y tus ojos se nublan
y pasan como aves...
sombras sobre el agua sucia;
prefiero el silencio,
escuchar las voces que a lo lejos
parecen me vocearan de niño...
lamentos tal vez
o mi padre alzando la vara para castigar a los bueyes.
Todo se concentra en tu rabia
y es en ella que acontece mi pérdida;
después veo como los toneles
en un cuarto de curar vino
y a una señal pegar la boca al hilo o gota
por una brevísima ranura en el barril
y más tarde ir dando tropiezos por los triíllos
con una felicidad que nunca ha vuelto.
Pero la rabia anula
mientras el recuento de la felicidad golpea.
ni un candil, ni una brecha en el tropiezo
nada te regresa al hilo donde aún vibrabas.
Ahora, las aves de tus ojos solo son sombras
y quienes se posan lucen cansados del agua sucia.
Y tus ojos nublados tampoco regresan
ni la vara con la que mi padre alzaba
un poder que los bueyes hacían espuma.
Una vez la madera, eran tus ojos en mi puerta
tallados, casi exactos por la mano de Dios
bajo un sombrero que parecía
una fronda bajo un árbol invisible;
una vez esa madera llegó a ser
una tabla de salvación bajo mis días
una madera con su cáscara y sus polvos
llena de cicatrices y mordeduras
pero aún así resplandeciente
como sembrada en la bruma
sin importarle los malos tiempos
parecida a una patria sin voces donde empinarse.
Hace mucho tiempo ningún ave se posa
ni se parece a la patria lo que solo es bruma;
y en esto, la rabia desde donde nublas
dispara una suerte de esquirlas
con las que has ido matando cada antojo.
Juan Carlos Recio
NY/ 29 de Abril del 2010.
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