Me gustaría, recordar los términos usados en aquellos momentos de la noticia, estoy seguro por respeto nadie dijo que era cobarde o inútil. Han pasado los años y he vuelto a encontrarme con el cuerpo de Ángel, no es un cuerpo físico, es un enorme caudal que jamás se detiene y me arrastra, es su poesía completa (libro editado por Ediciones Unión en el 2006). No puedo mentir ahora, prefiero ser cínico, no es que no crea que el ser humano que es el poeta y que aparece en sus versos, no sea lo más importante, pero desde la lectura, no me importa que él no esté, no me interesa, no necesito entender por qué se suicidio, no me pregunto si para él era útil o necesario, ni siquiera tiene que chocar con mi fe o mis conjuros sobre la existencia humana, no necesito ser Dios para decir que lo que importa está ante mí y no es un desierto o una neblina inaccesible adonde no se pueda llegar y retroalimentarse.
Ahora es diferente, él no va a regresar desde el cuerpo físico pero desde su cuerpo, amplísimo, infondeable de poeta está aquí, no es un fantasma, un eco, unas voces de personajes desconocidos, es su presencia que nos cautiva, detrás de lo que dijo y como lo dijo, sin que quisiera tumbarnos al sueño o al aburrimiento, él es su propio contrario y nos desenmascara y desnuda, tal vez hasta nos viola sin piedad con presición de cirujano que no se endebla ante la sangre, lo que él sabe nos identifica y nosotros no siempre supimos verlo. Su denuncia, su grito, su libre albedrío y su conciencia, lo eligieron el Rey que supo mejor que nadie cuánto cuesta vivir sin mentiras, en la verdad, dolorosa y no siempre simpática, y no siempre la verdad que tal vez algunos querían escuchar, así de rajatabla, sin dimensiones ocultas, como si no fuera completamente real esa línea débil con la que se nos ha dicho entramos muchas veces a la puerta del abismo y no hay garantía de que regresemos.
Ángel Escobar, es uno de los más auténticos poetas cubanos, no hay espacio para la duda y como él nos dijo: Se ha ido con su música a otra parte./ Adonde ya no hay cálculos,/límites ni emboscadas./ Ahí yace en su close up definitivo./ Muerto.
CONTRADICCONES DE CANTO.
Soy
Un instrumento raro.
A mí nadie me toca.
Es el viento quien saca los sonidos,
el viento que no cabe en los diafragmas
ni en los pulmones de Dios encontró impulso.
De tan raro no soy un instrumento,
porque ni el viento me saca los sonidos
aunque tampoco quepa en los diafragmas.
Yo sueño porque sí.
Y también porque no, por quizás, por todavía.
Porque soy el más simple entre los tontos
y sin embargo vivo
moviendo la cabeza para abajo y arriba o a los lados,
o haciendo fisminuto con los hombros.
Pero es que eso es mentira.
Tampoco soy tan simple ni tan tonto.
Y si no compro liebres
porque hablan demasiado de su velocidad,
tampoco compro gatos,
porque entre gatos engordan las costumbres.
Y además los dos son fotogénicos
y dicen los refranes con el rabo.
No me entrego
aunque me venda la carne victoriosa el mercader.
De manera que ya no sé si sueno,
porque en sonido sobran los silbidos,
que, dicho sea de paso,
no siempre se dibujan en la boca,
y unas veces convocan a la gente
y otras son un buen sálvese quien pueda.
De manera que sé muy bien que sueno.
Ha de saberlo aquel que va en su traje
mirando al del pulóver con cuidado,
como si los vestidos fueran digestiones.
En esto del sonar todo es ambiguo.
Más quiero recalcar
que nunca podría ser un instrumento,
ni nadie va a tocarme a su capricho.
Voy a cantar con paz, prisa, paciencia,
regresos, guerras, garras, gozos y despedidas.
Nadie pretenda que
puede sacarme
cualquier nota que no
sea de mi clase.
Ya morirás.
Veré caer tu tramoya sobre su propia sombra.
Y allá serán los huesos.
Alguien dirá:
Se ha ido con su música a otra parte.
Adonde ya no hay cálculos,
límites ni emboscadas.
Ahí yace en su close up definitivo.
Muerto.
Ya vivirás.
Veré cuál es la cara que das al enemigo.
Y así será tu nombre.
Alguien dirá:
Quién podría imaginarle cuánto Yago.
Vienes y vas al cálculo
preparando en tu andamio la emboscada,
y entre tanto, bufón, lame el zapato lindo
de tus reyes.
