viernes, 29 de enero de 2010

DE LA INUTILIDAD DEL SUICIO II

No recuerdo un suceso al menos trascendente de depresión, ni otro síntoma que haya transgredido esa leve línea entre la razón y perderse en otros limbos que la mente de seguro guarda como ecos de nuestras voces todas, algunas tal vez desconocidas. Lo cual no me hace ser una persona totalmente coherente o incapaz de no verse afectado por sentimientos adversos, ni tampoco me concede frialdad de sentimiento. Por eso cuando Ángel Escobar se suicidó, algunos de mis amigos escritores y yo, comentamos sobre esa suerte de cruzar a ambos lados, regresar y partir, y que las cosas escritas, no se perdieran de esa riqueza espiritual con la que el poeta siempre donó a sus versos.

Me gustaría, recordar los términos usados en aquellos momentos de la noticia, estoy seguro por respeto nadie dijo que era cobarde o inútil. Han pasado los años y he vuelto a encontrarme con el cuerpo de Ángel, no es un cuerpo físico, es un enorme caudal que jamás se detiene y me arrastra, es su poesía completa (libro editado por Ediciones Unión en el 2006). No puedo mentir ahora, prefiero ser cínico, no es que no crea que el ser humano que es el poeta y que aparece en sus versos, no sea lo más importante, pero desde la lectura, no me importa que él no esté, no me interesa, no necesito entender por qué se suicidio, no me pregunto si para él era útil o necesario, ni siquiera tiene que chocar con mi fe o mis conjuros sobre la existencia humana, no necesito ser Dios para decir que lo que importa está ante mí y no es un desierto o una neblina inaccesible adonde no se pueda llegar y retroalimentarse.

De modo que no es importante si el poeta ha muerto y ahora creo es inútil que se haya suicidado, porque si se muere este animal civil, sin escribir, ni la mitad que hoy tenemos para degustar, sería una pérdida, nadie lo recordaría. Si se muere como un héroe, en batalla, nadie lo recuerda por sus versos, pero si se ha quitado la vida, después de escribir toda esta obra que aún en la relectura no alcanzo a dimensionar con todas las de la ley, si lo ha hecho por la necesidad de un yo, atormentado, sacudido sin frenos una y otra vez contra su suerte, puedo entenderlo; pero desde mi asiento me resulta inútil, porque ya él se había suicidado en múltiples ocasiones y salía vivo para suerte de todos nosotros, se quedaba para decir de nuevo las cosas que nuestra coherencia y virtud no estaban en condiciones de alcanzarlo.

Ahora es diferente, él no va a regresar desde el cuerpo físico pero desde su cuerpo, amplísimo, infondeable de poeta está aquí, no es un fantasma, un eco, unas voces de personajes desconocidos, es su presencia que nos cautiva, detrás de lo que dijo y como lo dijo, sin que quisiera tumbarnos al sueño o al aburrimiento, él es su propio contrario y nos desenmascara y desnuda, tal vez hasta nos viola sin piedad con presición de cirujano que no se endebla ante la sangre, lo que él sabe nos identifica y nosotros no siempre supimos verlo. Su denuncia, su grito, su libre albedrío y su conciencia, lo eligieron el Rey que supo mejor que nadie cuánto cuesta vivir sin mentiras, en la verdad, dolorosa y no siempre simpática, y no siempre la verdad que tal vez algunos querían escuchar, así de rajatabla, sin dimensiones ocultas, como si no fuera completamente real esa línea débil con la que se nos ha dicho entramos muchas veces a la puerta del abismo y no hay garantía de que regresemos.

Ángel Escobar, es uno de los más auténticos poetas cubanos, no hay espacio para la duda y como él nos dijo: Se ha ido con su música a otra parte./ Adonde ya no hay cálculos,/límites ni emboscadas./ Ahí yace en su close up definitivo./ Muerto.
Juan Carlos Recio/NY/ Enero 29 de enero del 2010.

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CONTRADICCONES DE CANTO.

Soy
Un instrumento raro.
A mí nadie me toca.
Es el viento quien saca los sonidos,
el viento que no cabe en los diafragmas
ni en los pulmones de Dios encontró impulso.
De tan raro no soy un instrumento,
porque ni el viento me saca los sonidos
aunque tampoco quepa en los diafragmas.
Yo sueño porque sí.
Y también porque no, por quizás, por todavía.
Porque soy el más simple entre los tontos
y sin embargo vivo
moviendo la cabeza para abajo y arriba o a los lados,
o haciendo fisminuto con los hombros.
Pero es que eso es mentira.
Tampoco soy tan simple ni tan tonto.
Y si no compro liebres
porque hablan demasiado de su velocidad,
tampoco compro gatos,
porque entre gatos engordan las costumbres.
Y además los dos son fotogénicos
y dicen los refranes con el rabo.
No me entrego
aunque me venda la carne victoriosa el mercader.
De manera que ya no sé si sueno,
porque en sonido sobran los silbidos,
que, dicho sea de paso,
no siempre se dibujan en la boca,
y unas veces convocan a la gente
y otras son un buen sálvese quien pueda.
De manera que sé muy bien que sueno.
Ha de saberlo aquel que va en su traje
mirando al del pulóver con cuidado,
como si los vestidos fueran digestiones.
En esto del sonar todo es ambiguo.
Más quiero recalcar
que nunca podría ser un instrumento,
ni nadie va a tocarme a su capricho.
Voy a cantar con paz, prisa, paciencia,
regresos, guerras, garras, gozos y despedidas.
Nadie pretenda que

puede sacarme

cualquier nota que no

sea de mi clase.

LA DEL TRAIDOR

Ya morirás.
Veré caer tu tramoya sobre su propia sombra.
Y allá serán los huesos.
Alguien dirá:
Se ha ido con su música a otra parte.
Adonde ya no hay cálculos,
límites ni emboscadas.
Ahí yace en su close up definitivo.
Muerto.

