miércoles, 14 de julio de 2010

La sencillez sangrante


Por Rebeca Murga

Fue, sin dudas, la semilla ejemplar sembrada por Samuel Feijóo en las décadas del 40 y 50 —Cuadernos Beth-el, Camarada Celeste, Violas, y finalmente la participación de este en la Editorial de la Universidad Central de Las Villas y la fundación de las revistas Islas y Signos— la que germinó en los áridos terrenos del Período Especial de los años 90, para llenar, con la belleza y el estoicismo del cactus, el desértico panorama editorial de la provincia.
[…]se relacionan los nombres de René Batista, Ricardo Riverón, Omar Valiño, Carmen Sotolongo, Jorge ángel Hernández Pérez, René Coyra, Julio Mitjans, Noel Castillo, Mario Brito y Lorenzo Lunar Cardedo al surgimiento de Ediciones Capiro, Sed de Belleza Editores, Las Ediciones del Museo Vidal Caro, Bumerang y Cuadernos La Loma”.
Así lo expuse hace unos años en el artículo titulado: “La iniciativa individual en la historia del movimiento editorial en Villa Clara, y lo retomo ahora, durante los festejos por los veinte años de la editorial Capiro y con la intención de presentar uno de los últimos títulos de esta: La sencillez sangrante, del escritor Alexis Castañeda Pérez de Alejo.
Es este un libro de auténtico periodismo. De ese periodismo también sencillo y sangrante que se debe a una ciudad. A sus calles, gentes, libros, cuadros, a sus bares y su música nocturna. A su a veces irrespirable aire.
“… me has rehecho con la historia de otras gentes entre asuntos que serán a su vez imaginados”, a modo de exergo se presentan los versos de Sigfredo Ariel; pero también a modo de estandarte para presentarnos apenas una arista del gran cuadro cultural de la región.
Ricardo Rojas, Rolando Rodríguez, Ramón Silverio, Doris de la Torre, Ricardo Riverón, Nivia de Paz, Lorenzo Lunar, Teresita Fernández, Amaury Gutiérrez, Roly Berrío, Levis Aleaga, Raúl Cabrera, Alain Garrido, Diego Gutiérrez, Leonardo García, Raúl Marchena, Michel Portela, Yunior Navarrete, Yordán Romero, Yaíma Orozco… Son, en estas páginas y con las palabras de Alexis Castañeda, algunos de los portadores de “una travesía a saltos puntuales por el entramado de la cultura cubana, con protagonistas y hechos –más conocidos unos, en el olvido otros- que se abren al espectro nacional desde las céntricas tierras villaclareñas”.
Escritores Santaclareños, presentación de libros, foto cortesía Arístides Vega
Para el autor de La sencillez sangrante es “la humildad de una voz enorme” escuchar a Ricardo Rojas cuando canta “solo me queda el consuelo de llorar por dentro”. Cada sábado, sin ausencias, al caer la tarde. Pocas veces se logra una descripción tan exacta de un artista como la de Alexis al decir: “Tiene Ricardo Rojas, además, esa profundidad dolorosa que se siente en el sur de los Estados Unidos, como aquel Paul Robeson, El magnífico, de “voz corpulenta, de tubo de órgano en vasta nave de catedral fraterna”, que encontró en la España asediada aquel personaje carpentereano de La consagración de la primavera. Pero una cuerda cubanísima le marca el estilo, aun en esas magistrales versiones de My way, September morning y Summertime cantadas en buen inglés, y en la antológica composición de Gardel y Lepera, El día que me quieras, perfectamente arreglada por Pucho López. El bolero de Arturo Castro, Llorar por dentro y Qué te cuesta, de Ricardo García Perdomo, son, sin duda, sellos probatorios de esa identidad”. Pero siente el autor qué aún faltan palabras en tan coherente descripción y, fiel al recurso de la ironía, argumenta: “La buena suerte de las descargas en El Mejunje le ha posibilitado algunas invitaciones breves para otros espacios como la versión provinciana de Boleros de Oro, tal vez por estos corredores encuentre otra puerta hacia una de esas activas disqueras gerontólogas que en estos días pululan por las entrañas del espíritu musical cubano”.
Foto de Arístides Vega

