sábado, 17 de septiembre de 2011

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE UNA MODERNA POESIA


Por NORGE ESPINOSA MENDOZA


Al salir recientemente de dicho sitio, comprendí que en La Moderna Poesía, aquella librería que fuera esencial en el panorama literario de Cuba hace algunos años atrás, apenas había encontrado eso: libros de poesía. De poesía moderna, de poesía actual cubana. Novelas y bestsellers, tomos de autoayuda, volúmenes de historia y caros ejemplares de reproducciones, sí. Pero me preguntaba: si fuera yo un lector extranjero y llegase a esas puertas en busca de los nombres más actuales de un género esencial para entender los rumbos y los estados de ánimo del país, ¿adónde tendría que dirigirme?

Seguramente a otras librerías, más modestas pero más pródigas en otros órdenes. Pero allí, tal vez, la pregunta acabaría volviéndose otra, pues la poesía, o los libros de versos (que no son siempre lo mismo) espera en esos estantes la mano que se decida entre tantos tomos para elegir uno entre ellos, y encontrar lo que es aquí y ahora ese otro modo de sentirnos. La década del 80, ese tiempo que es ya una mezcla de nostalgia y realidades aún por contar, vio resurgir a la lírica entre nosotros como la fuerza profética que Cintio Vitier descubriera en su esencial ensayo Lo cubano en la poesía, y si entrados los 90 el país cambió, también se alteraron algunos paisajes y conceptos dentro del campo literario cubano. La pérdida de algunos nombres, y el silencio editorial que impuso la crisis, resquebrajaron parte de ese panorama en el cual un verso podía ser, para sus lectores, también un conjuro.

La reanimación editorial que se produjo a mediados de aquella década derivó a otros cauces, y la explosión que vino a ser la resurrección o nacimiento de otras editoriales en provincias trajo, como es lógico, lo bueno y lo malo de todo proceso. Lo bueno, es que pudieron ver la luz tomos que esperaban en las casas nacionales algunos años, y otros más recientes que se salvaron de la siempre angustiante espera. Lo malo, es que ese mismo afán hizo que llegaran a letra impresa títulos menores, de autores no siempre entrenados ni enterados, y que hoy poseen un currículo que si no dice mucho de sus calidades respectivas, sí puede anotarse entre los récords numéricos de varios estudios. Las antologías, que en algún momento resultaron imprescindibles, repiten por lo general los mismos nombres y los mismos poemas, congelando a veces en vida lo que algunos autores han aportado, o pretendiendo cubrir con esas reiteraciones los vacíos en que se han detenido. Se han creados revistas, tertulias, festivales y colecciones para poetas, pero la falta de jerarquías hace que el mismo sello edite a un clásico o a un recién llegado, a una rareza local o a un poeta que, desde el exilio, muestre su talento o su medianía. La crítica de poesía, ese mapa que podría aportar un cardinal más cierto, suele callar o confundirse con las notas de presentaciones que un amigo escribe sobre el libro de otro amigo. Discutir la poesía, sobrepasar la mera existencia de libros impresos y peñas literarias para hacerla nítida en otra intensidad de diálogo, falta hoy como un gesto primordial para hallar ciertas respuestas acerca de lo que significa, ahora, ser un poeta y entenderse como tal. Los jurados dejan ver, más que sus criterios, sus tendencias, y así, premios que sabíamos importantes, han ido dando paso a firmas de no siempre sostenido aliento. En todo eso, ¿cómo saber de la poesía cubana ahora, cómo hacer que ella encuentre a su lector, y viceversa?

Aún sin la intensidad de aquellos años pasados, en Cuba la poesía sigue siendo un lenguaje esencial. Lo sé, porque leo a algunos nuevos nombres y me animo a procurar sus títulos venideros. La promoción debida, la atención a esos talentos, puede ser una brújula más cierta ante esas interrogantes. La edición de autores extranjeros verdaderamente contemporáneos y valiosos, también resultaría esencial. Esa promoción, por ejemplo, debiera haber dado mayor eco a los libros que, a modo de retrospectiva, han aparecido bajo las firmas de Sigfredo Ariel y Damaris Calderón. O a los versos firmados por Yunier Riquenes, Oscar Cruz, Karel Boffil, Jamila Medina, Larry González…: nombres más recientes cuyos libros procuro en esas librerías. Las reales y las que imagino. Ante las puertas de lo que podría ser, para nosotros y para el que vendrá, una moderna poesía en Cuba.



