien, por varios, por muchos, y te engrapen en sus memorias, no te olviden; creo que lo mereces por lo ya contado. De cualquier manera, mirando hacia el andador El Cántaro, comprendo que las despedidas duelen, son difíciles; aun las despedidas de los adversarios pueden doler.


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Datos del autor:

Félix Luis Viera: (Santa Clara, 1945) Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La que se fue (2008, Red de los Poetas salvajes, México); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986. ) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la novela corta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2002, 2006 y 2008, Edizoni Il Flogio, Italia.) Su más reciente novela, Un ciervo herido –que aborda el tema de las Umap, eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción y, en realidad, campos de trabajos forzados establecidos en Cuba en la década de 1960–, ha sido traducida al italiano por la editorial L´Ancora del Mediterráneo. Actualmente es ciudadano mexicano.
Datos del autor tomados de La Primera Palabra, Blog de Heriberto Hernández Medina.
Dibujos y Pinturas: Gélico

30 comentarios:

Salvador V Guerra dijo...

Salvador V Guerra fragmento bueno, aun recuerdo su libro y el placre" Con tu vestido Blanco"...lo he disfrutado aca igual y los dibujos ni hablar...gracias (por facebook)

Mayra Delgado Novoa dijo...

Muy bueno el fragmento Juan Carlos. Los dibujos son un feliz complemento. (por facebook)

Jerónimo El Invicto dijo...

JC,
magníficas reseñas, hacen agua la boca, las descripciones, pero me pones libros duros, que aqui en Colombia, pa conseguirlos toca bailar columpios!
viejo! :)

Anónimo dijo...

Amigo mío, estaré al pendiente de esta historia.
Te desnuda... deja ver tu genuina soledad, la soledad maravillosa que transmite la sed en su dulzura madre. y la entrelazas con la de otros y otras que, como diría Machado, no saben para qué tantas cosas podría servir esa preciosa sed.
Te envío un abrazo con cariño y alto respeto.

Javier Segura

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Maestro...!!!! ¡¡¡qué intensidad, qué bien narrado...!!! y que fuerte el asunto... una hasta se exci...
Y no le gustan las güeras al... narrador...lástima...

Anónimo dijo...

¡¡¡¡Maestro...!!!! ¡¡¡qué intensidad, qué bien narrado...!!! y que fuerte el asunto... una hasta se exci...
Y no le gustan las güeras al... narrador...lástima...


Ángeles

La Flaca del Bembé dijo...

¿Todavía existe el premio la Sonrisa vertical, creo que es de Tusquets? ¡Porque para allá debe ir ese libro de cabeza!! Es intenso y bello. ¡Gracias por compartirlo!

Anónimo dijo...

No tengo nada que objetar, la narración agarra desde la primera hasta la última línea, la tensión es realmente magistral, llama la atención que el acto sexual no se realiza en vivo sino por la evocación del narrador, espero ver algun dia esta novela --que parece tener por demás un fondo social, segun el fragmento-- en las librerías de México que por ahí va el golpe creo.
Las ilustraciones son excelentes, da gusto observarlas. Gracias a quien me mandó el enlace. Vi otras publicaciones. Buen blog.

Hugo Rosales, México

Mayda Anias dijo...

Qué intensidad en la prosa, qué poéticas las descripciones, tan desprovistas de ese halo de cursilería que abunda por estos sitios. Creo que la narrariva de un cubano destaca siempre de la aséptica, por muy profesional que sea, del resto de lo que leo en estos tiempos. Y ese sentimiento de soledad que marca al fuego la historia. Felicidades. Y ojalá esta novela salga con pie derecho a la calle. Por ahora, creo que va con viento de popa.

Abel Díaz Castro‏ dijo...

Querido Viera: Acabo de leer en el blog de Recio un fragmento de La sangre del tequila. Por eso te escribo. Para decirte que me agarró y me mantuvo con los ojos pegados a la pantalla hasta la última línea. Ahí está el escritor que eres, sin ninguna caída. Felicidades

Anónimo dijo...

Gracias Eduardo por enviarme el enlace, fue maestro mío y es un hombre muy apasionado, se ve esa pasión en este fragmento lleno de un erotismo intenso y fino, chido sin más. vamos corriendo detrás del episodio sin parar y esas imagenes como la del caballo purasangre son impresionantes según lo que dice el blog esa novela podía tardar porque se esta escribiendo todavia ahi esperamos.
las ilustraciones son brillantes no sé si el autor también es cubano. gracias.
Vero

Anónimo dijo...

No sé si es cuento o una novela porque no se aclara en la intro pero es algo de una belleza excelente y que lo pone a pensar a una Y los dibujos son impactantes a la vez que combinan a la perfeccion con el texto. felicidades a Félix Luis y al ilustrador gracias

Rocío, México

Anónimo dijo...