Ya vivirás.
Veré cuál es la cara que das al enemigo.
Y así será tu nombre.
Alguien dirá:
Quién podría imaginarle cuánto Yago.
Vienes y vas al cálculo
preparando en tu andamio la emboscada,
y entre tanto, bufón, lame el zapato lindo
de tus reyes.
Sigue tu vals de sal y transfiguraciones.
Mas, si alguien me pregunta, digo:
Muerto.

RELACIONES HUMANAS

Cuando tú tengas miedo
aunque sea miedo personal e intransferible,
de esos que no se dicen en reuniones,
y sin embargo vienen, no se van,
y te acompañan incluso en las reuniones,
puedes venir a mí llorando quedo,
o sin llorar o riendo,
como nunca se dice en las novelas,
porque las uñas que a veces tiene el miedo
no caben en cien mil tomos de invento
pero pueden clavarse, insistir y quedarse
en un solo renglón del sentimiento;
puedes venir aquí, venir contigo a cuestas,
y decir “mira, Ariel, tengo este miedo”,
porque un lunes también vi una sonrisa
y era el miedo fingiendo ser siquiatra,
es decir, poniéndose collares a su antojo.
Cuando llegues
cogeremos los sustos,
así tenga los colores corridos,
traeremos varillas secadas bien al sol,
en los recuerdos buscaremos el hilo más partible,
y un papalote haremos
que al primer golpe de aire
irá con su bolina a otros contornos,
a donde ni los pájaros lo nombren.

Eso si tienes miedo.
Pero si estás alegre, tan alegre,
dulce y rápida como una ciruela
que se refleja en labios que se miran,
y parpadean mirándose, quemándose,
en manos que se tocan
y presagian la hora de volver a tocarse,
en ojos que se besan en colores,
con la pantalla ancha y amor estereofónico,
entonces ven a mí,
vente conmigo a cuestas
y dime “Ariel, Ariel, mira, tengo este día,
este calor que darte, esta mazorca
de maíz sonoro,
estas ganas prehistóricas de besar y besarme,
y sentir que también mi cuerpo estalla
y te llena la vida de terrones de azúcar,
metrallas de algodón o desnudeces,
olas o regimientos de caricias”;
dímelo así, y dilo al que transcurra con su pena.
Entonces sí empinemos la alegría
Con un hilo imbatible
Para que vuele lejos pero vuelva
polvoreada de estrellas la mejilla,
y así podamos todos besarla en pleno rostro
y salir con los labios brillantes de entusiasmo
a cantar por el mundo que nos inventa siempre a cada paso,
y nos habita y nos rehabilita
para que defendamos siempre la esperanza,
con vigor y con rabia
con pena y con temores
en silencio o a gritos, pero siempre.

XIV
Con qué gracia, con qué bella apostura
vació la vieja noche su cántaro
de miel sobre nosotros, sobre nuestras
mitades combatidas. Cristal grave

alzó su lacia humanidad, su bronca
carpa sobre nuestras cabezas, juntas
como dos panes rojos, como peces.
Puso la mano oscura desató

la colmena sus carbones, y vimos
su silencio tiñendo los cristales,
su avalancha de sal cubrir la arena

donde nos sumergimos, donde somos
alas, huellas de un animal salvaje
que ha pintado de gritos la espesura.

EL BORRACHO Y LA SILLA.


Este borracho que por estar está sobre la silla,
continuando
la madera que un día también sintió el disgusto
de no poder salir fuera del tronco,
hoy ve lunas ahogándose en los vasos
y alquimistas con cántaros de barro
que se astillan cuando ellos se acercan a la fragua.

Este borracho de hoy y la madera rumiándole preguntas
que él contesta hacia lejos allá dentro,
con la frente rodeada por licores de alto talle apretado,
soldaditos de plomo de otra infancia
que no padecerá ya más ningún comienzo.

El Ajeno

Cuando de noche sueñen los espejos
con las caras que todavía no han visto,
las puertas entrarán
en la semivigilia que le dobla la nuca con el número.
Cuando el Ajeno pase a tres distancias,
así estas sean rozando las paredes,
las puertas ojerosas le virarán la espalda,
y el Ajeno verá que allí la nuca
y en la nuca la cifra siempre extraña.
El Ajeno venía deseando que la acera
doblara su silencio en un portal,
que acabara en un hueco, un tragaluz,
en una hendija donde quepa el alma,
este muro que sigue y sigue y
sólo encuentra un cartel diciendo: Nunca.
Ve que quedan puertas acurrucadas,
con ojos que no ven, ni lo contrario,
cuidando que no vayan a irse los rincones.
Y nadie va a golpear
en esas planchas dobles que hurañas se suceden
de dar en el recuerdo de otra puerta,
de arañar gimoteando en esa ausencia,
que ya se le encajaron astillas en las uñas
pero siguen impávidos los goznes de la casa.

Cronomanía II

hay días en que hace un miedo que le ronca
sobre todo
cuando a este siglo le da por disfrazarse
de circo sigiloso

hay días en que hace un odio que revienta
sobre todo
cuando este siglo le cuelgan por adorno
pedacitos de lobos en las barandas

hay días en que hace ganas de hospitales
sobre todo
cuando hay que irse montado
en sueños de tercera y victoreando

que el veinte ha sido un siglo de cordura

hay días que hace un siglo que le zumba
sobre todo
cuando hay que hacer añicos sus disfraces y adornos
cuando hay que untarse un sueño de primera
y no seguir haciéndose el poeta
que no puede oh dolor con estos días

LOS HEREDEROS.

Ojalá y los que olvidan esta noche
la cara con la que se sale de la ducha los domingos
no envidien el traspatio del verdugo ni propongan jamás
que los que habremos nacido pasado mañana al mediodía
ocupemos los trances de sus roles.