La entrevista concedida al autor por el historiador Rolando Rodríguez también apuesta por las diferencias; esa respetuosa discrepancia ante la búsqueda del verdadero acontecimiento, a veces escondido entre tanta hojarasca.
El autor de La sencillez sangrante define de la siguiente manera al agudo investigador: “conversador impenitente, conceptual y conciso, Rolando ha traído una especie de oratoria didáctica casi perdida en las premuras del magisterio cubano […]; si no convence, al menos provoca el interés por la verdad”. Por su parte, el entrevistado insiste en no ser imparcial, y agrega: “Dices las cosas como son y verás cómo la gente lo agradece […]; cuando los distorsionas, cuando haces una historia de papel crepé, sin contradicciones, no es aceptada porque se sabe que la vida no es así, que hay buenos y malos, seres con conflictos interiores muy serios y graves, procesos complejos y discordantes, todo eso hay que tratar de revelarlo… esa es mi intención siempre”.
Rolando Rodríguez: escribo para que la gente lea” se convierte en re-visitación de la historia nacional. Sea República Angelical (novela) o Cuba: la forja de una nación, A caballo y con el sol en la frente y Los documentos de Dos Ríos (ensayos); sea en el Fondo Coronado de la Universidad de Las Villas, en archivos de los Estados Unidos o en los archivos militares españoles y de Estados Unidos, lo esencial es contar la historia. Y, para el buen periodista que es Alexis Castañeda, las propias lagunas y discrepancias pueden ser un buen punto de partida.
Quien asegure: “Nací en el campo, en un lugar cuyo nombre se avenía bien con la realidad que entonces padecía aquel sitio: Casualidad” no tiene más remedio que fundar un sitio como El Mejunje. En este caso, la sangrante sencillez de Ramón Silverio hace que muchos desconozcan la trayectoria inicial de quien, tras su llegada de nalgas a este mundo, ha sido lector de ensalmos, devoto de la Virgen de la Caridad y de Antonio Maceo, casi analfabeto hasta los doce años, fabricante de trajes de papel crepé, maestro, desmedido radioyente apasionado por montar las obras de teatro. Fundador de la Brigada Artística Eduardo Saborit, actor y director general en el Grupo Experimental de Teatro de Santa Clara, fundador de El Mejunje y del grupo teatral Los Colines.
Escritor de obras teatrales como Oscurantismo, Vamos a sembrar tabaco, La tierra, el espectáculo Seis en uno y La bicicleta azul, argumenta: “Con esta visión he logrado una empatía con el público. Me basta recordar cómo se comunicaban conmigo, a partir de ahí hago una obra sincera, honesta, sencilla, pero con una referencia estética y un rigor artístico a la altura de estos tiempos”.

