Prólogo Sagradas Pasiones
García Lorca, hacia 1918, a todas luces deslumbrado por las Poesías completas de Antonio Machado escribió, encima del libro, un poema que hoy es considerado su primer manifiesto poético y que luego devendría en prólogo con el título de Sobre un libro de versos. El entonces bisoño poeta granadino escribe al final del hermoso poema:
Como en el horizonte
Descanso las miradas.
Dejaría en el libro
Este, ¡toda mi alma!
Y es que la literatura, especialmente la poesía, puede provocar el éxtasis y despertar las más fuertes emociones. Doy fe de ello… He sido siempre un ferviente enamorado de las palabras; desde pequeño me dí a la tarea de leer apasionadamente, pocas cosas me producían tanto placer como un buen libro; así comencé, guiado por solícitas manos entre libros de ordenadas bibliotecas ajenas. Con el paso de los años, ya en plena adultez, he llegado, en gesto de soberanía y de madurez intelectual, a escoger mis propias lecturas, las que decido según mi gusto personal. Leo, siempre que puedo, todo lo que me gusta, todo lo que me da placer leer, así como lo hiciera también Dylan Thomas; sólo el Tiempo es mi única preocupación: ese gran enemigo de toda obra humana; el mínimo tiempo indispensable que la vida pueda concedernos para emprender nuevas lecturas, nuevas aventuras estéticas y nuevos proyectos.
Hoy llega a mis manos (¡Deo gratias!) un nuevo poemario cuyo solo título presupone la entrega absoluta de su creador Arístides Vega Chapú. Lo hojeo al azar (no puedo evitar esa vieja costumbre) y me tropiezo con esta lancinante idea poética:
Escribo a merced de morir,
cuánto miedo me produce la belleza.
Impresionado por estos versos—y otros tantos— y ante el presentimiento de una sinceridad que no trafica con gratuidades, facilismos, o con la mera muestra del oficio de escritor experimentado, hecho y laureado —si es que acaso ese oficio pueda aplicarse a la poesía— leo cada poema, los releo, vuelvo al título que en sí mismo constituye todo un manifiesto poético, una confesión muy íntima, una profesión de fe: Sagradas Pasiones.
Nombrar así un poemario presupone un acto de valentía rayana con el heroísmo; una profunda urgencia del espíritu que aflora como un grito de fe y libertad de su autor, quien nos confiesa antes, haber escrito con heroicidad sus versos, entregándose al abismo tan solo para disfrutar de la caída.
Ya conocía algunos libros de Vega Chapú; también, de su encomiable labor como promotor cultural en la Isla más distante; del respeto que goza allá, así como en otras latitudes. Más debo decir que hay algo curioso en este prólogo, y es que lo he escrito sin haberlo conocido aún personalmente, sin haber sostenido siquiera un breve diálogo —género literario tan válido cuando se trata de investigar las más hondas motivaciones de la entrega. No obstante, obviando esas nimias barreras de la (in)comunicación, me sumerjo en las profundas aguas del poemario en el que muchos lectores podrán verse identificados según sus propias experiencias de vida, atreviéndome a asegurar que se conmoverán ante las pasiones develadas como una estampida de los Cristos del alma vallejianos, con un alto lirismo.
No sería hiperbólico, ni desmedido, declarar que Sagradas Pasiones es, hasta la fecha, el poemario más hermoso de Vega Chapú, criterio que compartirán muchos lectores y que el propio autor no desdeñaría, aunque sea ajeno al encomio, ya que lo sabe sincero, honesto y poéticamente emocionado. Los invito, pues, a disfrutar verso a verso, de esta inspirada obra que cautiva por su esplendor, quedándose impregnada nuestra alma, como por ósmosis, en cada una de sus páginas y descansando en el horizonte la mirada…
Félix Anesio
Miami. Agosto, 2012.
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PASIÓN POR FRIDA KAHLO.
a Agustín Labrada.
Aferrada a tu hombre,
como si pudiera salvarte de escuchar el persistente sonido
de las campanas abiertas a la mitad.