Ojalá y cuando se acuclille esta gran víspera
los que hoy son perseguidos no nos quieran llenar
la cara con sus dedos.

Ojalá y cuando el tiempo ruede escalera abajo
su tan orondo anillo de sucesos
no nos muelan a golpes los sobrevivientes de este miedo.

LAS OTRAS PUERTAS.


O make me a mask
D. Thomas


También la luz, Van Gogh, me hizo tu cómplice.
Hoy acerté a zamparme tu retrato.
Hoy me puse a gaguear
en vez de hacerme añicos.
Tragué asfalto. Olvida,
olvida que no te vi llorar. Olvida
que no hay coartada ni orden ni misterio.
Olvida.

Tú viste un hilo, un hociquear de cerdos-
la revancha-, yo tropecé conmigo: hay luz,
y sombra y luz: y sombra.

Ya ciegos
chocan los cuervos contra un cristal
y así arden.

RAYA.

Cuando yo era un animalito zonzo
y desangustiado hasta el desastre,
o, por lo menos, cuando todos pensaban
que uno era ese mal bicho,
fofo y desapesadumbrado hasta el escándalo,
tú, que eras tan burlado como yo,
no lo creías.
Y es verdad que desde antes traíamos
la cara intransitiva,
y el pecho cerrado como un cero
donde
hasta el que menos se esmeró daba en el blanco.
Eso sí lo sabías y aún lo sabes.
Ahora
ponte a pensar cómo éramos el tope
cuando velábamos aquella sociedad,
tan expugnada como una motociclista que se estrella
veinticuatro minutos antes de su boda.
Ponte a pensar –di tú- si no fuera por todo
lo que pasa –
que primero nos decapitan o nos mandan el brazo
que desde el hombro, o desde mucho antes del hombro,
erigía los gestos prehistóricos
y después nos llevan hasta el palco
para escuchar sobrado el retintín de la retórica.
Ponte a pensar –di tú-, ponte a creer conmigo
lo solo que se vuelve el solo, a tiempo,
antes de ser trizado por el alud de lo otro
que en mercader, entre veras y burlas, te impone
su visita.

El rapto en la lejanía.

Cuando crees que estás solo en el mundo
y que el infierno es esta habitación vacía,
viene un pájaro, o algo que puede ser un pájaro,
y golpea sin cesar en tu puerta. Entra
en tus nervios, se arremolina y sube
a tu cabeza, baja a tu corazón y se hace
la ceniza que te habla de otro día. Vuela,
cesa, fuego o serpiente, ciclón, música ciega,
y de algún modo te acerca un cigarrillo,
un sorbo de café, o al sesgo te habla o gime
(¿es tu madre? ¿es tu hermano? ¿es un amigo? ¿un muerto?),
y ves, en mitad del eriazo, entre los cuatro
muros que no dan y no toman, ni te exponen
ni salvan, cómo se alza ante ti, rey y mendigo
sólo en ella y por ella y para ella en ti,
la Virgen de la Caridad del Cobre. Y es
la última costa, la Isla que resguarda tu pecho-
y allí el anhelo, el roce de la melancolía: rompe,
ausculta, bojea: el alma al aire, al sol –sólo deseo.
Eso que te sacude, y te mantiene en vilo sobre el risco,
qué es sino tan sólo todo lo que tú puedes dar,
es decir, todo lo que has perdido. Y lo has perdido
cuando crees que estás solo en el mundo
y que el infierno es esta habitación vacía.
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Poemas tomados del libro Poesía Completa, Ediciones Unión, 2006.
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Ángel Escobar (Guantánamo, 1957-La Habana,1997). Graduado en Arte Dramático en 1977, en la Escuela Nacional de Arte de la Habana y, en 1984, en Artes escénicas, en el Instituto Superior de Arte. Su obra poética incluye los libros Viejas palabras de uso (1978), Epílogo famoso (1985), Allegro de Sonata (1987), La vía pública (1987), Malos pasos (1991), Todavía (1991), Abuso de confianza (1992), Cuando salí de la Habana (1996), El examen no ha terminado (1997) y La sombra del decir (1997). En 1989 estrenó la pieza teatral Ya nadie saluda al rey. Es autor, además, del volumen de relatos Cuéntame lo que me pasa (1992) y de varios ensayos inédita.

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Para leer más sobre este autor pulse aquí:

http://www.olifante.com/escobar/

http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/sitio%20viejo/webalmamater/2008/cultura/marzo/poesia.html

http://lafincadesosa.blogspot.com/2009/08/angel-escobar-no-poder-esperar-un-dia.html

http://www.poemaspoetas.com/angel-escobar/abuso-de-confianza

http://www.poemasde.net/el-anciano-angel-escobar/

http://duaneldiaz.blogspot.com/2007/02/ngel-escobar-los-ojos-del-otro.html


viernes, 22 de enero de 2010

DE LA INUTILIDAD DEL SUICIDIO I



No existe un lugar para vivir a salvo de la muerte.
Ni en el espacio, ni en el mar,
ni si permaneces en medio de las montañas.
Buda


El lamento por el suicidio del poeta, ocupó por mucho tiempo el interés de sus lectores. Todo lo que dentro del territorio nacional se dijo sobre Raúl Hernández Novás (1948-1994), me lo leí con el interés de quién apenas si alcanzaba de sus influencias; pero así como por aquellos días de su muerte, la crítica quizás fue más lenta en valorar su obra, mi olfato, (el del gusto), siempre merodeaba sus versos, y creía que tanta variedad de sus formas de decir, eran una especie de juego espléndido. Luego descubrí su seriedad también para entendernos, su voz tan personal, que no buscaba un estilo novedoso desde un ritmo o una musicalizad, mucho menos se conjugaba en extraños giros. No tenía necesidad el poeta, que por naturaleza y don, abarcaba muy diversos temas, siempre ascendente dentro del coro generacional; distinguía esa voz personal de la que todos sus temas universales nos llegaban, no sólo por intertextualidad y por la forma de confesarnos sus anécdotas, también por su curiosa forma de acercarse a los conflictos, desde ángulos que no se complejizaban, más bien se desconstruyen siempre desde sentidos simbólicos y desde la variedad de temáticas que a través de sus muchos libros nos revelan su superación personal y toma de la palabra como oficio de escribir, conciente y con dominio eficaz del universo poético, su universo y la voz desde donde él se acotejaba ante las inclemencias de su yo, que quería vivir y que asomaba potente dentro de toda posibilidad, como las aguas que rodeaban su vida.