NORGE ESPINOSA MENDOZA


Santa Clara, 22 de mayo de 1971. Graduado de la Escuela Nacional de Teatro en 1992. Desde adolescente se vinculó a grupos teatrales y talleres literarios, obteniendo premios y menciones en concursos provinciales y nacionales. En 1989 obtiene el Premio de poesía de El Caimán Barbudo con su primer cuaderno: Las breves tribulaciones, que será editado en 1993 por Ediciones Capiro, y será saludado por la crítica con notas elogiosas. En 1990 gana el Premio Único de Ediciones Vigía, con su poema Cartas a Theo, que es publicado por este sello matancero. Durante los tres años de su carrera se vincula a distintos maestros, entre ellos Roberto Blanco, quien imparte en 1991 un taller sobre dirección teatral. Bajo la guía de José Oriol González, funda el Teatro de los Elementos, que se propone indagar en experiencias comunitarias a través de intervenciones en localidades marginales o periféricas. Para este colectivo escribe varias piezas que participan del teatro callejero y se estrenan en La Habana, la Isla de la Juventud y Santiago de Cuba. En 1992 se integra por breve tiempo al efímero Teatro del Centro, en Santa Clara, donde asesora una versión de Dos viejos pánicos, alentado por la información que sobre Virgilio Piñera obtiene de su amistad con el poeta y dramaturgo Abilio Estévez. En 1993 regresa a La Habana y comienza a trabajar en la sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz, donde llegará a desempeñarse como Especialista de Literatura y Artes Escénicas, coordinando diversos eventos, como Las palabras compartidas (Holguín, 1995) y las tres ediciones del Yorick (1996, 1998, 2000), de cuya primera convocatoria se publican las memorias por la editora Abril. En 1995, Teatro El Público estrena Sarah´s, unipersonal protagonizado por Mónica Guffanti que se presenta, además, en Ecuador. Su poemario para niños Los pequeños prodigios es editado por Gente Nueva como parte de la colección cubano-argentina Pinos Nuevos en 1996. En 1997 entra a dirigir la librería El Ateneo, que se convertirá en un espacio de confrontación no solo de temas literarios, sino también escénicos, sociales, etc. Es jurado del premio David de Poesía y del Encuentro Nacional de Talleres Literarios. Entra como asesor al Teatro Pálpito, para el cual escribe Sácame del apuro, versión en tiempo de teatro bufo de “El camarón encantado”, que conquista los más importantes lauros en la categoría de teatro para niños y jóvenes en los festivales más renombrados del país. Viaja a España como parte de una amplia delegación cubana al Festival de Cádiz. Dirige en 1998 y hasta el 2000 las tres convocatorias anuales de la Jornada de Arte Homoerótico, bajo los auspicios de la AHS desde las cuales aglutina a los artistas cubanos que indagan en los márgenes de la sexualidad desde cualquier perspectiva creadora. Recoge lo más logrado de su poesía en Las estrategias del páramo, que imprime Ediciones Unión en el 2000, y comienza a laborar como jefe de redacción de la revista tablas en su tercera época. Gana en ese año el Premio Prometeo de La Gaceta de Cuba, y obtiene en el 2001 el premio Calendario de ensayo con su libro Carlos Díaz: Teatro El Público: la trilogía interminable, que será editado en el 2002. En octubre de 2001, trabajando ya como asesor de Teatro El Público, viaja a los Estados Unidos de América para participar en el Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa, y permanece en ese país durante siete meses, viajando a distintas ciudades: Nueva York, Washington, Chicago, Atlanta, Portland Maine, Miami, etc. A su regreso se incorpora al equipo de redacción de la revista Extramuros y participa en la temporada de La Celestina, que alcanza 150 funciones en Teatro El Público, y prepara una versión del ballet La caja de los juguetes, destinada a Teatro de las Estaciones, agrupación que ya había estrenado su texto-homenaje En un retablo viejo, tributo al núcleo fundacional del títere cubano: los hermanos Camejo. La mayor parte de los espectáculos que asesora para Teatro El Público merece el premio de la Crítica a los mejores espectáculos del año. Participa en el taller para dramaturgos emergentes que el Royal Court Theatre desarrolla en Cuba, acudiendo a la Residencia Internacional de dicha compañía en el 2003 y regresando a su sede inglesa en el 2004 para coordinar una lectura dramatizada de su pieza, junto a otros cuatro miembros de dicha experiencia de intercambio. Se edita en forma de libro su pieza Romanza del lirio, que la revista tablas había publicado como libreto en el año 2000. El sello Alarcos de la revista tablas acaba de publicar La virgencita de bronce, versión de Cecilia Valdés para títeres y público adulto que estrenará el Teatro de las Estaciones.

