a Tania que añora su tierra
y para Gloria Elvira, si todavía no lo sabe.
Cuando vine aquí
todo me pareció extraño,
miraba a mi alrededor
y no pude consolarme;
atrás quedaba la tierra
donde aún en silencio
era capaz de dormir en la niebla
con esplendor.
Como extranjero tengo
cúmulos de bienes
y muchos montículos de la felicidad.
He visto muertos por esas angustias.
Venados, algodón, nieve,
arboles multicolores.
La vida me deslumbra ante ello,
pero una verdad persiste
del mapa de aquella memoria;
una distancia, otra,
una casa en el campo,
y otra,
perros;
y el caballo donde mi padre
al atardecer
aparecía cansado en el horizonte
que también regresaba del pueblo.
Cuando he tenido la compulsión de las luces
solo aquellos escondites
en el hierbazal de la cañada
podrían reconfortarme,
igual a las veces que desnudo
toqué la tierra húmeda debajo de las plantas.
Cuando vine aquí
todo lo nuevo era un tesoro,
incluso,
no sabría regresar sino es a morirme.
Y aunque no regrese,
en aquellas serenatas y tonadas
se encuentra lo que soy y fui sin entenderlo
y por alguna entrañable razón,
nada podría cambiarlo.
Aún cuando todo me parece extraño
solo una cosa no pertenece al olvido,
aquella forma en la que vi flotar
el vientre de mi vecina río abajo,
entre las miradas embobecidas
de los animales sueltos al borde del barranco;
metidos por qué no, y por fuerza natural
en ese universo donde todo es posible.
Cuando vine aquí
supe que Dios me había bendecido
y que no dejo de ascender hasta el límite
de mi propia libertad ya conquistada.
Más no dejo de asistir a aquellas horas
donde me hice flor
como un grano en el surco,
justo antes de mirar al cielo
para luego aparecer en el tamaño
donde esa magia y la belleza
Cuando vine aquí
sin saberlo, también supe
que mis huesos nunca fueron de un cristal irrompible
y que aquellas cascaras de ciruelas
no eran solo un destrozo
sino un tramo del perfil de mi inocencia:
ya lo dije –aunque viva aquí y no me queje-
desde el oscuro fondo de aquel río
me ladrarán siempre los perros.
Juan Carlos Recio
NY/ 23 de enero del 2011
Cuánta belleza en esa melancolía. Gracias por darlo a conocer.
ResponderEliminarTantas cosas no pertenecen al olvido, lo que se recuerda no tiene que doler, puede abrigar y aún más ser el lugar seguro donde sabes que eres tu mismo
ResponderEliminartodo lo bueno es eterno
Re: Aún cuando todo me parece extraño solo una cosa no pertenece al olvido, aquella forma en la que vi
ResponderEliminarme recordataste un verso de tagore, que dice más o menos que cuando me llegue la muerte diré que lo que ví no pudo ser mejor. optimista para un ser en las postrimerías de su vida, y bello para que lo digamos cualquiera de nostros a cualquier edad.
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