Después de 8 años sin regresar a Estados Unidos y más de 15 de no verlo, el reencuentro de ayer por la tarde, miércoles 14 de abril a las 6pm, con mi amigo Norge Espinosa, tuvo el gusto de una
fiesta innombrable. En el room 201 the Hispanic Institute at Columbia University, el poeta, dramaturgo y crítico, quien es, entre otras cosas de las que hace en La Habana, uno de los cómplices principales en teatro El público, de los mejores proyectos teatrales en estos momentos en Cuba. El Público, también ha sido visto en escenarios como the International Writing Program of the University of Lowa, in 2001, además en The Royal Court Theater in London, (2003, 2004 y 2007). Norge Espinosa tuvo para suerte de todos los que asistimos, hablarnos sobre la sexualidad y la literatura en la Isla, con esa maestría y coherencia que lo caracteriza. El título de la conferencia.
Máscaras y prejuicios: otros escenarios para la Homofobia en Cuba. Gracias a la invitación y responsabilidad de:
Dep. of Spanish and Portuguese , the Institute for Comparative Literatura and Society, the institute of Latin American Studies, Barnap Dep. of Spanish and Latin American Cultures, and the Institute for Research on Women and Gender. La presentación a cargo de Frances Negron. El poeta visitó con motivo de esta conferencia, Kansas, Pittsburgh, Michigan, Atlanta y New York.
Los antecedentes más tempranos y específicos que nos acercan , de Norge Espinosa al tema de la Homosexualidad, viene de su antológico poema, “Vestido de Novia”, un hermoso texto que descubría su vida ante todos y que abrió un espacio muy decoroso de este tema dentro de la poética de los 80 en la patria martiana. El poeta ha publicado numerosos libros, entre ellos de poemas, (los que me he leído):
Las breves tribulaciones, Premio Caimán barbudo 1992, y Las estrategias del páramo. Por cortesía de este amigo y por un chantaje emocional de perdurable amistad, tuvo la gentileza de enviarme la justificación de lo que ha hecho en tierra de Walt Whitman , y por tanto, estoy seguro, volverá con estos aciertos, a seguir alumbrándonos desde la fiesta innombrable de tenerlo.
VESTIDO DE NOVIA
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero.
Federico García Lorca
Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules.
Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguacero
y la senda del barco hacia la luna.
.Cómo va a poder
Cómo va a poder así vestido de novia
si vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadas
si tiene sólo un abanico de libélulas.
.Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le dejó solo.
Ay adónde va a ir así este muchacho
que se sienta a llorar entre las niñas que se confunde
adónde podrá ir así tan rubio y azul tan pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad pertenece a la madre.
.De quién a quién habrá robado ese gesto esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna vez fue de las sirenas.
Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos conque sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién quién le va a desvestir sobre qué hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido de novia.
Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas.
Con qué estrellas con qué astros podrá mañana adornarse los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y no quiere salir no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos.
Con qué espejos con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un sólo silbido para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por los grillos
siempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado
no sabe el número tampoco él lo sabe.
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer.
Con qué espejos
con qué ojos.
Juan Carlos Recio
NY/ 15 de abril del 2010
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REWRITING THE BODY:
OTRAS POLÍTICAS DEL DESEO EN CUBA
1 (Fragmento)
Pareciera que al menos desde la década del 90, desde ese momento en el cual ya todos nos aprestábamos a recibir el nuevo siglo y el nuevo milenio con proyectos de cambio bajo el brazo, una verdadera conmoción ha sacudido a Cuba en términos tan inesperados como impostergables. La nación que acogió los años iniciales de ese decenio con un espíritu que se adivinaba promisorio, tuvo que archivar, temporal o perdurablemente, algunos de esos planes bajo la presión insólita que representó la entrada al Período Especial en Tiempos de Paz, un espacio cuya cronología es aún materia histórica imprecisa, pero que definitivamente catalizó algunos cierres, y desdibujó mucho de la postal idealizada que aspirábamos a ser en los nuevos tiempos. La pérdida del sostén económico que nos permitió vivir en una suerte de burbuja tropical, como un laboratorio del ideal socialista, desató divergencias mal acalladas entre los que sonreían en la foto. Y dejó, también, una zona de representación donde incluso los que no aparecían en la imagen se adelantaron a declarar sus anhelos e inconformidades. La Isla se reinventó desde la escasez, la dignidad entendida como performance política, y también mediante la despedida que quebrantó, con una violencia que solo se recordaba desde los días turbios y aún mal contados del Mariel, los segmentos de la sociedad en bandos opuestos y agresivos. Los ideales se vinieron abajo, y de repente el Cubano se halló con no demasiadas cosas entre las manos. Pero sí con su cuerpo, un Cuerpo elevado a símbolo de martirio bajo aquellas nuevas circunstancias. Sólo que en Cuba, caribeños al fin y al cabo, hasta el martirio puede explicarse mediante las claves del juego y el retozo.