Como bien ha estudiado Jorge Luís Arcos, de su obra, la autenticidad del poeta no se pierde en las diversas muestras de corrientes literarias por donde transita, y por características muy peculiares, que le dieron a beber con buena sed, -características-, que fueron devueltas de las lecturas –y cito de la contraportada- de: importantes filmes y obras musicales de diferentes épocas y estilos, vigorosas y determinantes presencias en su cosmovisión.


No creo que pueda decirse que dejó su obra -a mitad de camino-, no sé cuánta en cantidad, pero no en contenido, aún cuando siempre es válido lamentar su muerte. Cito, nuevamente fragmentos de la contraportada (del libro que obtuvo Premio de poesía, José Lezama Lima, Casa de las Américas 2000, compilación, introducción y notas de Jorge Luís Arcos: La poesía de Raúl H Novás ha enriquecido de manera sustancial, la lírica cubana de los últimos cuarenta años. Se caracteriza en líneas generales por la intensidad de sus conflictos e inquietudes que la nutren, la lucidez de su pensamiento y el tono confesional que nos llega, en muchos de sus grandes momentos, a lo autoparódico.


Juan Carlos Recio/NY Enero 22 del 2010

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LA ORILLA DEL MAR.

Cae ciudad disuelta
en la lluvia, en el agua estelar.
Cae, se abren las granadas,
pero la lluvia muerde las manos de los niños.
También caen las manos, pero escalan
otra vez el húmedo
árbol, arrancan
frutos pendientes del viento,
sus más hermosos rostros.
Tenaz abuelo que aras, tu memoria
se pierde entre manos de niños
y labios que imprimen
las más dulces arrugas en la tierra.
Viene un mar en las alas de sus aves.
Pero el mar se confunde
con el cielo, las nubes lo ocultan,
un ejército celeste lo asalta, una ribera lo contiene
una muralla brilla en la piel de la noche.
Y ya puede el mar llegar en su carro
como los embajadores, y decir: Sean
las manos de los niños y los más dulces frutos.
Los rostros del viento. Y caigan como frutos
entre las nuevas espigas que el viejo siembra.
No lo puede decir, lo prohíbe
la tela de la araña y el ala frágil del ave.
Se lo prohíbe la ley del cielo y su propio llanto
en que irremediablemente una ciudad cae disuelta.
Y he aquí que tantos hombres
frente al mar. Y he aquí por qué
las manos de los niños escalan el árbol de la lluvia
para luego caer, llorando, a igual distancia
del fruto evadido.




ENDECHA AL BARCO EBRIO

Honrado el ser ante la cruel distancia,
su mismo ayer olvidará, el futuro
y la consolación de las monedas
y el duro abismo y hiel de las ciudades
que educan sus millones para el crimen.
El barco ya, de niebla traspasado,
cruza fantasma de la nada al puerto
el universo de las olas anchas
donde turbias estrellas lo miran
tentáculos de luz, húmedas redes
arrojan sobre el ojo inconsolable.
Encanecido barco, barco roto,
habitación de aves, muda estrofa,
ya sólo es isla errante, ya divide
sin vida oscuro légamo oprobioso,
ya sólo es árbol que negó el destino
de asirse a tierra y la feroz tormenta
esperó sobre roca temblorosa
de luz líquida. Ruda, su cabeza
es la sombra cruzada de relámpagos,
y su entraña la líquida espesura
deshabitada por el miedo. Bosque
turbio de árboles ciegos y fundidos,
pájaros de volar sordo, inconstante,
y nidos de coral, y sal, y sombra.
Barco errante, qué alma tu sonrisa
y tu respiración que llama pájaros
para tu sed, cabeza picoteada,
despojo, orilla húmeda del vuelo,
barco de plantas, bosque, lecho de algas,
isla ya de verdor húmedo, pez
muerto sobre el azul, timón sin alma.
Yo camino tu pecho o tú me cruzas
y ambos somos el mar sin fe y desierto.
Yo quiero capitán ser de tu bosque,
ejército de pájaros de blancas
alas, del alma velas diminutas.
Y beber en tu llama que consume
la oscura tierra en redoblar sonoro,
mar, y barco que mide tu distancia.
Abolir la feroz separación
quiero en la luz, y la frontera amarga
de todo, en que ese mar barco no puede
ser, que a un viaje se preste sin orillas,
y el barco resbalar tan sólo deba
sobre la faz del caos. Alma mía,
llama sola que embriaga su pequeña
existencia con luz de mariposas,
ala quemada y débil, alma mía.
La feroz escucha innombrable.
Mar y barco en tu seno sean el mudo
dialogar de la tierra con el árbol.
La palabra nutricia te fecunde
y un pájaro en tus lenguas lance al cielo.




