Para
Salvador V Guerra, que lee, está vivo:
y eso lo perdona.
Allá abajo donde la lluvia se cuela
por el tragante
en la esquina
y los restos de la ciudad se atoran
en ese abismo improvisado
algunos ruidos contra el choque del agua
imponen su recordatorio: un destino
todo puede precipitarse hasta en el parto;
y la ecuanimidad de mirarlo
no significa que no pasemos mojados
de un aguacero a otro
de un bandazo
donde el tiempo nos arrincona.
Allá abajo
hay otro más abajo
que nunca vemos
al menos por presente.
Y si fuera que otro mundo
desde arriba nos consuela
y si el consuelo pesado en su engaño
rueda cuesta abajo
sin cálculo ni exactitud
del abismo que impone
por otra esquina
los restos
que sin compartir nos sobran
ante el umbral
la vida y la muerte como dos samurai
en el otro filo de una daga:
han de mirarse alguna vez
aunque sin miedo
bajo el manto de fiebre
en una estación
que siempre nos apunta
y donde también se fugan
destinos muy bien sembrados
azares y limosnas.
Allá,
cuando el cuerpo sopla
su viento a la misericordia
de cabeza
como muslos
en el andén
donde hasta por rutina
los trenes, y los repetidos itinerarios
se cancelan.
Cada batalla en su distancia
-por su acto-
otro desafío que nos traga.
Esto
desde el alto ventanal
me ha parecido ver
cae o se resbala
-siquiera pesa-
como un huerfano que soporta
sus dos patrias
entre el lomo y la noche:
cuando llueve a cántaros
y un perro cruza y se sacude
y mi rostro le devuelve a su costura
un poco la fidelidad ya concedida.
Linda homenaje. Honor a quién lo merece.
ResponderEliminarGracias amigo, me has emocionado,al punto de no poder decir, pero gracias...
ResponderEliminarhermoso! gracias por el post.
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