En el país que fuimos antes de que cayera el telón final de los 80, varios artistas se aproximaron al proscenio de una tribuna social en la cual la cultura podía ser una voz atenta y despierta. Bajo las ráfagas del aire de rectificación que el país asumió como plataforma política a mediados de esa década, se exigieron ciertas libertades que confrontaron la grisura institucional con una búsqueda de la verdad que marcó toda una serie de maniobras de alto poder reactivo. Primero los artistas de la plástica, saliendo a las calles en pos del sitio que no hallaban en las galerías oficiales, con intervenciones y un tono de provocación que retaban la pereza académica. Se unirían a ellos los escritores, esencialmente poetas; teatristas y cineastas no tardaron en añadirse a ese reclamo. Si el país se entendía como coro de diversidades bajo un patrón político que confiaba en su replanteo, aquellos jóvenes asumieron la señal de cambio como un desafío. La utopía era una fuerza que los animaba. Cambiarlo todo, cambiar la vida, como quiso Rimbaud, tenía que ser posible en aquella burbuja antillana.
Entre las proyecciones que se avizoraban en ese instante se incluía una campaña de educación sexual importada desde el modelo socialista europeo. Se editaron libros que devinieron best-sellers acerca de la temática. El índice de embarazo precoz en la Isla recordaba a esos especialistas, alemanes muchos de ellos, que el fogoso mito tropical podía desatar inesperadas estadísticas. El tabú que aún ronda lo erótico como tema a socializar en el país, había silenciado alternativas de intercambio natural de información sobre el asunto, y la propia Revolución había estimado que lo concerniente a lo sexual era, más allá del valor reproductivo, una suerte de exceso, que no barroco, sino casi antisocial. La Patria, en su concepto de cuerpo puro, reconstruida en el ascenso ideológico a la materialización del sueño de las masas desposeídas, devenía un cuerpo de mármol castrado, deshistorizado de los desvíos que sin embargo habían resultado definitorios de vez en vez. Los homosexuales, las personas de vida licenciosa, fueron víctimas tempranas de campañas de depuración, en las que se les igualaba sin demora con la contrarrevolución más ardua. El precio de esas actitudes era el paso a una muerte en vida, pérdida de estudios y carreras, invisibilidad a cubrir con la pintura de cal con la que algunos debieron untarse el cuerpo, transformados en pintores de brocha gorda a fin de demostrar que la fidelidad al trabajo podía hacerlos mejores hombres y mujeres: la obra de una vida debía resarcirse dando la vida por una Obra.
Los años 80 son el paréntesis de respiro que Cuba alcanzó entre la gélida imagen de los 70: una Isla tan prefabricada como la arquitectura que se puso de moda para apresurar la construcción de viviendas; y el nuevo golpe de los 90. La intensidad de ese breve tiempo no ha sido aún justamente estudiada ni medida. El debate se convirtió en otra forma de participación artística, y en algún momento llegó a sentirse, como en la primera década revolucionaria, que todo podía ser discutido. Cuando la crisis se hizo palpable, mucho de eso se abroqueló, se enquistó o fue simplemente silenciado. El cierre de las publicaciones más polémicas, la falta de papel como excusa para demorar o paralizar la edición de libros y revistas, la consigna como respuesta rígida a preguntas que habían quedado pendientes, todo eso erosionó lo que se profetizaba. Los avances leves en la campaña de educación sexual, que incluían miradas esencialmente preventivas acerca del origen y tratamiento de las sexualidades disidentes, también fueron opacados. Por años, el VIH/SIDA sería un fantasma que devoraba nombres de personas que desaparecían en hospitales y sanatorios: un castigo a esa vida de exceso que era preferible no visibilizar. Cuando a inicios de los 90 la doctora Mónica Krause declaraba en una entrevista que la población homosexual cubana podía medirse en un cauteloso 3 %, la discreta cifra escandalizó y molestó. Ese número tan discreto representaba a una zona del Cuerpo que no había sido contabilizada. De repente, el Cuerpo Nacional tenía que reconocer otros índices para medir sus amenazadas extremidades.
