Este es el segundo libro de Manuel Sosa que llega a mis manos: Todo eco fue voz. El primero leído después de muchos años sin que pudiera escucharlo en alguna tertulia por Santa Clara o La Habana, publicado en el 2008 por Bluebird ediciones, colección de Jardines Invisibles, con la Edición de Heriberto Hernández y George Riverón fue Una doctrina de la invisibilidad, que en la contraportada del libro Francis Sánchez escribe:
En la poesía cubana, la obra de Manuel Sosa está grabada con fuerza y originalidad desde su primer libro, aquel tratado de Utopías del Reino que le valiera el Premio David, cuando éste era uno de los premios más codiciados y prestigiosos de la Isla. Siempre me ha parecido que su estro trabaja como en una parte, una especie de agujero oscuro muy singular de la historia, permitiéndose usar todo lo que deja afuera para nada, o mejor dicho: creando Nada manejable, llegar a hacerse de un Todo único que difícilmente pueda ser humillado por la inteligencia o el abolengo del dolor. Deslumbra. Subyuga. Nos deja cada vez en posesión de un misterio, de un enigma. Resulta siempre magistral su lección de poesía, quizás porque trabaja sin evadir el compromiso de mostrar su oficio terminado, un discurso fiable, fraseo con estructura lógica completa, poemas que se sobran a sí mismos como poemas dentro de poemas, cuerpos atrapados en redes de símbolos abiertas de extremo a extremo. Luego, si tenemos una impresión del vacío, será por nuestra incapacidad para mantenernos en el rumbo. Vergüenza del lector, la de no tener la clave, es decir, la llave de la última puerta: coartada del lector, para volver a entrar. Así es la poesía de Sosa, como un Todo o un aparte del que -cuando hemos compartido este linaje de resistir en su interior- ya no queremos salir.
Pulse aquí para leer algunos poemas de este libro:
http://www.sentadoenelaire.com/2009/11/el-precio-de-las-palabras.html
Pero hoy les presento Todo Eco fue voz, con la edición de Misael Verdazo, con el diseño y la ilustración de cubierta: Pável Lominchar Quintana. Publicado en el 2007 por Ediciones Unión de la UNEAC, Cuba. Impreso en Colombia: Por Nomos Impresores. A propósito de este libro, en la contraportada leemos: Libro pletórico de intertextualidades y referencias culturales, es sin embargo expresión de una voz que paso a paso alcanza mayor depuración de estilo dentro de nuestra poesía. Desde una sobria comprensión de los caminos más profundos de la metafísica y el arte occidental, la poesía se convierte en una actitud, en cierto conocimiento o ascetisismo ante un mundo movido por el poder. Todo eco fue voz es un poemario de expresión serena, contenida, pero eficaz, sesgadamente autobiográfica. Muestra ese gusto por el discurso alegórico, a veces llamado oblicuo o angular y por momentos no exento de amargura, que Sosa comparte con otros autores como él nacidos bajo el signo de los ’60. “todo eco fue voz en su inocencia”, como toda resonancia es únicamente posible desde un medio sonoro que pretenda la limpieza de origen.
Misael Verdazo.
__________________
MEDITACIÓN DE VIAJE/ REVELACIONES A
UN PASAJERO QUE DICE HABER
COMENZADO LOS SUSPIRIA DE PROFUNDIS
DE THOMAS DE QUINCEY.
a Caridad Atencio Mendoza
a Rito Ramón Aroche
I-Noticia:
Ahora que no hay un diario, ni buenas manos, ni
buenos ojos,
justo al comenzar nuestro parlamento; ahora que los
vigías tienden
sus escalas en este minuto absolutorio, (otra noticia no
podría
conmoverte, pasajero, reclínate a escuchar como
realmente presientes).
Ahora que se apagan los gemidos de los años que sueñan;
ahora que asumimos
estos caracteres, reclínate, pasajero; ya demuestro la
suerte del desliz,
ya puedo señalar una luz impura y no callar.