Sigue tu vals de sal y transfiguraciones.
Mas, si alguien me pregunta, digo:
Muerto.
RELACIONES HUMANAS
Cuando tú tengas miedo
aunque sea miedo personal e intransferible,
de esos que no se dicen en reuniones,
y sin embargo vienen, no se van,
y te acompañan incluso en las reuniones,
puedes venir a mí llorando quedo,
o sin llorar o riendo,
como nunca se dice en las novelas,
porque las uñas que a veces tiene el miedo
no caben en cien mil tomos de invento
pero pueden clavarse, insistir y quedarse
en un solo renglón del sentimiento;
puedes venir aquí, venir contigo a cuestas,
y decir “mira, Ariel, tengo este miedo”,
porque un lunes también vi una sonrisa
y era el miedo fingiendo ser siquiatra,
es decir, poniéndose collares a su antojo.
Cuando llegues
cogeremos los sustos,
así tenga los colores corridos,
traeremos varillas secadas bien al sol,
en los recuerdos buscaremos el hilo más partible,
y un papalote haremos
que al primer golpe de aire
irá con su bolina a otros contornos,
a donde ni los pájaros lo nombren.
Eso si tienes miedo.
Pero si estás alegre, tan alegre,
dulce y rápida como una ciruela
que se refleja en labios que se miran,
y parpadean mirándose, quemándose,
en manos que se tocan
y presagian la hora de volver a tocarse,
en ojos que se besan en colores,
con la pantalla ancha y amor estereofónico,
entonces ven a mí,
vente conmigo a cuestas
y dime “Ariel, Ariel, mira, tengo este día,
este calor que darte, esta mazorca
de maíz sonoro,
estas ganas prehistóricas de besar y besarme,
y sentir que también mi cuerpo estalla
y te llena la vida de terrones de azúcar,
metrallas de algodón o desnudeces,
olas o regimientos de caricias”;
dímelo así, y dilo al que transcurra con su pena.
Entonces sí empinemos la alegría
Con un hilo imbatible
Para que vuele lejos pero vuelva
polvoreada de estrellas la mejilla,
y así podamos todos besarla en pleno rostro
y salir con los labios brillantes de entusiasmo
a cantar por el mundo que nos inventa siempre a cada paso,
y nos habita y nos rehabilita
para que defendamos siempre la esperanza,
con vigor y con rabia
con pena y con temores
en silencio o a gritos, pero siempre.
XIV
Con qué gracia, con qué bella apostura
vació la vieja noche su cántaro
de miel sobre nosotros, sobre nuestras
mitades combatidas. Cristal grave
alzó su lacia humanidad, su bronca
carpa sobre nuestras cabezas, juntas
como dos panes rojos, como peces.
Puso la mano oscura desató
la colmena sus carbones, y vimos
su silencio tiñendo los cristales,
su avalancha de sal cubrir la arena
donde nos sumergimos, donde somos
alas, huellas de un animal salvaje
que ha pintado de gritos la espesura.
Este borracho que por estar está sobre la silla,
continuando
la madera que un día también sintió el disgusto
de no poder salir fuera del tronco,
hoy ve lunas ahogándose en los vasos
y alquimistas con cántaros de barro
que se astillan cuando ellos se acercan a la fragua.
Este borracho de hoy y la madera rumiándole preguntas
que él contesta hacia lejos allá dentro,
con la frente rodeada por licores de alto talle apretado,
soldaditos de plomo de otra infancia
que no padecerá ya más ningún comienzo.
El Ajeno
Cuando de noche sueñen los espejos
con las caras que todavía no han visto,
las puertas entrarán
en la semivigilia que le dobla la nuca con el número.
Cuando el Ajeno pase a tres distancias,
así estas sean rozando las paredes,
las puertas ojerosas le virarán la espalda,
y el Ajeno verá que allí la nuca
y en la nuca la cifra siempre extraña.
El Ajeno venía deseando que la acera
doblara su silencio en un portal,
que acabara en un hueco, un tragaluz,
en una hendija donde quepa el alma,
este muro que sigue y sigue y
sólo encuentra un cartel diciendo: Nunca.
Ve que quedan puertas acurrucadas,
con ojos que no ven, ni lo contrario,
cuidando que no vayan a irse los rincones.
Y nadie va a golpear
en esas planchas dobles que hurañas se suceden
de dar en el recuerdo de otra puerta,
de arañar gimoteando en esa ausencia,
que ya se le encajaron astillas en las uñas
pero siguen impávidos los goznes de la casa.