2
El 17 de mayo del año 2008 ocurrió un hecho sin precedentes en el devenir de la nación cubana. A diferencia de las hazañas que la prensa de la Isla proclama como noticias casi diariamente, en una denodada maniobra de hacer creer al mundo que el país, aún bajo la crisis económica y de otros órdenes que lo asola, puede seguir pariendo Historia; esta ocurrió como por sorpresa, dejando sin aliento hasta a quienes la organizaron o tenían una vaga idea de lo que sobre ese acontecimiento debían divulgar y promover. La celebración por vez primera en Cuba del Día Mundial de Lucha contra La Homofobia abría otro calendario en el mapa tradicional de la Nación, opacando incluso al Día del Campesino, que tiene su celebración, según el almanaque revolucionario, durante la misma jornada en la cual, desde el 2005, se ha elegido la misma fecha como una convocatoria a enfrentamientos con la tradición homofóbica de no pocos sitios del planeta –algo que espantaría a Samuel Feijóo y deleitaría a Reinaldo Arenas. Animada esencialmente por el CENESEX, bajo la guía de Mariela Castro Espín, junto a instituciones de la salud como el Centro Nacional de Prevención contra las enfermedades de transmisión sexual, el suceso movilizó a miembros de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la Asociación Hermanos Saíz y otras entidades políticas, culturales y de masas. Las estrategias del Centro Nacional de Educación Sexual, que hasta ese momento habían sido calificadas de persuasivas y moderadas, se dilataban inesperadamente a un plano de acción que imponía un abanico mucho más amplio de visibilidad, gustara o no el que aquellos homosexuales enumerados por la experta alemana ganaran una voz y un rostro ante las cámaras de la televisión nacional y extranjera. Sólo los ingenuos creyeron que se trataba de una mutación repentina. Algunos de esos mismos integrantes de aquella multitud, varios entre los que colaboramos en esa celebración y otros que recibieron con desdén, rechazo o estupor la noticia, sabían que lo único que comenzaba era otra forma de la batalla.
La lucha por supuesto tenía precedentes. La carencia de una arqueología, de un historiar cuidadoso que avizorara aún en el mapa oculto de la Nación esos puntos de partida, hizo creer a muchos que se venía de la nada. Sólo a partir de 1998 comienzan a aflorar libros, análisis y estudios que desde un carácter verdaderamente moderno relocalizan el Cuerpo sexuado del país dentro de su propia convención, exigiendo con ello que tal convención se dinamite o alcance nuevas maneras de hacerse palpable. El grupo de homosexuales que se nucleó alrededor de José Rodríguez Feo y Virgilio Piñera en la revista Ciclón, contestataria de su precedente, Orígenes; activó un grupo de textos en los cuales, acaso como respuesta a los avatares de la Mattachine Society y otras entidades por el estilo, radicalizaban la memoria cultural de la sensibilidad homoerótica, poniendo ante el lector relecturas de Proust, Wilde y Whitman, a quien añadían un icono enteramente criollo: el poeta Emilio Ballagas. La fuerza de los acontecimientos desencadenados a partir de 1959 hizo decir a la propia revista que era preferible unirse a la marea humana que inundaba las calles con ímpetu revolucionario, y dejar a un lado, por el momento, otros temas. Esos asuntos, sin embargo, demorarían mucho más de lo pensado en retomarse en letra escrita. Al menos, desde el espíritu polémico y reivindicatorio que Ciclón aportó.
La Revolución eludió esas aspiraciones. El pretexto político y la obsesión por crear una imagen monolítica del país, donde todo tipo de flaqueza sería sinónimo de debilidad ideológica y de acción, aceleró la invisibilidad de toda una generación que se había entregado, con esperanza e incertidumbre, a los nuevos discursos. Por ende, el acercamiento a esos rostros devino acusación y finalmente ausencia. En la Isla llegaron a producirse experimentos para analizar la posible cura del homosexualismo, para la cual se tomó como modelo de estudios a jóvenes y adolescentes que habían llegado a la capital para estudiar carreras relacionadas con el arte. La UMAP, la depuración universitaria, y finalmente la parametración invitaron a los desviados a regenerarse mediante el trabajo, según una fórmula importada desde China y las estepas rusas, como cazadores de cocodrilos o sepultureros. La herida, pese a los recientes abordajes, sigue abierta. Pero el país anhelaba reconstruirse, y en los años 80 algunos volvieron a alzar la voz.