II-Discurso:
Al descubrir rota la intensa hilaridad
el placer de cortar vestiduras
destejer las cubiertas veneradas
se oculta pausadamente
Límpidos comienzos en límpidas palabras/
nuestra revelación/ no cantar al desgaire/ obviar todo
disturbio
Aunque también yo he podido llamar a la puerta
Oh Macbeth de no ser equivoquista
de no ser a veces el pasajero que regresa
También yo he podido caminar en silencio
por una ciudad donde Levana es sólo un murmullo
La voz de Levana en los setos/ los aljibes
La sombra de un árbol inconstante
Oh Macbeth
no he sido portero ni ducho en el volver la llave
Los campos pasan en la oscuridad
Los ríos dormidos/ la peligrosa paz del viaje
Esta es la lectura del vigía
que elige el tiempo de su cercana muerte
Estos son los rostros/ los destinos
Si no fuera el hombre de límpidas palabras
Si no fuera quien asiste al prójimo en cada viaje
(las paginas ignoradas/ los signos/ l0s salves)
Si todo esto no estuviera sucediendo
-recuerda, pasajero-
que yo también hubiese llamado a una puerta
LA CASA DIVIDIDA
Cuando una casa sea el desaliento
iniciando otra costumbre, la de convocar
amargas horas y agudezas inoportunas,
llegarán paso a paso creyendo igualarse al
augurio que nunca fue.
Llegarán como nunca lo hicieron:
cuerpos menudos en cada eco,
voces de alcoba en vagos atavíos.
Los ausentes, ¿y quién abrir sus misivas?
Sería este testimonio como un sesgo.
(El país y el hedor son creíbles.)
Porque cuando una puerta sea el comienzo de
la desnudez,
habrá quedado proscrito aquel feliz
que sabe de su suerte,
y callará esa noche esperando lo ofrecido:
altivo, vacío,
cuando una casa sea el desaliento
LA CUESTA DE BAUDELAIRE
De un lado desfilan los posibles dominios, que hicieron
excusar mi presencia en cada unánime apología.
Dominios efímeros que supe esparcir entre los hombres,
alargando la vacuidad de sus credos inflexibles.
Y en el lado oculto brillaron contornos de quien
descifraba
la Eterna Esencia, dispensadora de halagos y
sometimientos;
y así era en principio mi escozor,
llenando ambas muertes con su única fidelidad.
CEMENTERIO DE MENESES
Cubres el blasón, piedra del adviento,
descansando sobre los libros que pierden su aroma.
Olor del beso en aquellas mañanas,
el efluvio de cenizas en la mejilla inocente.
Secas ramas del Árbol de la Ciencia
son máximas o dardos, pero cubren
el nicho donde asoma la verde cepa.
Eludir las máximas no cambia mi extrañeza:
el buen año convida al rejón, y yo miro
por sobre el valladar las cruces distantes.
Buen año, rostros como hervores,
dejadme cantar a vuestras lápidas,
disculpad mis dardos cargados de abstinencia:
Yo miro apoyado en la fragancia del muro,
y sé de unos libros, una brújula que yacen
cubiertos por el polvo de esta villa.
Es un embozo tan simple, pero una piedra
mide el espacio de nuestra embriaguez.
Espacio y vitalidad envueltos en sudarios
que alguien endecha, mientras esas ramas
se tensan como el arco del reciente homicida,
o como la cuerda donde el equilibrio, definitivamente,
cesa.
GRABADO
Otros augurios de inocencia, me leía una madre serena
en la templanza del invierno.
Otros versos que abreviaban
la maldición de ser acunado,
mecido ante candiles grasientos,
sin el frío del alba colmando la cálida escena.
Le oía recitar, la madre y su calma de pavesas,
el arpa en equilibrio al fondo de un grabado rumoroso,
y era la Pesadilla rondando las vigas,
mitras dispersas como señuelos.
Los rondadores pacían sus jardines,
aferrados al manuscrito recién visto en el arcón.
Doblez tras doblez saltaban sus apellidos, público secreto,
el Muerto del Dintel, el próximo,
el Vulnerable Repetidor que evaporábase en las sombras.
Voces y canturreos sin poder ascender,
oh la sangre que no es substrato ni evidencia.
La sangre en la red, atrayendo; he aquí una más
de tus efímeras presas, no escogidas al azar.
Quien prende sus oros al lecho, confía en las almenas
ya nunca desiertas donde unos augures muy tristes
echan suertes. Y no oculta el deleite que penetra
como un óbolo inmerecido en su morral.
Y es el mismo grabado, el mundo que orlan
al paso de los tenebrarios;
y los lechos se agrietan con tardos susurros,
cuando la madre impasible
rumia otra nana en su nido de cierzo.