II

QUERIDO REY ERRANTE

Un domingo, un domingo nuevo,
el canto de las distancias.
Látigos de distancia como el tiempo.
Un tiempo en que las nubes
sean insectos de fina hierba, no perdidos.
Oh nube no olvidada.
Una memoria, un dueño, un ídolo.
Un niño insomne nombrando las cosas
con su paso torpe, con su voz que tropieza
a través de un jardín, diciendo las flores como el dios
que puede equivocarse, no nombrar correctamente,
ya que hay flores que mueren
a la mañana, y triste animales, y lisiados.
Una isla de tiempo,
dulce para las piernas del baldado,
donde calla la voz de graves alas
que cruza la tarde.
Una isla de tiempo
un seguro corazón
cardinal entre cosas ignorados.
Y la niñez rodando
a agua viva, subiendo la colina,
como un patriarca.
Un alma más, una voz más,
dudas para los ojos, mucho sueño,
aquel caballo muerto,
devorado por la fría llanura implacable,
alas, anclas para los pechos conmovidos
en mar o surco de verdor imposible, que nombra
sólo un sol de desierto imborrable,
y la voz redonda de las selvas.

Es todo cuanto pido.





Yo sé, no erás el ángel

Yo sé, no eras el ángel que ahoga
las llamas de los cuerpos vencidos.
El ángel clavado a su propia esperanza.
Porque una estrella se levantaba sobre el vacío de los huesos
y no fue llamada la luz a habitar tan dulce cuerpo.
¿Quién negaba los astros a tu cuerpo, tan duro
como piedra de silencio? Después de la batalla
queda un ángel que va llenando los espacios
entre corazón y corazón vacío, entre guerrero y guerrero.
El hedor de los cadáveres llenaba el valle.
(Oh ángel qué duro fue con nosotros tu corazón.
Y tu designio, alto, más allá de las montañas.)

El hedor subía a los cielos.

<<Acepta, señor la ofrenda>>
El vaho de los cadáveres ya habitaba las estrellas.
(Después de la batalla, un ángel.)
El muerto habita ya la estrella, en vaho convertido.
(Oh ángel implacable como el vacío de los huesos.)
Tú no quisiste ese destino.
Tú no quisiste ser el mar, en el valle detenido,
entre las verdes colinas, golpeando
con olas de perfume las antiguas rocas.
El mar, elevándose en lentas olas a los cielos
sobre los cuerpos de los muertos.

Y no serás el ángel que levanta una estrella sobre los huesos
y viene a dispersar las almas de los guerreros muertos.
Pero el ardiente pájaro que habita la colina
ha dicho, entre el murmullo de las olas invisibles,
que cuando rueden las estrellas vetustas de la frente del cielo
y una nueva lámpara venga a habitar los huesos
se habrá alzado la voz, pidiendo un silencio que haga brotar
/las lágrimas.

Y las huellas volverán al antiguo camino.



LAS HORAS DESCENDÍAN

Las horas descendían como lluvia
herrada ya por el recuerdo
de otras horas. El enfermo contempla su agonía
en el espejo de los ojos, asoma
el perfil que los sábados han visto
rielando en el humo de las ruinas
agrietando los basamentos antiguos
como el tiempo.
Los recuerdos crecidos
en primavera, en luna de piedra y goteada violeta
llenan apenas la alcoba
serena de la hormiga.

Allí perdidos, allí perdidos
los viajeros se dan sus manos,
una onda vaga llena sus cráneos
una onda de un mar que no recuerda.

Y es en sus ojos la estrella
imposible, la que no dijo la hora de su muerte
aun cuando la rosa al cerrarse
como la noche sobre el viento
creyó tener un corazón de luz.




MAS LA DESGRACIA



A Aramís Quintero



Mas la desgracia de no ser soñado
brota del corazón, como una nube
y trae atado un órgano, fiero de música,
sordo, solemne, torpe como un asno.
Y hiere los petróleos de la noche
con una aguda estrella.

Aceite funeral de la noche, espiga
negra, silenciosa como un labio,
sueño que crece árbol, árbol, árbol…

Oh,
la desgracia de no ser soñado
por nadie, de no habitar el sueño
de nadie, como el peregrino
en un pueblo de insomnes.
Y escoger para el camino la piedra
más dura en que apoyarse,
la piedra del no-sueño.

(Entre el pueblo de insomnes la tarde se desviste
y la cubren preguntas nuevamente.)

Brota del corazón, como una música,
aguda estrella, silenciosa como labios,
beso sin espinas, asno atado
a una música que crece árbol,
árbol de voces de órgano, de manso órgano atado
a una piedra, nube y cielo, que se aleja despacio…

Oh la desgracia de no ser soñado.

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Poemas tomados del Libro: Raúl Hernández Novás Poesía, cuaderno, ENIGMA DE LAS AGUAS, 1967-1971 (La Habana, Universidad de La Habana, Departamento de actividades culturales, 1983. Premio de Poesía del Concurso 13 de Marzo. Prólogo de Cintio Vitier.

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Para Leer más sobre el poeta pulse aquí:

http://www.caimanbarbudo.cu/html_total/simpresas/articulos/341/index_articulo_02.htm


http://www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Raul_Hernandez_Novas.html


http://www.poesiabreve.com/raulnovas.html


http://www.eforyatocha.com/2008/07/6-poemas-satricos-de-ral-hernndez-novs.html


http://www.casa.cult.cu/premios/literario/honorificos/lezama/2000/acta.htm


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Raúl Hernández Novás (La Habana. 1948-1994) es autor de una significativa y extensa obra poética. Entre sus títulos figuran Da Capo (1982), Enigma de las aguas (1983), Animal civil (1987), Sonetos a Gelsomina (1991) y Altas Salta (1995). El volumen bajo el título Raúl Hernández Novás, Poesía, de donde he tomado estos poemas, lo integran todos sus libros publicados –reunidos aquí en el orden que dictan sus fechas de escritura –más otros cuatro textos, total que conforma su poesía canónica. Su obra ensayística, realizada durante el fructífero período en que se desempeñó como investigador en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, merece también destacarse por sus relevantes calidades, en especial su estudio de la poesía de Cesar Vallejo, uno de cuyos notables resultados es la edición cubana de su obra poética.
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jueves, 14 de enero de 2010