La cultura ha sido para los cubanos un espacio de confraternidad, de auxilio en pos de sanar espiritualidades y promover temáticas que la rígida imagen exportada por la Isla demora en asimilar o exponer. En ese ámbito, zona de acelerados intercambios, se han adelantado varios de los debates acerca de la representación de la vida nacional y sus principales conflictos. Cuando llegan los 90, Lezama Lima ha sido rescatado por un grupo de jóvenes que intentan descifrar en la prosa y el verso del maestro hermético ciertas coordenadas que, a la manera de un Nostradamus asentado en la calle Trocadero, puedan recomponer sensibilidades y utopías. Es la punta de un nuevo iceberg, bajo el cual esperan con impaciencia otros nombres a fin de ser devueltos a un prisma de la nacionalidad que al expandir caracteres y disensos, traen consigo la herencia de otras personalidades tan insólitas como las del propio Lezama. Piñera, Arenas (dos de los cadáveres más incómodos de la historia nacional), están entre ellos. En la Universidad de La Habana, de modo casi clandestino, algunos estudiantes organizan tertulias donde asoma lo homoerótico. Varios autores ganan premios con relatos y poemas acerca de esa temática. Parece finalmente que el núcleo va a expandirse, que otro Big Bang hará crecer las fronteras de pensar y asumirse en lo Cubano como Cuerpo deseante.
Entre 1998 y el 2000 yo mismo estoy organizando las Jornadas de Arte Homoerótico en La Habana, bajo los auspicios de la Asociación Hermanos Saíz, llevando a la capital artistas de distintos puntos del país. No hubiera sido posible, tal vez, sin el impacto logrado por Senel Paz con El bosque, el lobo, el hombre nuevo, el célebre relato con el cual ganó este autor el Premio Juan Rulfo y que dio pie, entre otras muchas aproximaciones, al filme Fresa y chocolate. Medir el impacto de ese relato en el corpus de ideas de la Nación es cosa aún no hecha a cabalidad. El cuento, y luego la película, evidenciaron necesidades y carencias que el pueblo mismo acogió como parte de un discurso crítico en el que el homosexual debe exilarse pero repentinamente, durante el tiempo evocado por el relato y sus representaciones, puede erigirse en una voz que demanda un lugar bajo el sol. Trece años tardó la película en verse en la televisión cubana. Cuando finalmente se produjo su transmisión, no pocos habrán sentido que se daba otro paso en la batalla.
Fresa y chocolate es también, desde su fuente narrativa, un punto que amerita discusiones aún no planteadas. La imposibilidad física del protagonista de materializar su amor es una suerte de pasmo que aún paraliza los tratamientos del tema: los homosexuales pueden dejarse ver y oír, pero no abrazar lo deseado. Es por ello que los roces, las caricias, los besos, son cortados minuciosamente de los filmes y teleseries que ahora puede ver el cubano: 20 años después, dios mío, de la aparición del relato. El escándalo suscitado por la telenovela cubana La otra cara de la luna (una mezcla delirante de homofobia, cobardía, y adelantos en tanto centraba su argumento por vez primera en historias relacionadas con el VIH/SIDA) demostró cuánto faltaba por hacer. Cuánto de lo que se esperaba pasivamente de las campañas de salud estaba cayendo en saco roto. Y me permito subraya el “pasivamente”.
Cuando el libro Del otro lado del espejo: la sexualidad en la construcción de la nación cubana del joven historiador Abel Sierra gana el Premio Casa de las Américas 2006, otro combate parece ganado. El volumen recopila información acerca de la fundación de un discurso sexuado que incluye a gays y lesbianas, desde los tiempos de la colonia hasta el presente, haciendo énfasis en la asimilación hoy día o no de los travestis y transgéneros en el ámbito social revolucionario. Es un excelente punto de partida para la discusión, incluso en sus agujeros negros: el lector pasa sin acápite alguno de la Habana de los 50 a la de estos días, sin que se haga un repaso tan minucioso como el que el mismo libro ha ofrecido sobre los momentos álgidos de los primeros años del Gobierno socialista en torno a la sexualidad de sus ciudadanos. Junto a este volumen pueden citarse los análisis de Víctor Fowler, así como un ya denso conjunto de poemas, obras teatrales y piezas narrativas que dan carne verbal a los deseos antes sometidos.