foto del Mejumje, fundado por Ramón Silverio, tomado de Umbrales
Con “El otro Silverio” el periodista Alexis Castañeda insiste en el poder de la memoria, a partir de develar el pasado de un gran hombre que, igual que guarda el recuerdo de los magos en el circo y del espartillo y la piedra, insiste en recordar: “Mantengo en mi memoria sucesos como el del concierto del violinista clásico Santiaguito Jiménez Crespo en medio de un cafetal, el poeta Frank Abel Dopico haciendo cartas de amor por encargo junto al barranco de un río, a un campesino cortando con su machete el bejuco que dejaba inaugurada una exposición de la artista Isabel Coello y al público pidiendo siempre que regresemos. No tengo un método o un librito para triunfar; simplemente me entusiasmo yo mismo, y me arriesgo”.
Muchos amigos fuimos testigos de la reacción de Alexis Castañeda cuando supo la noticia sobre Doris de la Torre. Entonces nos decía: “¡Doris está aquí! ¡Ha regresado! ¡Tenemos que hacer algo!”
Y él hizo algo por Doris de la Torre. Con sencillas y sangrantes palabras, escribió: “Sigfredo Ariel me avisó: Doris de la Torre volvió, está en algún lugar de Santa Clara, no dejes perder esa historia. No sé si ya él había escrito ese poema dedicado a la Diva.
En Santa Clara cerca de mi familia frente a los almendros de la gran carretera de Camajuaní sobre la tarde, peinada cuidadosamente estaba Doris de la Torre Dios mío Doris de la Torre
Doris de la Torre, capaz de impresionar al mismísimo Felipe Dulzaide y al musicólogo Leonardo Acosta. Arrasadora en el Comodoro, el Gato Tuerto o el Karabalí. Doris de la Torre, cantando, entre los grandes, temas como Tú dominas, En la duda o No me culpes.
(Sí; es Doris de la Torre, periodista. No te culpes por tu historia perdida, creo que pocos lo intentaron).
Cuando se habla de escrituras, queda claro que “cincuenta años no es solo una edad”. Es por eso que el premio UNEAC en testimonio que recibiera Ricardo Riverón en el año 2001 por su libro Pasando sobre mis huellas motiva a la entrevista. El periodista lo interroga, consciente de que “nunca es más sincero el hombre poeta que cuando escribe”. Persistencia, militancia, memorias, poesía, edición… son algunos de los temas abordados durante la entrevista.
A las preguntas, siempre elaboradas a partir de sus propios versos, el poeta responde con sentencias como esta: “Estoy en el centro de la vida literaria de mi región, parado frente al horno donde se cocinan los mejores panes para el hambre del alma. Trabajo mucho. […] El libro en cuestión, por otra parte, podría titularse también “Este soy yo” porque todo el proceso de mi gestación como poeta, editor y promotor, seguido del inventario de incomprensiones, derrotas, conquistas y apoteosis queda dibujado en él a través de un trazado de época donde conviven y colaboran conmigo un sinnúmero de héroes anónimos que han hecho posible, desde una perspectiva bien distante de la épica que marcara esos años, el engrandecimiento de eso que hemos dado en llamar el espíritu de la nación […] El testimonio más importante que aspiro a comunicar es el de las cosas que pudimos hacer y quedaron latiendo en el futuro como una posibilidad”.
“Nivia decidió pintar”… nos cuenta el periodista como quien inicia un cuento para niños. Al seleccionar uno de sus cuadros para ilustrar la cubierta de su libro, ya había dejado claro su admiración por esta mujer que no prioriza las leyes de la perspectiva y los colores, porque para ella la técnica puede esperar cuando se habla de la “sencillez sangrante de la autenticidad”, como escribió una vez.
“Puedo morir esta noche de ti lejos, amigo”.
Son los versos que Nivia dedicara al Che Guevara, y que perdurarán junto a una vieja fotografía. Lo demás es, como apunta Alexis Castañeda: “Como legítima heredera de la escuela feijoseana se encierra en las alucinaciones que ella misma se había fabricado. Se aísla de la calle y de las multitudes que tanto pintó. Algunos días toma el pincel y trabaja intensamente, luego regresa a su estado silencioso”.
Tal vez para reforzar las contradicciones de la creación, las páginas siguientes de La sencillez sangrante están colmadas de calles y gentes, de ruido y alcohol.
“¿A quién puedes “echar la culpa” de esa dedicación casi plena por la literatura policial?”, pregunta el periodista.
“A estas alturas, ¿quedan algunas “sombras” por aclarar en tu definición como escritor?”, insiste.
Preguntas como estas hallan la respuesta del escritor Lorenzo Lunar Cardedo, a quien el periodista nombra “el gordo cubanísimo” y quien, tras confesar que ha contado para el género con la motivación de cómplices como Carmen Sotolongo y Agustín de Rojas, argumenta: “Pero creo que hay un culpable mayor: la vida, la realidad que nos rodea y que ofrece buenas motivaciones para este tipo de literatura. Si de todas maneras, como puede ocurrir en todo juicio, estos acusados presentasen pruebas irrefutables de su inocencia, entonces, te digo: “échame a mí la culpa” […] Cuando miro hacia atrás, no tengo más remedio que sentirme satisfecho”.
Como desconocidos se nos presentan en La sencillez sangrante dos episodios: la joven trova santaclareña y los murales al fresco de la escuela normal de Santa Clara.
En el primero, como telón de fondo indiscutible, se halla El Mejunje; convertido para artistas y público en símbolo de esta ciudad del centro del país. Por él desfila la trova santaclareña, y en opinión del autor: “No obstante la diversidad de propuestas, tiene esta trova un rasgo aglutinador que la distingue: su incursión por cauces contiguos al movimiento poético villaclareño, uno de los más vitales del país. Consciente o no, es evidente la intervención en el gusto de los compositores de la métrica poética y la manera profusa que tiene la lírica por acá. Además, musicalmente, los temas mantienen cierta tranquilidad, como algo de paz […] se ha ido perfilando así un fenómeno marcado esencialmente por la espiritualidad bohemia de esta urbe”.
“Algo de paz”, dice el autor. ¿Estaremos hablando una vez más de esa sangrante sencillez que siempre acompaña al arte?
En coautoría con Roberto ávalos surge el texto sobre los murales al fresco de la escuela normal de Santa Clara. “Lo que no todos conocen es cuánta cultura guardan sus fuertes paredes”, aseguran los autores mientras mencionan obras de grandes de la plástica como René Portocarrero, Jorge Arche, Eduardo Abela y Amelia Peláez.
La sencillez sangrante, insisto, es auténtico periodismo; pero ¿es que acaso puede llamarse periodismo a aquel que no insista en lo legítimo, genuino, puro…? Las palabras del autor así lo corroboran: “Las opiniones y datos recogidos aquí han sido vertidos o precisados en diferentes momentos, pero más allá de la acotación epocal, hay en todos los trabajos criterios y reflexiones que muestran una visión trascendente de nuestra cultura, prueba de la participación decisiva de la región en eso que llamamos identidad”.
La sencillez sangrante, última entrega de la editorial Capiro, ya está a la venta. Y con la buena suerte de los veinte años, que a veces es difícil asegurar que veinte años no son nada.