POEMAS AGRESTES




… Mi padre y yo sobre el lomo de la bestia
desde arriba el resplandor de algo bello nos hunde
pero el animal se niega a la oscuridad de sus patas
y la curva del camino nos encoge…


No es casualidad que mi primer poema tuvo el motivo de un suceso más bien raro o espiritista. Cada vez que mi padre y yo veníamos al pueblo desde una zona rural alejada, en un largo callejón casi a mitad del recorrido, su yegua se espantaba en una curva, rodeado de cañaverales, y se negaba a pasar, escribí mi primer poema sobre esto y fue el pase para un taller literario en el pueblo. Otras, vivencias de mi vida rural que acontecieron y llevé a la poesía quizás con el interés de un primitivo en las letras que quiere, sin saberlo, y no por ingenuidad, sino como propósito, universalizar esos temas. La traducción de Edelmis Anoceto Vega, escritor SantaClareño del Libro de Robert Lee Frost, Poemas Agrestes, viene como bálsamo sobre ese deseo hasta hace poco incumplido, de leerlo a plenitud en mi propia lengua. Considero, y no es la primera vez de la mano de Edelmis, que la traducción ayuda mucho por que su cercanía con la primera lengua del poeta, es casi perfecta, no es una traducción descuidada y uno que ya viene acostumbrándose a pensar en ingles lo que en español no toca, puede darse cuenta de la fluidez y el balance en los dos idiomas en los que gracias a este libro de Sed de Belleza Editores, Santa Clara, Cuba, 2008, nos acontece.

La selección , traducción y prólogo de Edelmis Anoceto Vega, es como dije arriba muy completa: En el prólogo encontramos información que nos acerca a los tonos e intenciones de la poética de Frost y cito: La postura de Frost difiere radicalmente de la tradición europea del poeta como héroe trágico. Para el poeta inglés, por ejemplo, el encuentro con un árbol está lleno de referencias históricas y su suerte ha de ser la misma. Por lo tanto, los círculos en el tronco cortado son tantos como años tiene el poeta; entre ellos dos hay un vínculo de epidermis-corteza. También para Frost, la naturaleza no es amistosa ni hostil, no es tampoco el escenario donde ocurren los eventos humanos, es su autorretrato.

En su poesía apreciamos más bien una fuerza telúrica sabiamente administrada –a veces muy simbolizada a través de los elementos naturales primarios: tierra, fuego, agua, etcétera-, con el freno conciente de quien se sabe hablando a los hombres y no a los ángeles.
_____________________ Juan Carlos Recio, NY/ Enero 14 del 2010.



COSAS DEL CAMPO

Ha caído la casa para que pueda verse
hacia la medianoche el brillo del ocaso.
Ahora lo único en pie es la chimenea,
como el pistilo tras caer los pétalos.

Al frente está el establo
que con la casa debió incendiarse
si el viento lo hubiera querido, mas queda
para llevar consigo el nombre del lugar.

Y de una vez ya no abrió más
para aquellos que venían por el camino
golpeando el suelo con pasos ligeros,
barriendo el heno con el peso del verano.

Aves que venían a ella por el aire
entraban y salían por las ventanas rotas
y sus lamentos eran como el nuestro
por haber vivido donde ya nada queda.

Mas por ellas renació la flor lila
y el viejo olmo que las llamas rozaron;
la bomba seca levantó un torpe brazo
y el poste de la verja se aferró a la alambrada.

Nada fue triste para ellas
y aunque mantuvieron alegres sus nidos,
es preciso saber cosas del campo
para no creer en el llanto de los febes. 1
1(especie de ave americana)




JUNTO A LOS BOSQUES
EN UN ATARDECER NEVADO

Creo saber de quién son estos bosques.
Su casa está en el pueblo, sin embargo,
no ha de verme aquí detenido,
observando los montes llenos de nieve.

A mi caballo debe parecerle raro
que me detenga aquí, donde no hay casa,
entre el bosque y el lago congelado,
la noche más oscura del año.

Mueve la campanilla de su arnés
para preguntar si se trata de un error.
Y el otro sonido es solo el lamento
del vientecillo y los suaves copos.

El bosque es bello, oscuro y profundo,
mas yo tengo promesas por cumplir,
y millas que andar antes de dormir,
y millas que andar antes de dormir.





EL CAMINO NO ELEGIDO

Dos caminos se bifurcan en la floresta ocre,
y sentí no poder tomar ambos
siendo yo un solo caminante; mucho estuve
observando uno de ellos hasta que torcía
allá, en la maleza inaccesible.

Me fijé entonces en el otro, similar,
acaso con mayores atractivos,
pues su forraje invitaba a ser andado;
aunque, a decir verdad, el paso allí
les había hecho el mismo estrago.



Allí estaban de iguales esa mañana
con hojas que las pisadas no habían marchitado.
¡Oh, dejaré el primero para otra ocasión!
Mas, sabiendo que un camino conduce a otro,
no sé si volveré a pasar por aquí.

He de repetir esto con un suspiro,
siglo tras siglo en algún sitio:
dos caminos se bifurcan en la floresta, y yo
tomé de ellos el más virgen.
Eso marcó la diferencia.
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Datos del autor tomado del prólogo:
En el año 1942, la editorial neoyorquina The Dial Press publicó la antología This Is My Best, lo que vendría a ser uno de los hechos editoriales más trascendentales del siglo XX en Norteamérica. El proyecto consistió en reunir en un solo volumen, cerca de una centena de los mejores escritores de esa nación; sus piezas literarias aparecieron seguidas de una breve nota en la que ellos declaraban por qué las habían seleccionado. Entre los antologazos se encontraban: Hemingway, Steinbeck, Vicent Benét, Faulkner, William Carlos William, Saroyan, Cumimmings, Thurber, Sandburg y el poeta Robert Frost, quien por esa fecha ya había recibido en tres ocasiones el Premio Pulitzer: 1924,1931,1937 (en 1942 se le otorgaría por cuarta vez).