LA NIEBLA
Cuando falta la venda sobre los ojos
se tienen el calvario y la jactancia.
Y lo que antecede simula anegarnos impunemente:
los días vertiginosos se agolpan
ante la hacienda que languidece y no renuncia.
Queríamos traer, cortar esos árboles helados
para nuestra estacada inútil.
Queríamos demarcar el exacto suelo;
y era la niebla aquel cuerpo insondable
que crecía en derredor, como un dios ubicuo.
En la piedra relumbra la hoja.
En la hoja aguarda el espesor de la sangre.
Niebla rotunda, codiciada por nuestra voz
si le interrogan una vez más, si demandan
otro requiebro.
Nunca decir lo que el coro estimula
cuando borran un trono y dibujan una silla.
Aplausos suspendidos, la tercera vía ilumina,
el guardián tropieza cuando nos ofrece el cáliz.
Nuestra fatiga, que fue construir una estacada
en medio de los vítores, nos hace ceder,
beber extenuados la porción más indigna.
Todo está bien, murmura el copero desde su nicho,
y avanza la legión que no sabe distinguir
entre una piedra y un cepo.
La hoja relumbra antes de cortejar la piedra.
Es la fascinación del deseo, trocada en hartura,
acusadora presea que arrojan a nuestros pies.
No es el roce de un nudo ni la frialdad de un grillete,
pues cada apetito encuentra inevitablemente
sus recompensas.
Todo está bien, murmura el propio rey
que ha descendido un instante
a darnos su venia y besarnos las sienes
antes de que ciñan, por fin,
la venda sobre nuestros ojos.
SUCESIÓN
Esa lápida que fugazmente separan
en la cantera, intacta aún, sin gravamen
de fechas o apellidos, tiene el color
disipado de una alhaja premonitoria.
Nudosidades por saltar, permiten la brecha
de quien siempre labró por unas monedas,
admirado y eficiente: el polvo le supo
así de antaño, en albo maquillaje.
Fueron muchas losas, muchas espaldas
en los atardeceres, muchos velatorios;
pero cada uno de los que regresó
al fango, tuvo la previsión de disponer
los adagios que el grabador cincelaría.
Así hago tiempo, victimaria, escribiendo
locuciones en el cuaderno que encontrarán
junto a mi baúl, en ese día inapelable.
La pluma, entelequia corporizada,
entrega el idioma sígnico de su estado
y rae cada filo en loanza.
La tinta, sangre apenas,
ha sido efugio para disimular el asco
de estar vivo, como un ingrediente
provechoso a quien amasó esta concurrencia.
Los infolios, los retruécanos que erosionan
el estilo, los tropos seniles:
todo ha sido un coliseo donde actuó
mi expresión ilusiva.
Así comparezcas, victimaria, no tardaré
en desgarrar cualquier elegía hacendosa.
Las mejores obras alucinan explicando
su envés desde la nada, sin prelación,
sin merecimientos.
____________________
Manuel Sosa (Meneses, Cuba, 1967) Poeta. Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa. Ha publicado los libros Utopías del Reino. (Premio David 1991, Premio Nacional de la Crítica 1993), Saga del tiempo inasible (Premio Pinos Nuevos 1995), Canon (2000) y Todo eco fue voz (antología, 2007). Una doctrina de la invisibilidad, Miami, Bluebird Edition. Reside en Atlanta, Georgia.
Gracias, JC, por tu gentileza. Aquellos tiempos...
ResponderEliminary estos, y los que vendrán, señor poeta, un abrazo. sonia diaz
ResponderEliminarFrancisco Jesús Muñoz Soler El 04 de julio de 2010 a las 20:41
ResponderEliminarResp.: Poética de Manuel Sosa
Como siempre nos muestras excelentes poéticas.
Ivelis Sotomayor5 luglio 2010 alle ore 16.39
ResponderEliminarResp.: Poética de Manuel Sosa
ojala que se sumen muchos mas a leer poesia y la sensibilidad se ectienda como aire puro en el mundo
No había tenido la oportunidad de leer de un solo trago un grupo de poemas de Sosa, y ahora me he dando el banquete. Gracias a JC y Sosa.
ResponderEliminarDejo estos versos como muestra de la polisemia tremenda de estos poemas.
"La tinta, sangre apenas,
ha sido efugio para disimular el asco
de estar vivo, como un ingrediente
provechoso a quien amasó esta concurrencia".