BOJEO A LA ISLA INFINITA, UNA RAZÓN PARA REENCONTRARNOS
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a poesía siempre nos impone un nuevo comienzo, una necesidad de reconstruir espacios, de buscar senderos posibles; quizás esta fue la razón que motivara a Arístides Vega Chapú (Santa Clara, 1962) para asumir la antología Bojeo a la isla infinita que publicara la Editorial Betania.
Con una bella ilustración de Zaida del Río en la cubierta, se configura un texto que nos resulta grato en la lectura y que no desentona en sus propuestas escriturales. El bojeo a la isla…, que bien nos recuerda el que hicieran los españoles en 1500, es aquí una razón para (re)encontrarnos con poetas que no residen en el país. De allí que la madurez de esta selección corrobora cuánto de lo finisecular se afianza en los escritores cubanos que radican fuera y dentro de la Isla. Quizás, en ese intento de llegar a las costas sobreviven paisajes muchos más plenos y hedónicos, donde las distancias son aparentes. Sergio García Zamora, Ihosvany Hernández González, Sonia Díaz Corrales, Juan Carlos Recio, Félix Anesio y el propio Arístides Vega Chapú nos proponen un mapa de interacciones, una necesidad de afianzar desde las raíces la verdadera cosmogonía de estos tiempos: La isla.
Pequeña y breve pudiera ser la selección que nos entrega Betania, pero intensa y plural pudiera ser la bandera de esta pequeña embarcación que nos disemina con su canto. La angustia es un leit motiv que aparece a nivel de subtexto, como si la salvación fuera la ruta deseada y no el final de la travesía. Hay otras razones que se articulan en esta muestra y que denotan depurados estilos.
Sergio García Zamora, nos inquieta con una poética de lo aparente, es como un trazo breve y fugaz que va quedando en cada territorio del poema, pero nos singulariza una voz que no necesita altisonantes para ocupar un espacio. Sus versos se adentran con una mirada casi críptica, en esas pequeñas realidades, donde tal parece navega hasta llegar a puerto.
Ihosvany Hernández González, nos dice: regresas / al punto de partida / después de asumir la nieve y el sahumerio de una ciudad / y a partir de allí nos impone su viaje órfico que nos hace enmudecer, intentando desde su imaginería recordar una y otra vez lo que fue suyo o prefiera recordar. Pretexto este que nos advierte de un escritor que bien se ha tomado en serio el asunto de la creación.
Sonia Díaz Corrales, nos inquieta cuando intenta escribir todo el silencio, en este bojeo donde ella ha preferido recordar al abuelo, o recapitular la noche donde fuera feliz, o el instante en que no lo fuera y se inquieta por un rey, la poética aquí es un divertimento para golpear otras paredes más reales. Grato ha sido leer su poema Respuesta a los mensajes de Spam de Mr. John Patterson, donde la sabía con que se asume lo coetáneo nos afianza un universo muy autentico y casi inexplorado en el tractus de la poesía cubana.
En Juan Carlos Recio, el verso se asume desde una atmósfera del diluvio, que nos recuera la poética de Rimbaud. El poeta es un navegante incontinente, y su creación es su nave, un / otro “barco ebrio”, donde se articula un discurso ante lo desconocido y ante el dolor. El poeta reconoce sus verdades, anda por los trillos más reconocidos y dice: “si voy a reconstruir algo / no puede ser el olvido”. La poesía como un modo de escapar es aquí la necesidad de estas palabras dichas con el aliento del que no puede decir otra cosa; estos poemas de Juan Carlos Recio nos imponen siempre volver a sus poemas, como bitácora de un viaje, alrededor de sí mismo, para anunciar otras cosas que bien sabemos cómo se definirían.
En Félix Anesio, la poesía se sustenta en una filosofía donde los vórtices son necesarios. La muerte pudiera figurar sobre su mano pero no en su corazón. La palabra que asume es un mapa donde los territorios son tan precisos como la felicidad. Su poética, para mí hasta hoy desconocida, nos sumerge en un imaginario lleno de redefiniciones que bien aplaudo por lo versátil del encuentro.
Arístides Vega Chapú, aquí incluye sus poemas, como propuesta noble para seguir el trayecto, en ese bojeo que no es tan lineal como la isla, ni tan periférico por las costas, por muy aparente que nos parezca. Aquí el antologador busca tierra adentro, y también tierra afuera, para devolvernos con intensidad lo que ha descubierto ante sus ojos. En ese empeño debemos agradecer por la muestra que se ofrece a la Editorial Betania, para que en este volumen de alrededor de 90 páginas, el lector pueda seguir reconociendo algo de lo que el Almirante había dibujado como aquella isla, “ la más hermosa que ojos hayas visto, llena de muy buenos puertos y ríos hondos, y la mar que parecía que nunca se debía de alzar…”
Luis Manuel Pérez Boitel
Poeta cubano
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