Aunque descendía de una familia de Nueva Inglaterra, Robert Lee Frost (1874-1963) nació y vivió en San Francisco hasta la edad de diez años. Tras la muerte de su padre, fue llevado a Lawrence, Massachussets, donde realizó estudios de bachillerato y asistió a Harvard. Alternó oficios como el de granjero, zapatero, periodista y maestro rural; luego, en 1912, vendió su granja para trasladarse a Inglaterra y dedicarse a la escritura.

Allí aparecen sus primeras obras importantes: La voluntad de un niño (1913) y una serie de monólogos dramáticos titulada Norte de Boston (1914). Ambas fueron reeditadas en los Estados Unidos en 1915, año en que Frost regresa a su patria para dedicarse a las dos labores que más amaba: cosechar la tierra y escribir poesía. Su popularidad se mantuvo durante las siguientes décadas, en las que publicó otros siete volúmenes de poemas.
Un año después de aparecer This Is My Best, el Coucil Book in Wartime (Consejo del Libro para Tiempo de Guerra) distribuyó, como un estímulo moral, cincuenta mil ejemplares de su poema <<Entrar>> a las tropas norteamericanas permanentes en el extranjero.
Más de una década después, para 1955, su Selected Poems ya tenía cuatro ediciones. Sin embargo, no sería la Segunda Guerra Mundial lo que serviría para que Frost cosechara todos los premios y honores a los que se puede aspirar un poeta norteamericano. A tal extremo, un poco antes de su muerte, John F. Kennedy lo invitó a leer un poema en la ceremonia de investidura.
Para This Is My Best, Frost escogió una serie de textos de tema campestre bajo el título de Sixteen Poems, los cuales constituyen el grueso del presente libro. En el comentario previo a su selección manifestaba: <<El compendio que aquí se ofrece muestra mi inclinación por las ocupaciones rurales. Empezó en un huerto en un patio trasero en San Francisco(…) No se trata de algún prejuicio contra la ciudad, me agradan muchas ciudades, es meramente una inclinación a las cosas rurales>>.
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Para leer más sobre el poeta pulse aquí:
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martes, 12 de enero de 2010

DE LA MALA MEMORIA Y EL VERANO




Hace unos días, que me resultan horas, (acabo de comprar en Santa Clara, en la librería Pepe Medina, al centro de Cuba), el libro De La Mala Memoria Y El Verano, de Nelson Simón. Dos antes del regreso comencé la lectura de este libro publicado por Letras Cubanas, y compruebo, que no es el caso del poeta que de tener un nombre reconocido en las letras se acomoda en ese fantasma siempre peligroso que puede producir la fama.
En el sentido estético desde donde Nelson Simón proyecta sus vivencias, el logro es insuperable, sabe como gallo fino mantener su status de autor que sin malabares ni trampas puede comulgar con lo que le rodea y capta más que sensaciones o bellas metáforas, catarsis de vidas, esencias que son suyas en tanto son nuestras, porque él sabe hechizarnos y nos arropa como si un diario de su vida pasara a acontecer en la nuestra; y con ese feeling el poeta nos descubre, nos lleva a impresionarnos para ser de lectores que también captan sus secuencias de fotógrafo, nos lleva a la poética que inmortaliza, lo que en otras palabras, -quizás vacías-, se quedarían fuera de ese universo con el que Simón acostumbra a congelar instantes, sucesos de un tiempo que hace desde su poesía trascender y no descender, porque no es una escalera para subir al cielo, sino para bajarse y tocar el lado humano, lo trágico, lo difícil de vivir sin que la fugacidad de esos momentos se estrellen y nos deje al azar sin entenderlo.
El poeta sabe que la memoria, si quiere perpetuarse como asunto de lo que se ha vivido, tiene por necesidad que asumir sustancia y belleza, porque los motivos de un poeta -grande e inmenso como él- no son simples lubricaciones de nostalgia, ni postales en blanco y negro que quieren caricaturizar una lectura tan precisa con la que vuelve a sorprendernos, y por qué no, a deslumbrarnos, como en aquellos días de mi adolescencia (que aún me parecen horas), hace 20 años, cuando escuché por primera vez la lectura de sus versos.


Juan Carlos Recio, NY/Martes 12 de enero del 2010
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Cuerpos
con los que tropecé
en las altas horas
en que se sale
a consumir
la noche.
Cuerpos
como piedras
disimuladas
en el camino.
Cuerpos
siempre abiertos,
dispuestos
a entregar su intimidad
como los viejos hostales,
oportunos
como una blanca tableta
contra el suicidio:
para no olvidarlos
es
que los escribo.


VALLE DE VIÑALES,
(fragmento)


A Caridad y Ebenecer.

31

Todo el valle reposa
como en esas postales
que compran los turistas:
Luís y Darío duermen
sobre las blancas parihuelas
del verano. En la piscina, Yusel bucea,
confunde la libertad
con un manso pez, semejante
a los sueños; Carlos bebe
un Ciego Montero- limón
a la sombra trenzada
del Fausto. Yo sigo,
desde el fresco sitio
que ofrece mi cerveza,
contemplando como argenta el acero
de los altos ceibones
y la palma infinita con su ubre de flores
y el sinsonte que corta el techo azul
de esta mañana irrepetible.
Nadie sabrá que habitamos
el oro de estos días.
Nada quedará de nosotros
al marcharnos. Ni la huella en el césped.
Ni la gota de sudor. Ni el roce de nuestras miradas.
Son cosas mínimas que apagará el verano
aunque ya hayan copiado, otras tintas de luz,
sobre nuestra memoria.



CARNAVAL/ RESTOS DEL VERANO.