Todo ello arroja luz sobre las nuevas Políticas del Cuerpo Cubano: una dimensión en la que tratan de interconectarse obras diversas, y anhelos inherentes a una sociedad que reclama un período de cambios, y que en la espera, trata de mantener una especie de movimiento, así sea virtual, que la haga sentirse en cierto modo palpitante, viva. En tiempos de opresión económica, la prostitución femenina y masculina, y la inversión de valores tradicionales puestos en crisis desde los estamentos gubernamentales a partir de su probado anquilosamiento, han dado origen a nuevos personajes, que entran con fuerza propia en una galería social que se ha de saber contaminada, y que de esa suerte de infección, trata de extraer una nueva moral bajo la cual se intenta seguir accionando mediante algunos recursos residuales del gesto social oficializado. La coexistencia de dos realidades paralelas, que extrañamente se intersectan en algún punto de sus trayectorias superpuestas, hace de Cuba un Cuerpo que habla un lenguaje mientras sus miembros accionan desde otro. De esa aparente contradicción brota mucho de lo mejor que en arte y literatura se concibe en la Isla de estos tiempos.
Si Ena Lucía Portela manipula los fantasmas de Djuna Barnes y Virginia Wolf para acelerar sus ácidos retratos del mundillo literario habanero, Pedro de Jesús López incorpora la carga de vitriolo que Reinaldo Arenas manejó como nadie para desenmascarar actitudes e ineptitudes aun entre sus amistades reales, devenidas personajes de sus novelas y relatos impúdicos. Si la pintora Rocío García enmascara su lesbianismo en obras plásticas de colorido restallante, donde se aprovecha de los códigos leathers, del comic y del sadismo letrado que Pasolini aportó; René Peña hace de su anatomía un organismo diferenciado, que coloca filosos instrumentos entre sus muslos, o calza altos tacones en contraste morboso con su piel negra y masculina. Si Carlos Díaz, en la escena del Trianón, la sede de Teatro El Público, desnuda cuerpos como conflictos en su versión de El público de Federico García Lorca, también se atreve a releer a Jean Paul Sartre transformando a La puta respetuosa en un sex show, donde hombres imaginados por Tom of Finland bailan al ritmo de reguetón, mientras la protagonista se agita dentro de una jaula que será su habitación, su nido, su cárcel perpetua. Todos esos hechos discuten lo Cubano desde una dimensión en la cual lo erótico se mezcla de modo irreverente con otras cargas de ideología, credo y esperanzas. Más bien, de desesperanzas. Pero al arte le toca apostar, y eso hacen estas obras y piezas: apostar por el Cuerpo cuando ya no queda nada más que poner en juego. El fotógrafo Eduardo Hernández inventa collages donde sus modelos son como estatuas helénicas en pleno hervor habanero. Desde esos perfiles decadentes, reinventa el mito de San Sebastián. Casi puede sentirse el calor de la Isla bajo la piel de esos rostros que él retrata.
El 17 de mayo del 2008 resultó un tour de force en el sentido más amplio de la frase. El CENESEX no solo demostró un poderío de convocatoria que faltaba en sus campañas y acciones previas, sino que se vio retado, a partir de ese momento, a dilatar en un concepto de veras inclusivo todo lo que proponía. Se visibilizó un conjunto de rostros y anhelos que iban desde la travesti 24 hours days hasta el heterosexual curioso e indignado. El hecho recibió una cobertura mediática que lo sobrepasó todo. El backlash con el cual respondieron diversas organizaciones de masas, políticas y religiosas demostró que la tolerancia es aún un producto caro entre muchos cubanos. Cartas y quejas llegaron a oficinas, a organismos centrales del Estado. El mismo ser civil que nunca antes había oído hablar del homosexual más que como fenómeno, chiste o víctima de una pandemia se preguntaba por qué debía ver a ese por ciento de la población (evidentemente mucho mayor de lo anunciado por la doctora Krause) recibir tal protagonismo, siquiera fuese en el plazo de un día. La iglesia católica, a través de la revista Palabra Nueva, lanzó una diatriba del Monseñor Carlos Manuel de Céspedes donde se mostraba presa de uno de los más grandes ataques de queer panic de que se tenga noticia, viendo en peligro la estabilidad del matrimonio y la familia. El ala conservadora de mucho de lo que controla y dirige los discursos institucionales y aún domésticos en la sociedad cubana se hizo sentir. La batalla, lejos de ganarse, crecía a una dimensión inesperada.