Sonido semejante al de dos piedras friccionadas
hasta evidenciar la amarga luz de su mineral anunciar la muerte.
Admiro la paciencia de entornar ojos tan hermosos,
como si la luz capaz de adueñarse del estático cielo mexicano
alcanzara un peso irresistible.
Estás obligada a disfrutar a solas de ese instante irrepetible
en que se traspasa el límite sin miedo,
pues todo es renuncia.
Con la liviandad de quien anda de mano de su creador
tus ojos observan la figura oculta del otro lado de la luz,
desconociendo cuál de las dos es real.
Adviertes que estás en el mismo paisaje de tu sueño
en el que la Virgen de Guadalupe
se presenta con el rostro de tu madre.
A pesar de mi temblor sostengo las flores
que imaginé para ti,
colores tan reales como el amarillo, lila, rojo.
Las quise dibujar pero no se me concedió el don
que arrebataste
creída de que sería un alivio a tu dolor.
Olores antiquísimos que conservas en un cofre,
regalo de Diego,
como manera de estar en paz
y reconocer el cielo que aprenderás a atravesar,
quiera Dios delante de mí.
Hubieras preferido conservarlo en tu vientre
y no en un cofre,
pero tantas apariciones perturbaron tu endeble equilibrio
en una cuerda no prevista para una mujer.
No dejes que el dolor se apodere de ti,
te paralice como si le pertenecieras.
No dejes que el dolor ocupe tu cabeza
y las aves no puedan arrancarla
como parte del espectáculo de la noche
en la que todo está por reconocer.
Al menos esa sería una imagen para venerar siempre,
pero tú no necesitas alas,
ni dolor,
ni andar cabizbaja
como si desconocieras que tus días tienen la fragilidad
que lo mortal imprime a lo verdadero.
PASIÓN POR MI OFICIO.
Heme dispuesto a revelar con el silencio de las palabras
todo cuanto de frívolo acoge mi corazón impuro
como los ojos
que han subastado más de un áspero paisaje.
Con tanta exactitud lo dibujo
que nadie rehusaría escuchar sus latidos.
También he escrito con heroicidad mis versos
en cortezas húmedas y distantes
como el abismo al que me entrego
tan sólo para disfrutar de la caída.
Admito que no me pertenece la sabiduría,
sólo presto mis manos
para que Dios escriba
cuanto considere justo y necesario.
CONVERSACION CON GASTON EN SAN JOSE
“Volverás de nuevo a decirme adiós”,
dice Gastón Baquero, y no le creo.
Bajo el intacto cielo que desconoce la noche,
no será posible.
El destino trazará el mapa
del país que he imaginado.
Podré despertar,
solo y nostálgico en Madrid
o en un accidental paisaje
al que me aferro
por no encontrar nada
en derredor que sienta como mío.
En el lento cielo las estrellas se reflejan
sin ofrecer descanso.
Quiero dejarlas caer sobre el papel
cuando el cielo en su extensa región
se nos vuelva a mostrar amaneciendo en Madrid,
en la isla,
o en cualquier otro paisaje
de los que navegan
el profundo océano del deseo.
Aspiro una bocanada del habano
y sigo las efímeras rutas del humo,
hasta regresar a la bodega de mi pueblo
donde todos se conocen,
y continuar una conversación familiar.
Lo que recuerdo no podrá ser relatado,
aunque caigan todas las estrellas
sólo para satisfacerme un deseo.
Si alguien pudiera recordar el pasado por mí
me agotaría menos,
pero estoy solo con la foto del joven Maceo,
sin machete a la cintura,
la almidonada banderita y una flor de majagua.
Me apropiaría de todos los recuerdos
como si fuesen los míos,
y así los ojos enrojecidos no se desesperarían
al no ver el país que he imaginado
dormir, como un ángel, en mi hombro.
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Para leer sobre el autor pulse:
http://www.sentadoenelaire.com/2010/04/donde-no-quise-volver.html
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