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Alexis Castañeda y La sencillez Sangrante (Palabras de presentación al libro La sencillez sangrante, en el acto conmemorativo por los 20 años de Ediciones Capiro). Tomado de Hacerse el cuerdo Revista digital de la UNEAC en Santa Clara.

Datos del autor:

Alexis Castañeda Pérez de Alejo, santa Clara 1957. Poeta y crítico. Ha incursionado en el ensayo. En 1990 Ediciones Capiro publicó su poemario El sitio de la soledad; en el 2001 apareció por Sed de Belleza, el testimonio de su autoría Yo simplemente hago o la aventura del Mejunje. También Capiro, publicó en el 2001 el poemario en décimas Vicios de la nostalgia, y en el 2002 Revelaciones del silencio.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me alegra que salga este libro, deben hacer lo posible porque circule en La Habana, no dejen de hacerle fuerza a esos habaneros (que tantos nacieron en el campo, pero "filtraron" a tiempo)que suelen cortar para sí con el cuchillo más ancho. Felicito a Alexis. Recuerdo mucho al gran Silverio, un ejemplo de estoicismo y timbales.
Me conmueve la foto de la presentación de un libro. ¿Cuál es ese callejón?
Felicidades a Capiro por el primer Nada.
En fin, muevan este libro que quedará para la memoria cultural del país.
Un abrazo:

Viera

I. Hernández dijo...

Qué tiene Santa Clara que a las "claras" es un sitio donde parece abundar los buenos escritores, artistas...


Un abrazo,

Unknown dijo...

La labor que está llevando a cabo Juan Carlos Recio es encomiable, tratando de acercar a quienes no deben de alejarse.
Gracias.