Sus poemas se incluyen en las antologías de poesía cubana más completas de los últimos años en Cuba, España, México, EUA, etc. Sus ensayos y poemas han sido traducidos al francés y al inglés. Obtuvo la Orden por la Cultura Nacional y el premio Abril. Ha viajado a Rusia, México, España, EUA e Inglaterra.


ALGUNOS TEXTOS ESTRENADOS:


Los músicos volantes, Teatro de los Elementos, 1992.

Sarah´s, Teatro El Público, 1995.

Sácame del apuro, Teatro Pálpito, 1997.

En un retablo viejo, Teatro de las Estaciones, 2001.

Ícaros, Teatro El Público, 2003.


LIBROS PUBLICADOS:


Las breves tribulaciones, Premio El Caimán Barbudo 1989, Ediciones Capiro 1993. Nominado al premio de la Crítica.

Cartas a Theo, Premio Único del Primer Festival de Ediciones Vigía, 1990. Los pequeños prodigios, Colección Pinos Nuevos, Editorial Gente Nueva, 1996 Las estrategias del páramo, Ediciones Unión, 2000. Carlos Díaz: Teatro El Público: la trilogía interminable, Premio Calendario de Ensayo, Editorial Abril, 2001.

Romanza del Lirio, Ediciones Sed de Belleza, 2003.

La virgencita de bronce, Ediciones Alarcos, 2004.

2 comentarios:

  1. El problema no es que no se encuentre poesía en La Moderna Poesía, puesto que el nombre de una librería no obliga a nada. Lo que sí obliga es la denominación "librería" y esto nos lleva al verdadero problema que siempre ha existido en Cuba: en las librerías hay muy pocos libros; muy pocos títulos quiero decir. En Cuba no hay una política de reediciones que garantice la presencia en el mercado de los títulos esenciales (por clásicos, por significativos, por altamente demandados). Incluso en la época de las tiradas masivas (los 70-80) éstas eran completamente arbitrarias y no respondían ni a la demanda ni a la necesidad ni a la conveniencia. Mi primer libro, la muy defectuosa novelita detectivesca infantil "El secreto del colmillo colgante" salió al mercado con 50 000 ejemplares. Era absurdo ofrecer a un debutante semejante cantidad de ejemplares. Pero más absurso fue que cuando esos 50 000 (lo repito para que nadie crea que equivoqué la cantidad de ceros) se agotaron en menos de un año, no hubiera una segunda edición. Mi libro gustó porque la literatura infantil de la época era avara en obras lúdicas, sin mensajes engorrosos (alguno tenía mi libro, pero eran meros adjetivos) y cumplió un papel. Un año antes, otra novela del mismo género, mucho menos lograda, tuvo una tirada de 100 000 ejemplares (que se vendieron más arduamente) simplemente porque figuraba en una colección más barata. Pero igualmente un ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcr, que hubiera requerido unos pocos miles de ejemplares, podía contar con decenas de miles que pasarían años cubriéndose de polvo en los estantes. Pero todo eso pasó. Hoy las tiradas cubanas son muy reducidas, pero no por decisión racional sino por falta de recursos. Un simple ejemplo, y perdonen que vuelva a hablar de mis libros, pero es el caso que conozco con todo lujo de detalles: de mi penúltimo libro, "La bruja de La Habana Vieja" la editorial Capiro de Santa Clara hizo la demencial tirada de 80 000 ejemplares. No por rendir homenaje a mi calidad literaria ni a mi supuesta notoriedad y ni siquiera por responder a una demanda genérica, sino simplemente porque entraba en una colección que le permitía sanear sus cuentas anuales (me pagaron 400 pesos por un libro que reportó 250 000). Once años después, mi último libro cubano, "La leyenda de Taita Osongo" (mucho mejor escrito, con reconocimiento internacional y ya publicado en tres lenguas) tuvo la irrisoria tirada de 800 ejemplares (una vez más, no me equivoco en los ceros). Simplemente porque la asignación de papel no permitía a la propia editorial Capiro otra tirada. En tales condiciones, el libro se publicó a pérdida, puesto que no podían venderlo más caro. El mismo Estado (por vía del Fondo para la Cultura) que les negaba el papel para hacer una tirada que, al menos cubriera los costos) les asignó la subvención para permitir la publicación de mi libro: Cherchez l'erreur!

    El problema de las reducidas tiradas actuales y de los catálogos informes viene a ser el mismo: ni José Martí, ni "Cecilia Valdés", ni Dora Alonso... ni Leonardo Padura (aunque por razones muy distintas) satisfacen la demanda, ni están de manera más o menos permanentes en el mercado. Todo esto sin hablar de los autores que vivimos en el exterior o aquellos que viviendo en el interior tienen una posición poco complaciente con la política oficial, que es un tercer problema y no quiero comentar aquí.

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