La segunda edición fue mejor preparada en órdenes internos, se multiplicaron acciones y se vincularon más artistas y personalidades. La campaña publicitaria, sin embargo, no logró convencer a los grandes medios nacionales, que salvo contadas y honrosas excepciones, pasaron por alto la noticia. Ni siquiera el linaje político de la directora del CENESEX pudo lograr que se repitiera la atención de la primera vez. De esa decepción, que no frenó las expectativas de la oleada que nuevamente acudió a las sedes del hecho, pueden extraerse lecciones que den mayor amplitud a lo que se va incorporando a esta fecha. Es imprescindible que estas y otras iniciativas asuman un mapa verdadero del país, con una conciencia histórica que aún falta, donde la hoja de vida de cada cual se integre y no excluya al otro. El peso de la labor ha estado concentrado en los travestis y aspirantes a cambio de sexo, y entre los pacientes de VIH/SIDA. Por supuesto que no todos los gays y lesbianas quieren ser travestis o están enfermos. El discurso de salud sigue siendo el preponderante, los mensajes se vuelven retóricos en su voluntad esencialmente preventiva; las personas que apuestan con sus presencias a favor de estas estrategias quieren, también, ser defendidas y representadas no solo en el margen de una única fecha y una línea estrecha de aparentes seguridades. No todos, siquiera, desean acogerse, en una nación saturada por el delirio de organizaciones y entidades de control, bajo una u otra institución, y ese es un derecho de independencia que también debe ser comprendido. No todos son tan afortunados como los que viven en Santa Clara, al centro del país, donde el actor Ramón Silverio, a fuerza de tenacidad, ha logrado por casi treinta años mantener en pie las ruinas del Mejunje, un centro cultural donde gays, roqueros, lesbianas, artistas, músicos, gente bohemia y muchos desclasados han encontrado un espacio de dignidad. Así como se gana un espacio, se advierten divisiones internas, prejuicios excluyentes que minan los discursos de quienes se afirman como entes ecuménicos, y el peligro de un protagonismo mediático puede enturbiar la calidad auténtica de lo que se propone en la jornada: contra todo ello también se debe estar alerta. El Cuerpo que aparece en esas acciones quiere reconocerse diverso: no temerle a todos y cada uno de los significados de ello dará un índice de libertad que es tan impostergable como aún inalcanzado. Y no solo en términos de vida sexual.
Norge Espinosa.
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Foto y currículo tomado de La Primera Palabra,blog de Heriberto HernándezNorge Espinosa: Santa Clara, 1971. Graduado de la Escuela Nacional de Teatro en 1992. Como dramaturgo ha estrenado Los músicos volantes (Teatro de los Elementos, 1992), Sarah´s (Teatro El Público, 1995), Sácame del apuro (Teatro Pálpito, 1997), En un retablo viejo (Teatro de las Estaciones, 2001), e Ícaros (Teatro El Público, 2003). Ha publicado Las breves tribulaciones (Ediciones Capiro 1993), Cartas a Theo (Ediciones Vigía, 1990), Los pequeños prodigios (Gente Nueva, 1996), Las estrategias del páramo (Ediciones Unión, 2000), Carlos Díaz: Teatro El Público: la trilogía interminable (Editorial Abril, 2001), Romanza del Lirio (Ediciones Sed de Belleza, 2003), y La virgencita de bronce (Ediciones Alarcos, 2004)
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Para leer más sobre Norge Espinosa pulse aquí:
http://laprimerapalabraque.blogspot.com/2009/02/las-palabras-del-cuerpo.html
http://www.caimanbarbudo.cu/html_total/simpresas/articulos/342/index_articulo_12.htm
http://alocubano.com/literatura_homoerotica_en_Cuba.htm
http://alascuba.blogspot.com/2008/12/norge-espinosa-santa-clara-1971.html
http://www.eforyatocha.com/search/label/Norge%20Espinosa
http://www.lajiribilla.cu/2008/n368_05/368_16.html
http://www.walterlippmann.com/docs2035.html
http://www.habanaelegante.com/Winter2006/Verbosa.html
http://laprimerapalabraque.blogspot.com/2009/10/vitier-los-ojos-de-la-poesia.html
http://laprimerapalabraque.blogspot.com/search?q=vestido+de+novia+norge
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