Viera, qué decir que no hayan dicho. Tiene toda la intensidad de un cuento. Prosa de verdad. Literatura. Esa que dice precisamente lo que "no está diciendo". No la quieras soladado, pero que dificil olvidarla. Y por debajo de todo el erotismo y la evocación, una profunda tristeza, va recorriendo el relato, sin una sola palabra triste.

un abrazo

gumersindo

Anónimo dijo...

Este nuevo libro viene de miedo,promete tanto como los personajes, espero verlo dentro de no mucho tiempo, y que siga así, caliente y humano a la vez.
Gracias por las ilustraciones.

Alfonso Freire, Chile

Karin Audrey dijo...

Este enlace lo puse en Facebook para que la gente entrara en Sentado en el Aire y leyera este tremendo fragmento. Muy bueno! Muy bueno!

Marco Tulio Aguilera dijo...

Excelente prosa, my friend, me encanta la observacion del hombre frente al sexo de la mujer. deliciosa narracion. avanti! Hay que leer esa novela pronto!

Ena Pitusa Columbié dijo...

Divino el fragmento de La sangre del tequila, Chulito. Caliente y duro, esa presentación es suficiente para saber que lo que viene es una bomba, me dejó enganchada como todo lo tuyo.

Ricardo Riverón Rojas dijo...

La sangre del tequila":Lo primero son las descripciones, tanto de personajes como de ambientes y situaciones, que logras dar con ese vigor estilístico y semántico adonde te conduce siempre una voluntad metafórica a todo tren, implacable en esa tarea de Hércules que siempre te propones: doblegar al lugar común, a la construcción plana hasta hacerlos levitar en un ambiente que, ni siquiera tras el desove tropológico se torna artificial.
Perdóname que hable como un crítico literario, pero a lo mejor ya no sé ser otra cosa: el cinismo escéptico y la peculiar desolación lírica del narrador protagonista marcan una continuidad —diría que testimonial— con el carácter de los mejores protagonistas de tus narraciones anteriores, que eres tú mismo. Ahí están, en otro contexto y frente a otras contigencias, El Romántico de Con tu vestido blanco, el Armandito Valdivieso de Un ciervo herido, el protagonista de los cuentos de En el nombre del hijo...
El personaje de Verónica es portador también de una alta cota simbólica, de una eficaz antología de la femineidad mexicana, además de reforzar, con el breve pero elocuente diagnóstico antropológico, elementos de intensa plasticidad. Siempre has sabido construir personajes femeninos atractivos, aun en su pasividad y modestia.
Lirismo versus violencia, o lirismo más violencia, o violencia enjaulada por un lirismo que remite a otra realidad sublime e interior, halada hacia la vida por la ucronía de una eclosión erótica capaz de evaporar lo circundante; a partir de esas paradojas osmóticas crece, desde la consecuencia, tu narrativa.
El título "La sangre del tequila" me parece bueno, porque su doble y contradictoria naturaleza líquida tributa con fuerza a lo erótico, lo lúdico, lo cruel y lo festivo.
Estas son solo impresiones parciales, y escritas al vuelo, sobre una obra mayor de la que apenas conozco este fragmento. Un abrazo y felicidades. Ojalá Verónica regrese de Tampico.

Carralero dijo...

Eeste capítulo está encojonado. No sé si se trata de capítulos separadados que hablan de diferentes personajes o es que esta morena es la que dominará o la que al fin le partirá la madre el narrador. ¿De quién son los dibujos? Excelentes dibujos.

Anónimo dijo...

Creo que esto sólo lo puede lograr alguien que tenga mucho oficio pero más que todo un dominio de la poesía y la prosa y, por supuesto, un sentido innato para saber cuando hay que agarrar de la poesia para levantar la narrativa. Felicidades tambien al administrador del blog por las ilustraciones.

VH Escalante, México

SENTADO EN EL AIRE Juan C Recio blog dijo...

Tanto la escritura de Félix Luis Viera, como los dibujos de Gélico, Poeta y administrado de la Web Cañasanta.com desde Toronto, son ellos los que lograron este post. Saludos a todos, y mil gracias

lunaazuldelleteo dijo...

Me gustó mucho. Aún hay fragmentos que siguen haciendo eco. No imagino como es Veronica Illescas, sólo imagino sus zapatos y el eco del sus tacones recorriendo el andador, pero la recuerdo. He pensado en aquellas mujeres que siguen siendo de la propiedad de un hombre, en la maquina de sacar semen, uffff!

I. Hernández dijo...

Super sensuales y atractivos esos dibujos de Gélico. Y la narrativa de Felix es un lujo que nos damos.

Saludos

I. Hernández dijo...
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Manny Lopez dijo...

Me gusto muchisimo, con muchas ganas de leer mas... Gracias, Manny

Jesús Garrido dijo...

gracias por mostrarlo, estupendas ilustraciones gráficas

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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