Hace mucho no leía un libro completo de Damaris Calderón, esa poeta que en: Se adivina un país, me había sorprendido con temas cercanos a experiencias que yo vivía, y no sabía contar. Ella sin que me conozca, (ni como lector), me dio ese empujón que tiene la poesía que inspira, para que pudiera expresar mejor algunos de mis sentimientos más cercanos o chocantes con la realidad -que de quedarme grande-, acontecía conmigo y me arrastraba a oscuros rincones que no tenían la luz, para saber nombrarlos; Damaris sí, en su poética que es como recortes de retratos, y a veces con filo que lacera, la poeta nos descubre un mundo lleno de reflexión y de interrogantes que muchas veces tienen un peso generacional. Una poesía que me gusta, tiene ese acabado que en la buena madera luce siempre su mejor esplendor y que en los versos de esta poeta, no es una apariencia cualquiera, hay un poema de ella que ejemplifica muy bien este logro: Una mujer sola y amarga,(título de ese poema); un tiempo presente y uno quizás del pasado que vuelve desde lo existencial, desde lo que en ese momento se vive: Cuando tú eras hermosa/ cuando tu pecho lo cruzaban furiosos vientos/mi madre me paría en una sala sórdida. Otro de los logros que se mantiene y crece en su poesía, viene de ese ritmo siempre ascendente, del dominio de nombrar las cosas y de darle utilidad a las palabras en función de imágenes que no nos pierden, que se arman coherentes y parecerían una escena representada ante nosotros, que de lectores a publico, pasamos sin saberlo, metidos en la costura de la forma en la que ella nos dice: He apostado a caballos/ como he apostado a mi genealogía/ jinetes que compiten/corren/ hacia una línea que no se discierne( de su libro La extranjera, poema de título Gerad Gericault) y al final de ese poema: Un monstruo que será una balsa de larvas de hombres/ multiplico el horror en un autorretrato/ -soy ese cuerpo que nunca acaba de caer-/ Y es esa manera de implicarse en lo que cuenta, donde nos incluye, más que en el sentimiento, en esa suerte que nos da la armonía de unos versos que nunca nos dejan caer, es como ir atrapando instantes que pudieran ser la eternidad, de las historias, las cosas, la familia, la patria, las gentes, los amigos, nadie de los que se van al polvo sin dejarnos una huella; y la poeta, como una extranjera desde lejos, o tan cerca como si nos conociera de toda la vida, como si fuéramos al cine a ver qué cuentan de nosotros unos personajes que pueden llegar a hablarnos como nosotros, pero que solo la mano de esta mujer que acontece y que con sobrada originalidad nos aborda, es que esos temas no tienen un juego fuera del sueño, son lo que son; y también porque ella no deja que usemos todo el tiempo una máscara, se desnuda y es precisa cuando lo confiesa: y/ ando a tropezones/(como) un ciego/ toco madera/(bulto):/ mi casa/Tres:/ son lo deseos/ de las aguas/ (albañales)./ Tres:/ el instrumento/ musical/ de la negación. Ha esta hora, cuando aún no conozco a la poeta, cuando no sé bajo qué aires respira, yo, lector de esta música con la que ella ha afinado su alma, me dispongo a quedarme atrapado como un extranjero en una casa= versus libro, como Damaris Calderón lo dice: En este pueblo/ sin una historia sórdida/ no me construiré una lápida/ ni un epitafio/ que patentice mi mortalidad.
Juan Carlos Recio
NY/ Martes 26 de abril del 2010.
Poemas del cuaderno Guijarros:
Que el animal arranca el látigo del amo y se flagela a sí
mismo para convertirse en amo, sin saber que eso solo
es fantasía producida por un nuevo nudo en la correa del
látigo del amo, lo sentimos muy bien todos aquellos
que somos judíos, es decir, la mayor parte de
la humanidad. Queda claro que todo no es más que
otra vuelta de fusta.
Minutos antes
De un tajo, el puente la divide en dos.
Sobre la barandilla sus manos reposan.
Indiferente, lanza monedas al agua.
El agua dice:”Soy la succión de todo lo creado”
y su boca vuelve a cerrarse en ondas.
Sobre el puente muerde sus dedos
(ya no le pertenecen),
que quisiera arrojar al agua con la misma prodigalidad
que las monedas.
Es un oficio duro
Me dice el verdugo el sepulturero
Y acomoda cadáveres
Montón de carne humana con naturalidad.
Él no ha leído a Shakespeare suda
Quiere que esto termine cuanto antes.
Cuando regrese a casa
Golpeará a su mujer besará a sus hijos
se dormirá en paz como cualquier difunto.
a Horacio Mc Coy.
Viajo en trenes rigurosamente vigilados por nadie.
Por mi desidia acaso. Por la sombra –no de mi padre– que
entre los muertos vuelve a decirme: “Hijo mío, ignoras
tantas cosas”. Soy –destino inapelable– un pasajero. Atrás
quedaron los rostros más amados lanzados al vacío, la
heroicidad posible. No oculto ni una libra de sal entre
pañales. No he dicho a los soldados: este es mi hijo, mi
criatura, golpéenlo, redímanlo a la luz.