Cronomanía II
hay días en que hace un miedo que le ronca
sobre todo
cuando a este siglo le da por disfrazarse
de circo sigiloso
hay días en que hace un odio que revienta
sobre todo
cuando este siglo le cuelgan por adorno
pedacitos de lobos en las barandas
hay días en que hace ganas de hospitales
sobre todo
cuando hay que irse montado
en sueños de tercera y victoreando
que el veinte ha sido un siglo de cordura
hay días que hace un siglo que le zumba
sobre todo
cuando hay que hacer añicos sus disfraces y adornos
cuando hay que untarse un sueño de primera
y no seguir haciéndose el poeta
que no puede oh dolor con estos días
LOS HEREDEROS.
Ojalá y los que olvidan esta noche
la cara con la que se sale de la ducha los domingos
no envidien el traspatio del verdugo ni propongan jamás
que los que habremos nacido pasado mañana al mediodía
ocupemos los trances de sus roles.
Ojalá y cuando se acuclille esta gran víspera
los que hoy son perseguidos no nos quieran llenar
la cara con sus dedos.
Ojalá y cuando el tiempo ruede escalera abajo
su tan orondo anillo de sucesos
no nos muelan a golpes los sobrevivientes de este miedo.
LAS OTRAS PUERTAS.
O make me a mask
D. Thomas
También la luz, Van Gogh, me hizo tu cómplice.
Hoy acerté a zamparme tu retrato.
Hoy me puse a gaguear
en vez de hacerme añicos.
Tragué asfalto. Olvida,
olvida que no te vi llorar. Olvida
que no hay coartada ni orden ni misterio.
Olvida.
Tú viste un hilo, un hociquear de cerdos-
la revancha-, yo tropecé conmigo: hay luz,
y sombra y luz: y sombra.
Ya ciegos
chocan los cuervos contra un cristal
y así arden.
Cuando yo era un animalito zonzo
y desangustiado hasta el desastre,
o, por lo menos, cuando todos pensaban
que uno era ese mal bicho,
fofo y desapesadumbrado hasta el escándalo,
tú, que eras tan burlado como yo,
no lo creías.
Y es verdad que desde antes traíamos
la cara intransitiva,
y el pecho cerrado como un cero
donde
hasta el que menos se esmeró daba en el blanco.
Eso sí lo sabías y aún lo sabes.
Ahora
ponte a pensar cómo éramos el tope
cuando velábamos aquella sociedad,
tan expugnada como una motociclista que se estrella
veinticuatro minutos antes de su boda.
Ponte a pensar –di tú- si no fuera por todo
lo que pasa –
que primero nos decapitan o nos mandan el brazo
que desde el hombro, o desde mucho antes del hombro,
erigía los gestos prehistóricos
y después nos llevan hasta el palco
para escuchar sobrado el retintín de la retórica.
Ponte a pensar –di tú-, ponte a creer conmigo
lo solo que se vuelve el solo, a tiempo,
antes de ser trizado por el alud de lo otro
que en mercader, entre veras y burlas, te impone
su visita.
El rapto en la lejanía.
Cuando crees que estás solo en el mundo
y que el infierno es esta habitación vacía,
viene un pájaro, o algo que puede ser un pájaro,
y golpea sin cesar en tu puerta. Entra
en tus nervios, se arremolina y sube
a tu cabeza, baja a tu corazón y se hace
la ceniza que te habla de otro día. Vuela,
cesa, fuego o serpiente, ciclón, música ciega,
y de algún modo te acerca un cigarrillo,
un sorbo de café, o al sesgo te habla o gime
(¿es tu madre? ¿es tu hermano? ¿es un amigo? ¿un muerto?),
y ves, en mitad del eriazo, entre los cuatro
muros que no dan y no toman, ni te exponen
ni salvan, cómo se alza ante ti, rey y mendigo
sólo en ella y por ella y para ella en ti,
la Virgen de la Caridad del Cobre. Y es
la última costa, la Isla que resguarda tu pecho-
y allí el anhelo, el roce de la melancolía: rompe,
ausculta, bojea: el alma al aire, al sol –sólo deseo.
Eso que te sacude, y te mantiene en vilo sobre el risco,
qué es sino tan sólo todo lo que tú puedes dar,
es decir, todo lo que has perdido. Y lo has perdido
cuando crees que estás solo en el mundo
y que el infierno es esta habitación vacía.
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Poemas tomados del libro Poesía Completa, Ediciones Unión, 2006.
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