1

Pronto, los hombres,
abren las puertas de alcohol
de sus cervezas.



2

Esto es el carnaval:
las vanas luces que vomitan
su vanidad
sobre la banalidad
de las almas.



3



Es la nada lo que empuja
las carrozas. Es la nada lo que beben.
Es la nada lo que media entre los cuerpos.
Es la nada que habita en los intersticios de la nada.

4

Caminar entre océanos de gentes
sin rostro ni destino. Huir
de la alegría sin sentido
y de la monotonía que no escapas
aunque huelas a sudor,
a aceite pobre,
y seas el bocado melancólico
entre los dientes
del último deseoso de la noche.


5


Es mejor fugarse de uno mismo
como el aroma
de un frasco de perfume.
No aceptar, que este,
puede ser uno de tus días.




6
En otro azul y otra carne
que joven se me ofrece,
muerdo los vidrios dulces
de la culpa.





7


Se acaba agosto.
¿Volveré a recorrer
Otros atardeceres
Tan distantes de aquellos
Marpacíficos bancos?




8



Tarde de lluvias.
Palomas en los tejados de septiembre
al abrir la ventana



9




Tarde de lluvia.
Paraguas.
Cruzan grises las almas.





10






Ríos de la tarde.
Todo lo arrastra la espera
En sus remolinos.



11






Vuelve a marcharse.
El mar es un pretexto.
Septiembre también
puede ser el mes más cruel.



12






Hay un velo de melancolía
cayendo sobre las cansadas casas
y el lenguaje del agua
repite viejos nombres
en las alcantarillas.
La soledad es un zapato estrecho.
La lluvia y la memoria abren,
otra vez,
los caminos de ayer
y me dispongo a recorrerlos,
resignado.



13




Tocan a mi puerta
Me sorprenden
rostros
que un día
creí conocer.




14



Cantos rodados:
por el cauce seco
de la calle principal,
los hombres
en la tarde.




15



Las parihuelas de oro del recuerdo
dispuestas en la tarde,
y el desfile constante
de los cuerpos amados,
algunos ya sin nombre.




16



La noche se espera en estos sitios
donde, venenoso como un reptil,
el deseo se arrastra.





17



En la acera ocasional,
en el mudo portal
o la columna de sombras:
el arabesco,
el signo incomprensible
del hilo de plata de su baba.





18

Maquilladas mariposas del insomnio;
a la luz del placer
dibujan círculos,
recorren las vacías calles
de la noche.




19



¿Muchacha o muchacho?
El Rimel borra el límite.
Ni la farola, en su pálido
ruedo mercurial,
puede adivinarlo.




20

Cesa la lluvia.
En la ciudad y el alma
quedan charcos.





21

Ribeteadas de un oro falso,
las hojas de los insomnes ocujes
que custodian la avenida.
Lavados rostros de la tarde
Sospecha la calma
empozada en los patios interiores.
Escampada.




22




Diluido el pulso de las calles.
El tibio olor de los hogares,
el mirar sumiso de los perros,
la palabra protectora del amante,
el ansiolítico y el ruedo de paz que propone
en medio de la jungla de la noche;
la música, la gota de oxígeno,
diluidos.
Hacia las gargantas de la ciudad,
todo lo arrastra,
el cuerpo sediento
de la lluvia.





23



Casa enjoyada de silencio.
Quieta carne del amor
expuesta como un prado joven
donde gozar la tarde.
Tumbados
junto a su fuego vacilante
mientras pasan, del otoño,
las primeras lluvias.




24

Presa la paloma entre
sus manos,
mansa.
Indomable,
su cabeza y su espalda
entre las mías,
libre.





25



Gira la noche perfumada
de soledades y de hornos.
Como una mosca dibujas
círculos, masticas vidrios,
las mismas calles:
los hombres dejan rastros de luz
en las aceras.
Lluvia de sombras:
las provincias del alma,
están desnudas.





26

Hacia esos tintes rojos
caminamos.
Un nuevo día. Otro misterio
en los brazos de acero
de las torres.





27



Apretadas las palmas,
como esbeltas islas,
en los océanos de la mañana.





28

Amanece
De sol
es el follaje
de los cocoteros.




Inminencia del invierno/ últimos apuntes
(fragmentos)





22


Cuento las cosas,
dispongo los sucesos
como los granos de café
en el secadero,
para que la humedad
y el moho
de la desmemoria,
no los conviertan
en esos polvos muertos
del olvido.






25

Indiferente el puente sobre el agua.
Como la sierra entra en la madera,
entra el puente en la noche.
Los filósofos perderían la cabeza
si bajan a sus sombras
y ven lo que allí pasa:
cómo copulan el hombre y la miseria,
cómo se multiplican las larvas
fosforescentes
de la soledad,
cómo se rasca el lomo del miedo
frotándose contra los pilares de hormigón.
Correr peligros es un divertimento
y el puente sigue allí,
rígido,
detenido sobre la podredumbre
que se estanca
para probarte que,
algunas madrugadas,
la muerte
también cojea
por estos senderitos
bien disimulados.
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NELSON Simón (Pinar del Río, 1965). Poeta, escritor para niños y editor. Cuenta con una extensa obra publicada en la que se destacan los poemarios Ciudad de nadie( Editorial Loynaz, 1992 y 2008), El peso de la isla(Editorial Loynaz, 1994 y 2002), Con la misma levedad de un naúfrago(EditorialLetras Cubanas, 1996) y A la sombra de los uchachos en flor, premioJualián del Casal 2000 y Premio de la Crítica2001 (Editorial Unión, 2001 y 2002). Obtuvo la primera mención de poesía en el premio Casa de las Américas 2008, por el poemario inédito, <<In vitro>>

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Leer más sobre el poeta Aquí:

http://www.sentadoenelaire.com/2009/11/ciudad-de-nadie.html

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