Más allá de nuevos, novísimos recientes o cualquier otro adjetivo, la poesía que los jóvenes cubanos están escribiendo en estos momentos merece un calificativo: osada.
Esa distinción la gana no por atrevimientos formales, incursiones temáticas o creatividad en las imágenes –que de todo eso y más hay en los textos- sino por una genuina irreverencia ante el acto lírico que los lleva tanto a incursionar, otra vez, en recursos técnicos que promovieron las ya viejas vanguardias del siglo XX, como- y es lo más notorio- a desconocer jerarquías o acatar líneas temáticas.
Un buen ejemplo de esa poesía es el cuaderno Un Ruido Que Nadie Entiende Ahora de Anisley Miraz Lladosa donde a pesar de que el título particularmente lucha por recordarme el odumodneurtse con que César Vallejo recreaba << estruendo mudo>
Sus versos, escritos desde la ansiedad, resultan generalmente cáusticas reflexiones sobre un mundo que no quiere aceptar tan lleno de falsedades e indiferencias, tal vez por eso abunda tanto en ellos la palabra simulación, tal vez por eso emplee tantos colores. Lo cierto es que la autora quiere, aunque la Historia repita los personajes, ser ella quien escriba. Cansada de orientaciones y normativas no pide la dirección del drama, sólo quiere proponer su argumento sin cambiar el escenario.
Quienes se adentren en estos versos puede que resistan al inicio a aceptar sus procedimientos pues han sido elaborados dentro de un corpus generacional en buena medida –y sin malas intenciones- autosuficientemente; escritos para desde su propia estructura indiquen ansias de cambios y creación se han apartado de recursos no solo formales sino gráficos para intentar su propia Gramática; de este modo aunque respeta aún el punto prefiere sustituir las comas por los espacios sin preocuparle que la poesía no está en el signo sino en lo que se dice, de igual modo sus citas prescinden de los clásicos y, cuando los asumen (Kavafis), resultan figuras significativamente contestatarias que preludian más la intención que la idea.
No obstante, son estas actitudes las que distinguen estos poemas al dotarlos de poesía escrita y sentida. El canto, trágico o escéptico, dolido o indignado, no es la queja por lo que fue, es, en buena medida, una invitación al verso como lo que indica: vuelta a los comienzos, a la poesis entendida como lo era en sus orígenes: cambio.
Entre comprar <<autorretratos para mis vivos>
Las bambalinas tiemblan a la voz del muchacho
y una pedrada en morse nos recuerda
que nosotros también somos actores
sólo que no jugamos con las luces
la savia de los trenes el décimo escenario.
Nos van articulando mariposas de cristal amarillo
el corazón es una espléndida pulpa dadaísta
y nuestras más remotas inquietudes dialécticas suicidas como
con invisibles flores en el pelo
y que el actor de brazos.
de un caracol que alguien mueve y ofrenda
de todo lo que poco a poco va esparciéndose
y un azul añadido por espacio de a dos.
Sus ojos eran como la carne de los centinelas.
Callados alertas en su materia cósmica y un poco inválidos
de sustancia de cementerio
de siete crisantemos respirando
de adolescente buena calumniada
de fin de siglo.
Y no pudo haber muerto de sus ojos.
Eran dulces oscuros progresistas
inmortales / sufridos /talentosos
profanos ancestrales.
Eran míos.
Entre semana vamos por la ciudad cantando coplas
o muriendo si es que se puede morir
y de nuevo el espejo del frío lacerante error de medianoche.
Sobre la ciudad se desequilibran los silencios
sobre nosotros en arenales lejos
sobre esta falsa ciudad que alquien recortó de las esferas.
No nos invitamos con fallos positivos
movernos nada movernos y no cambia.
Ojos de faro que no vemos ni importa
siguen siendo fatales guardarrostros de la noche
(jamás les llamaría azulejos)
Novios pasan amantes aguaceros pasan
lluvias de meteoros suceden y se mutan en sus propias alevosías.
Tampoco tengo un puente en la ciudad
a la puerta del sol a donde no hay camino.
Solo unos muchos que no están
y a los que ya no están
echaremos de menos.
Buscándome en el miedo encontré esto:
un pedazo del tren de mañana
a medias la canción y mucho polvo.
En mi cornisa los lúgubres payasos hacen ruido
los trovadores vuelven a la historia
para irse como sábanas blancas.
(Remedios aprehendía la locura
mientras los otros la tiraban como hirviente palabra.
Ellos sí estaban locos)
Un tiesto de begonias hace luz la ventana
por donde los artistas se asoman y preguntan.
Desde adentro los oigo blasfemar
(los ángeles también se pudren en sus penitentes bacinillas).
Todos recogemos la ventaja después de haber segado.
Todos apremiamos diez palabras
diez monedas fiables al abismo
porque hemos nacido como el miedo
descalzos de límite y confianza.
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Te queda el bote
inexorablemente.
Tus manos hoy siquiera parecen las mías
ni el soliloquio es la respuesta.
¿Dónde los amigos?
¿Por quién ha de llamar el altavoz en este reino emancipado por las aguas
¿costureros/ begonias?
No sea que nos quedemos de este lado
Definitivamente en la otra orilla
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Los textos y las ilustraciones fueron tomadas del libro
UN RUIDO QUE NADIE ENTIENDE AHORA.
Para Leer más sobre la poeta aquí:
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Anisley Miraz Lladosa, (Trinidad, 19981)Graduada en diseño gráfico en la Academia Profesional de Artes Plásticas óscar Fernández Morera de Trinidad. Labora como Especialista Cultural en la Galeria de Arte Universal de dicha ciudad. Interesada en la poesía y el cuento los cultiva tanto para niños como adultos y ha ganado premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca 2000, el de Literatura Infantil Mercedes Matamoros 2002 y el Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua, Cienfuegos, 2003.
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Ilustrador de cubierta:Silvio Martínez Cabrera (Pinar del Río, 1952). Graduado de diseño gráfico en la escuela nacional de diseño (1973); laboró profesionalmente como Diseñador Publicitario durante 22 años, en la actualidad es artista independiente. Creador entre otras obras del cartel para Festival Mundial de Jazz de Martinica (1993) y del afiche Mundial de Guitarra para ese propio país (1994). Obras suyas aparecen en numerosas colecciones en Cuba y el extranjero.
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