No merezco siquiera el tiro formidable de un cosaco.
Un poco más y llego a la próxima estación.
No siempre matan a los caballos.
Poemas del cuaderno Parloteo de sombras:
Vendrán días peores.
El camino de subida
y el de bajada no es el mismo.
No es el mismo
el hombre que sube
baja el camino
se dispara
un tiro hipotético
habla
de una tierra perdida.
El mar arroja sus presas muertas
como si hubieran sido fáciles
estos días.
Vendrán otros peores.
(La mano que se aleja no va a volver).
Cómo volver allí, cómo volver.
Ánimas
Trocadero
Zanja
Amargura
entran
como plomo en la sangre.
La ciudad es una gran pústula
– hilachas–.
El lenguaje que se vocea
de una esquina a la otra
una gran pústula
–hilachas–.
Un caballo entra
pisotea el estiércol.
Pero
¿Nos vemos en el Two Brothers?
Puerto de las alucinaciones,
barrio chino de utilería,
falso dragón.
Ánimas
Trocadero
Zanja
Amargura.
El sol rompe en migajas el país natal.
Dos girasoles sobre el asfalto
En el Terminal de ferrocarriles
sentada con mi madre
dos girasoles sobre el asfalto.
Su mano borra todo sucio paisaje.
Nunca he comido sino de esa mano
nunca
sino de ese fruto macerado.
Me enseñabas un sendero
para que no me extraviara.
Y siempre regreso, pequeño, pequeño afluente,
buscando un poco de sosiego
como se le da al enfermo
una cucharada de sopa.
Y la cuchara hace frías,
metálicas promesas
hasta que la cabeza se queda
recostada contra el velador.
Una oruga cantándole a un gusano
–la canción de la morfina–
la cabeza roída por dentro
el tallo esplendente conectado al tubo de oxígeno.
El mar, como patrullero,
pisándome los talones.
Thalassa thalassa
he intentado vivir siete veces.
El descenso
Aquí no hay nada sagrado:
Libro de horas
Libro de Horus
Invocar a Osiris
Ra
cualquier sucedáneo.
Decir que mi vida pudo ser así
y fue, sin embargo, otra cosa.
Fijo los ojos fijos
en la dura plomada de los muertos.
Todos los poemas pertenecen al libro: La extranjera.
Damaris Calderón Campos, La Habana, Cuba, 1967. Poeta , narradora, pintora y ensayista. Graduada de Letras por la Universidad de La Habana. Magíster en Lenguas y Culturas clásicas por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), Santiago de Chile.
Ha publicado, entre otros, los poemarios: “Con el terror del equilibrista”, Edic. Matanzas, Cuba, “Duras aguas del trópico”, Edic. Matanzas, Cuba, “Se adivina un país” Edic. UNEAC, la Habana, Cuba, “Guijarros”1ra Edición “ El Túnel”,La Habana, Cuba, 2da Edic. RIL Ediciones, 1997, Santiago de Chile, “Duro de roer”, Edic. Las Dos Fridas, Santiago de Chile , “Babosas: dejando mi propio rastro”,Edic. Las Dos Fridas, Santiago de Chile,“Sílabas. Ecce Homo”(1ra Edic. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2da Edic. Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba), Los amores del mal, Ediciones El Billar de Lucrecia, México, “El Arte de aprender a despedirse”, Ediciones Aldabón, Matanzas, Cuba y “La extranjera”, ediciones Cauce, Cuba.
Es compiladora de la antología de poesía cubana “Cercados por las aguas”, Revista Aérea, Ril Ediciones, Santiago de Chile/ Buenos Aires.
Ha participado en bienales de poesía en Irak, París, Rótterdam, Montevideo, Chile y Cuba, entre otras.
Poemas suyos aparecen incluidos en diversas antologías sobre poesía cubana y latinoamericana actual. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al holandés, al portugués, al francés y al servo-croata. Reside desde 1995 en Chile. Premio de poesía de la revista Libros de El Mercurio (1999), entre otros reconocimientos literarios. Ha obtenido dos veces la beca de creación del Fondo del Libro y la lectura, Santiago de Chile. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) , de la Sociedad Chilena de Estudios Clásicos y de la Unión de Escritores cubanos.
Ihos Hernandez ha comentado tu enlace:
ResponderEliminar"a Damaris Calderón ya la conocía desde los 90'.. Ya la había leído, y de los que veo allˆme gusta mucho el de los trenes vigilados por nadie... Luego vuelvo... Esto de la poesía es como una maldita taza de café que se necesita..."
Ihos Hernandez ha comentado tu enlace:
ResponderEliminar"a Damaris Calderón ya la conocía desde los 90', si no me equivoco, porque fue hace mucho, por los espacios de poesía de RADIO CIUDAD DE LA HABANA, y recuerdo una entrevista cuando colgó un cartel en su casa que decía "Se escriben cartas de amor", a 10 pesos... Memoria!!, no falles!! Ya la había leído, y de los que veo allˆme gusta mucho el de los trenes vigilados por nadie...